Blogia
altermediamundo

Críticas al Vaticano

Sobre Milagros y Beatificaciones

El artículo tiene una mirada crítica al proceso de beatificaciones y canonizaciones en la Iglesia Católica, se refiere específicamente al caso de Juan Pablo II. Su temática es interesante para reflexionar, aunque no se comparta mucho de los puntos de vista con el autor, se publica igualmente en este blog.

 

Juan Pablo II. Una beatificación y un milagro discutidos
por Xavier Pikaza.

La discusión comenzó el mismo día del entierro (4-5 abril 2005), cuando aparecieron en la Plaza del Vaticano, de forma espontánea o dirigida por instituciones de poder, las pancartas del Santo Súbito (Santo ya, inmediatamente). No fue canonizado “inmediatamente” (súbito), como pedían las pancartas, pero casi. No he dudado de la santidad del papa Wojtyla, de su sacrificio y de su entrega al servicio de la Iglesia. Pero tengo mis dudas sobre la conveniencia “inmediata” de su beatificación, por dos razones básicas:

(a) Porque su figura sigue marcando una escisión en la Iglesia actual. Por eso, presento mis “reparos” sobre la conveniencia de beatificarle en este momento (cuando no se han curado las heridas que él pudo causar).
(b) Porque la forma de ratificar su santidad con un presunto milagro, que los cardenales de la comisión de canonizaciones ya han aprobado (curación de un caso de “Parkinson”), me parece menos “evangélica”.

1. Dudas ante la Beatificación de Juan Pablo II

Juan Pablo II ha sido una figura pública, querida y admirada por millones de personas, pero, al mismo tiempo, discutida en amplios círculos de la Iglesia católica. Su beatificación “súbito”, a los seis años de su muerte, me parece, por lo menos, apresurada.

a) Riesgo de endogamia.
Son muchos los que piensan que, con esta beatificación, un tipo de jerarquía de la Iglesia se “ratifica” y aprueba a sí misma, como hizo ya al beatificar a Pío IX. No parece un “fair play”, un ejercicio de “igualdad de oportunidades” y de apertura a otros modelos de Iglesia y de santidad. Muchos piensan que al obrar de esta manera la iglesia tiende a fortalecerse a sí misma como jerarquía: Los que beatifican a este Papa son aquellos mismos que él había colocado en la cumbre de la jerarquía vaticana, de manera que puede pensarse que lo hacen básicamente en un gesto de agradecimiento “endogámico”, para ratificarse a sí mismos (para decir así que ellos tienen razón, que su forma de actuar está bendecida desde el cielo, por el nuevo “santo”). Hay otras figuras y modelos de Iglesia que no han tenido esta “suerte”, por ahora: desde Mons. Romero hasta H. Camara.

b) Un pontificado poco dialogante
Juan Pablo II parece haber sido un santo por dentro, hombre de oración y sacrificio. Pero su pontificado ha sido poco trasparente, poco abierto a la concordia de todos los grupos en la Iglesia. Por todas parte se cuentan las anécdotas sobre su “dureza” en el trato con algunas figuras de la Iglesia, a las que “humilló”, empezando por el Cardenal Tarancón. Sin duda, la santidad puede incluir un tipo de “dureza” al servicio del ideal cristiano. Pero muchos tienen la impresión de que la “dureza” de Juan Pablo II se mostró sólo en una línea, y se dirigió en contra de un tipo de Iglesia que él no aprobaba. Mientras no quede claro lo que está al fondo de esa dureza, resulta poco prudente beatificarle. Es como beatificar a una parte de la Iglesia, a un tipo de pastoral y de misión que está siendo todavía discutida. Puede pensarse que esta beatificación es un intento de ratificar un tipo de política eclesial que resulta, por lo menos, discutible. No es bueno (querer) resolver los problemas de la Iglesia “canonizando” a los que van en una línea. En este momento, la beatificación de Juan Pablo II puede tomarse como triunfo de un tipo de iglesia que posiblemente deberá cambiar muy pronto, cuando cambie la “política” eclesial del Vaticano. Podían haber esperado unos años, cuarenta o cincuenta, para ver lo que queda de poso en la vida y figura de Juan Pablo II, para “beatificarle” a él como persona, no a un tipo de Iglesdia.

c) El tema abierto de la pederastia.
No es quizá el más importante, pero es muy significativo. Tras la muerte de Juan Pablo II se ha destapado en la Iglesia Católica el tema de la pederastia en algunas partes del clero. No es que Juan Pablo II tenga la culpa, pero son muchos los que piensan que no fue transparente en su administración, que se dejó engañar… El tema es demasiado urgente, demasiado doloroso, como para pasarlo así por alto. No todos tienen la misma responsabilidad en ese tema y en otros de la vida de la Iglesia. Debemos suponer que Juan Pablo II no tiene directamente culpa alguna. Pero hay también responsabilidades indirectas, y no está claro que Juan Pablo II esté libre de ellas. Un Papa podría haber actuado de modo distinto.

2. Preguntas ante el valor probativo de los milagros

Al lado de las tres dudas anteriores quiero plantear el tema de la “prueba” de los milagros. Dicen que médicos y cardenales de la comisión para las beatificaciones han aprobado el “milagro” realizado por intercesión de Juan Pablo II, de manera que peude ser beatificado. Éste es un tema sobre el que me he pronunciado ya. El 30.11.09 publiqué un post titulado ¿Qué milagros son necesarios para las canonizaciones? Una reflexión “crítica”. Había asistido días antes a la defensa de una tesis doctoral en Derecho Canónico, defendida por Pierre Kaziri, en la Universidad Pontificia de Salamanca. El tema era: Las virtudes y el martirio como razones o causas para beatificar o canonizar a un venerable, a lo largo de la historia y en el Derecho actual de la Iglesia. Fue una tesis razonada, precisa, profunda, y así lo reconocieron los especialistas del tribunal, representantes de las tres grandes Facultades de Derecho Canónico en España: Navarra, Comillas y Salamanca: ¿Qué pasa con los milagros? ¿Por qué no ha tratado el doctorando de ellos? El doctorando respondió que se trataba de un silencio metódico, pues su tema era sólo las “virtudes” y el “martirio”. Pero todos los asistentes tuvimos la impresión de que no había querido tratar de los “milagros” porque ellos están muy discutidos (como causa de beatificación), tanto en el plano teológico como en el canónico. Exigir milagros, como hoy se hace, para beatificar o canonizar a un santo me parece algo cercano a la magia. Va en contra del estilo “cristiano” de Jesús y de la Iglesia y se sitúa en la línea de la ordalía o de ciertas pruebas “sobrenaturales” que se exigían aún todavía en el Antiguo Testamento (como las aguas amargas). Jesús no iba en esa línea. Ciertamente “creo” en los milagros, es decir, en la presencia de lo sobrenatural, en el poder de la Vida que se expresó en Jesús y que se expresa en muchos hombres y mujeres, pero convertirlos en “prueba” exigida para resolver un tema (un juicio, un proceso de santidad) me parece contrario al evangelio. Esto es lo que pienso, con la mayor parte de los teólogos y canonistas católicos con quienes he dialogado sobre el tema.

