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Otra Memoria Sobre Los 60 Años de La Revolución China

Una revisión de la Revolución "Socialista" China desde el Trokismo.

 

 

 

Hace 60 años triunfaba la revolución china

 

 



En el país más poblado de la Tierra caía la dictadura de Chiang Kai Shek. Una revolución agraria encabezada por Mao Tse Tung expulsó al imperialismo y expropió a los terratenientes y burgueses chinos, iniciando el socialismo. Era una conducción burocrática, cuyos sucesores, décadas después, restauraban el capitalismo. (Nota 1)

El triunfo de 1949 significó para las masas chinas comenzar a dejar atrás una situación de atraso y superexplotación espantosas. Casi toda la población vivía en el campo, y el país estaba fragmentado, en los hechos, en inmensas regiones dominadas por “señores de la guerra” y dominada por el imperialismo. Desde 1931 el Japón ocupó la península de Manchuria y en 1937 avanzó sobre China continental. A partir de 1945, ingleses y yanquis dieron apoyo al dictador Chiang Kai Shek.

El proletariado chino había tenido un desarrollo vertiginoso en la década del 20. Era importante el prestigio de la URSS y se iba masificando el joven Partido Comunista, fundado en 1921 por cincuenta militantes. Entre 1925 y 1927 hubo un poderoso ascenso revolucionario, que fue llevado a la derrota por la conducción burocrática de Stalin y la Tercera Internacional, que impuso la subordinación de los obreros a la “burguesía nacional” de Chiang Kai Shek y su partido, el Kuomintang. Millones de obreros fueron reprimidos y masacrados en las insurrecciones de las principales ciudades industriales sobre la costa del Mar de la China. Desde entonces no resurgió la clase obrera, y la resistencia a los terratenientes y el imperialismo pasó al campo, donde varios cientos de millones de campesinos muy pobres vivían en condiciones casi infrahumanas.

La lucha contra el imperio japonés

En noviembre de 1931, el sector del Partido Comunista que encabezaba Mao, fundó en el sur la República Soviética campesina, basada en la confiscación de las tierras de los terratenientes. Chiang logró aniquilarla en 1934. A partir de esta derrota, Mao, para defender los escasos restos de sus fuerzas (que según el propio Mao pasaron de 300.000 a menos de 20 o 30.000), inició la “Gran Marcha hacia el Norte”. Se cerró el movimiento revolucionario campesino del sur.

En 1937 Japón invadió China continental. Se comenzó a masifi car un creciente movimiento de resistencia antijaponés, fundamentalmente en el campo y con la guerra de guerrillas. Lo encabezaba el Partido Comunista y su dirigente era Mao, quien aceptó un acuerdo con el Kuomintang para controlar las zonas bajo su dominio y poner sus fuerzas bajo la disciplina de Chiang.

 

Dirigentes del Partido Comunista Chino disfrutando de una opípara recepción de festejos en un lugar suntuoso. La opulencia y el derroche son visibles

 

 

En octubre de 1945, luego de la derrota del Japón, el Kuomintang y el PC sellaron un acuerdo para la “reorganización nacional” de la China burguesa y semicolonial, que contemplaba desde la formación de un gobierno de coalición encabezado por Chiang hasta la unifi cación de las fuerzas armadas.

El PC y su Ejército Popular eran un partido-ejército guerrillero campesino, pequeñoburgués de masas, con un funcionamiento vertical, burocrático, y un líder indiscutido, Mao Tse Tung. Políticamente, éste compartía la concepción de Stalin de desarrollar una etapa democráticoburguesa, de unidad con la burguesía, que permita la modernización capitalista en China. Posteriormente, en otra etapa, se avanzaría hacia una sociedad socialista. Por eso estaba dispuesto a formar un gobierno burgués con el Kuomintang (lo que llamamos una concepción frentepopulista o de conciliación de clases). Una particularidad del maoísmo fue que en lo organizativo era independiente del aparato burocrático del PCUS (Partido Comunista de la URSS) dominado por Stalin. Los restos del maoísmo son una de las pocas corrientes de la izquierda que mantienen vivo el culto al estalinismo y al propio Stalin.

