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La Supuesta Caída Imperial de EE.UU.

Bienvenidos a 2025

 

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No se ilusionen con una caída del imperio así como así. Fuente de la imagen: blogs clarín.com

 

 

 

Memorándum para la CIA: puede que no estén preparados para viajar en el tiempo, pero de todos modos ¡bienvenidos a 2025! Es posible que sus habitaciones sean algo pequeñas, la posibilidad de pedir un mejor alojamiento puede que se haya ido a tomar viento, y los accesorios seguramente no sean de su agrado, pero váyanse acostumbrando. Esta va a ser su nueva realidad de ahora en adelante. 

Vale, ahora la versión seria de lo de arriba: en noviembre de 2008 el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés), un organismo vinculado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), editó la última de una serie de publicaciones de índole futurista, que tenían el objeto de ser una guía para la nueva administración Obama. Escudriñando en su bola de cristal analítica sacaron un informe titulado Global Trends 2025 (Tendencias Globales 2025), que predecía que la preeminencia global de EEUU iba a desaparecer gradualmente durante los próximos 15 años – a la vez que ascienden otras nuevas potencias globales, especialmente China e India. El informe examinaba varios aspectos del panorama estratégico internacional que se podía esperar en un futuro inmediato, pero su hallazgo más alarmante y novedoso tenía que ver con la previsión de un deterioro a largo plazo del dominio internacional de EEUU, junto con la aparición de nuevos competidores globales. “Aunque los EEUU posiblemente seguirán siendo el actor individual más poderoso [en 2025]”, dejaba claro que “en términos relativos, la fuerza del país – incluso en el ámbito militar – va a reducirse y la capacidad de influencia de los EEUU va a ser mucho más limitada”.  

 

 

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No habrá caída sin una catástrofe "natural" que ayude. Fuente de la imagen: Media wii

 

 

Eso, claro, fue entonces; ahora – unos 11 meses más tarde – es otro momento y las cosas pueden haber cambiado. Las predicciones tendrán que ponerse al día según los rápidos cambios que afectan a las realidades de hoy. A pesar de que se publicó cuando la debacle económica mundial estaba ya en marcha, el informe fue escrito bastante antes de que la crisis alcanzase sus mayores dimensiones y por ello insistía en que el declive del poder de EEUU sería gradual, prolongándose a lo largo de los 15 años de horizonte temporal analizado. Pero la crisis económica y algunos de los más recientes sucesos han alterado radicalmente ese calendario. Así, debido a las descomunales pérdidas económicas que han sufrido los EEUU el pasado año junto con la impresionante recuperación económica de China, el cambio en la balanza del poder global que predecía el informe se ha acelerado. A efectos prácticos, 2025 ya está aquí.   

Muchas de las predicciones generales y a medio plazo que se hacían en el Global Trends 2025 ya han sucedido. Brasil, Rusia, India y China – conocidos como el grupo de países BRIC – ya están presionando para conseguir un rol más activo en las cuestiones económicas global, como predecía el informe que iba a ocurrir a lo largo demás o menos una década. Al mismo tiempo, el dominio global que hasta hace poco monopolizaban los EEUU junto con la ayuda de las potencias industriales occidentales – el llamado G-7 – se ha ido apagando a un ritmo nada despreciable. Países que hasta hace poco miraban a los EEUU en busca de una guía para las grandes cuestiones internacionales, ahora ignoran los consejos de Washington y en cambio están creando sus propias redes de autónomas de colaboración política. Los EEUU son cada vez menos proclives a desplegar en el exterior sus fuerzas militares, especialmente a medida que las otras potencias aumentan su propia capacidad y otros actores no estatales cuentan con mecanismos de ataque “asimétricos” para contrarrestar la ventaja de los EEUU en capacidad armamentística convencional. 