Apelar a milagros, una visión medieval (y poco cristiana) del Derecho Canónico.

a. La mayor parte de los teólogos creemos en los “milagros” en el sentido del Evangelio. No sólo pensamos que la vida es un milagro y que, sobre todo, es un milagro la fe y la experiencia de la gracia, sino que estamos convencimos de que hay muchas cosas que no pueden explicarse por la pura ciencia.

b. Pero el milagro no es algo que va “contra las leyes de la naturaleza” (¡pues no conocemos lo que ella, la naturaleza, significa!), sino aquello que nos abre hacia un horizonte más amplio de vida y de esperanza. El milagro auténtico es “Dios”, es decir, la fe en Dios… En ese sentido, los milagros ya concretos son “señales” (signos) de esa presencia de Dios, no pruebas, como sabe el Evangelio: Jesús nunca “ha probado” algo con milagros, más aún, se ha negado a hacerlo, cuando le han pedido y exigido que los haga. (Jesús no probaría con un milagro la santidad de su siervo Wojtyla) Pero su vida está llena de signos de misterio, para aquellos que saben ver.

c. Si un milagro se probara científicamente no sería milagro, sino que caería (de alguna manera) dentro de la lógica de la ciencia. La buena ciencia sabe que en la vida de los hombres hay cosas y cambios que no se explican a través de una ciencia de tipo físico (como la medicina clásica), pero eso no significa que ella los considere milagros (en el sentido de acciones que rompen las leyes de la naturaleza), sino que deberíamos ampliar el concepto de naturaleza y de vida humana.

d. No negábamos, pues los milagros, pero pensábamos que ellos no se pueden probar en un plano “científico”, pues tampoco sabemos lo que es la ciencia y lo que podrá ser mañana. Por otra parte, el despliegue de la salud y de la enfermedad de los hombres y mujeres nos sitúa en las mismas fronteras de la ciencia, abriéndonos a elementos y factores que no podemos dominar con los métodos de contabilidad científica actual.

e. Por otra parte, pedirle a Dios “milagros” para probar que un hombre o mujer es santo nos parecía más cercano a las ordalías medievales (de tipo germano) que al estilo bíblico y cristiano de vida. Pensábamos que en este campo la praxis canónica de la Iglesia tiene que cambiar, adaptando el Derecho Canónico al Evangelio (al estilo de vida de Jesús). Estábamos convencidos de que Jesús nunca pediría un milagro de estos que pide el Derecho Canónico actual para canonizar a alguien… Ni siquiera a él le habrían podido canonizar según el Derecho Canónico (pues los “científicos” de entonces, que no eran malas personas, no creyeron en sus milagros… y la resurrección no se puede probar con métodos científicos).

f. Además, no es más milagro la curación “externa” de un enfermo que el hecho de que ese enfermo muera. Más milagro fue la muerte de Jesús en la Cruz que el posible “descenso” de la cruz, por obra de ángeles o seres sobrenaturales (como el mismo Jesús dijo). Pedir (exigir) milagros de curación cuando Dios no “curó” a Jesús de esa manera en la cruz nos parecía poco cristiano. El tema lo planteó de una forma intensa el gran Dostoievsky, en los Hermanos Karamazov, al hablar de la muerte y de la corrupción de un monje “santo”. ¿Qué es más milagro la incorrupción en el sepulcro que el corromperse en un sentido para renacer en otro, como dice San Pablo en un lugar famoso de 1 Cor 15).

g. Toda la tradición cristiana, desde el tiempo de Jesús, conoce bien el tema de la ambigüedad y manipulación de la “milagrería” que puede darse y se da en ciertas capas de la Iglesia (aunque éste no es el caso en las causas de beatificación y canonización, decíamos). El único “milagro” es la fe, una fe actica que puede mostrarse en el hecho de que muchos hombres y mujeres se hayan puesto en manos de Dios a través del “testimonio” algunos santos… Esa fe que cambia la vida que es el verdadero milagro.

Una conclusión

Conclusión. El milagro de Juan Pablo II

No quiero ya tratar del milagro “concreto” que se ha aprobado para la beatificación de Juan Pablo II (parece tratarse de una persona que se ha curado de una enfermedad fuerte de parkinson). No dudo de que se haya curado, no dudo de que haya invocado a Juan Pablo II. Pero decir que eso ha sido milagro en el sentido que se le da al término y que el “autor” (o intermediario) ha sido Juan Pablo II me parece demasiado. Si se quiere conservar el término “milagro” habría que darle otro sentido, otros matices, en la línea del cambio personal y de la apertura de horizontes humanos, ante el misterio de Dios, ante el don de la vida, tal como descubrimos en el Evangelio de Jesús. Necesitamos y queremos “milagros”, pero en otro sentido, no para “probar algo” (si uno es santo o no), sino para superar el plano de las “pruebas”, penetrando en el ámbito de la gracia, de la felicidad de Dios, del don de la vida.

En esa línea se puede seguir leyendo, con humor y discreción, el libro de José Carlos MARTÍN DE LA HOZ – Ricardo QUINTANA BESCOS , CAUSAS DE CANONIZACIÓN Y MILAGROS (Desclée de Brouwer, Bilbao 2008)

Lo que Jesús pide es “fe” activa, amor intenso al servicio de los demás. Más aún, la fe es capaz de “hacer milagros”, es decir, de transformar la vida de los hombres y mujeres, en un plano de totalidad, incluso de manera “corporal”. Pero “demostrar” que hay milagros concretos, realizados por la intercesión de este “santo” concreto y poner esos milagros como “prueba” de santidad me parece quizá demasiado (es decir, poco evangélico). Quizá sería hora de que cambiara la norma canónica sobre los milagros en los procesos de beatificación y canonización.

El milagro de Juan Pablo II tiene que ser su vida entera al servicio de la unidad y de la misión de la Iglesia. No sé si su recuerdo es ese “milagro” que la Iglesia actual necesita, en su misión de evangelio.

http://www.redescristianas.net/2011/01/15/juan-pablo-ii-una-beatificacion-y-un-milagro-discutidosxavier-pikaza-teologo/

La Misoginia de la Jerarquía Católica

 

Ella como Pecado

Ella como pecado

Adán y Eva. Óleo de Lucas Cranach
(1526)
El tema del papel de la mujer en la Iglesia católica romana es abordado polémicamente por el ensayista Juan Bedoya, formado en la Universidad de Navarra, perteneciente al Opus Dei. Bedoya coincide con la pensadora católica Margarita Pintos (Asociación Teológica Juan XXIII) cuando ésta señala que Roma "al pretender ser referente moral para la humanidad, acentúa una antropología dualista" y desde allí considera "que el hecho de ser mujer es un impedimento para acceder al ámbito de lo sagrado". Bedoya recuerda que las religiones abrahámicas obligan a preguntarse qué serían Abraham sin la simpática Sara; a Jesús sin la generosa María Magdalena o a Mahoma sin la madura Jadiya. También se refresca una simpática anécdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sofía Loren. Cuando era nuncio en París, luego papa del Concilio Vaticano II, se encontró en un acto oficial con la actriz italiana, que lucía rumboso escote y una cadena con una cruz de esmeralda adentrándose con coquetería entre sus senos. “¡Benedetto, quel Calvario!” (¡Bendito, ese Calvario!), suspiró con sonrisa desarmante el futuro pontífice. Fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000. También bajo la lupa del articulista el sabio Santo Tomás de Aquino y sus sentencias sobre la mujer; la  palabra femina que proviene defides (fe) y minus (menos), luego femina significa: la que tiene menos fe; o bien que Castidad quiere decir castigo…
Juan G Bedoya / Periodista y ensayista*
Ella como pecado
Ante un dicho de picardía de Juan
XXII frente a la belleza femenina,
no todos los eclesiásticos
reaccionaron con humor.



Benedicto XVI equipara la ordenación femenina con los delitos más
graves e indigna a teólogos e iglesias de base – Roma se niega a
revisar la misoginia de sus primeros sabios

“De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de
ningún otro deberían de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado
cometido contra la mujer”. Es la opinión de la teóloga Uta
Ranke-Heinemann, compañera de estudios del actual papa, Joseph
Ratzinger, en la Universidad de Munich, entre 1953 y 1954.

La pensadora católica habla de machismo, pero sobre todo de las
políticas de exclusión impuestas por la jerarquía. La Iglesia romana no
parece dispuesta a rectificar. El pasado 15 de julio reformó su código
para endurecer las penas de los delitos más graves que pueden cometerse
en su seno. Junto a la pederastia figura la ordenación sacerdotal de
mujeres. La decisión ha causado estupor.

Entre las protestas en marcha, destaca la exhibición en autobuses que
circulan por el centro de Londres de carteles con la leyenda Pope
Benedict. Ordain Women Now
! (”Papa Benedicto: ¡ordene mujeres ya!”).
Benedicto XVI viaja este mes al Reino Unido, en la primera visita de un
pontífice romano a ese país desde que el rey Enrique VIII rompió con el
Vaticano en 1534.

Margarita Pintos, miembro de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, leyó
“con estupor” la carta apostólica que, con el título de Normae
de gravioribus delictis
(Normas sobre los delitos más graves), agrava las penas contra el
sacerdocio femenino. “La institución que pretende ser referente moral
para la humanidad acentúa una antropología dualista, en la que el hecho
de ser mujer es un impedimento para acceder al ámbito de lo sagrado”,
afirma.