La lucha entre las masas campesinas y el dictador Chiang

El dictador Chiang no quería la coalición con los comunistas y apostó a barrer la guerrilla campesina y al PC. Desde julio de 1946 desconoció los acuerdos y empezó a presionar con sus ejércitos en las zonas dominadas por el Ejército Popular. Obligado por la ruptura y agresión de Chiang, después de muchas dudas, idas y venidas, el PC asumió el enfrentamiento y ordenó el reparto de tierras. En un proceso de revolución agraria multitudinario, los campesinos pobres fueron mucho más allá de lo que indicaban las ordenanzas que a regañadientes adoptaron en 1946, enfrentando no sólo a los terratenientes (que hasta Mao aceptaba), sino a los campesinos ricos, desatando en el campo la lucha de clases y formando las comunas revolucionarias que imponen su poder en las aldeas.

 

Lejos quedaron los años en que la vestimenta campesina tradicional caracterizaba a los líderes chinos.

 

 

La vida era insostenible para los campesinos pobres. Estaban agobiados por los impuestos (que habitualmente superaban con creces todo lo obtenido en la cosecha) y todo tipo de arbitrariedades. La revolución agraria se puso en marcha en millares de aldeas. Y se sumó la más grande movilización de las mujeres en el siglo XX contra su sumisión. En la cerrada sociedad patriarcal china, gran parte de ellas vivían una situación de semiesclavitud. Se fueron incorporando cada vez más al apoyo a la guerra de guerrillas contra el invasor japonés primero, y luego contra Chiang.(1) Contra las expectativas de éste, hubo una guerra civil que en tres años culminó con su derrota y la toma del poder por Mao.

Triunfó la revolución

“La República Popular China se proclama a fi nes de 1949 como consecuencia de un desarrollo desigual del movimiento de masas: revolución agraria de los campesinos pobres en el norte con sus organismos de poder, las Asociaciones de Campesinos Pobres; revolución contra el feudalismo, el capitalismo burocrático y el imperialismo yanqui en el sur. Los dos procesos están íntimamente ligados, pero la tónica es la señalada. La dirección maoísta hace esfuerzos por mantener la revolución dentro de los marcos de una revolución democrática, sin poderlo lograr por la lógica, justamente, de la revolución socialista en el campo […].

“Al poco tiempo de subir al poder tiene que enfrentar en Corea al imperialismo yanqui. Este enfrentamiento izquierdiza la política del gobierno y lo obliga a lanzarse contra los restos burgueses en el país. Se inician los grandes juicios contra los contrarrevolucionarios y la confi scación o transformación en sociedades mixtas de la mayor parte de las empresas capitalistas de China. […] Es así como China se transforma en un Estado Obrero con profundas deformaciones burocráticas […].” (2)

Esa burocracia (3), que dominó el colosal aparato represivo del Partido Comunista de China, desde comienzos de los setenta comenzó a aproximarse política y económicamente al imperialismo yanqui. En 1978 puso en marcha un proceso de restauración del capitalismo, que, fortalecido por la derrota de la revolución política en 1989 (4), impuso la brutal dictadura capitalista que hoy gobierna el país más poblado del mundo. A eso nos referiremos en la próxima nota. 

 

 

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Las fotos revelan lo que no está evidente en las imágenes.

 

 

1 Jack Belden: China shakes the World. Harpers and Brothers, New York, 1949. 2. Nahuel Moreno: Las revoluciones china e indochina. Pluma, Bs. As., 1973.

3. Véase El Socialista Nº51, 9/11/06.

4. Véase El Socialista Nº137, 3/6/09.

Las conquistas de la revolución

En 1949 la revolución china sacudió al mundo. No era para menos: tenía una población de más de 500 millones de habitantes, en su abrumadora mayoría campesinos muy pobres. La tradición eran las periódicas hambrunas. Gracias a la expropiación de la burguesía y la planifi cación, a pesar de la burocracia y la falta de libertades, cambió por completo la vida del pueblo chino. Decía Nahuel Moreno: “A partir de 1953 se inicia la etapa de la acumulación primitiva socialista. Los logros son verdaderamente espectaculares: la bomba atómica y un progreso constante de su economía, superior a todo lo conocido. Un solo dato: en 1958 China supera a Gran Bretaña y Alemania Occidental para transformarse, con 270 millones de toneladas, en el tercer productor de carbón del mundo. China se benefi cia de la existencia de la URSS y de los otros estados obreros, no sólo por la ayuda -que por amplia que fuera siempre sería mezquina- sino por el ejemplo de los Planes Quinquenales.” (Las revoluciones …, ya citado).

