Carta del Teólogo José Comblin Sobre La Polémica del Aborto Durante Las Elecciones de 2010 en Brasil
CARTA A UN AMIGO TEOLOGO SOBRE EL ABORTO EN LAS ELECCIONES DE 2010.
Querido Arnold,
Usted recuerda el golpe electoral que estalló en la víspera de la primera vuelta de las elecciones de 2010 cuando se produjo todo un alboroto con la cuestión del aborto. Ese alboroto se prolongó durante todo el mes de octubre hasta la segunda vuelta. En las iglesias y fuera de las iglesias se distribuyeron millones de panfletos firmados por los obispos del consejo del regional Sur 1 para intimar a los católicos a votar por el candidato José Serra. El motivo era que los candidatos del PT, principalmente la candidata a la presidencia de la república, querían legalizar el aborto en Brasil, y, por consiguiente querían implantar una cultura de la muerte.
Este incidente me hizo reflexionar un poco sobre ese hecho bastante extraño y su significado eclesial. Quiero comunicarle aquí algo de estas reflexiones.
Los obispos denunciadores se decían los defensores de la vida, es decir, personas que luchan contra el aborto y luchan contra todos los políticos que apoyan el aborto despenalizado en Brasil. Su discurso fue el que utilizan los movimientos que dicen ser defensores de la vida, porque condenan el aborto. Era un lenguaje violento, condenatorio. Solamente por distracción los autores se olvidaron de informar que la despenalización del aborto estaba en el programa del PV (partido verde), y que el candidato Serra ya había autorizado el aborto en ciertos casos, cuando era ministro de la salud, que le valió las protestas de la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos Brasileños). Seguramente esto fue un olvido por distracción. Por discreción los obispos omitieron lo que sucedió un día en la vida de la pareja de Serra, lo que fue bueno porque la vida privada no debe interferir con la vida pública.
Sucede que la Iglesia siempre ha condenado el aborto, y estableció una pena de excomunión para todos los que tienen participación activa. Logró que en Brasil exista una ley que castigue el aborto. Pero Brasil es uno de los países donde hay más abortos. Algunos dicen que 70.000 al año, otros estudios incluso dicen que uno de cada cinco mujeres en Brasil que ya practicó un aborto. Siempre es un aborto clandestino y naturalmente es hecho en las peores condiciones para los pobres. Pues para quien tiene condiciones hay clínicas privadas bien equipadas, conocidas, pero nunca denunciadas por la Iglesia. Sobre esas clínicas para los ricos el poder judicial cierra los ojos púdicamente. Después de todo, se trata de personas importantes. Las condenaciones de la Iglesia no tienen ningún efecto. La ley de la república no tiene ningún efecto. Los defensores de la vida no consiguen defender nada. Hablan, hablan, pero sin resultado. Condenan, condenan, pero el crimen se comete con la mayor indiferencia a las condenas verbales o legales. Hablan, condenan. y no pasa nada. Ellos se dan buena conciencia creyendo que defienden la vida, pero no defienden nada. Hay un lugar en el Evangelio donde Jesús habla de las personas que hablan y no hacen nada. Impiden la despenalización, pero defienden la situación actual, o sea son los defensores del aborto clandestino, que es la situación actual.
Su argumento podría ser que la despenalización aumentaría el número de abortos. Sin embargo, la experiencia de otros países muestra que, por el contrario, disminuye el número de abortos. Esto se explica fácilmente. Puesto que una vez que una mujer puede hablar abiertamente sobre el aborto, las autoridades pueden con la ayuda de psicólogas, trabajadores sociales, asistentes religiosos dialogar con ella y buscar con ella otra solución, lo que de hecho acontece. Muchas mujeres no habrían hecho aborto si hubieran recibido ayuda moral o material, cuando estaban desamparadas.
Dado que el documento fue firmado por obispos, yo pensé que los obispos iban a explicar lo que están haciendo en la pastoral de su diócesis para combatir el aborto clandestino, e iban a hacer propuestas a los candidatos en las elecciones sobre la base de sus experiencias pastorales. Pero no había nada en el panfleto. Hubiera sido interesante saber qué hacía la pastoral diocesana para evitar que hubiese abortos. Pero no había nada. Los obispos gritaban, asustaban, condenaban, pero no decían lo que hacían. Algunos lectores pensaron: ya que no hablan de su pastoral para evitar el aborto, debe ser porque no existe esa pastoral. Hablan en contra del aborto, pero no hacen nada para evitarlo. Condenan, y nada más.
