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San Pedro, Un Revisión A Su Liderazgo

Anomalías Históricas Sobre San Pedro

 

Reflexiones sobre los textos bíblicos

El carácter anómalo y confuso de Pedro
San Pedro, pintura de El Greco.
Venerado por católicos, evangélicos, coptos y ortodoxos, el apóstol Pedro (Simón, el pescador) recorre la historia del cristianismo con un significativo protagonismo. La nota que presentamos del profesor James O. Pellicer, nos propone una forma distinta de leer en las Sagradas Escrituras el papel de este discípulo de Jesús de Nazareth. Y textos en mano, reflexionar al personaje a partir de una visión superadora de cierta historiografía “de catecismo” existente: ¿Fundador de la Iglesia? ¿Murió en Roma y allí está enterrado? ¿O en Antioquía? ¿O en Jerusalén de donde nunca salió? Los interrogantes se suceden.
James O. Pellicer / Profesor Emérito de la Universidad de Nueva York

El carácter anómalo y confuso de Pedro, no sólo se ve en los evangelios gnósticos. Aparece siempre, especialmente en los evangelios canónicos. En el Huerto de Getsemaní estaba armado; sacó una espada e hirió gravemente a un sirviente del sumo sacerdote (Juan, cap. 18:10). Cuando la situación se tornó tensa, se puso a dormir (Marc. 14: 37) y más tarde, atemorizado ante una sirvienta, negó a Jesús delante de todos diciendo que no lo conocía (Luc. 22:57).
La elección de Pedro que se atribuye a Jesús: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia es sumamente rara; aparece sólo en Mateo 16:17 y ss. y es de origen muy dudoso; nadie más la cita en todo el Nuevo Testamento a pesar de lo importante que es (1). De hecho, la Iglesia Católica Romana establece su alegada supremacía y exclusiva legitimidad en este texto.
A su vez, siendo tal la magnitud del texto, tendría que aparecer en todos los otros evangelios como ocurre con los hechos más importantes de la vida de Jesús, tales como el bautismo y Juan el Bautista, la salida a Galilea, la agonía en Getsemaní y varios otros.
Sobre todo, los escritores romanos de los primeros siglos deberían citarlo, como es obvio, para fundamentar su poder. Sin embargo, nada. Posiblemente, este pasaje no existió en el texto original y sea simplemente un agregado posterior. Además, tanto Pedro como Pablo declaran que la única piedra fundamental es Cristo. Véanse para Pablo la primera carta a los corintios, capítulo 3, vers. 11y 12 y para Pedro, su primera carta, cap.2, versículo 4.
A su vez, nótese la incompatibilidad de ese texto con su contexto. Apenas unas líneas más abajo, Jesús increpa a Pedro y lo llama Satanás (versículo 23). Dice textualmente Jesús refiriéndose a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás! Me eres un tropiezo porque no pones tus miras en las cosas de Dios sino en las de los hombres . Lo más asombroso del caso es que Jesús utiliza las mismísimas palabras con que había rechazado al Demonio durante la tentación en el desierto. Jesús le había dicho al diablo: ¡Apártate de mí, Satanás! (Lucas 4: 8). El texto griego utiliza exactamente las mismas palabras en los dos pasajes, tanto el referente al Demonio como el que se dirige a Pedro.




A pesar de no haber podido encontrar Pío XII la tumba
de San Pedro en el Vaticano, en la década de los 40 hizo
excavar el pasillo central de la Basílica de San Pedro,
construyó una magnífica escalinata y colocó al pie una
urna de cristal que contiene un cofre de oro más pequeño,
al que hizo poner un letrero: "Tumba de San Pedro".