Como principio general, no hay derecho a entrometerse en las
obligaciones que una religión impone a sus fieles. Quien no esté de
acuerdo, tiene la libertad de marcharse, y, antes, la de no entrar. Los
laicos no deben escandalizarse porque los obispos execren del divorcio,
de la despenalización del aborto o de los curas que quieren casarse. Si
quieres ser católico, no te divorcies; si quieres divorciarte, hazte
protestante. Solo se puede protestar cuando la Iglesia católica
pretenda impedir que se divorcie alguien que no es católico, o predica
la insumisión ante una ley que protege derechos, no los impone.

Pero, muchas veces, la “ideología del apartheid”, como la llama
Margarita Pintos, “no solo toca a la institución vaticana, sino que
refuerza imágenes de lo masculino y de lo femenino que el patriarcado
social ha impuesto con la ayuda del cristianismo”.

Pintos concluye que es ese “apartheid antropológico” quien contribuye a
mantener y a reforzar la marginación, el desprecio e, incluso, la
violencia contra las mujeres.



Umberto Eco recuerda que en La cartuja de Parma de Stendhal, puede leerse: “Dado que los fieles son también mujeres,
¿qué ocurre con las muchachitas que podrían excitarse ante un cura
guapo?”.



¿Cuándo se torció todo para la mujer?



¿En qué doctrinas apoya la Iglesia de Roma su decisión de que las
mujeres deben ser excluidas del sacerdocio? Hay respuestas para todos
los gustos, con citas de los hombres más doctos de esa confesión.

Si no fuese porque lo que Ranke-Heinemann califica de “denigración de
la mujer” ha causado dolor y violencias, la sola enumeración selectiva
de esa doctrina convertiría estas páginas en una regocijada lectura de
verano. Lo malo son las consecuencias. Si la religión más influyente
del mundo denigra con saña a las mujeres por boca de sus mejores
pensadores, ¿qué esperar de muchos de sus fieles?

Santo Tomás de Aquino, al que los religiosos acuden cuando se sienten
perdidos en cuestiones de doctrina, apeló incluso al argumento
libidinoso, para aborrecer el sacerdocio de la mujer. “Si el sacerdote
fuera mujer, los fieles se excitarían al verla”. Es la parte simpática
de su teoría.

Umberto Eco, en sus debates con el cardenal emérito de Milán, Carlo
Maria Martini, se mofa de esa idea recordando páginas de Stendhal en La
Cartuja de Parma
a propósito de los sermones del bello
Fabrizio. “Dado que los fieles son también mujeres, ¿qué ocurre con las
muchachitas que podrían excitarse ante un cura guapo?”. La simpática
disputa entre el autor de El nombre de la rosa y
el príncipe de la Iglesia más intelectual del momento se recoge en el
libro En qué creen los que no creen.


La subordinación a los varones es el motivo de que se niegue el sacerdocio
a la mujer. “Porque las mujeres están en estado de subordinación,
tampoco pueden recibir el sacramento del orden”, sentencia Santo Tomás.
Se contradice a sí mismo cuando habla también de mujeres en estado de
no subordinación a los varones: “Al hacer el voto de castidad o el de
viudedad y desposar así a Cristo, son elevadas a la dignidad del varón,
con lo que quedan libres de la subordinación al varón y están unidas de
forma inmediata a Cristo”.



En los textos sagrados de las religiones abrahámicas abundan mujeres
importantes. Imposible imaginar a Abraham sin la simpática Sara; a
Jesús sin la generosa María la de Magdala; a Mahoma sin la madura
Jadiya. La literatura antigua no es injusta con la mujer. Entre los
privilegios que confirió el fundador cristiano a la mujer no es menor
el haberse aparecido a ellas resucitado, antes que a ninguno de sus
posteriormente empavonados apóstoles, que habían huido muertos de miedo
cuando vieron detenido y condenado a su maestro. Pedro, el primer papa,
iba a negarlo hasta tres veces.

¿Cuándo se torció todo para la mujer? Cuando los religiosos pusieron en
el portal de su actividad el sexto pecado cristiano: el sexo, el hombre
como un “ser empecatado” en palabras de San Agustín. Hay antes la
increíble historia del Paraíso y la anécdota de la manzana, donde Eva
simboliza la tentación y la caída por deseo de inmortalidad (y por
curiosidad, gran virtud).

Aunque parezca raro, la Iglesia católica concibió hasta finales del
siglo XIX este relato del Génesis como un documental que debía ser
tomado al pie de la letra.

¿Por qué el diablo no se dirigió a Adán, sino a Eva?, se pregunta
incluso San Agustín. El demonio interpeló primero a “la parte inferior
de la primera pareja humana” porque creyó que “el varón no sería tan
crédulo”. Así lo escribe en La ciudad de Dios.



San Jerónimo,
doctor de la Iglesia, cita: “Vigilemos a fin de que las matronas no
dominen en las iglesias; estemos atentos a fin de que no sea el favor
de las mujeres el que decida sobre los rangos sacerdotales”.



La subordinación al varón


La inferioridad de la mujer (femina, en latín) se pone de manifiesto ya
en ese término latino. El nombre femina proviene
de fides (fe) y minus(menos), luego femina significa: "la que tiene
menos fe". Todo empezó cuando los primeros sabios cristianos tomaron a
Aristóteles como pensador de cabecera. El griego fue quien primero
enumeró los motivos más profundos de la inferioridad de la mujer. Ésta
debe su existencia a un descarrilamiento en su proceso de formación; es
“un varón fallido”. San Agustín solo reforzó ese desprecio, y Santo
Tomás lo hizo teología de la grande.

Según el axioma de que “todo principio activo produce algo semejante a
él”, en realidad siempre deberían nacer varones. A veces nacen mujeres,
que son varones fallidos. Aristóteles llama a la mujer arren
peperomenon
(”varón mutilado”). El de Aquino traduce al
latín esa expresión griega como mas occasionatus(varón fallido). Así que toda mujer lleva a cuestas, desde su
nacimiento, un fracaso. La mujer es un producto secundario, que se da
cuando fracasa la primera intención de la naturaleza, que apunta a los
varones. El sabio de Aquino también sostiene que la mujer “está
sometida al marido como su amo y señor” (gubernator), que tiene
“inteligencia más perfecta” y “virtud más robusta”.

La subordinación a los varones es el motivo de que se niegue el
sacerdocio a la mujer. “Porque las mujeres están en estado de
subordinación, tampoco pueden recibir el sacramento del orden”,
sentencia Santo Tomás. Se contradice a sí mismo cuando habla también de
mujeres en estado de no subordinación a los varones: “Al hacer el voto
de castidad o el de viudedad y desposar así a Cristo, son elevadas a la
dignidad del varón, con lo que quedan libres de la subordinación al
varón y están unidas de forma inmediata a Cristo”. El famoso teólogo,
admirado en Roma como un doctor angelicus(maestro angelical), no llega a responder por qué tampoco esas mujeres
perfectas tienen derecho a ser sacerdotes.

¿Qué habría dicho Jesús ante tanta marginación? El teólogo Hans Küng,
que participó como perito en el Vaticano II, responde con una frase de
Karl Rahner, el gran pensador de ese concilio: “Jesús no habría
entendido ni una palabra”. Es que a veces, como escribió Bertrand
Russell, “el mundo que conocemos fue hecho por el demonio en un momento
en que Dios no estaba mirando”.

Mientras las demás religiones cristianas (sobre todo anglicanos y
protestantes) siguen ordenando mujeres -algunas ya con la dignidad
episcopal-, la Iglesia romana endurece las penas a quienes osen soñar
con sacerdotes femeninos. Pero el padre Ángel García, fundador de
Mensajeros de la Paz y uno de los grandes eclesiásticos españoles -fue
premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1994-, tiene una
corazonada. “Tengo la firme esperanza de que, si Dios quiere, este Papa
pondrá en funcionamiento el sacerdocio femenino. El día que se levante
con buen pie, dirá: ‘Hasta aquí hemos llegado’. Antes de cinco años lo
hace. No hay una sola razón para que no pueda haber sacerdotes
femeninos. Además, hay mucha presión”, dice el padre Ángel. Se refiere
a la falta de sacerdotes, con decenas de miles de parroquias sin
pastor. En cambio, son mujeres quienes realmente llenan las iglesias e,
incluso, las gestionan.