Ahora bien, podrían hacer mucho. Muchas mujeres que quieren hacerse un aborto, son mujeres angustiadas, perdidas, desesperadas, que se sienten en una situación sin salida. Muchas quieren el aborto porque sus padres no aceptan que tengan un niño. Otras se ven obligados a tener un aborto por el hombre que las forzó, y que puede ser su propio padre, un hermano, un tío, un padrastro. Otras están desesperadas porque la empresa para la que trabajan, no permite que tengan un hijo. Otros son empleadas domésticas y la patrona no acepta que tengan que cuidar un niño. Así que estas chicas o niñas se angustian y no saben qué hacer. No reciben atención, no reciben asesoramiento, no reciben apoyo ni moral ni material, porque todo es clandestino y ni siquiera se atreven a hablar con otras personas, salvo algunas amigas muy íntimas. Al no encontrar alternativas, de mala gana y con mucho sufrimiento recurren al aborto. La Iglesia no las ayudó cuando necesitaban ayuda.
La Iglesia podría tener una pastoral para ver lo que sucede en la calle, en el barrio, ¿cuáles son las niñas o mujeres jóvenes que pueden estar en peligro porque están en esta categoría de riesgo? Podría acoger o dar ayuda moral y material, dialogar, buscar otras soluciones. La experiencia demuestra que a veces un simple abrazo hace desistir de hacer el aborto. El aborto es el resultado de la indiferencia de la comunidad cristiana. Todos somos culpables, todos cómplices por omisión, y, en primer lugar, deberíamos pedir perdón por nuestro descuido en lugar de acusar a estas mujeres. Era lo que se esperaba de un documento firmado por los obispos, que después de todo representan el evangelio y la manera como Jesús trataba a los pecadores.
Jesús no condenó a los pecadores, y es lo que se espera de la Iglesia es que tenga mucha misericordia, mucha comprensión y que ayude efectivamente a esas personas que se encuentren en una situación tan difícil. Podríamos hacer propuestas al poder legislativo para crear las instituciones para responder en tantos casos en que la vida humana está en peligro, y éste es uno de ellos.
No tiene sentido decir que estoy en contra del aborto y estoy defendiendo la vida, si no hago nada. Yo no estoy defendiendo ninguna vida y el aborto está ahí y no hago nada. El gobierno tiene una ley que penaliza el aborto y esa ley no se aplica. Sólo sirve para que el aborto sea clandestino, esto es, que se hace en las peores condiciones morales y físicas, salvo para las personas de buena condición. Esta ley es inaplicable y la Iglesia no se atreve a pedir que ella se aplique. Habría que construir miles de centros penitenciarios y poner en las cárceles tal vez un millón de mujeres. La Iglesia no pide eso y se conforma con el aborto clandestino. En la práctica no hace nada en contra del aborto clandestino.
Existe la alternativa de la despenalización, que es para nuestros defensores de la vida la propuesta de Satanás. El chantaje de los llamados defensores de la vida hizo que todos condenen la despenalización, como lo hace la Iglesia. ¿Quién soy yo para juzgar? Los obispos del Regional Sur 1 creen mejor el aborto clandestino. ¿Quién soy yo para discutir? Sin embargo, tendría el derecho de pedir más discreción y más humildad, porque después de todo, todos somos cómplices por omisión si no hacemos nada para prevenir los abortos tan numerosos en Brasil. La condenación es inoperante. Pero una pastoral de la familia o una pastoral específica para este problema podría evitar que muchas mujeres angustiadas y desesperadas tengan que recurrir al aborto que ninguna mujer pide sin llorar. ¿Por qué esperar antes de desarrollar esta pastoral?
Entonces, ¿cuál fue el testimonio de amor que la Iglesia dio con este panfleto electoral?