 

 

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La idea de la crisis insalvable es recurrente y salvable en el imaginario de la mentalidad imperial. La realidad le corresponde, hasta ahora. Fuente de la imagen: comiccoverage

 

 

Hasta el momento no parece que haya nadie diciendo esto alto y claro, pero seamos francos: transcurrido menos de un año del periodo de 15 que mencionaba el informe Global Trends 2025, los días en que no se cuestionaba el dominio global americano han llegado a su fin. Puede que lleve una década o dos (o tres) hasta que los historiadores puedan mirar atrás y decir sin dudar “ese fue el momento en que los EEUU dejaron de ser la gran potencia dominante en el planeta y se les obligó a comportarse como cualquier otro gran actor en un mundo con varias potencias que compiten entre si”. Pero los indicios de que esa importante transición está ya sucediendo están ahí, para quién se moleste en mirar.   

Seis paradas en el camino hacia una nación ordinaria  

A continuación propongo una lista de seis acontecimientos recientes que indican que estamos ya llegando a ese “2025”. Todos seis han aparecido en las noticias en las últimas semanas, aunque nunca juntas en un mismo espacio. Estos acontecimientos (y otros parecidos) constituyen un patrón: la entrada, de hecho, en una nueva era. 

En la cumbre económica global de Pittsburgh del 24 y 25 de septiembre, los líderes de las grandes potencias industriales, el G-7 (G-8 si se incluye a Rusia) acordaron trasladar la responsabilidad de supervisar la evolución de la economía mundial a un grupo mayor y más inclusivo, el G-20, que incorpora a China, India, Brasil, Turquía y otros países en vías de desarrollo. Aunque se han expresado reservas sobre la habilidad de este grupo más amplio más ejercer un liderazgo mundial eficaz, no hay duda de que este cambio indica por si mismo un desplazamiento del eje del poder económico mundial desde el Oeste hacia el gran Este y el Sur – y junto con este desplazamiento se ha producido un atronador declive de la preeminencia económica de los EEUU. 

“La verdadera importancia del G-20 no reside en que se la haya pasado la batuta desde un G-7/G-8, sino que ha sido desde un G-1, los EEUU”, escribía en el Financial Times Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia. “Incluso durante los 33 años en que ha estado operando el foro económico del G-7, los EEUU estuvo al frente de las grandes decisiones económicas tomadas”. El declive del liderazgo americano durante estas últimas décadas quedó ofuscado por el colapso de la Unión Soviética y la importancia de su papel en el desarrollo de las tecnologías de la información, señala Sachs, pero ahora no queda ya duda alguna de que ha habido un desplazamiento del poder económico de los EEUU hacia China y otros nuevos motores económicos. 

2. Según varias informaciones aparecidas en prensa, los rivales económicos de EEUU llevan a cabo reuniones secretas – y no tan secretas – para explorar la posibilidad de un menor rol del dólar americano – que se está depreciando rápidamente – en el comercio internacional. Hasta ahora, el uso del dólar como el medio internacional de pago ha dado a los EEUU una ventaja significativa: puede sencillamente imprimir dólares para hacer frente a sus obligaciones internacionales mientras que los otros países deben convertir su moneda en dólares, lo que a menudo conlleva importantes costes. Sin embargo recientemente muchas de las grandes potencias comerciales – entre las que están China, Rusia, Japón, Brasil y los países petroleros del Golfo Pérsico – han empezado a considerar seriamente el uso del Euro, o de una “cesta” de divisas, como nuevo medio de pago. Si ello es así, se trata de un plan que acelerará la precipitada caída del dólar e incrementará aún más la erosión de la influencia americana en los asuntos económicos internacionales. 

Un debate de este tipo se sabe que tuvo lugar este verano en una cumbre que reunió a los países del BRIC. Lo que era solamente un concepto hace un año, cuando la idea misma de un grupo de países BRIC fue lanzada por el economista jefe de Goldman Sachs, se ha convertido en un consorcio de carne y hueso el pasado mes de junio, cuando los líderes de los cuatro países celebraron una reunión inaugural en Yekaterinburgo, Rusia. 