Lo más importante fueron los logros sociales. En la década del sesenta, era común escuchar que “casi mil millones de chinos habían logrado comer un tazón de arroz, tener un reloj y una bicicleta”. A fi nes de los setenta el consumo medio de alimentos (en calorías) estaba un poco por encima de la media mundial y por encima de 14 países americanos. El 96 por ciento de los niños estaban escolarizados (con menos del 50% incluso en 1952). En ese período, prácticamente se había duplicado la población. Además, en 1949, la esperanza de vida al nacer era de 35 años, y había subido a 68 en 1982. (Datos Eric Hobsbawm: Historia del siglo XX).

China volvió al capitalismo

La conducción burocrática y represiva del Partido Comunista china comenzó en los setenta la apertura hacia la restauración del capitalismo. Las masas fueron perdiendo las conquistas de la revolución y se volvió a una brutal diferenciación social, la superexplotación capitalista y la subordinación al imperialismo.  

En la nota anterior 1 señalábamos los profundos cambios que se lograron en la China gracias al triunfo de la revolución en 1949. Con la expulsión del imperialismo, la expropiación de los terratenientes y la gran burguesía y la planificación económica, comenzaron a mejorar las condiciones de vida de las masas rurales y urbanas. Había surgido lo que los trotskistas denominamos un estado obrero burocrático. En los sesenta, los aparatos obreros burocráticos más poderosas del mundo se dividieron. Con el discurso de la “coexistencia pacífica” y la construcción del “socialismo real” el PC de la URSS, y el combate al “socialimperialismo” de Kruschev y la reivindicación de Stalin el chino, ambas burocracias siguieron alejándose de cualquier perspectiva de lucha por el socialismo mundial y fortaleciendo sus vínculos con el imperialismo.

La responsabilidad política de los chinos en primer lugar, y también de los soviéticos, en la feroz derrota de la revolución en Indonesia, en 1965, fue una prueba más del carácter contrarrevolucionario de ambos aparatos. Adormecieron a las masas apoyando al régimen burgués de Sukarno, hasta que éste fue aplastado por un golpe militar (el Yakartazo) y fueron masacrados centenares de miles de trabajadores y campesinos. 

Las reformas económicas de 1978

En la década de los setenta, los gobiernos de todos los estados obreros burocráticos comenzaron a abrir sus economías a la inversión capitalista y fueron aumentando cada vez más sus relaciones con Europa Occidental, Estados Unidos y Japón. En China esta situación se dio junto con relaciones diplomáticas de alto nivel y la visita del presidente Nixon a Pekín en 1972, recibido con honores por el propio Mao Tse Tung.

Mientras mantenía el régimen totalitario del partido único y la total falta de libertades, la burocracia china iba a poner en marcha un proceso de restauración y semicolonización del país. Bajo la presidencia de Deng Xiao Ping (Mao falleció en 1976), se inició en diciembre de 1978 una “modernización” bajo la consigna de “ser rico es glorioso”. En el campo (la mayoría de la población) se inició la descolectivización de las tierras. Diez años después existían 70 mil mercados agrícolas de comercialización privada. Este proceso incrementó la miseria y la corrupción. Las estimaciones actuales dan cuenta de que la población rural (800 millones en este siglo, unos dos tercios del total) tiene un PBI de 350 dólares per cápita.2

Se fue desmontando la planificación económica y abandonando el control estatal del comercio exterior. Se fueron instalando “zonas económicas especiales”, primero sobre la costa, en las cuales comenzó una oleada de instalación de fábricas de las multinacionales (una especie de maquilas), autorizadas a comprar y vender en forma directa en el extranjero, y avanzaron las privatizaciones. El “milagro” chino se había puesto en marcha: instalar la superexplotación capitalista de una mano de obra superbarata, formada por cientos de millones de campesinos pobres que huían de la miseria rural para caer en una semiesclavitud capitalista urbana, al servicio de los burócratas, los nuevos empresarios y el imperialismo, especialmente el yanqui.

La burocracia del PC chino imponía este tremendo retroceso en nombre del “socialismo a la china” y con enormes carteles con Marx y Lenin en sus congresos. Deng tenía un defensor ampliamente conocido. Decía Fidel Castro en 1985: “Yo no pienso que los chinos hayan renunciado a sus objetivos socialistas, e incluso diría que, a mi entender, muchas de esas reformas son compatibles con una concepción socialista”. 3 En las revistas especializadas y la prensa mundial comenzó a aparecer el “caso chino” para argumentar a favor del mercado y las privatizaciones, y seguir denigrando a ese falso “sistema socialista” de los burócratas. 

