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Don Pedro Casaldáliga. Una Renovación de la Iglesia Es Necesaria

Entervista a Pedro Casaldáliga (Muy Actual)


Pedro Casaldáliga: «A pesar de los frenazos, el Vaticano II fue una revolución histórica para la Iglesia»

Jesús Bastante

(http://www.abc.es/sociedad/noticia.asp?id=224766&dia=06122003)


«La Teología de la Liberación sigue teniendo

validez», señala a ABC Pedro Casaldáliga, quien

critica la estructura del Papado y pide un mayor

compromiso con los pobres

Desde su «retiro activo» en la selva del

Amazonas, Pedro Casaldáliga, el obispo catalán

nacionalizado brasileño «para estar más cerca de

los míos», reflexiona sobre el presente y el

futuro de la Iglesia mientras espera que se le

nombre sucesor. El religioso claretiano sigue

siendo un hombre rebelde y a la vez enamorado de

su fe y la opción preferencial por los pobres.

-Presentó su renuncia a Su Santidad el pasado mes

de febrero. ¿Por qué no se le ha aceptado

todavía?

-Presenté la renuncia el mismo día en que

completé los 75 años: 16 de febrero de este año.

Me fue aceptada el mes de abril. No se ha

nombrado sucesor porque están haciendo consultas,

y las cosas de palacio van despacio. Puede ser

también que ya no me vean tan peligroso

comandando una diócesis.

-¿Ha cambiado mucho la Iglesia desde que se

ordenara sacerdote, hace ahora 51 años?

-Me ordené en 1952, durante el Congreso

Eucarístico Internacional de Barcelona, con otros

800 compañeros. Desde entonces, la Iglesia ha

cambiado mucho. Principalmente, destaco el

Concilio Vaticano II que, a pesar de todos los

frenazos que se han venido dando oficialmente,

significó una revolución histórica para la

Iglesia. Ahora hay mucho más laicado, mucha más

libertad (concedida o conquistada, bien vista o

mal mirada), más ecumenismo, incluso hay diálogo

interreligioso, incipiente por lo menos. Han

surgido nuevas teologías, se tiene conciencia

clara de la necesidad de renovar profundamente el

ministerio de Pedro, la vivencia de la

colegialidad y de la corresponsabilidad, y se

pide cada vez más incontestablemente el diálogo

entre la Iglesia y el mundo.

-¿Se han cumplido las expectativas suscitadas

tras el Concilio?

-Yo viví los años inmediatamente posteriores al

Concilio, como millones de católicos y católicas,

entusiasmadamente. Después he vivido, entre

indignado, rebelde y esperanzado, la involución

eclesiástica, la neurótica pretensión de

desacreditar el Vaticano II, bendito Pentecostés

para la Iglesia y para el mundo.

-Son muchas las voces que hoy solicitan un nuevo

Concilio...

-Soy plenamente partidario de un proceso

conciliar, que significa precisamente mantener

vivo y actualizado el propio Vaticano II. El

proceso que muchos pedimos tiene la voluntad de

responder a los grandes desafíos que se le

plantean a la Iglesia y que la obligan a

evangelizar, junto con las otras Iglesias y con

todas las religiones, las grandes causas de una

humanidad cada vez más globalizada. El Vaticano

II se preguntaba: «Iglesia de Dios, ¿qué dices de

ti misma?». Ahora se trata de preguntar: «Iglesia

de Dios, ¿qué le dices a este mundo?» sobre el

capital y el trabajo, el hambre y el

armamentismo, el consumismo y el tercer mundo, la

familia y la juventud, y sobre ese contingente

enorme de humanidad marginada.

-¿Cuál es su balance del Pontificado de Juan

Pablo II?

-Cuando se trata de calificar la misión del Papa

al frente de la Iglesia católica, es necesario

hablar de la institución del papado. Con cariño y

libertad, hay que condenar tres lacras que

afectan gravemente a nuestra Iglesia y al

ministerio de Pedro: en primer lugar, que el

Vaticano sea Estado y que el Papa sea jefe de

Estado; en segundo término, que el ejercicio real

del papado sea «administrativamente» una

monarquía absoluta; finalmente, ese «papismo»

infantil y hasta adulador con que muchas veces se

encaja el ministerio de Pedro. En la Iglesia de

Jesús han de convivir la obediencia fraterna con

la libertad, la unidad con el pluralismo, la

fidelidad con la inculturación.

