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Jon Sobrino defiende a los pueblos crucificados

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El doctorado ‘honoris causa’ que la Universidad de Deusto concedió ayer al bilbaíno Jon Sobrino, aunque salvadoreño de nacionalidad, es sumamente ’sui generis’ por un doble motivo. En primer lugar, porque la Universidad de Deusto es «parca» a la hora de conceder distinciones, tal y como su rector, Jaime Oraá, confesó. Y, en segundo término, porque este reconocimiento implica a su vez un compromiso para Deusto, en cuanto que «toca la identidad de una universidad jesuita», según también palabras de Oraá; reclamándole redoblar sus esfuerzos en pro de la justicia social, tomando como ejemplo al teólogo Sobrino y a sus compañeros sacerdotes asesinados en la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, ahora hace justo 20 años.

El acto solemne se celebró en el barroco paraninfo de la Universidad de Deusto, en el marco del Día de los Derechos Humanos, y congregó a cerca de doscientas personas. Después de recibir de su amigo Oraá el birrete, el anillo y las demás insignias que le reconocen como doctor ‘honoris causa’, Sobrino comenzó su esperada alocución, que duró cerca de una hora. Declaró que tal doctorado «se dirige claramente a las ocho personas que fueron asesinadas en la UCA»; aludiendo a sus seis compañeros jesuitas y a las dos mujeres que acudieron a la universidad a refugiarse el 16 de noviembre de 1989, y que murieron a manos de las tropas de elite del Ejército de El Salvador. Aquel día, los soldados cumplieron celosamente las crueles órdenes que recibieron de sus oficiales: asaltaron la universidad, asesinaron a Ellacuría y sus compañeros, no dejaron testigos y culparon a la guerrilla.

La disertación de Sobrino tomó como hilo conductor la matanza de la UCA, de la que fue superviviente por encontrarse de viaje en Tailandia. A buen seguro que la vivió, además, como una tragedia personal. Para Sobrino, especialmente aquellas dos mujeres «reproducen la Pasión de Cristo». Y recuperando la dialéctica de Ellacuría y sin despegarse de la Teología de la Liberación, Sobrino hizo una enconada defensa de la «civilización de la pobreza», que distingue a los «pueblos crucificados», frente a la «civilización de la riqueza» que caracteriza a las sociedades consumistas y de la opulencia. Según el teólogo, los jesuitas de la UCA fueron asesinados «por combatir la civilización de la riqueza».

«Transformación social»

Después del Concilio Vaticano II, la Compañía de Jesús -liderada por el también bilbaíno Pedro Arrupe- insistió en la necesidad de intensificar sus esfuerzos y reorientar sus obras de apostolado, como sus docenas de universidades, para promocionar la justicia social. La provincia jesuita de Centroamérica, de la que formaron parte cientos de misioneros vascos como Sobrino, fue una de las más emblemáticas en este giro. Como se recordó en el acto de ayer, medio centenar de jesuitas han sido asesinados, en los últimos treinta años, por denunciar las injusticias y trabajar al lado de los más pobres.

En la actualidad, uno de los retos más importantes de la Compañía de Jesús consiste en reconducir sus clásicas universidades de Europa y Estados Unidos, con el fin de que asuman compromisos claros y tangibles en el terreno de la justicia social y la opción preferencial por los más pobres. El mismo rector Oraá se preguntaba, hace tres años en Deusto, «hasta qué punto nuestros alumnos son informados y formados para ver el mundo, tal y cómo es, y para verlo con los ojos de un corazón compasivo y misericordioso, como el de Jesús de Nazaret, modelo del hombre perfecto».

De hecho a nadie se le escapa, por ejemplo, que en algunos centros universitarios jesuitas prácticamente sólo tienen cabida los hijos de las familias acomodadas o que de ningún modo cuestionan el sistema económico que ayer Sobrino denunció con duras palabras. En definitiva, y empleando precisamente el lenguaje de Ellacuría y Sobrino, los jesuitas son conscientes que tienen también el deber de «revertir la historia» de sus propias universidades para que sean plataformas de transformación social efectivas.

Colaboracion de Marcela Dubon

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