Nótese, además, que la mentada primacía de Pedro no coincide con otros pasajes evangélicos en los que Jesús claramente manifiesta su posición. Véase el texto ya examinado en otra parte de este estudio, Juan cap. 20: Jesús esperó a que Pedro se retirara para aparecerse a María Magdalena y confiarle su mensaje, en el cual se incluía ir a ver a Pedro mismo y comunicarle sus decisiones. No es posible creer que Jesús lo haya hecho por inadvertencia; como tampoco se puede admitir que Pedro no se haya dado cuenta de que estaba siendo pospuesto a una mujer y, quizás, eso mismo haya sido la causa del trato descomedido que él y los demás le dieron a María Magdalena cuando fue con la noticia de la tumba vacía. Véase Lucas 24:11; prácticamente la trataron de loca (2).
En el Evangelio de María, escrito en el siglo segundo y descubierto en 1896, Pedro aparece declarando: María debe apartarse de nosotros porque las mujeres no son dignas de la vida.
Es importante también notar que el quinto libro del Nuevo Testamento, Hechos de los Apóstoles , para nada menciona que Pedro fuera la piedra fundadora de la Iglesia. Al revés, declara taxativamente que la única piedra en la que se asienta la salvación de los seres humanos es Cristo Jesús (Hechos 4:11-12). Más aún, en este mismo libro se observa que la naciente iglesia se gobernaba por el mandato colectivo de los doce apóstoles (Hechos, 4:36, 6: 2-7, etc.). Un poco más adelante se lee: Entonces, los doce apóstoles y los ancianos, con toda la iglesia, decidieron ... (Hechos 15: 22). Son los doce los que convocan a los discípulos; más aún, mandan venir a Pedro para encargarle ir a predicar a Samaría (Hechos 8:14). Cuando se decide que hacen falta auxiliares son los doce los que nombran y ordenan a los primeros diáconos (Hechos 6: 1-7). Cuando ocurre algo tan importante como es la primera reunión oficial de la Cristiandad, el primer concilio ecuménico, no es Pedro quien lo preside y saca las conclusiones finales sino Santiago, el hermano del Señor (Hechos, Cap. 15) y después, los doce y los ancianos lo confirman.
También es incomprensible la afirmación de que Pedro hubiera estado en Roma y allí hubiera sido su primer obispo. De haber sido así, alguien lo hubiera nombrado. San Pablo en su carta a los Romanos lo hubiera saludado como saludó a todos hasta los más desconocidos y como claramente lo mencionó en Antioquía cuando pasó por allí. Pero nada. No hay nada más que leyendas posteriores.
Algunos pensadores creen que Pedro habría muerto en Antioquía donde habría sido obispo. Sin embargo, el osario encontrado hace poco en un cementerio de cristianos, en el Monte de los Olivos, cerca de Jerusalén, con su nombre propio escrito en arameo Shimon bar Jona (Simón, hijo de Jonas (Mat. 16:17), hace posible suponer que nunca se alejó definitivamente de allí.

La tumba de San Pedro

San Pedro: una tumba que despierta interrogantes. Pío XII,
en la década de los 40, ordenó construirla en el pasillo
central de la Basílica.


A pesar de los esfuerzos de Pío XII por demostrar que había encontrado la tumba de San Pedro en el Vaticano, es absolutamente cierto que no la encontró. La iglesia de San Pedro se edificó en el siglo IV como un pequeño templo sobre un cementerio. Pero, pagano. Nótese que los cristianos no enterraban sus muertos entre los paganos por aquello de “levantarse un día al sonido de la trompeta”. Pío XII ciertamente habrá encontrado restos humanos del siglo primero como es natural, habiendo sido el lugar un cementerio, pero nunca pudo producir identificación alguna de esos restos. Además, si Pedro hubiera sido el obispo de Roma, la sepultura de sus restos habría tenido alguna clase de distinción, de honor; al menos su nombre escrito en el osario como el que se halló en el Monte de los Olivos. Pero, nada.

Diferentes interpretaciones artísticas de la imagen de San Pedro


  
San Pedro, siglo VI                          Pintura de Rubens.


  
Simon, detalle de Durero, 1526.               Apóstol Pedro, José de Ribera.


Retablo. Museo del Hermitagge, Rusia.

A pesar de no haber podido encontrar Pío XII la tumba de San Pedro en el Vaticano, en la década de los 40 hizo excavar el pasillo central de la Basílica de San Pedro, construyó una magnífica escalinata y colocó al pie una urna de cristal que contiene un cofre de oro más pequeño, al que hizo poner un letrero: "Tumba de San Pedro".

Más aún, Pedro nunca pudo haber sido "obispo de Roma" por la sencilla razón de que, en ese tiempo, todavía no existían los "obispos". Las primeras comunidades cristianas nacieron en casas de familia, grupos privados que al extenderse se manejaron mediante colegios de ancianos ("presbíteros") y no tenían todavía obispos, que recién aparecieron avanzado el siglo segundo, según el modelo imperial, con una sola persona a la cabeza. Así se deduce de los más antiguos documentos romanos, como la carta de Pablo a los Romanos, la carta de Clemente, el Pastor Hermas y la correspondencia de Aniceto, posiblemente el primer obispo de Roma. Las comunidades empezaron a tener propiedades y adquirir bienes que habían de administrarse y necesitaban un poder ejecutivo que las manejase. Los primeros grupos cristianos que se establecieron en Roma en esos momentos eran muy pequeños y se reunían en casas de familia (como se ve en la carta de Pablo a los romanos), en barrios de inmigrantes griegos (San Pablo les escribe en griego). Todavía no tenían conciencia de ser romanos, ni de Roma, la cabeza del mundo, pero pronto llegarían a tenerla y sentirían como sintieron la necesidad de un apóstol fundador.



Algunos pensadores creen que Pedro habría muerto
en Antioquía donde habría sido obispo. Sin embargo,
el osario encontrado hace poco en un cementerio de
cristianos, en el Monte de los Olivos, cerca de Jerusalén,
con su nombre propio escrito en arameo Shimon bar Jona
(Simón, hijo de Jonas (Mat. 16:17), hace posible suponer
que nunca se alejó definitivamente de allí.