-Pero hay que reconocer a este Papa logros

históricos...

-Dicho lo anterior, reconozco sinceramente la

dedicación heroica de Juan Pablo II, su capacidad

de comunicación, su fidelidad a rajatabla.

Lamento la involución que ha propiciado, creando

mucha decepción y repliegue, sobre todo entre los

teólogos, en el mundo de la mujer y entre el

laicado católico más militante. Como obispo,

puedo dar constancia de esa involución en lo que

se refiere a la verdadera colegialidad.

-¿Debería renunciar el Papa?

-Sí, lo he dicho repetidamente. Creo que el

obispo de Roma debería renunciar a tiempo, como

los demás obispos. No me parece oportuno un cargo

vitalicio. Los obispos somos humanos. El de Roma,

también.

-Usted optó desde el principio por los pobres. La

Iglesia de hoy, ¿continúa al lado de los

perseguidos?

-Siempre hubo Iglesia al lado de los pobres. La

mayor parte de las congregaciones religiosas se

han fundado para atender a estos pobres. Lo que

pasa es que no siempre, ni mucho menos, hemos ido

como Iglesia a las causas de la pobreza y la

marginación; nos ha faltado caridad política,

opción estructural. Hemos facilitado la

«convivencia tranquila» de la riqueza con la

pobreza. Hemos canonizado la propiedad privada,

olvidando la hipoteca social que pesa sobre toda

propiedad. El contacto con los más pobres

desinstala, compromete, libera. No es posible

desentenderse de los pobres y de sus causas si se

va a ellos con el Evangelio en el corazón. Los

pobres son los jueces de la Iglesia y del mundo,

y cada una de nuestras vidas será juzgada por

nuestra opción por los pobres.

-Pedro Casaldáliga es recordado como uno de los

«padres» de la Teología de la Liberación. ¿Tiene

futuro este modo de ver la teología en la Iglesia

y en el mundo de hoy?

-La Teología de la Liberación sigue teniendo

validez, tanto en el tercer mundo como en el

primero. Esta teología ha puesto en primer plano

la opción por los pobres, la relación dialéctica

fe-vida, la conciencia de una única historia

humana que es la gran historia de la Salvación,

la fe practicada como autenticidad de la fe

creída, la misma teología como fruto de una

espiritualidad, de un compromiso vital.

-¿Qué hará cuando se haga oficial el nombramiento

de su sucesor?

-Espero mejorar mi condición de cristiano.

Francamente, no sé a dónde iré, depende del

obispo que me suceda. En todo caso, continuaré en

América latina y muy probablemente en Brasil.

-¿Cuál quiere que sea su legado?

-«Dejar legado» es mucha pretensión. Sueño con

que las causas que han motivado mi vida sean

asumidas cada vez más: una Iglesia ecuménica,

servidora, liberadora; el fin de los varios

mundos para que exista un solo mundo humano; la

socialización de los bienes mayores de la

existencia (tierra, comida, salud, educación,

comunicación, libertad...); el diálogo

interreligioso y la gran intersolidaridad

humana...; el Reino de Dios, en fin, ya aquí en

la Tierra, preparándonos esperanzadamente para la

plenitud en el cielo.


