LAS GRANJAS DE LA DISCORDIA
Quien diría que unas granjas serían el detonante final y frecuente de conflagraciones internacionales de gran escala, que incluso apeligrarían con transformarse en una guerra regional e inmediatamente una guerra global y hasta nuclear?.
Y es que las disputadas granjas de Chebaa (ocupadas por Israel en la guerra de los siete días de 1967, reconocidas por la ONU como territorio Sirio y reclamadas por el Líbano, finalmente defendidas en parte por la milicia del Hizbulá) significan algo más que 20 kilómetros cuadrados de tierra fértil para el pastoreo y la agricultura entre colinas. Significan, para los israelistas, parte del territorio que, según ellos, históricamente les pertenece, pertenencia de origen divino según los extremistas del sionismo, ese movimiento político que dio origen al estado de Israel, el único estado creado a partir de una religión y no de una nación tradicionalmente asentada en un territorio por siglos o miles de años. No en vano muchos árabes recuerdan la falta de Uti Possidetis de los territorios que Israel fue ocupando en cada guerra librada, sin importar la existencia de un conjunto de normas internacionales que niegan la apropiación territorial por la fuerza.
Israel es la recordación del pasado de conquistas y colonizaciones que es posible aún en tiempos de supuesta universalización de los Derechos Humanos.
Para los árabes en general y los libaneses particularmente, en especial el Hizbulá, las granjas de Chebaa son el recordatorio de todas las colonizaciones y dominaciones que soportaron en el pasado y, en especial, el dolor y el sufrimiento que comparten con el pueblo palestino, el que más ha sufrido por la creación del Estado de Israel. A la fecha ninguna de las resoluciones de la ONU; en relación a los límites territoriales de Israel y Palestina, han sido respetada por el Estado de Israel, salvo tal vez las acciones unilaterales (que no significan cumplimiento de las resoluciones ya dichas) Es así porque Israel se ampara en la protección hegemónica de EE.UU. y sus empresas transnacionales de petróleo, muy interesadas en tener un total y absoluto control de la política en los países árabes. Gracias a esa protección Israel ha logrado birlar todas y cada una de las resoluciones de la ONU en relación a Palestina. Incluso los acuerdos de Oslo han quedado como letra muerta.
Mientras los israelíes imponen su derecho histórico divino sobre lo que consideran sus tierras, los árabes oponen su religión como fundamento de solidaridad y unidad contra Israel. Ello, más la actual crisis del Peak Oil petrolero, es de por sí un coktail mortal y explosivo que fácilmente puede hacer estallar una conflagración global, pues potencias como Rusia y China tienen enormes intereses energéticos en la región a través de Irán, alíada de Siria y el Hizbulá, este último que ahora se solidariza con los movimientos de resistencia palestina.
En el conflicto Israel/Líbano del año 2006 (si bien Israel expresó que el conflicto era con el Hizbulá, sus ataques militares afectaron todo el Líbano) los resultados militares, políticos y diplomáticos favorecieron al Líbano y en cierta medida al Hizbulá.
Sin embargo, la tensión en la zona continúa, pues los intereses económicos de las grandes empresas petroleras de EE.UU. están en juego, ya que la victoria relativa del Hizbulá servirá para que la resistencia iraquí obtenga mayor apoyo político y logístico, pudiendo darse el caso de un “segundo Vietnam”. Además, la pérdida de hegemonía militar de Israel implica la perdida de un agente de control en medio oriente para estas empresas.
Así que las granjas de Chebaa seguirán motivando discordias y posiciones extremas que favorecerían a las empresas ya citadas, porque no solo de petróleo viven algunos hombres, sino también de la venta de armas. Quien podría imaginarlo, una pequeña región de granjas y pastoreo podría motivar una guerra nuclear global.
Alejandro Sánchez
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