José Comblin, gran pecador y cómplice por omisión
Texto original en portuguès enviado por su autor P. Josè Comblin
15 Noviembre de 2010. Traducciòn de J. Subercaseaux
Editor: Enrique A. Orellana F.
CUADERNOS OPCIÓN por los POBRES – CHILE
MOVIMIENTO TEOLOGÍAS de la LIBERACIÓN
Correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com
Rosas Nº 2090 – D. Santiago - Chile
DEMOCRATIZANDO OTRA IGLESIA ES POSIBLE
En portugués original:
CARTA A UM AMIGO TEÓLOGO SOBRE O ABORTO NAS ELEIÇOES DE 2010
Caríssimo Arnaldo,
Você se lembra do golpe eleitoral que estourou na véspera do primeiro turno das eleições de 2010 quando apareceu todo um alvoroço sobre a questão do aborto. Esse alvoroço permaneceu durante todo o mês de outubro até o segundo turno. Nas igrejas e fora das igrejas foram distribuídos milhões de panfletos assinados pelos bispos da diretoria do regional Sul 1 para intimar os católicos a votar no candidato José Serra. O motivo era que os candidatos do PT, principalmente a candidata à presidência da república, queriam legalizar o aborto no Brasil e, por conseguinte, queriam implantar uma cultura de morte.
Esse incidente me levou a refletir um pouco sobre esse fato bastante estranho e o seu significado eclesial. Quero comunicar-lhe aqui alguma coisa dessas reflexões.
Os bispos denunciadores se diziam os defensores da vida, isto é, pessoas que lutam contra o aborto e lutam contra todos os políticos que defendem o aborto descriminalizado no Brasil. O seu linguajar foi o que usam os movimentos que se dizem defensores da vida porque condenam o aborto. Era um linguajar violento, condenatório. Somente por distração os autores esqueceram-se de comunicar que a descriminalização do aborto estava no programa do PV, e que o candidato Serra já tinha autorizado o aborto em certos casos quando era ministro da saúde, o que lhe valeu os protestos da CNBB. Com certeza foi um esquecimento por distração. Por discrição os bispos omitiram o que aconteceu um dia na vida do casal de Serra, o que foi bom porque a vida privada não deve interferir com a vida pública
Sucede que a Igreja condena desde sempre o aborto, e estabeleceu uma pena de excomunhão para todos os que têm participação ativa. Conseguiu que houvesse no Brasil uma lei que criminaliza o aborto. Mas o Brasil é um dos países onde há mais abortos. Alguns dizem 70.000 por ano, outros estudos chegam a dizer que uma de cada 5 mulheres no Brasil já praticou um aborto. Sempre é um aborto clandestino e naturalmente é feito nas piores condições para os pobres. Pois para quem tem condições há clínicas particulares bem equipadas, conhecidas, porém jamais denunciadas pela Igreja.Sobre essas clinicas para os ricos o poder judicial fecha pudicamente os olhos. Afinal, trata-se de pessoas importantes As condenações da Igreja não têm nenhum efeito. A lei da república não tem nenhum efeito, Os defensores da vida não conseguem defender nada. Falam, falam, mas sem resultado. Condenam, condenam, mas o crime se comete com a maior indiferença pelas condenações verbais ou legais. Falam, condenam. e nada acontece. Eles se dão boa consciência achando que defendem a vida, mas não defendem nada. Há um lugar no evangelho em que Jesus fala das pessoas que falam e não fazem nada. Impedem a descriminalização mas defendem a situação atual, ou seja são defensores do aborto clandestino, que é a situação atual.
O seu argumento poderia ser que a descriminalização aumentaria o número de abortos. No entanto, a experiência de outros países mostra que, pelo contrário, diminui o número de abortos. Isto se explica facilmente. Pois uma vez que uma mulher pode falar abertamente em aborto, as autoridades podem com a ajuda de psicólogas, de assistentes sociais, de assistentes religiosos dialogar com ela e buscar com ela outra solução, o que de fato acontece. Muitas mulheres não teriam feito o aborto se tivessem recebido ajuda moral ou material, quando estavam desamparadas
Já que o documento era assinado por bispos, eu pensava que os bispos fossem explicar o que estão fazendo na pastoral da sua diocese para lutar contra o aborto clandestino, e fizessem propostas aos candidatos nas eleições na base das suas experiências pastorais. Mas não havia nada disso no panfleto. Teria sido interessante saber como fazia a pastoral diocesana para evitar que houvesse abortos. Mas não havia nada. Os bispos gritavam, assustavam, condenavam, mas não diziam o que faziam. Alguns leitores pensaram: já que não falam da sua pastoral para evitar o aborto, deve ser porque não existe essa pastoral. Falam contra o aborto, mas não fazem nada para evitá-lo. Condenam, e mais nada.