 

Correo: opcion_porlospobres_chile@yahoo.com

TeologìaS de la Liberaciòn - Chile


 

DEMOCRATIZANDOLA OTRA IGLESIA ES POSIBLE Y OTRO CONCILIO

En Palestina Hasta Los Niños Son Enemigos a Matar Para Sionistas

Cuando un niño palestino se convierte en el enemigo

Joseph Dana, 972mag.com (Traducción: Palestinalibre.org)
Le pregunté directamente: "¿Qué sientes cuando miras a los niños y disparas contra ellos gases lacrimógenos, balas de goma y fuego real?" Él me comentó tranquilamente que no son niños, más bien enemigos en el cambo de batalla. Cuando le pregunté si me consideraba un enemigo al estar de pie junto a los niños, eludió la pregunta diciendo que yo estaba confundido.  Seguir Leyendo

Israel usa dos varas de medir

Ana Carjosa, Diario El País - España
Jóvenes palestinos son juzgados como adultos por los tribunales militares hebreos, que los consideran mayores de edad a los 16 años. La ONU ha denunciado abusos en las cárceles

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Issawiya: apartheid y resistencia en Jerusalén

Sergio Yahni, Alternative Information Center (AIC)
Este video producido en conjunto por el Centro de Información Alternativa y el comité popular de Issawiya trae en las palabras de los residentes de la aldea los problemas que trae para los palestinos vivir bajo la ocupación israelí en Jerusalén.

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Egipto reabrirá de forma total el paso de Rafah en la frontera con Gaza

Agencia EFE
El ministro de Asuntos Exteriores de Egipto, Nabil al Arabi, ha asegurado que se va a reabrir de forma total el paso de Rafah en la frontera entre Egipto y Gaza, en declaraciones difundidas hoy por la televisión catarí Al Yazira.

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Los esfuerzos de Israel para impedir la Flotilla de Ayuda Humanitaria no tendrán éxito

IHH Fundación de Ayuda Humanitaria
Al recibir la noticia de que la Flotilla de la Libertad II se estableció para Gaza, Israel inmediatamente comenzó a hacer intensos esfuerzos para evitar que este esfuerzo sea justificado, legal y humano.

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Más de 150 residentes de Silwan arrestado en 4 meses por las Fuerzas Israelíes

Wadi Hilweh Information Center, Occupiedpalestine (Traducción: Palestinalibre.org)
A lo largo de este año la ciudad de Jerusalén ha sido testigo de una campaña arbitraria de detenciones sobre residentes palestinos por parte de las fuerzas sionistas, con la excusa que son por "motivos de seguridad".

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DDHH

Política

Rumbo a Gaza

Opinión

Caricaturas:

Sigue La Solidaridad Por Palestina

Awarta: otro ejemplo de apartheid.

Blog Un Té para Palestina
En la Sudáfrica del apartheid ocurría algo similar y precisamente se empleaba la misma justificación; se aplicaban legislaciones distintas por que la gente de color que no era ciudadana sudafricana como los afrikaners blancos, si no del bantustan de turno. Seguir Leyendo

'Nuestra respuesta: solidaridad inquebrantable con el pueblo palestino'

Publico.es
Un grupo de personalidades, entre ellas el periodista Alberto Arce y el actor Alberto San Juan, firman una carta en la que rechazan los asesinatos de los activistas Vittorio Arrigoni y Juliano Mer Khemis

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Activistas palestinos reclaman nombres árabes para las calles en Jerusalén

Tania Kepler, Centro de Información Alternativa
Activistas de Jerusalem Horizon llegaron a las calles del barrio de Jabel Mukabber en Jerusalén Este el sábado, 9 de abril, y pusieron nueve señales en árabe e inglés.

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Semana Santa bajo la Ocupación

María M. Delgado, Palestina en el Corazón
Posición de la comunidad cristiana de Palestina sobre las restricciones a los derechos religiosos (especialmente durante Semana Santa): Para las y los cristianos, la Semana Santa en Jerusalén tiene un significado espiritual especial.

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Intelectuales y académicos israelíes firman una declaración de apoyo al Estado palestino

Agencia EFE
Los signatarios tienen previsto presentarla este jueves frente al Hall de la Independencia de Tel Aviv. Decenas de personalidades públicas apoyan la creación de un Estado palestino en base a las fronteras de 1967

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Sionistas boicotean declaración de apoyo al Estado palestino en Tel Aviv

Agencia EFE
Un grupo de ultranacionalistas israelíes boicoteó hoy la presentación en Tel Aviv de una declaración de apoyo a la creación de un Estado palestino suscrita por decenas de intelectuales, artistas y académicos israelíes.