El sólo hecho de que Brasil, Rusia, India y China decidieran reunirse como grupo ha sido visto como algo significativo, ya que conjuntamente suponen sobre el 43% de la población del planeta y se espera que hacia 2030 produzcan el 33% del PIB mundial – aproximadamente lo mismo que supondrá en esa fecha la de EEUU y Europa. Aunque los líderes del BRIC decidieron no conformar por el momento un organismo permanente como el G-7, sí acordaron coordinar los esfuerzos para desarrollar alternativas al dólar y reformar el Fondo Monetario Internacional (FMI) de manera que la voz de los países no occidentales tenga un mayor peso. 

3. En el frente diplomático, Washington se ha visto enfrentado por Rusia y China en sus esfuerzos por constituir un frente internacional que aumente la presión sobre Irán para que detenga su programa nuclear de enriquecimiento. Un mes después de que el Presidente Obama cancelase los planes para el despliegue de un sistema anti-balístico de misiles en Europa del este, aparentemente una apuesta a favor de reforzar la seguridad de la frontera rusa a cambio de una posición más dura frente a Teherán, los altos mandatarios rusos están dejando claro que no tiene intención alguna de apoyar nuevas sanciones a Irán. “Amenazas, sanciones y una mayor presión creemos que serían, en la situación actual, contraproducentes”, declaró el Ministro de Exteriores ruso Sergey V. Lavrov, después de una reunión con la Secretaria de Estado Hillary Clinton en Moscú el pasado 13 de octubre. Al día siguiente, el Primer Ministro ruso Vladimir Putin dijo que amenazar con sanciones era “prematuro”. Dados los riesgos políticos que asumió Obama cancelando el programa de misiles – una decisión que fue ampliamente criticada por los Republicanos en Washington – el rápido desprecio de Moscú por la petición estadounidense de una mayor cooperación en la cuestión del enriquecimiento en Irán puede solo interpretarse como un signo más del rápido languidecer de la influencia norteamericana. 

4. Y se puede inferir exactamente lo mismo de una reunión al más alto nivel que tuvo lugar en Beijing el 15 de octubre entre el Primer Ministro chino Wen Jiabao y el Primer Vicepresidente iraní, Mohammed Reza Rahimi. “La relación sino-iraní ha sido testigo de un rápido desarrollo ya que los líderes de ambos países han tenido frecuentes contactos, y la cooperación en cuestiones de comercio y energía se ha ampliado y profundizado”, dijo Wen en el Gran Salón del Pueblo. Dicho en un momento en el que los EEUU están tratando de persuadir a China y Rusia, entre otros, para que reduzcan sus lazos comerciales con Irán como preludio de sanciones más duras, la declaración china sólo puede considerarse como otro desplante a Washington.  

5. Desde el punto de vista de Washington, los esfuerzos para lograr un mayor apoyo internacional al esfuerzo bélico aliado en Afganistán se han tropezado también con una asombrosa respuesta negativa. En lo que sólo puede considerarse como un gesto trivial y renuente de apoyo al esfuerzo bélico de EEUU, el Primer Ministro británico Gordon Brown anunció el 14 de octubre que el Reino Unido añadiría más tropas al contingente británico en dicho país – pero sólo 500 efectivos más, y sólo si el resto de países europeos aumentan también su compromiso militar, algo que él sin duda sabe que es difícil que ocurra. Hasta el momento, dicho minúsculo contingente provisional representa todas las tropas adicionales que la administración Obama ha sido capaz de obtener de los aliados europeos de EEUU, a pesar de un continuo esfuerzo diplomático encaminado a reforzar las fuerzas de la OTAN en Afganistán. En otras palabras, incluso el más leal y servil aliado de EEUU en Europa parece no estar ya dispuesto a cargar con lo que mayoritariamente ya se percibe como otra costosa y extenuante aventura militar americana en el Gran Oriente Medio. 

