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El Proceso de Cambio Más Allá de las Elecciones En Bolivia



Estamos a poco más de 15 días de la realización de las elecciones nacionales. A estas alturas, salvo un cambio radical, el panorama político y la intención de voto tienen tendencias más bien definidas.

Reconozco que es una experiencia única en mis vivencias de país. Reconozco que cuando empecé a tener edad para votar, a finales de la década de los ’80 participé en las elecciones municipales dando mi voto a las candidaturas casi marginales de la izquierda (lamente nunca haber tenido la oportunidad de votar por Marcelo Quiroga). Era un voto esperando que de ahí se fortalezca alguna alternativa, de a poquito, pacientemente. Eran tiempos de dominio neoliberal.

Después perdí el poco encanto que las elecciones significaban para mí y empecé a pifiar mi voto. Las elecciones no eran una fiesta y se reproducían como un hábito para la repartija del poder entre los mismos de siempre.

En las elecciones generales del año 2002, volví a votar como en una fiesta, con esperanzas, con decisión, sabiendo que mi opción era importante para el país. Recuerdo que ese día fuimos en un triciclo grande, como esos que usan en Puno como taxis, la familia entera, cinco personas montados en el triciclo a compartir esperanzas. Tres años después sentía que esa ilusión de votar, la fiesta electoral, era un sensación compartida por mucha gente, por los siempre excluidos, por la gente que no contaba o era ninguneada, por quienes eran aceptados en las fotos de postal pero rechazados en las esferas del poder real. El ambiente era diferente. Se notaba que la subjetividad colectiva se modificaba. Que era posible creer en que otra Bolivia era posible.

Volví a votar con entusiasmo, con sensación de fiesta desde el año 2002 y nunca sentí la necesidad de afiliación partidaria. Siempre creí que las elecciones y la posibilidad de elegir gobiernos son un derecho fundamental que tenemos, pero que los procesos de cambios están más allá de quienes nos gobiernan, aunque necesitan de gobiernos que hacen posible la transformación. No habría el proceso de cambio que vivimos, así de imperfecto pero profundamente mejor que cualquier otro momento de la historia del país, sin Evo Morales y el MAS. Pero ni Evo sería presidente ni el MAS el partido de gobierno sin un pueblo, sin movimientos sociales, sin sociedad civil, sin innumerables personas que creen, construyen y sienten el proceso de cambio como suyo, sin necesidad de filiación partidaria.

Por eso vivo estas elecciones, las 6 de diciembre, como una fiesta que servirá para dar un nuevo paso gigante en el proceso de cambio. Pero también porque siento que la gente, la mayoría claramente, asume que son tiempos de no vuelta al neoliberalismo económico ni al neoconservadurismo político. Se siente en el ambiente, estamos pasando de la polarización extrema a la consolidación del proyecto de cambio que permitirá debatir más hacia adentro, ser críticos pero sin abandonar la profundización de este hermoso brotar de otra Bolivia, más digna, más justa, más nuestra.

La fiesta invita estar, no sólo el 6 de diciembre, participando, decidiendo, siendo sujetos del país, porque ya no es sólo dar el voto, es saber que además somos parte de una sociedad capaz de movilizarse, de proponer, de gestionar lo público. Es participación creciente de la gente, no voto “rebaño”.

Hay gente que gusta hablar de voto “cautivo”, cuando se refiere al caudal de votación consolidado por el proceso de cambio. Cautivar tiene tres significados, anoto dos de ellos. Uno señala la idea de aprisionar o privar de libertad. Otro significa atraer o ganarse a alguien. Una sonrisa cautiva, seduce, no aprisiona. En ese sentido, sí hay un voto cautivo o, mejor dicho, cautivado por la participación, por los avances en el país, por la dignidad, por procesos de mayor inclusión y equidad. No es privación de la libertad, es expansión de sujetos participantes, en fiesta, cautivados por sus propia capacidad de cambiar el país porque el proceso es de todos y todas, se lo hace en el día a día.

Yo voy a votar así de cautivado, en un acto electoral como fiesta. Pero la fiesta no puede quedarse en ese día. Exige que se complemente con los procesos de transformación de la vida cotidiana, donde vivamos relaciones cotidianas más justas, inclusivas y celebrativas de la diversidad en equidad. Allí también esta brotando otro país, otras subjetividades, otras maneras de sentirnos personas, pero también queda mucho por hacer.

El proceso de cambio que vive el país es mucho más allá de las elecciones, de elegir –reelegir mejor dicho- un presidente, de lograr que la derecha radical y violenta salga derrotada contundentemente. Todo eso es importante y hay que celebrarlo el 6 de diciembre, pero la vida continua después y los desafíos y motivos para la fiesta también.

 

http://evolucion-bolivia.blogspot.com/

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