No hay indicios de que Benedicto XVI vaya por el camino que sueña el
fundador de Mensajeros de la Paz. En su famosa biografía de Jesús, el
Papa apenas dedica unas páginas a la mujer, para decir, citando al
evangelista Lucas, que el fundador cristiano, “que caminaba con los
Doce predicando, también iba acompañado de algunas mujeres”. Lucas
menciona tres nombres, Benedicto XVI ninguno. Solo que iban “tres
mujeres con Jesús”, sin nombrarlas, “y muchas otras que le ayudaban con
sus bienes”.

No puede ser un olvido casual. Antonio Piñero, catedrático de Filología
Griega en la Universidad Complutense de Madrid, subraya las veces que
María Magdalena, por ejemplo, aparece en los textos primitivos: 17
veces en los Evangelios, ninguna vez en Hechos de los Apóstoles. Esta
mujer, la más citada, por encima de la madre de Jesús, María, ayudaba a
Jesús “con sus bienes”, según el evangelista Lucas, pero ha sido
presentada por muchos predicadores como “poseída por demonios”, e
incluso de vida licenciosa. Piñero ha dedicado un libro a los
“cristianismos derrotados”, con este mismo título. Las mujeres son un
rostro perdurable de esa derrota.

Pese a su indiferencia hacia el protagonismo de la mujer junto al
fundador cristiano, Ratzinger no desaprovecha la ocasión para subrayar
“la diferencia entre el discipulado de los Doce y el de las mujeres”.
“El cometido de ambos es completamente diferente”, concluye. Suyas son
ahora las decisiones de endurecer las penas contra el sacerdocio
femenino.

Ramón Teja, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de
Cantabria, documenta los tiempos en que el cristianismo estuvo dominado
por las mujeres, con esta cita a San Jerónimo: “Vigilemos a fin de que
las matronas no dominen en las iglesias; estemos atentos a fin de que
no sea el favor de las mujeres el que decida sobre los rangos
sacerdotales”. Teja cree que la participación o no de mujeres en el
ministerio sacerdotal fue un principio práctico para distinguir la
herejía de la ortodoxia, de acuerdo con una norma establecida por
Tertuliano: “No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni le
está permitido enseñar, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni
reclamar para sí una participación en las funciones masculinas, y mucho
menos en las sacerdotales”.



Margarita Pintos,miembro de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, leyó “con estupor” la carta apostólica que, con el título de Normae de gravioribus delictis
(Normas sobre los delitos más graves), agrava las penas contra el
sacerdocio femenino. “La institución que pretende ser referente moral
para la humanidad acentúa una antropología dualista, en la que el hecho
de ser mujer es un impedimento para acceder al ámbito de lo sagrado”,
afirma.



Una atracción fatal


Hay una simpática anécdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sofía
Loren. Cuando era nuncio en París, el papa del Concilio Vaticano II se
encontró en un acto oficial con la actriz italiana, que lucía rumboso
escote y una cadena con una cruz de esmeralda adentrándose con
coquetería entre sus senos. “¡Benedetto, quel Calvario!” (¡Bendito, ese
Calvario!), suspiró con sonrisa desarmante el futuro pontífice. Fue
beatificado por Juan Pablo II en el año 2000.

No todos los eclesiásticos reaccionan con humor. La visión de la mujer
como objeto de pecado es cosa de hombres obsesos, y sus reacciones
suelen ser maleducadas, por ejemplo esta de San Juan Damasceno: “La
mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre,
hija de la mentira, centinela del infierno”. O esta de San Alberto
Magno: “La mujer tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa”.

No todos los grandes eclesiásticos son así, ni mucho menos. El teólogo
Marciano Vidal lo analiza en su libro Moral de amor y de la
sexualidad,
con el relato con que el buen San Alfonso María
de Ligorio contemplaba un escote (ubera) de mujer. “Pectus non est pars
vehementer provocans ad lasciviam” (”El pecho no es parte que provoque
vehementemente la lascivia”), escribió el fundador de los redentoristas.

En cambio, el gran San Agustín escribió que “el marido ama a la mujer
porque es su esposa, pero la odia porque es mujer”, y que “nada hay tan
poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de
una mujer”. ¿Hablaba por experiencia? Padre de un chico al que llamó
Deodato (Dado por Dios), repudió a la madre sin contemplaciones, aunque
“con la promesa de no entregarse a ningún otro hombre”.

Antes de convertirse, San Agustín fue un obseso sexual, además de un
presumido. Escribe en Confesiones, por lo demás un libro maravilloso: “Fui a Cartago, donde terminé en
un bullente caldero de lascivia. En un frenesí de lujuria hice cosas
abominables; me sumergí en fétida depravación hasta hartarme de
placeres infernales. Los apetitos carnales, como un pantano
burbujeante, y el sexo viril manando dentro de mí rezumaban vapores”.
Agustín tenía un problema con el sexo. Lo malo es que hizo escuela.
Haría bien Roma en desmitificar a sus clásicos.

Otro que temblaba en presencia de las mujeres fue Santo Tomás de
Aquino, el mayor de los teólogos cristianos. Encarcelado por sus
parientes a causa de su ingreso en la orden de los dominicos, fue
tentado carnalmente, instigado por una prostituta vestida con suma
elegancia. Se la habían enviado sus propios parientes. Dicen sus
biógrafos que en cuanto la vio, el llamado Doctor Angélico corrió a un
fuego de verdad, cogió un leño en llamas y echó fuera de la cárcel “a
la que quería despertar en él el fuego del placer”.

Inmediatamente después, Santo Tomás cayó de rodillas para pedir el don
de la castidad y se quedó dormido. Entonces se le aparecieron dos
ángeles que le dijeron: “Por voluntad de Dios te ceñiremos con el
cinturón de la castidad, que no podrá ser desatado por ninguna
tentación posterior; y lo que no ha sido conseguido por mérito, es dado
por Dios como don”.

Se dice que Tomás sintió el cinturón y despertó dando un grito.
Entonces se sintió dotado con el don de tal castidad que, a partir de
ese instante, iba a retroceder espantado ante toda lozanía, hasta el
punto de que ni una sola vez pudo hablar con las mujeres sin tener que
hacerse violencia. ¿Castidad perfecta? Castidad quiere decir castigo.



* Periodista y docente español, nacido en 1945. Licenciado
en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra (Opus Dei).
Se ha desempeñado en Alerta (Santander), El Correo Español (Bilbao),
Televisión Española, director de Hoja del Lunes de Santander
(1975-1980) y ahora es responsable de la sección de Religión de El País
de donde se ha extraído este artículo, difundido por el Servicio
Ecuménico de Prensa Ecupres, que dirige el pastor Aníbal Sicardi. La
Comisión Europea le ha otorgado a Bedoya el Premio Europeo de
Periodismo 2009.
Ella como pecado
Bajo el liderazgo de Benedicto XVI, Roma se niega a revisar la misoginia de sus primeros sabios.
     

 

















Defensores de la Infancia Se Pronuncia Sobre Pedofilia en Iglesia Católica

 

Por pedofilia en la Iglesia Católica: Profesionales de la defensa infantil declaran

Tomado de www.laotravoz.wordpress.com

 

CARTA ABIERTA


Os felicito por no haber denunciado a un sacerdote a la administración civil. Lo has hecho bien y estoy encantado de tener un compañero en el episcopado que, a los ojos de la historia y de todos los obispos del mundo, habría preferido la cárcel antes que denunciar a su hijo sacerdote, Cardenal Castrillón, Colombia. 2001.

Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece. Obispo Bernardo Álvarez, Tenerife, España.2007.

Han demostrado muchos psicólogos, muchos psiquiatras, que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado, y me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pedofilia. Esto es verdad, este es el problema”.Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, 2010.

La liberalidad sexual del mundo en general ha disminuido las fuerzas morales con las que tratamos de educar a los jóvenes en los seminarios. Ante tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato, como en el respeto a los niños. Obispo Felipe  Arizmediz, Chaipas México.2010.

Si bien la Iglesia no es una institución científica que pueda dar datos, hay muchos católicos  y científicos que podrían entregarlos”. “Lo que dijo el cardenal es producto de una constancia de que la mayoría de los casos de pedofilia se trata de una condición homosexual. Es decir, homosexuales que abusan de menores del mismo sexo. Son mucho menos los casos en que se trata de una relación de abuso con orientación heterosexual de un menor”. Obispo Pellegrin, Chillán, Chile. 2010.