6. Por último, en un asombroso gesto simbólico el Comité Olímpico Internacional (COI) dejó de lado a Chicago (así como a Madrid y Tokio) para elegir a Rio de Janeiro como sede de los juegos olímpicos de verano de 2016, la primera vez que un país suramericano es elegido para ese honor. Hasta que no llegó el momento de la votación, Chicago era considerada como una candidata con posibilidades, especialmente una vez el antiguo residente en Chicago Barack Obama apareció en persona en Copenhague para promover su candidatura frente al COI. Sin embargo, tras un giro que sorprendió al mundo entero, Chicago no sólo perdió sino que fue la ciudad eliminada ya en la primera ronda de votaciones. 

“Brasil pasó de ser un país de segunda a ser un país de primera clase, y hoy empezamos a recibir el respeto que merecemos”, dijo el Presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva durante la celebración de la victoria tras la votación de Copenhague. “Podría morirme ahora y aún así habría valido la pena”. Pocos prestaron atención a este hecho, pero a lo largo del proceso de decisión olímpico los EEUU fueron sumaria e instantáneamente relegados de la posición de única superpotencia a la de uno más del grupo, un gesto simbólico en un mundo que inicia una nueva era.   

Respecto a ser un país común y corriente 

Lo dicho son sólo algunos pocos ejemplos ocurridos recientemente que indican, según creo, que el tiempo de la preeminencia global de los EEUU ha tocado a su fin, años antes de lo que la comunidad de la inteligencia americana pensaba. Está cada vez más claro que las otras potencias – incluidos nuestros aliados más cercanos – plantean políticas exteriores más independientes, sin importar la presión que Washington pueda llegar a hacer. 

Por supuesto que nada de esto significa que durante mucho tiempo los EEUU no vayan a seguir teniendo la economía más grande del mundo y, en términos de puro poder destructivo, su mayor fuerza militar. Sin embargo, no hay duda alguna que el contexto estratégico en el que los líderes norteamericanos van a tener que tomar decisiones críticas, aquellas relacionadas con los intereses vitales para la nación, ha cambiado dramáticamente desde el inicio de la crisis económica global. Pero aún más importante es el hecho de que el Presidente Obama y sus principales asesores parece que, a regañadientes, están empezando a configurar la política exterior de los EEUU con esa nueva realidad en mente. Ello resulta evidente, por ejemplo, en la decisión de la administración de revisar nuestra estrategia en Afganistán. 

 

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Porque después de todo no fue hasta el pasado marzo cuando el presidente accedió a una nueva estrategia basada en la contrainsurgencia, que requería un mayor despliegue de soldados sobre el terreno y un compromiso de intensificar los esfuerzos para ganarse los corazones y las mentes en las aldeas afganas donde están resurgiendo los Talibanes. Fue por esto por lo que cesó al entonces comandante en jefe de la guerra en Afganistán, el General David D. McKiernan, reemplazándolo por el General Stanley A. McChrystal, considerado mucho más proclive a la contrainsurgencia. Pero cuando McChrystal presentó a Obama las implicaciones y los costes de esta nueva estrategia – entre 40.000 y 80.000 nuevos efectivos (muchos más que los únicos 20.000 que recientemente se han añadido a la lucha) – mucha gente del círculo más cercano al presidente puso el grito en el cielo. 

Un despliegue de tamañas proporciones no sólo costará al Tesoro cientos de miles de millones de dólares que difícilmente pueden pagarse, sino que la tensión que posiblemente generará en los cuerpos del Ejército y la Marina será, después de años de actividad y estrés en Irak, poco menos que insoportable. Estos costes serían claro mucho más fáciles de asumir si nuestros aliados asumiesen una mayor parte del trabajo, algo a lo que están cada vez menos dispuestos. 