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Gaza

Vittorio Arrigoni

Derechos Humanos

Rumbo a Gaza

Benedicto XVI y la Ultima Cena, Una Controversia Teologal

Mis hermanas y hermanos de la ortodoxia, de los cuales sufro persecución constante, por apoyar la Teología de la Liberación y tener una mirada compasiva y fraterna hasta hacia los homosexuales (ya que ellos están sumidos en la oscuridad de la confusión de estos tiempos de relativismo autodestructivo) Ahora resulta que miran con malos ojos al propio Papa Benedicto XVI, que solo se ajusta a los hechos históricos y no tanto a la tradición (apegarse a la tradición era lo que justamente hacían los fariseos, enemigos de Jesucristo, ya que el era, es y será siempre un renovador e innovador de la Fe, ese fue su mandamiento enseñado a través de su conducta mas que de sus palabras)

 

 

Benedicto XVI: Fecha de la Última Cena (Ultras acusan al Papa de hereje).

 

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SS Papa Benedicto XVI, antes conocido como el cardenal Ratzinger


 

Blog de Xabier Pikaza, 17.04.11

 

Un capítulo fascinante del libro de J. Ratzinger, Jesús de Nazaret II (Madrid 2011, págs. 129-139) trata de la fecha de la última cena. Podría parecer marginal, pero el tema ha “revolucionado” a una parte del mundo católico. Recordaré dos datos:

 

a) En vísperas de la publicación del libro se corrió la idea de que el Papa defendía la hipótesis de la Señora A. Jaubert, según la cual Jesús, siguiendo una costumbre esenia, habría celebrado la Última Cena el Martes de Pasión, no el jueves como suele decirse. Muchos pensaron que ese cambio podría influir en la fecha de las celebraciones y procesiones de la Semana Santa, y así me llamaron sorprendidos e inquietos los del Canal Sur de Sevilla. Les dije que no sabía lo que iba a decir el Papa. Que la hipótesis del Martes Santo estaba históricamente bien fundada y que se discutía desde hace cincuenta años entre los exegetas. Pero que ese posible dato crítico (el Martes de la Cena) nunca cambiaría a mi juicio las fechas litúrgicas del Jueves, Viernes y Sábado Santo (con procesiones incluidas).

 

b) Pues bien, salió el libro (a mediados de Marzo) y los interesados pudimos ver que el Papa seguía defendiendo la fecha de la Cena el Jueves Santo, de manera que nada cambiaba en ese plano. Pero introducía otros cambios y razonamientos de más trascendencia, que han “desquiciado” a parte del personal “ultra/ultra”, que le acusa de herejía. No pongo los lugares (son cientos, en internet) por no alimentar a la fiera. Las razones para acusarle y condenarle están básicamente en sus páginas sobre la fecha de la Última Cena. El asunto es delicado y merece tratarse con cierta detención y con gran cariño, como homenaje al Papa Ratzinger, por bajar de la Cátedra Papal al Ruedo Teológico

 

Tres herejías papales (según un comunicado ultra):

 

1. BENEDICTO XVI CRITICA EL EVANGELIO DE MATEO (y Marcos) Y RECHAZA SU VERACIDAD HISTÓRICA, ENSEÑANDO QUE LA BIBLIA SE CONTRADICE A SÍ MISMA.
2. BENEDICTO XVI AFIRMA QUE LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS NO FUE CENA DE PASCUA (CONTRA EL CONCILIO DE TRENTO)
3. BENEDICTO XVI ADMITE QUE SU LIBRO PRESUPONE EL MÉTODO DE LA EXÉGESIS “HISTÓRICO-CRÍTICA“ (EN CONTRA DEL MÉTODO TEOLÓGICO Y DOGMÁTICO DE LA IGLESIA).

(cf: http://radiocristiandad.wordpress.com/2011/04/07/analisis-del-libro-de-benedicto-xvi-jesus-de-nazareth-ii/)

 

Tres acusaciones significativas… y de largo alcance.