A raíz de las declaraciones que, a pesar del tiempo transcurrido y de los numerosos casos denunciados, continúan realizando distintos miembros de la jerarquía de la Iglesia Católica, sumado a   la serie de hechos que desde hace años  vinculan a sacerdotes y obispos en casos de Abuso Sexual Infantil, los profesionales abajo firmantes declaramos lo siguiente:

1).- Las víctimas de delitos sexuales, han debido recorrer un largo y doloroso camino para ser escuchadas y que sus relatos sean validados. En estos esfuerzos por cambiar la cultura del silencio y del secreto que es propio de este fenómeno,  los profesionales hemos acompañado a los niños, niñas y adolescentes en sus procesos  psicológicos individuales, en la atención  social que han requerido, apoyando a sus adultos significativos  y garantizado mediante el acceso a la justicia, que estos delitos no queden en la impunidad.

2).- En este trabajo realizado por cientos de psicólogos, trabajadoras sociales, abogados y educadores en nuestro país, se ha intentado visibilizar a las víctimas, generar espacios de educación a la población en general y desmitificar creencias que contribuían a la vulnerabilidad de la población infanto –adolescente, dentro de ellas, las que tienden a estigmatizar como presuntos agresores a ciertos sectores de la población marginados históricamente, sabemos sin embargo, que la capacidad de dañar a otro severamente no distingue género, orientación sexual, raza, ni religión.

3).- Esta labor ha tomado años en conseguir avances, se ha dedicado estudio, horas de trabajo práctico y contacto sistemático con las víctimas, sus familias y los agresores sexuales para entregar opiniones técnicas y fundadas. Cuando los profesionales  hablamos de las características del abuso sexual infantil, de los daños que genera este tipo de vulneración en los niños (as) y las familias de éstos, de las dinámicas presentes en el hecho, de los tipos de agresores que existen y de los perfiles de ellos, lo hacemos con conocimiento  validado a nivel mundial y no desde supuestos personales.

4) Por lo mismo, con estupor hemos escuchado a miembros de la alta jerarquía de la Iglesia Católica referirse  a los nexos existentes entre individuos con orientación homosexual y pedofilia, aportando como dato, supuestos estudios realizados por psicólogos que indicarían la presencia de tal vinculación. A pesar de la aclaración realizada posteriormente en relación a que dicho nexo se refería a investigaciones sobre la población sacerdotal, es posible señalar que dichas aseveraciones nuevamente  confunden y carecen de rigurosidad técnica, en temas absoluta y seriamente investigados por años.

5)  Estos dichos no solo afectan y son ofensivos hacia la comunidad homosexual, la que durante estos días ha debido defenderse de  estos ataques gratuitos,  sino que genera un retroceso en la comprensión del fenómeno del abuso sexual y en la responsabilidad que como sociedad debemos asumir en pro de la defensa de los niños, niñas y adolescentes gravemente vulnerados, responsabilidad de la que también debe hacerse cargo la Iglesia debido a que se atribuye a si misma un valor  educativo y moral . Lo anterior comprende necesariamente el validar a las víctimas en su experiencia, el dejar de justificar lo injustificable y el poner las responsabilidades de los actos en quienes corresponden, es decir en hombres, adultos que cometieron un delito y que abusando de su investidura y de la confianza otorgada planificaron, manipularon, coaccionaron a sus víctimas y recibieron el amparo de su institución.

6) Esperamos que se reflexione en torno a estas situaciones lamentables que como sociedad hemos vivido y seguimos experimentando, que se denuncie y se proteja a tiempo a los niños y niñas que develan los abusos sufridos. Necesitamos y necesitan, las víctimas,  que se dejen de buscar excusas que no hacen más que aumentar la falta, que nos se las sindique como causantes de su propio dolor, que no se atribuyan a estas los crímenes perpetrados y que a la lentitud con la que se ha actuado a lo largo de la historia no se le sume la negación o minimización de los hechos, como hemos sido testigos.

7) Finalmente nos comprometemos a seguir acompañando a las víctimas de violencia sexual en este difícil recorrido, a no dejar que la impunidad caiga sobre sus historias, a no permitir y a denunciar cualquier intento por tergiversar la verdad. Ellos y ellas nos han demostrado que la  valentía y la dignidad, están de su lado.

Adhieren a esta carta:

Cynthia Sanhueza Cornejos. Trabajadora Social.
Jeannette Hernández Araneda. Trabajadora Social
Ernesto Morgado Santis. Psicólogo y Teólogo
Alejandra Marambio. Trabajadora Social
Pamela Figueroa Torres. Psicóloga
Claudia Chiguay Silva. Abogada

————

LaOtraVoz
“contra la desinformación”
publica con nosotros escribiendo a :
contacto.laotravoz@gmail.com

Documentos Teológicos Críticos con el Vaticano

 

Pedofilia y Poder Sagrado

 

Pablo Richard, Costa Rica, 25 abril 2010

e-mail: ssee@correo.co.cr

 

Introducción:         

 

            “Al que escandalice y haga caer  a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de molino y que lo hundieran en lo más profundo del mar”  (Palabra de Jesús en Mat 18, 6 y textos paralelos: Mrc 9, 42 // Lc 17, 2)

                                  

                                  

            Mi intención con este artículo no es solo profundizar en los testimonios  sobre la pedofilia en la Iglesia , sino ir a las causas, raíz y consecuencias de esta perversidad. La pedofilia, y otras iniquidades similares, ha desencadenado una crisis en la Iglesia , que no es una crisis temporal, que pueda ocultarse y olvidar, sino una crisis profunda de credibilidad, que puede durar muchas décadas para ser resuelta.

 

1: La Iglesia entre la iniquidad y la liberación

 

            Un hecho revelador es confrontar  la actitud de la Iglesia frente a la pedofilia  y la actitud radicalmente diferente de la misma Iglesia frente a la Teología de la Liberación.

 

            Por un lado, la Jerarquía fue permisiva, tolerante, legitimadora  y encubridora de la pedofilia.  Por otro lado, casi en el mismo tiempo, la Jerarquía de la Iglesia tuvo una vigilancia extrema de la Teología de la Liberación , que llevó a muchas condenas y medidas altamente represivas y bien publicitadas.  Tuvimos un modelo de Iglesia donde se abusó de los niños y se los dañó profundamente en su naturaleza humana. Casi en la misma época tuvimos otro modelo de Iglesia que optó por los pobres y  buscó su liberación. A la Teología de la Liberación se le exigió fidelidad irrestricta al dogma católico y obediencia al Sumo Pontífice. A la Iglesia que sufría el problema de los clérigos pedófilos se les impuso guardar silencio, ocultar los hechos, incluso en casos graves, guardar la información  como “secreto pontificio” (véase carta de Hans Küng a los obispos del 15 abril 2010).

.

2: Crisis de una Iglesia cuyo poder es la institución, la ley y el dogma

           

            Nos dice  Pablo de Tarso: “Han roto con Cristo todos cuantos buscan la justicia en el cumplimiento de la ley. Han caído en desgracia. Nosotros, en cambio, esperamos la justicia anhelada por medio del Espíritu y de la Fe ” (Gal 5, 4-5).  

 

            Existe un modelo de Iglesia que busca la justicia en el cumplimiento fiel de la ley, de la norma, del canon, del dogma, de la doctrina, de la rúbrica y de la estructura jerárquica de la Iglesia. Hay otro modelo de Iglesia que busca la justicia en una actitud crítica frente la ley, el dogma y  la estructura jerárquica de la Iglesia. Esta búsqueda se hizo efectiva en una nueva manera de hacer teología ( la Teología de la Liberación ),  una nueva manera de ser Iglesia (las Comunidades de Base), una nueva manera de interpretar la Biblia ( la Lectura comunitaria de la Biblia ) y una manera nueva de organizar los ministerios y de celebrar la liturgia,  al margen de la rúbrica y de la ley. La Iglesia que buscó  la justicia en la defensa absoluta de la ley  “rompió con Cristo y cayó en desgracia”. La pedofilia es un signo de esta ruptura y de esta desgracia. La Iglesia de la ley ya no es una Iglesia que busca la justicia por medio del Espíritu y de la práctica de la Fe.

