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La Mafiosa Estrategia Imperial en Latinoamérica

La estrategia del imperio en América Latina

 

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El 17 de Agosto de 2009 salió publicado en el periódico La Jornada un artículo de David Brooks, en el que se indica que en información recientemente “desclasificada” sobre documentación oficial y políticas de seguridad nacional en Washington, dada a conocer por el National Security Archive, se revela que al comienzo de la década de los años 70’s, los gobiernos de Estados Unidos y Brasil “discutieron esfuerzos para coordinar la intervención clandestina contra regímenes de izquierda en Chile, Cuba, Perú, Uruguay y otros países para evitar el surgimiento de ‘nuevos Allendes y Castros’ en la región.”

El artículo trata sobre conversaciones entre el entonces presidente de los EUA, Richard Nixon, y el de Brasil, Emilio Garrastazu Médici, en las que se planea una colaboración secreta para intervenir en estos países con la intención de contrarrestar “la tendencia de expansión marxista-izquierdista” en América Latina.

Entre otros puntos de acuerdo las conversaciones revelaron que “Brasil tomaría un papel cada vez más grande en las relaciones hemisféricas…” sin intervenir directamente, pero que “…el régimen no descartará utilizar la amenaza de intervención o las herramientas diplomáticas y la acción encubierta para oponerse a regímenes de izquierda, o mantener a gobiernos amistosos en el poder, o ayudar a ponerlos en lugares como Bolivia y Uruguay.” En uno de los documentos se afirma que en 1971 Nixon comentaba al primer ministro de Gran Bretaña, Eduard Healt que “Brasil apoyaba la posición de Washington y agrega que ‘los brasileños ayudaron a manipular la elección uruguaya’ .”

Todo esto se hizo con el mayor sigilo y en el máximo secreto, ya que el gobierno de Estados Unidos no quería que apareciera su mano en esta “cooperación”. Una pieza clave en la clandestina comunicación fue Henry Kissinger quien años después fue secretario de Estado estadounidense.

La intención de las acciones encubiertas era la de detener el avance de los países y sus pueblos que estaban organizándose hacia formas más justas, independientes y democráticas y rompiendo así con la hegemonía casi absoluta que en ese entonces mantenían los Estados Unidos en la región.

Los múltiples intentos realizados para derrocar el régimen de Fidel Castro en Cuba no prosperaron, sin embargo Salvador Allende en Chile no corrió con la misma suerte y su gobierno cayó abatido por el golpe de Estado concebido, planeado y organizado desde el corazón del imperio junto con sus aliados regionales, como ahora claramente podemos ver, y ejecutado por las cúpulas del poder civil y militar chileno.

Retroceder en el tiempo y echar un vistazo a la historia siempre es bueno en la medida que nos ayuda a comprender mucho de lo que ocurre en la actualidad. La historia parece repetirse el día de hoy y la interpretación que damos es que los planes de conquista del imperio no han cambiado en lo sustancial.

Dos acontecimientos de la mayor importancia internacional sucedieron en los últimos meses, precisamente cuando se conmemoran 200 años de la independencia de los países latinoamericanos de las coronas europeas.

El reciente golpe de Estado en Honduras, que trata de suplir a un gobierno que se acercaba a una integración económica, política y cultural más humanitaria con diversos países de la región, por uno subordinado e incondicional a los designios del gobierno estadounidense.

Por otro lado la firma de un convenio entre los gobiernos de EUA y Colombia para la instalación de nuevas bases militares estadounidenses en territorio colombiano, con las que sumarían siete, bajo el cada vez menos creíble argumento de que tienen como objetivo la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y, deberían agregar los movimientos populares por su autonomía, independencia y soberanía.

Estos dos hechos apuntan hacia un mismo fin: detener la expansión de los gobiernos progresistas en América Latina y en esta ocasión fijan la mirilla de sus armas contra quienes impulsan de manera muy especial la integración de los pueblos de la región; Cuba que ha sabido sobrevivir a los diversos intentos por vencerla, y Venezuela, países que por primera vez en la historia de América Latina impulsan la creación de “un sistema de integración socioeconómica latinoamericano de carácter solidario, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, (ALBA) al que se van sumando otros países y que ha parado los pies a los tratados de libre comercio promovidos por EUA que tanto han arruinado a los pueblos latinoamericanos.” Este sistema de integración está rompiendo con la histórica inercia que la época colonia heredó a los países que vivieron durante siglos sometidos a las coronas de España y Portugal y que los obligaba a comerciar exclusivamente con las metrópolis de esos imperios.

La instauración de gobiernos incondicionales a Washington se repite. Por medio de estos pueden desplegar las acciones necesarias para frenar el trabajo de los pueblos en pos de su unidad, para manipular a modo la política interna de los países que les convenga, o para de plano derrocar a los gobiernos que se han revelado en su contra, impidiéndoles desarrollar sus planes de dominio, apropiación y saqueo de los recursos naturales y humanos con que cuentan esos países.

En esta ocasión Cuba y Venezuela están en la estrategia militar del imperio y para ello quieren cerrar el cerco con las bases militares de Colombia, y con el gobierno títere de Honduras que hasta hoy continúa en el poder.

Por otro lado, es necesario apreciar la importancia estratégica que tiene en la región otro país con gobierno de derecha y que también le hace segunda a Washington en sus planes de dominio: México. La imposición de Calderón en la presidencia del país, así como el apoyo que brinda en los hechos al gobierno de EUA, aunque en el discurso presente un planteamiento diferente, es parte de la proyección que el imperio tiene hacia los países latinoamericanos.

De esta manera, y tal como señala el artículo ¿Un protectorado?, de Luis Javier Garrido, publicado en La Jornada el 21 de agosto de 2009, el TLCAN, promovido por Carlos Salinas de Gortari, se “…abrió para el desmantelamiento de la nación y la entrega de la definición del proyecto nacional al gobierno de Washington, y proseguida por Ernesto Zedillo, que al modificar el artículo 28 constitucional en 1995 pretendió fincar las bases para concesionar a las grandes transnacionales áreas estratégicas de la nación, desde el petróleo, la energía eléctrica, la energía nuclear, los ferrocarriles y los puertos, hasta el espacio aéreo, la comunicación satelital, el correo y los teléfonos”. El mismo artículo afirma más adelante que con el gobierno de Calderón se ha llegado a extremos inéditos y muy graves al pretender “entregar el control de las fuerzas armadas de México y, en consecuencia del territorio mexicano, a Washington, siguiendo el modelo de Colombia.” Así el gobierno derechista de Calderón está dejando a las fuerzas armadas del país subordinarse al Pentágono, lo cual es algo muy peligroso para la soberanía de la nación.

Finalmente podemos observar que la estrategia del imperio avanza y repite actos del pasado. El papel que jugó el gobierno de Brasil en la caída de Salvador Allende en Chile puede repetirse hoy con Colombia en la guerra que el Pentágono le hace a Venezuela y Cuba. Sería iluso pensar que no existen diversos planes concebidos y elaborados para llevar a cabo dichas acciones.

A lo largo de la historia de la humanidad, los imperios que han controlado las diferentes etapas históricas han tenido como finalidad el control y sometimiento de las poblaciones, la apropiación y saqueo de sus recursos naturales y humanos. La época moderna no es la excepción. Pero al igual que en el pasado los imperios dominaron durante largos períodos continentes enteros, también cayeron a causa de la presión ejercida por las luchas de liberación de los pueblos y sus gobiernos.

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