La derrota de Tiananmen aceleró la restauración

En 1989 se produjo una gran rebelión estudiantil en Pekín y muchas otras ciudades chinas. Desde dos años antes crecía el descontento y las protestas contra las reformas capitalistas, que provocaban inflación, caída de los salarios, la aparición de la desocupación (combinada con el permanente éxodo rural) y una corrupción galopante. A medidados de 1989 estalló una revolución contra las reformas. Los estudiantes no se movilizaron a favor del capitalismo. Era una revolución política, no social, que iba contra la dictadura del PC chino y su política restauracionista. En las grandes manifestaciones de fin de mayo (llegaron a juntarse 700.000 personas) y comienzo de junio se cantaba la Internacional, se vivaba al PC exigiendo cambios, y hubo apoyo y participación de los trabajadores en la capital y otras ciudades. El 4 de junio hubo una sangrienta represión cuando el ejército cargó contra la multitud reunida en la Plaza Tiananmen. Se estimó una cifra de 3.000 muertos (otros denunciaron hasta 10.000). El gobierno solo reconoció 200, y 3.000 heridos. Tiempo después surgió la organización Madres de Tiananmen, que denuncian el asesinato de sus hijos. Fue un golpe contrarrevolucionario, una derrota que le permitió a la dictadura seguir consolidando la restauración capitalista.

¿Potencia mundial o una maquila pobre y gigantesca?

China tuvo el mayor crecimiento económico del mundo entre 1988 y 1998, con un promedio anual entre el 12 y el 14%. Luego comenzó a descender, pero manteniéndose entre los más altos del mundo. Se fue instalando la visión de una China potencia mundial e imparable, alimentada ahora por el relativamente “buen desempeño” de su economía en medio de la crisis aguda que sacude al mundo desde 2008 (la pagan los obreros y campesinos, con despedidos y la caída de los salarios).

No es esa la realidad. No se ha dado un alto desarrollo de tecnología, y el crecimiento se apoya fundamentalmente en la superexplotación masiva de millones, con salarios promedio de 60 o 70 dólares mensuales, y una importante inversión extranjera. Esto ha permitido un gran crecimiento de la exportación de productos de bajo costo, en primer lugar a Estados Unidos, pero que se desparraman por todo el mundo. Se han desarrollado muchas ciudades nuevas, y una clase media con buen poder adquisitivo, pero la mayor parte de la población sigue en la miseria rural o sufre condiciones de semiesclavitud en el trabajo fabril. Un dato: China figura como una de las principales potencias económicas del mundo, pero “en el reparto del ingreso por habitante (PBI per cápita) cae al puesto 132, detrás de Samoa y Tonga (La Nación, 31/12/05).

El PC chino, que desde el 2002 incluye a los “camaradas capitalistas”, es decir, los nuevos empresarios, ha convertido al país en uno de los más desiguales del mundo, y de mayor represión. Según la revista Forbes, China ocupa el segundo lugar (el primero lo tiene EE.UU., con 415) en la lista de multimillonarios, con 66, mientras que otras fuentes hablan de 100. Habría unas 320.000 personas con un capital mayor al millón de dólares. Habría unos 10.000 con más de 10 millones. Un grupo menor supera los mil millones. Seis de las diez mujeres más ricas del mundo son chinas. Yang Huiyan, de Country Garden, tiene 16.000 millones de dólares, más que George Soros.

Entre los trabajadores y los campesinos se vienen dando oleadas de resistencia contra la explotación capitalista y la represión. Hay que apoyar todas las expresiones de esta resistencia, hasta lograr el derrocamiento de la dictadura del PC, y seguir la lucha por imponer un gobierno socialista de los trabajadores y campesinos chinos, que retome el camino iniciado en 1949, con un programa revolucionario y con una auténtica democracia obrera. 

1. El Socialista Nº 147. Veanse otras notas en ES Nº 51 y 137.

2. Estos y otros datos en “China, ¿«socialismo de mercado»?”, por Miguel Sorans, en Correspondencia Internacional Nº 25, junio 2008.

3. Le Monde Diplomatique, 9/85, citado en “China, ¿vuelve al capitalismo?”, Correo Internacional Nº 13, octubre de 1985. 

¡Abajo la dictadura capitalista del PC Chino!