 

"La ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e iniquidad de los que pervierten  la verdad con la iniquidad. Habiendo conocido a Dios se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. Ya que juzgaron inútil conocer a Dios, Dios los abandonó a los errores de su propio juicio, de tal modo que hacen absolutamente todo lo que es malo: injusticia, perversidad, codicia, maldad, desafían a Dios, son altaneros, orgullosos, farsantes, insensatos, desleales, sin amor y despiadados” (carta de Pablo a la Iglesia de Roma: 1, 18-30).

 

“Ninguna condenación  existe para los que viven en Cristo Jesús,  porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte.   (8, 1-2).

 

3: Leyes, estructuras y dogmas  que dieron vida a la perversión

 

a) La ley del celibato obligatorio

            El celibato obligatorio puede dañar profundamente la naturaleza humana. Una excepción, a la luz de los Evangelios,  sería el celibato  asumido libremente por causa del Reino de Dios, sean éstos clérigos o laicos. De hecho hay médicos, enfermeras, educadores y muchas otras personas que entregan su vida entera al servicio de los pobres, dentro o fuera de la Iglesia

             En los seminarios y en los retiros espirituales a los sacerdotes, se habla mucho de “crucificar la sexualidad”. Otras veces se dice que  las desviaciones de tipo sexual son subjetivas y pueden ser superadas con la oración, con una buena disciplina y orientación psicológica, que no es dada normalmente por psicólogos, sino  por  “directores espirituales”, dañados ellos mismos por el celibato obligatorio.

           

b) La misma ley que justifica el celibato  y condena  la homosexualidad

            La homosexualidad es una opción legítima,  cuando está guiada por una ética de amor y fidelidad. Un problema frecuente surge cuando  se utiliza la condición clerical para encubrir  la homosexualidad. La perversión no es la homosexualidad, sino la utilización de la institución eclesial para encubrirla. La homosexualidad manipulada, reprimida y ocultada puede ser  causa de serias perversiones sexuales.  El Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, en su visita a Chile, sentenció que no existe una relación entre celibato y pedofilia, sino entre  homosexualidad  y  pedofilia, y que esta constatación  estaría fundada en serias investigaciones científicas de psicólogos y psiquiatras. El cardenal en una sola  declaración buscó justificar el celibato y condenar la homosexualidad, con lo cual negó toda culpabilidad de la Iglesia en los delitos de pedofilia y culpabilizó de estos delitos a los homosexuales.

 

 

c)  La ley absoluta en  Iglesia de incluir solo hombres en su jerarquía

            La Iglesia católica es la institución religiosa más antigua y poderosa, donde toda su estructura jerárquica son exclusivamente hombres. Una revista (Newsweek)  habló del “club masculino más exitoso e indestructible en toda la historia”.  El Papa en Roma, el Obispo en su diócesis y el Párroco en su Parroquia es el poder sagrado masculino más antiguo en la Iglesia.

            La exclusión de la mujer de la estructura jerárquica de la Iglesia  católica es la otra cara de la masculinización absoluta del ministerio clerical. Esta situación transforma a la Jerarquía eclesial en un espacio donde todo es discutido y decidido entre hombres. ¿Cual sería la posición de la Jerarquía si la pedofilia fuese discutida entre hombres y mujeres? ¿Cómo sería la Iglesia católica si el cargo actual de Secretario de Estado lo ejerciera una mujer ordenada cardenal  o si una mujer estuviera a cargo de un dicasterio en el Vaticano?

           

d) Confrontación de la Iglesia Católica con la modernidad

            La Iglesia , desde el siglo 19  se ha visto amenazada por la modernidad. Por eso redactó el “Sílabo de los errores modernos”. El Concilio Vaticano Primero (1869-1870) enfrentó la “civilización moderna” cuando afirma la autonomía de la razón, del individuo, del Estado y de las ciencias frente a la Iglesia católica.

 

Algunas conclusiones del Concilio Vaticano Primero:

 

Que la Iglesia es una “sociedad verdadera, perfecta, espiritual y sobrenatural”,

Que la Iglesia es “indefectible” e “infalible”.

 

Se define el primado del Romano Pontífice, la soberanía temporal de la Santa Sede y la función del Papa como juez supremo de cualquier controversia eclesiástica, mientras que él no puede ser juzgado por nadie, ni siquiera por el concilio. Finalmente se proclama “como dogma divinamente revelado que el romano pontífice, cuando habla ex cáthedra, goza de infalibilidad”.

            Mientras tengamos un modelo de Iglesia marcado por esta tradición conservadora, la jerarquía católica será incapaz de aceptar  los mejores logros de la modernidad, especialmente en materia de sexualidad humana.

 

e) La  ley que une perversión sexual y poder sagrado

            El arzobispo de Poitiers, mons. Albert Rouet, en un libro suyo titulado: J’aimerais vous dire” (Bayard, 2009) escribe: “ La Iglesia católica ha estado sacudida durante varios meses por la revelación de escándalos de pedofilia. ¿Es todo ésto una sorpresa? Quisiera antes que nada precisar una cosa: para que exista pedofilia son necesarias dos condiciones: una perversión profunda y un poder. Esto quiere decir que todo sistema cerrado, idealizado y sacralizado es un peligro. Cuando una institución, incluida la Iglesia , se fundamenta en una posición de derecho privado, y se afirma en una posición de fuerza, las desviaciones  financieras  y sexuales llegan a ser posibles”.

 

 

4: Las víctimas de la pedofilia y la credibilidad de la Iglesia

 

            Es importante ver toda la realidad de la pedofilia desde sus víctimas. La Iglesia consideró hasta hace poco la pedofilia como un pecado y no como un delito. El pecado puede quedar oculto en el secreto del sacramento de la confesión, pero el delito es un crimen que debe ser llevado públicamente a los tribunales. La Iglesia  jerárquica rechazó la culpabilización de la pedofilia y ocultó al pedófilo para salvar como Iglesia su credibilidad  y prestigio. La Iglesia también ocultó la criminalización de la pedofilia para evitar ser condenada y obligada a pagar una indemnización económica. Ocultar al delito y al delincuente, para salvar el prestigio de la Iglesia , es una iniquidad y una agresión contra las víctimas. Expresa también hipocresía, fariseísmo y falta de solidaridad.

            La Iglesia Jerárquica ocultó a los curas pedófilos, con el pretexto de hacer posible un seguimiento psicológico. Los traslada de una parroquia a otra o los envió a una diócesis fuera del país,  con el pretexto de una rehabilitación de los pedófilos que no dañe la credibilidad y prestigio de la Iglesia. Se argumentó que la pedofilia era una “enfermedad”, que para  ser “sanada”  debía evitarse todo escándalo público (entrevista al Cardenal Darío Castrillón Hoyos realizada por Patricia Janiot en la CNN ).

            Un argumento utilizado para ocultar la pedofilia del clero era la prioridad que se debía dar a la Institución Eclesial por encima sus víctimas. La rehabilitación del clero pedófilo se veía así como necesaria en función de los intereses de la misma Iglesia. Esta además no debía “perder” un sacerdote por causa de un problema “” y “personal”, como era considerada la pedofilia. También se argumentó que el número de los sacerdotes pedófilos era insignificante en comparación con la mayoría de los sacerdotes que no  lo eran. También se discutió que el porcentaje de la  pedofilia en el clero era mínima, si se la comparaba con el porcentaje de la pedofilia a nivel social y mundial.

            También la Iglesia se enfrentó a los medios de comunicación que denunciaban la pedofilia en la Iglesia. Interpretó esto como una campaña mediática perversa contra la Iglesia católica  misma. La Iglesia ahora se presentaba así como víctima, y ocultaba  las verdaderas victimas de la pedofilia.

            Todos estos argumentos confirman que la Iglesia no veía  la pedofilia desde sus víctimas, sino desde sus intereses, especialmente desde la defensa de su credibilidad y autoridad.

 

5: Los gritos de las victimas y los llantos de la Jerarquía católica

 

            No basta que la Iglesia pida perdón por los delitos de pedofilia cometidos por su jerarquía, episcopal y presbiteral. Tampoco basta la condena de los sacerdotes pedófilos y la así llamada “tolerancia cero”. Tampoco basta que la Iglesia tome medidas disciplinares para que la práctica de la pedofilia desaparezca para siempre. No basta reconocer que la Iglesia se siente herida y arrepentida. No basta que los Legionarios de Cristo declaren que su fundador el Padre Marcial Maciel y algunos de sus discípulos no son ejemplos de vida cristiana y sacerdotal.