 

a) Al suponer que hay contradicciones históricas en los evangelios… el Papa está apelando a un tipo de exégesis histórico/crítica que él mismo parecía negar en otros escritos.

 

b) Al afirmar que la Última Cena no fue Cena de Pascua (en línea judía) el Papa pone en riesgo una forma tradicional de entender la Unidad de las Escrituras y, sobre todo, el carácter sacrificial de la Cena y de la Muerte de Jesús. Millones de Cristianos han creído que la Última Cena fue la Pascua judía plenificada. Así lo supone toda la liturgia romana, así parece afirmarlo dogmáticamente Trento. Parece que el Papa va en contra de una tradición milenaria de la Iglesia.

 

c) Al optar por Juan, en contra de Marcos y Mateo, el Papa está suponiendo que unos evangelios dicen la verdad (el de Juan), mientras otros se equivocan o “mienten teológicamente” pues afirman lo contrario… De esa manera, el Papa se sitúa en la línea de la exégesis histórico-crítica, que él mismo (y los ultras de diversa denominación) habían condenado y condenan. Una vez que introduces la exégesis crítica en el campo del estudio de la Biblia y de la Teología todo toma un sentido diferente (todo podría ser relatizado).

 

El Papa parece tan "hereje" como Pagola

 

En nuestros países (España, América Latina) apenas conozco ultras/ultras capaces de condenar al Papa por herejía..., pero muchos (incluso algunos obispos) están muy nerviosos y callados con este libro (y en especial con este capítulo), pues el Papa va en contra de sus presupuestos dogmatizantes (no dogmáticos). Varios miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe (de España) han criticado (¡en privado!) este libro del Papa, pues va en contra de sus principios.

En esa línea, pienso, por ejemplo, que lo que dice Pagola en su famoso (y condenado libro sobre Jesús de Nazaret) es agua bendita en relación con lo que dice (supone) aquí la exégesis del Papa.. Al introducir la crítica exegética en los textos y al optar por determinadas "soluciones", en contra de otras que parecen más tradicionales (inerrancia literal, no oposición textos NT, carácter pascual Cena Jesús...), el Papa se está deslizando en el mismo camino exegético de Pagola, y quizá con implicaciones que son para la fe mayores (y más sorprendentes) que las de Pagola (por seguir con nuestro ejemplo).

Sobre estos argumentos pienso tratar en los días que viene, afirmando que el libro del Papa, en este punto, me parece valiente, honrado y necesario. No sé si estoy de acuerdo con su hipótesis (la Cena de Jesús no fue pascual, se celebró según Juan no la noche de Pascua, sino la víctima…), pero admito la lucidez de su análisis y la valentía de su exégesis.

Otras veces, en este blog (en relación a Jesús de Nazaret I) he criticado aspectos de la exégesis de Benedicto XVI (él mismo nos animaba a ello en el prólogo de su libro). Aquí quiero rendir un homenaje a su forma de leer los relatos de la Cena (en cuanto a la fecha).

El Papa se ha expuesto a la crítica de los ultra/ultra. Toda mi admiración a él, por haberse expuesto a ello. Seguiremos tratando el tema. Aquí me limito a poner las páginas centrales de su discutido trabajo sobre la fecha de la cena. Estoy seguro de que a muchos lectores les interesa, por su limpidez, por su claridad. Seguiré con el tema (poniendo días sucesivos la hipótesis que el Papa ha criticado)

(Pongo como imagen una composición crítica donde el libro del Papa aparece como libro de niños, para niños... Pero quiero invertir su sentido, diciendo que es un libro para niños y grandes..., de forma que al discutir estos temas nos sitúa ante una exigencia fuerte de verdad, algo que quieren los niños auténticos, como aquellos a los que el Papa alude en su libro, hablando de la Entrada de Jesús en el Templo. Los niños de corazón buscan la verdad y no tienen miedo de ella, en contra de los mayores, que nos hemos acostumbrado muchas veces a las mentiras oficiales).