Muy pocas voces en el mundo denuncian a la siniestra dictadura del PC chino. Y mucho menos desde la izquierda, el “progresismo” o el chavismo. Los hermanos Fidel y Raúl Castro desde Cuba y el presidente venezolano Hugo Chávez se deshacen en alabanzas a Hu Jin Tao y su régimen. Se suman a la increíble mentira del “socialismo de mercado” y esconden la represión, la prohibición del derecho de huelga y de formar organizaciones sindicales o estudiantiles que no sean los oficiales de la dictadura y de la utilización de Internet. La empresa Yahoo ha entregado datos de activistas a la policía. El gobierno yanqui premió la sumisión del gobierno chino dándoles un puesto de primera línea en el Banco Mundial, además de mantener su status de relaciones económicas privilegiadas.

La Unidad Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI), a la cual adhiere Izquierda Socialista, llama a la más amplia unidad de acción para apoyar a la resistencia de las masas chinas en su lucha por libertades y para acabar con la dictadura capitalista en China.

 

 

La otra versión:

 

(este artículo fue duramente criticado por la mayoría de los comentaristas del mismo, se pueden ver los mismos en el enlace del título)

China celebra los 60 años de una revolución socialista




Hu Jintao pide unidad para garantizar el desarrollo de China

El presidente chino, Hu Jintao, ha pedido unidad al pueblo, a las fuerzas armadas y al Partido Comunista para construir un país "fuerte, democrático y con un socialismo modernizado" y ha destacado que sólo la reforma y la apertura garantizarán el desarrollo de China.

GARA

BEIJING-. Un espectacular desfile en la plaza Tiananmen y alrededores en el que militares de las tropas chinas han exhibido su más moderno armamento ha sido el principal acto conmemorativo del 60 aniversario de la creación de la República Popular de China, en presencia de más de 100.000 personas.

Junto a la puerta de Tiananmen, en cuyo balcón Mao Zedong proclamó el 1 de octubre de 1949 la creación de la República Popular de China, 8.000 soldados de élite, 150 cazas de última generación y cerca de 500 vehículos de combate han formado ante los líderes comunistas.

El espectáculo, que China celebró anteriormente sólo en los años 50, en 1984 y en 1999, ha tenido lugar en una ciudad tomada por las fuerzas de seguridad y cuyo centro permanece completamente cerrado a los ciudadanos de a pie durante todo el día de hoy.

El el discurso que ha pronunciado desde el mismo balcón que ocupó Mao hace 60 años, el presidente chino, Hu Jintao, ha señalado que "sólo la reforma y la apertura pueden garantizar el desarrollo de China".

"El desarrollo y el progreso de la nueva China en los últimos 60 años demuestran plenamente que sólo el socialismo puede salvar China", ha afirmado el mandatario, que ha estado acompañado del ex presidente Jiang Zemin y los ocho miembros del Comité Político del Partido Comunista.

"Hoy en día, una China socialista se abraza a la modernización, se abraza al mundo y se abraza a los retos del futuro de forma noble y firme", ha proclamado.

Hu Jintao ha recordado que la historia demuestra que China "nunca ha tenido todo el viento en popa" para alcanzar su actual nivel de desarrollo, pero "un pueblo que pone su destino en sus propias manos y actúa unido supera todas las dificultades y obstáculos y alcanza grandes logros históricos".

China se enfrenta, según ha dicho, a "perspectivas brillantes e infinitas", y por ello ha instado al Partido Comunista, a las fuerzas armadas y a los pueblos de todas las comunidades étnicas a unirse más estrechamente para "construir un país rico, fuerte, democrático, civilizado, armonioso y con un socialismo modernizado", con el fin de contribuir al "rejuvenecimiento de la gran nación china".

Junto a ello, el presidente chino ha pedido al país que siga adelante con sus esfuerzos para, mediante "los principios de la reunificación pacífica y de ’un país, dos sistemas’, mantener a largo plazo la prosperidad de Hong Kong y Macao y avanzar el desarrollo de unas relaciones pacíficas a través del Estrecho de Taiwan".

En limusina "Bandera Roja"

Antes de ello, ataviado con un traje estilo Mao, Hu Jintado ha pasado revista a los soldados en una limusina Hong Qi ("Bandera Roja"), el mismo modelo de vehículo que trasladó a Mao y a su familia, pero por primera vez con todas sus piezas fabricadas en el país asiático.

Tras el desfile, un espectáculo con 180.000 personas (entre ellas 80.000 niños y niñas) ha ofrecido un mosaico de color, bailes tradicionales y cultura china.