           

            Todo esto es justo y  necesario, pero falta lo más importante: escuchar el grito de las víctimas. Toda la problemática de la pedofilia debe ser analizada y juzgada por ellos mismos y desde su propia realidad. Los que han sido víctimas tienen derecho a ser sujetos de su propia vida, sujetos de la reconstrucción de sus vidas y sujetos de la reconstrucción de los hechos de los cuales ellos han sido víctimas. No desean que sean otros, incluso sus victimarios, los que hablen por ellos. Exigen ellos mismos una explicación sobre el porqué la Iglesia ocultó a los clérigos y obispos pedófilos. Piden personalmente una condena de sus agresores y una indemnización por los daños infligidos. Ellos como sujetos quieren ser solidarios con otras víctimas de  pedofilia, en la Iglesia y en la sociedad, que todavía no han podido hacer su denuncia y llevarla a  juicio.  El grito de las víctimas ya resuena en el mundo entero. La solidaridad sin embargo ya se extiende a otros millones de niños y niñas que sufren otras realidades de muerte, como los 16 mil niños que mueren de hambre cada día.

           

            Sentimos hoy la actualidad de las palabras que Dios dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor contra sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlos y conducirlos a una tierra que mana leche y miel (Exodo 3, 7-8).

 

Texto enviado por su autor teòlogo Pablo Richard

al Movimiento Teologìas de la Liberaciòn – Chile

 

 N.T.  Editor: Enrique Orellana F.

 

 

DECLARACION DE LA JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS JUAN XXIII CON MOTIVO DEL V ANIVERSARIO DEL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

Con motivo del quinto aniversario del pontificado de Benedicto XVI, la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII desea expresar su apoyo a la “Carta abierta a los obispos católicos del mundo” de nuestro colega el profesor Hans Küng, en la que considera el actual pontificado una de las ocasiones perdidas en los diferentes ámbitos eclesiales: el diálogo ecuménico e interreligioso, la reforma de la Iglesia, el ejercicio de la colegialidad, la incorrecta gestión delos abusos sexuales cometidos por obispos, sacerdotes y religiosos católicos en colegios, seminarios, parroquias, el mantenimiento del celibato, la prohibición del acceso de las mujeres al ministerio ordenado…

En continuidad con la carta de Hans Küng y con espíritu constructivo queremos ofrecer una serie de propuestas encaminadas a la transformación evangélica de la Iglesia católica:

1. Consideramos necesario activar y desarrollar el programa de reforma del concilio Vaticano II, que no se ha puesto debidamente en práctica y que durante el actual pontificado no sólo se ha paralizado, sino que ha ido en dirección contraria, bien sea volviendo a etapas anteriores al mismo, bien interpretándolo de forma conservadora.

2. Creemos que la actual organización de la Iglesia católica es obsoleta y responde más a una monarquía absoluta que al movimiento de Jesús, comunidad de iguales. Nos parece urgente iniciar un proceso de democratización de la Iglesia, con la participación activa de todos los creyentes católicos en la elección de los cargos de responsabilidad dentro de la misma Iglesia. Es importante recordar que, desde los orígenes del cristianismo y durante varios siglos, la Iglesia estuvo organizada y gobernada con la participación del pueblo.

3. Los cristianos y las cristianas, así como todos los dirigentes de la Iglesia deben ubicarse en el mundo de la marginación y de la exclusión social y optar decididamente por los pobres, actitud que lleva consigo la lucha por la justicia como criterio evangélico por excelencia.

4. Consideramos de imperiosa necesidad la defensa y el fomento de la libertad de expresión, de investigación y de publicación de los teólogos y la eliminación de la censura eclesiástica, que coarta la libertad de los profesionales de la teología y limita la creatividad.

5. Reclamamos que se reconozca la libertad y el derecho de reunión de las comunidades y grupos cristianos, cualquiera sea su orientación ideológica, y a todos por igual, sin privilegios para algunas, las más afines a la jerarquía, en detrimento de la exclusión de otras.

6. Pedimos que no se identifique el cristianismo con los programas políticos y las organizaciones religiosas conservadoras, como con frecuencia sucede por parte de la jerarquía, y que se respete el pluralismo político y religioso en la sociedad y en la Iglesia.

7. Exigimos que se levanten las sanciones impuestas a los teólogos y teólogas, obispos y sacerdotes, motivadas por el ejercicio de la libertad de expresión y por su compromiso con los pobres.

8. Como demostración del cambio de actitud de la Iglesia católica, consideramos necesaria la petición pública de perdón del papa por el encubrimiento y complicidad del Vaticano, así como de no pocos episcopados, en los casos de abusos sexuales en los que están implicados obispos, sacerdotes yreligiosos.

9. Pedimos que se derogen de manera inmediata cuantos decretos del Papa y de la Curia Romana han impuesto silencio durante décadas en los casos de abusos sexuales a menores y han impedido poner dichos casos en manos de la justicia.

10. Nos parece que el pontificado de Benedicto XVI está agotado y que el papa no tiene la edad ni la mentalidad para responder adecuadamente a los graves y urgentesproblemas que hoy tiene que afrontar la Iglesia católica. Pedimos por ello, con el debido respeto a la persona del papa, que presente la dimisión de su cargo.

11. Creemos necesario que se facilite el acceso de las mujeres al sacerdocio ordenado en sus diferentes grados, como sucede en la mayoría de las iglesias cristianas, para terminar por fin con siglos de injusta e injustificada discriminación de las mujeres en la Iglesia católica.

12. Nos parece igualmente necesaria la supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes, medida disciplinar represiva de la sexualidad,que carece de todo fundamento bíblico, teológico e histórico y que no responde a exigencia pastoral alguna.

13. Por último, nos permitimos recordar que el criterio determinante de conducta, en la Iglesia de Jesucristo, no es la obediencia incondicional al papa, sino la fidelidad al Evangelio. En nombre de dicha fidelidad y en actitud de diálogo presentamos las propuestas indicadas.

JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS JUAN XXIII: Federico Pastor (Presidente); Juan José Tamayo (Secretario general); Alfredo Tamayo (Vicepresidente); José María Castillo(Vocal); Máximo García (Vocal)

Madrid, 21 de abril de 2010


La Asociación de Teólogos Juan XXIII creen que Benedicto XVI "está agotado" y debe dimitir

Madrid, 21 abr (EFE).- La Asociación de Teólogos Juan XXIII considera que el pontificado de Benedicto XVI "está agotado" porque el Papa "no tiene edad ni mentalidad para responder adecuadamente a los graves y urgentes problemas que hoy tiene que afrontar la Iglesia católica".

Así consta en una declaración difundida hoy por la Junta Directiva de esta Asociación con motivo del quinto aniversario del pontificado de Benedicto XVI.

La citada declaración, que expresa su apoyo a la "Carta abierta a los obispos católicos del mundo" recientemente publicada por el teólogo Hans Küng, reclama al pontífice que pida perdón públicamente "por el encubrimiento y complicidad del Vaticano, así como de no pocos episcopados, en los casos de abusos sexuales" en los que se han visto implicados obispos, sacerdotes y religiosos.

También pide que se deroguen "de inmediato" los decretos del Papa y de la Curia Romana que durante décadas "han impuesto silencio en los casos de abusos sexuales a menores y han impedido poner dichos casos en manos de la justicia" y que se levanten las sanciones impuestas a teólogos, obispos y sacerdotes, "motivadas por el ejercicio de la libertad de expresión".

La declaración, que también ofrece una serie de propuestas "encaminadas a la transformación evangélica de la Iglesia", considera necesario que se facilite el acceso de las mujeres al sacerdocio, "para terminar por fin con siglos de injusta e injustificada discriminación de las mujeres en la Iglesia católica".

Igualmente necesaria es la supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes, "una medida disciplinaria represiva de la sexualidad que carece de todo fundamento bíblico, teológico e histórico y que no responde a exigencia pastoral alguna", sostiene la declaración de los teólogos.

