Los Defensores de la libertad de expresión hoy ayer censuraban apoyando la dictadura en Argentina
Sobre la Asociación Radiodifusoras Privadas Argentinas
______________________________________________________________
_____________________________________________________________
ARPA Y ATA, LOS CENSORES DE LAS COSAS NUESTRAS
Las entidades Asociación Radiodifusoras Privadas Argentinas y Asociación de Telerradiodifusoras Argentinas han tocado otra vez los niveles de excelencia en materia de insidia y mendacidad.
En el cargo auto asignado de la administración de valores como las libertades de prensa y expresión se han lanzado al ataque contra el proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual que pretende democratizar un espacio entumecido por los monopolios y resignado por las leyes noventistas de mercado.
Tal esfuerzo sólo en pos de prolongar el salvajismo anómico de la ley de radiodifusión de la dictadura, estatuto sobre el cual perfeccionaron los privilegios logrados en su condición de colaboracionistas del llamado Proceso de Reorganización Nacional que asolara a la Argentina entre 1976 y 1983.
El diputado nacional Julio Piumato mostró, en la sesión del martes 15 de septiembre, cómo las entidades que menean su vocación de salvaguardas de las libertades ponían sus hombres a disposición de la dictadura para perpetrar los más aberrantes actos de persecución, censura y cercenamiento a las expresiones más variadas y genuinas de la música en el espectro radiodifusor del país en los años de plomo.
Rafael Eduardo Peñaloza, de ARPA y José F. Trigo, de ATA, han dejado sus firmas en cada una de las resoluciones que prohibían la difusión de increíble cantidad y variedad de temas musicales y de artistas entre enero de 1981 y octubre de 1983.
Sandro, Roberto Carlos, Peret, Mellino, Gieco, Camilo Sesto, Coco Díaz, entre centenares de músicos, cantantes y poetas probaron los aceros y los sellos rojizos de estos adalides de la prensa libertaria.
Hoy vituperan contra una construcción legal colectiva que estructuralmente ha concitado la admiración de los principales organismos de derechos humanos del planeta y se constituye en modelo referencial para lo que ellos mismos suelen llamar, según la conveniencia, el mundo libre.
En tiempos de desvergüenza lo de esta gente no asombra, pero en tiempos de amnesias e incapacidad de ponderación como el actual, conviene tener presente esta inmundicia.
0 comentarios