Obviamente, los líderes de Rusia y China no están del todo insatisfechos de ver a los EEUU agotar sus recursos militares y financieros en Afganistán. Bajo estas circunstancias, no es sorprendente que el Vicepresidente Joe Biden, entre otros, esté abogando por un nuevo giro en la política norteamericana, abandonando el enfoque de la contrainsurgencia y optando en cambio por una estrategia de “contra-terrorismo” menos costosa, y destinada en parte a aplastar a Al Qaeda en Pakistán – usando aviones teledirigidos y las Fuerzas Especiales, en lugar de gran cantidad de tropas regulares (mientras que el número de efectivos en Afganistán quedarían relativamente inalterados). 

Es demasiado pronto para decir cómo concluirá la revisión de la estrategia en Afganistán que está haciendo el presidente, pero el hecho de que no aceptase inmediatamente el plan de McChrystal y que haya dejado tanto espacio a Biden para que defienda su posición sugiere que puede estar dándose cuenta de la locura que sería un aumento de las obligaciones militares de los EEUU en el exterior en un momento en que su preeminencia global se debilita. A uno le parece detectar esa prudencia de Obama en otros gestos recientes. Aunque él sigue insistiendo en que la adquisición por parte de Irán de armamento nuclear es totalmente intolerable y que el uso de la fuerza para evitarlo sigue siendo una opción, claramente ha tomado medidas para que minimizar las probabilidades de que dicha opción – que tampoco sería del agrado de unos “aliados” recalcitrantes – no llegue a utilizarse nunca. 

Por otro lado, Obama también ha dado un nuevo aire a la diplomacia norteamericana, buscando reforzar los lazos con Moscú y aprobando el establecimiento de relaciones diplomáticas con anteriores estados paria como Burma, Sudán y Siria. Ello refleja también la realidad de un mundo cambiante: que la postura agresiva del “estamos en posesión de la verdad” que la administración Bush adoptó hacia estos países durante ocho años rara vez sirvió para conseguir nada. Interprétese pues como un reconocimiento implícito de que los EEUU se están bajando de su pedestal de “única superpotencia del mundo” para ser un país más como cualquier otro. Porque después de todo eso es lo que hacen los países normales; se embarcan en relaciones diplomáticas con los otros países, les gusten o no sus actuales gobiernos. 

Así que bienvenidos al mundo del 2025. No se parece al mundo de nuestro pasado reciente, cuando los EEUU miraban por encima de los hombros al resto de naciones, y no encaja demasiado bien con las fantasías de Washington de ostentar un poder global tras el colapso de la URSS en 1991. Pero es la realidad.  

Muchos norteamericanos puede que vivan la pérdida de esa preeminencia con angustia, o incluso menosprecio. Pero por el otro lado, no deben olvidarse las ventajas de ser un país normal como cualquier otro: nadie espera que Canadá, Francia o Italia manden otras 40.000 tropas a Afganistán, añadiéndolas a las 68.000 que ya están allí y las 120.000 que siguen en Irak. Ni nadie espera que esos países se gasten 925.000 millones de dólares de los contribuyentes para financiar ese despliegue – el coste que actualmente se estima que tienen esas dos guerras, según el National Priorities Project. 

Pero la pregunta clave sigue ahí: ¿cuanto tiempo más seguirá Washington pensando que los norteamericanos pueden permitirse subsidiar jugar un papel global, que conlleva guarnecer medio planeta y luchar lejanas guerras en nombre de la seguridad mundial, mientras la economía de EEUU pierde más y más terreno frente a sus competidores? Este es el dilema que el Presidente Obama y sus asesores deben hacer frente en este nuevo mundo del 2025. 

Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su ratuï libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books). Una versión documental de su anterior libro, Blood and Oil, puede encontrarse en la Media Education Foundation (Bloodandoilmovie.com).

Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta i Estrada

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