En cuanto a la organización de la Iglesia católica, la declaración considera que es "obsoleta" y que "responde más a una monarquía absoluta que al movimiento de Jesús".

Por ello, los teólogos piden con urgencia que se inicie un proceso de democratización de la Iglesia para que todos los creyentes católicos formen parte de la elección de los cargos de responsabilidad dentro de la misma Iglesia, tal y como se hacía en los orígenes del cristianismo y durante varios siglos.

También proponen que la Iglesia y los cristianos se centren "en el mundo de la marginación y de la exclusión social" para "optar decididamente por los pobres" y aconsejan desarrollar el programa de reforma del concilio Vaticano II, "que durante el actual pontificado no se ha puesto debidamente en práctica", ya que o se ha paralizado o se ha interpretado de forma conservadora.

La declaración recuerda también que "el criterio determinante de conducta en la Iglesia de Jesucristo" no es la obediencia incondicional al papa, sino la fidelidad al Evangelio, y reclama que se reconozca el derecho de reunión de todas las comunidades cristianas, sean o no "afines" a la jerarquía.

 

 

 

 

 

Carta abierta al Papa RATZINGER - BENEDETTO  XVI,

con ocasión del viaje apostólico a Malta del 17 y el 18 de abril de 2010

 

 

16 de abril de 2010 - GIFFONI VALLE PIANA - SALERNO

 

 

A Su Santidad Papa BENETTO XVI, 

Santa Sede Ciudad del Vaticano - ROMA - ITALIA 

 

Querido Pontífice,  

soy Alberto Senatore,  nato en 1964, casado felizmente y padre de dos hijos. 

 

Le escribo, después de haber leído el programa oficial de su próxima visita apostólica en la isla de MALTA,

con ocasión del 1950. aniversario del naufragio de San Pablo. 

 

Siendo un creyente cristiano, tengo la santa costumbre de leer la Biblia , por consiguiente he ido a releer justo el acontecimiento sobre: el naufragio de Pablo 

 

Mi atención ha sido llamada por las circunstancias que provocaron el naufragio del barco sobre el cual  Pablo fue embarcado. 

 

ACTOS de los APÓSTOLES -  capítulo 27 

13.       y como comenzò a soplar una brisa del sur, les pareciò que podìan continuarel viaje. Entonces se levaron

            anclas y fueron costeando Creta.

14.       Pero no mucho despues dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidòn.

15        La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a el y nos dejamos llevar.            

16        Despuès de pasar a sotavento de una pequena isla llamada Clauda, con dificultad podimos recoger el esquife.  

17        una vez subido abordo, usaron de refuerzos para asegurar las amarras de la nave; y por temor de dar en la Sirte ,    amarraron las velas y quedaron a la deriva.

18        pero siendo conbatidos por una furiosa tempestad, al siguiente dìa empezaron a deshacerse de la carga.

19        y el tercer dìa con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.

 

Leyendo me he puesto a pensar en la reacción de los que estuvieron sobre el barco. 

 

Todos los que fueron embarcados sobre el barco, el comandante, el piloto, la tripulación, los soldados romanos,

los prisioneros,  todos fueron plenamente conscientes que eran en manos de la tempestad. 

 

He imaginado la preocupación, el miedo, la resignación, la desesperación de quien entiende que esta por finir,

y sabe que no hay ninguna posibilidad de salvarse. 

 

A pesar de eso, ellos, hacen lo que pueden para no hundirse; alivian el barco. Echan al  mar la carga y tiran los aparejos del barco. 

 

Pensando en la tempestad que zarandeó el barco de Pablo, me he detenido enseguida en un paralelo con la tempestad que la Iglesia Católica está atravesando en este tiempo, provocada por el escándalo sobre la pedofilia clerical. 

 

Comparando la Iglesia Católica , al barco y por lo tanto Su Santidad al comandante del barco, me ha nacido una pregunta: 

 

¿  Pero el Comandante de la Iglesia Católica , está aliviando su barco  ? 

 

Reflexionando sobre la carga y sobre los aparejos de la Iglesia Católica , me permito, humildemente, de dar un consejo a Su Santidad:  sería oportuno, más bien vital por la sobravivenza de la Iglesia Católica ,  qué Usted diera enseguida el orden de aliviar el barco.  

 

Confrontando vuestra carga y vuestros aparejos, con las Sagradas Escrituras, he localizado, a mi modesto parecer,  las cosas que deberíais echar enseguida del barco.

 

Y es justo que San Pablo le venga en ayuda, en efecto el apóstol, justo hace 1950 años, ya estableció las reglas de embarco y navegación, para la flota de los barcos Cristianos. 

 

El apóstol Pablo, ha dejado escrito de modo claro y simple, las cosas que no tuvieron que ser embarcadas sobre los barcos  con bandera Cristiana. 

 

de la PRIMERA EPÍSTOLA dell’ APÓSTOL PABLO a TIMOTEO  capitulo 3     

  

REQUISITOS  para el episcopado:

    

1          y’ digno de fe cuánto os digo: si uno aspira al episcopado, desea un noble trabajo. 

 

2          Pero es necesario que el obispo sea irreprocchable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente,

             decoroso, hospedador, apto para ensenar;

 

2          pero necesita que el obispo sea irreprensible, que sea casado una sola vez             

            sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, capaz de enseñar,                                   Edizione  Italiana  C.E.I. 

 

2          necesita en efecto que el episcopo sea irreprensible, marido de una sola mujer           

2          un pastor tiene que ser un hombre bueno, fiel a la misma mujer,                     Edizione  Paoline  Ecumenica Italiana

 

3          que no sea dado al vino ni amigo de peleas; que nose codicioso de ganancias deshonestas,

            siono amable, apasible, no avaro;

3          no entregado al vino, no avaro pero benévolo, no pendencioso, no atacado al dinero. 

 

4          sepa dirigir bien la misma familia y tenga a los hijos sumisos con cada dignidad, 

4          que gobiierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujebciòn con toda honestidad

 

5          (pues el que no sabe gobernar su propia casa como cuidarà de la iglesia de Dios)

5          ¿ por qué si uno no sabe dirigir la misma familia, como podrá tener cura de la Iglesia de Dios? 

 

Esta indicación de Pablo concierne la condición familiar del sacerdote cristiano, que debe ser casado,  y tiene que también demostrar de saber administrar su familia con decoro y orden. 

 

Este requisito para el apóstol Pablo fue fundamental, por lo tanto la obligación al celibato, es el exacto contrario,  a las directivas cristianas, indicadas en la Biblia , es una carga de aliviar. 

 

Mientras por los aparejos tenemos que examinar las indicaciones de Jesús, el Comandante por excelencia. 

 

EVANGELIO  SEGÚN  MATTEO     capitulo 15 

3          y él les contestó:  ¿<< Por qué vosotros infringís el mandamiento de Dios en nombre de vuestra tradición? 

6          …. así habéis anulado la Palabra de Dios en nombre de vuestra tradición.   

 

Jesús aclara los protocolos de la navegación cristiana, que debe basar la ruta, siguiendo los principios establecidos por la Palabra de Dios, no siguiendo rutas alternativas sugeridas por la sabiduría humana. 

 

Por tanto, las tradiciones de los hombres, cuando no estan en sintonía con la Biblia , tienen que ser eliminadas, de otro modo contaminan la Palabra de Dios e inducen a la transgresión de la voluntad de Dios 

 

La pretensión que la Roca sobre la que esta fundada la Iglesia de Jesú Cristo sea un ser humano, es el aparejo de eliminar, ya que la Piedra Angular de la Iglesia Cristiana es JESÚ CRISTO el REY de los reyes y el SEÑOR de los señores, DIOS VIVIENTE. 

 

Creo que, en cuanto echaréis al  mar la obligación al celibato y a vuestra piedra humana, la tempestad se calmará.   

 

En la esperanza que mi humilde consejo, le sea de ayuda, yo espero y ruego, que Usted decida de seguir el ejemplo del comandante del barco sobre el cual  Pablo fue embarcado, que alivió el barco y encontró misericordia a los ojos de Dios, salvando así su vida y la vida de toda la tripulación.   

 

en fe,  Alberto Senatore -    

 

calle De Cataldis 29, Giffoni Valle Piana - (Salerno).   

GIFFONI - la ciudad del FESTIVAL DE CINE  PARA CHICOS