Pois, poderiam fazer muita coisa. Muitas mulheres que querem fazer o aborto, são mulheres angustiadas, perdidas, desesperadas que se sentem numa situação sem saída. Muitas querem o aborto porque os seus pais não aceitam que tenham uma criança. Outras são obrigadas a fazer o aborto pelo homem que as estuprou, e que pode ser o próprio pai, um irmão, um tio, um padrasto. Outras estão desesperadas porque a empresa em que trabalham, não permite que tenham criança. Outras são empregadas domésticas e a patroa não aceita que tenham que cuidar de uma criança. Então essas meninas ou moças ficam angustiadas e não sabem o que fazer. Não recebem atendimento, não recebem conselho, não recebem apoio nem moral nem material, porque tudo é clandestino e nem sequer se atrevem a falar com outras pessoas a não ser algumas amigas muito próximas. Não achando alternativa, a contra-gosto e com muito sofrimento recorrem ao aborto. A Igreja não as ajudou quando precisavam de ajuda.
A Igreja poderia ter uma pastoral para olhar o que acontece na rua, no bairro, quais são as meninas ou moças que podem estar em estado de perigo porque estão numa dessas categorias de risco. Poderia acolher ou dar assistência moral e material, dialogar, buscar outras soluções. A experiência mostra que às vezes um simples abraço faz com que desistam de fazer o aborto. O aborto é o resultado da indiferença da comunidade cristã. Somos todos culpados, todos cúmplices por omissão e, em primeiro lugar, teríamos que pedir perdão pelo nosso descuido em lugar de acusar essas mulheres. Era o que se esperava de um documento assinado por bispos, que, afinal, representam o evangelho e a maneira como Jesus tratava os pecadores.
Jesus não condenou os pecadores e o que se espera da Igreja é que tenha muita misericórdia, muita compreensão e que ajude efetivamente essas pessoas que estão numa situação tão difícil. Poderíamos fazer sugestões ao poder legislativo no sentido de criar instituições para responder e tantos casos em que a vida humana está em perigo, e este é um deles.
Não faz sentido dizer que sou contra o aborto e estou defendendo a vida se não faço nada. Não estou defendendo vida nenhuma e o aborto está aí e não faço nada. O governo tem uma lei que criminaliza o aborto e essa lei não se aplica. Só serve para que o aborto seja clandestino, isto é, feito nas piores condições morais e físicas, salvo para as pessoas de boa condição. Essa lei é inaplicável e a Igreja nem se atreve a pedir que ela se aplique. Seria preciso construir milhares de penitenciarias e colocar nas prisões talvez um milhão de mulheres. A Igreja não pede isso e se conforma com o aborto clandestino. Na prática nada faz contra o aborto clandestino.
Existe a alternativa da descriminalização, que é para os nossos defensores da vida a proposta de Satanás. A chantagem dos chamados defensores da vida fez com que todos condenem a descriminalização, como faz a Igreja. Quem sou eu para julgar? Os bispos do Regional Sul 1 acham melhor o aborto clandestino. Quem sou eu para discutir? Porém, teria o direito de pedir mais discrição e mais humildade, porque afinal somos todos cúmplices por omissão se não fazemos nada para prevenir os abortos tão numerosos no Brasil. A condenação é inoperante. Mas uma pastoral da família ou uma pastoral específica para esse problema poderia evitar que muitas mulheres angustiadas e desesperadas tenham que recorrer ao aborto que nenhuma mulher pede sem chorar. Porque esperar antes de desenvolver essa pastoral ?
Então, qual foi o testemunho de amor que a Igreja deu com esse panfleto eleitoral ?
José Comblin, grande pecador e cúmplice por omissão.
0 comentarios