Los 60 años de la China Popular

Xulio Ríos
Rebelión

Todo está dispuesto en Pekín para conmemorar el sexagésimo aniversario de la fundación de la República Popular China. A la par de un vasto programa de actividades en todos los órdenes, sorprende la intensidad de la celebración, que alcanza todos los rincones de la ciudad, así como la obsesión por la seguridad, agravada tras los sucesos de Xinjiang, con un despliegue incluso superior al organizado con motivo de los JJOO de 2008.

A su regreso de las cumbres de la ONU y el G20, Hu Jintao presidirá los actos de Tiananmen. La reunión de otoño del Comité Central, celebrada del 15 al 18 de septiembre, ha dado el tono de lo que será su discurso conmemorativo, en un momento en que se multiplican las alertas sobre las insuficiencias de la recuperación económica global y las dificultades propias, que desde la economía trascienden a la estabilidad social y política. La meta de crecimiento para este año (8%) parece alcanzable después del incremento registrado en el segundo trimestre (7,9%), pero es consecuencia esencial de la fuerte dosis de inyección pública en la economía y no de la recuperación de su dinamismo intrinseco.

¿Cual es el mapa de esos desafíos? Destacaría los siguientes. En lo económico, lo primero es la crisis y sus efectos. A la vista de los datos de crecimiento en lo que va de año, el gobierno chino ha logrado capear el temporal, pero las autoridades insisten en que todo puede ser un mero espejismo si no se atajan los desequilibrios y problemas estructurales. Y eso nos lleva a lo segundo, el cambio en el modelo de desarrollo, que supone un enorme reto, sólo equivalente a la transformación operada en la economía china al inicio de la reforma y apertura. En lo social, se trata de completar las innovaciones que Hu Jintao ha introducido desde 2005, con especial énfasis en la mejora general de los servicios de salud, educación y otras pestaciones sociales. En lo político, destacan tres variables. Primera, las tensiones territoriales, con el protagonismo de nacionalidades minoritarias como la tibetana o la uigur, bien lejos de apaciguarse. Segunda, el control del proceso por parte del PCCh y su objetivo democratizador, cuyas aristas están aún por definir (en Nanjing se celebraron recientemente las primeras elecciones directas de los comités del partido en algunos barrios). Tercera, la transición a la quinta generación de dirigentes, con la mirada puesta en 2012, cuando Hu Jintao debe abandonar su cargo. En el plano exterior, con una agenda generosa y compleja, el asunto más delicado será cómo encarar la nueva diplomacia de Obama cuando parece instalarse una dinámica dual: todo sonrisas en el plano institucional, mientras se multiplican los palos en las ruedas en el día a día.

Las seis décadas transcurridas ilustran a las claras la senda de una transformación que con sus sombras y altibajos ha fortalecido las capacidades del país en todos los órdenes. El PCCh, principal artífice de ese cambio, vive en el ojo del huracán, acaparando el reconocimiento por el éxito, pero ante el temor a ser victima de él. Los llamados a la lucha contra la corrupción son constantes, porque su magnitud ha crecido exponencialmente en los últimos años y amenaza seriamente con dañar su credibilidad. Sorprende contemplar en la televisión china la multitud de series donde se da cuenta de los inmensos sacrificios realizados por los comunistas chinos para lograr llegar al 1 de octubre de 1949, y sorprende, sobre todo, porque los militantes del PCCh de hoy viven en las antípodas de tanta abnegación y cualquier signo de heroísmo en su trayectoria constituye una anécdota ausente.

El intento de reforzar la legitimidad de los actuales gobernantes con semejante discurso virtual puede, al contrario, exacerbar los ánimos, al constatar que sus herederos se han apropiado indebidamente de trayectorias bien alejadas de la voluntad de “servir al pueblo” que profesaban los protagonistas de la Larga Marcha y otros episodios épicos.

La triple representatividad ideada por Jiang Zemin para que el PCCh pudiera atraer a sus filas a los nuevos sectores sociales emergentes y la gangrena que asedia sus estructuras territoriales amenazan la identidad y naturaleza de un PCCh que insiste en mantener el control directo de las principales empresas y los principales sectores estratégicos de la economía nacional. Nadie sabe si el “desarrollo científico” que promueve Hu Jintao puede acabar diluyendo estas últimas fronteras.

Entre la protodemocracia y el neoautoritarismo, el populismo paternalista chino debate en torno a la construcción de su democracia, cuidando de evitar la apertura de flancos de debilidad que erosionen su poder, pero a sabiendas de que el inmovilismo es la peor de las soluciones posibles.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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