Los centros cristianos anteriores, como Antioquía, Éfeso, Alejandría, ostentaban apóstoles o evangelistas fundadores como Juan, Pablo, Felipe o Marcos pero en Roma, nada. Estaban muy lejos de la cuna del cristianismo, no tenían santuarios, tumbas sagradas o grandes teólogos pero eran el centro del mundo y era urgente exhibir su propio apóstol y ¿por qué sólo uno y no dos? ¿Pedro y Pablo, por ejemplo? Para ello había que crear un texto bíblico que hiciera a Pedro alguien importante entre los apóstoles y no solamente un cobarde que había negado a Jesucristo en su momento más dramático. Vendría muy bien algo así como: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. etc. Y, obvio, había que hacerlo viajar a Roma.

"Ecclesía"

La magnificencia de la Basílica de San Pedro en Roma.


¡A Roma! El Cristianismo inicial nada tuvo que ver con Roma; ni se le hubiera ocurrido jamás a nadie tener que ver con ella; y menos aún a Jesucristo.
Adviértase que quienes introdujeron ese texto en el Evangelio de Mateo eran posibles romanos o romanizantes que hablaban latín o griego. El juego de palabras Petrus/petra (Pedro/piedra) sólo existe en Latín, apenas en griego, pero no en arameo, la lengua de Jesús. Además, el concepto greco-romano de "ecclesía" (iglesia) tampoco tiene sentido aquí. Jesús y sus oyentes sólo tenían experiencia de la sinagoga cuya esencia era y es totalmente diferente. En el texto de Mateo 16:18, la palabra "iglesia" sale como algo muy corriente, algo por todos conocido -edificaré mi iglesia-; sin embargo, no lo era; ciertamente no para los judíos y menos para los pobres pescadores, discípulos de Jesús. Ecclesía era la asamblea de los ciudadanos en la Grecia antigua, pagana. Se formaba en Atenas por la concurrencia de varones mayores de 18 años cuyos padres fueran también ciudadanos atenienses; se reunían 40 veces al año en el cerro Pnyx. En la experiencia judía, tanto la palabra como el concepto de "iglesia" eran totalmente inexistentes. Jesús no la pudo decir ni Mateo escribirla. Ni una vez aparece dicha palabra en toda la Biblia judía, ni tampoco en los evangelios fuera de este único texto en cuestión, de Mateo. Es obvio que esta palabra revela una experiencia posterior al momento en que aparece en ese Evangelio; sólo más tarde, cuando los grupos cristianos entraron en contacto con el mundo griego, surge dicho vocablo en la terminología cristiana, aunque con un sentido diferente del griego; es algo así como la "congregación de los fieles".


En la experiencia judía, tanto la palabra como el
concepto de "iglesia" eran totalmente inexistentes.
Jesús no la pudo decir ni Mateo escribirla. Ni una vez
aparece dicha palabra en toda la Biblia judía, ni tampoco
en los evangelios fuera de este único texto en cuestión, de Mateo.

Así, en el libro de los Hechos de los Apóstoles la palabra sale 20 veces; en San Pablo 62 veces (3); en Santiago, una vez en referencia a que si alguien se enferma, llame a los presbíteros de la iglesia y oren por él (Santiago 5:14). En Pedro, asombrosamente, ninguna! En Juan, 3. En Judas, ninguna. En el Apocalipsis, la palabra aparece 15 veces, sobre todo en referencia a las "iglesias de Asia", lo que era Grecia (hoy Turquía).
Además, que Pedro se convirtiera en apóstol de la Roma pagana contradice el previo acuerdo entre él y Pablo, confirmado por los dirigentes (4) de la primera iglesia cristiana: Pedro sería apóstol de la circuncisión; es decir, dedicado a la conversión de los judíos y Pablo el de los gentiles; es decir, los paganos (Carta a los Gálatas 2: 7-9), cosa que cumplieron exactamente como se ve en sus cartas, las de Pablo dirigidas a los gentiles y las de Pedro a los judíos.



Notas

(1) Literalmente, el texto del versículo 18 dice: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló la carne ni la sangre sino me Padre que está en los cielos. Y yo también te digo que eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella.

(2) Es en los evangelios gnósticos, recientemente descubiertos en Egipto (Nag Hammadi) donde mejor se aprecia este esfuerzo de los varones por desplazar a las mujeres del sitio de privilegio que les había dado Jesucristo.

(3) En Romanos, la palabra sale 5 veces; en Corintios I y II, 29; en Gálatas, 3; en Efesios, 11; en Filipenses, 2; en Colosenses, 4; en Tesalonicenses I y II, 4; En I Tim., 3; en Filemón, 1. Todas en el mundo griego. En Hebreos, como es natural, ninguna.

(4) Aquí, entre los muchos dirigentes de la naciente Iglesia, Pablo menciona tres; el primero es Santiago (Jacobo) y dice que "que parecían ser las columnas" (Recuérdese que Pablo era nuevo y no conocía a nadie en el grupo inicial). Lo aceptaron estrechándole la mano y lo enviaron a convertir a los paganos mientras ellos se quedaban en el apostolado de los judíos, según explica Pablo con esmerado detalle en esta carta los Gálatas.

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