 

Benedicto XVI, La fecha de la Última Cena (Jesús de Nazaret II, 129-139)

 

El problema de la datación de la Última Cena de Jesús se basa en las divergencias sobre este punto entre los Evangelios sinópticos, por un lado, y el Evangelio de Juan, por otro. Marcos, al que Mateo y Lucas siguen en lo esencial, da una datación precisa al respecto. «El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"... Y al atardecer, llega él con los Doce» (Mc 14,12.17). La tarde del primer día de los ácimos, en la que se inmolaban en el templo los corderos pascuales, es la víspera de Pascua.

Según la cronología de los Sinópticos es un jueves. La Pascua comenzaba tras la puesta de sol, y entonces se tenía la cena pascual, como hizo Jesús con sus discípulos, y como hacían todos los peregrinos que llegaban a Jerusalén. En la noche del jueves al viernes —según la cronología sinóptica— arrestaron a Jesús y lo llevaron ante el tribunal; el viernes por la mañana fue condenado a muerte por Pilato y, seguidamente, a la «hora tercia» (sobre las nueve de la mañana), le llevaron a crucificar. La muerte de Jesús es datada en la hora nona (sobre las tres de la tarde). «Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea..., se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús» (Mc 15,42s). El entierro debía tener lugar antes de la puesta del sol, porque después comenzaba el sábado. El sábado es el día de reposo sepulcral de Jesús. La resurrección tiene lugar la mañana del «primer día de la semana», el domingo.

Esta cronología se ve comprometida por el hecho de que el proceso y la crucifixión de Jesús habrían tenido lugar en la fiesta de la Pascua, que en aquel año cayó en viernes. Es cierto que muchos estudiosos han tratado de demostrar que el juicio y la crucifixión eran compatibles con las prescripciones de la Pascua. Pero, no obstante tanta erudición, parece problemático que en ese día de fiesta tan importante para los judíos fuera lícito y posible el proceso ante Pilato y la crucifixión. Por otra parte, esta hipótesis encuentra un obstáculo también en un detalle que Marcos nos ha transmitido. Nos dice que, dos días antes de la Fiesta de los Ácimos, los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo apresar a Jesús con engaño para matarlo, pero decían: «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo» (14,1s). Sin embargo, según la cronología sinóptica, la ejecución de Jesús habría tenido lugar precisamente el mismo día de la fiesta.

Pasemos ahora a la cronología de Juan. El evangelista pone mucho cuidado en no presentar la Última Cena como cena pascual. Todo lo contrario. Las autoridades judías que llevan a Jesús ante el tribunal de Pilato evitan entrar en el pretorio «para no incurrir en impureza y poder así
comer la Pascua» (18,28). Por tanto, la Pascua no comienza hasta el atardecer; durante el proceso se tiene todavía por delante la cena pascual; el juicio y la crucifixión tienen lugar el día antes de la Pascua, en la «Parasceve», no el mismo día de la fiesta. Por tanto, la Pascua de aquel año va desde la tarde del viernes hasta la tarde del sábado, y no desde la tarde del jueves hasta la tarde del viernes.

Por lo demás, el curso de los acontecimientos es el mismo. El jueves por la noche, la Última Cena de Jesús con sus discípulos, pero que no es una cena pascual; el viernes —vigilia de la fiesta y no la fiesta misma—, el proceso y la ejecución. El sábado, reposo en el sepulcro. El domingo, la resurrección. Según esta cronología, Jesús muere en el momento en que se
sacrifican los corderos pascuales en el templo. El muere como el verdadero Cordero, del que los corderos pascuales eran mero indicio.

Esta coincidencia teológicamente importante de que Jesús muriera al mismo tiempo en que tenía lugar la inmolación de los corderos pascuales ha llevado a muchos estudiosos a descartar la cronología de la versión joánica, porque se trataría de una cronología teológica. Juan habría
cambiado la datación de los hechos para crear esta conexión teológica que, sin embargo, no se manifiesta explícitamente en el Evangelio. Con todo, hoy se ve cada vez más claramente que la cronología de Juan es históricamente más probable que la de los Sinópticos, porque —como ya
se ha dicho— el proceso y la ejecución en el día de la fiesta parecen difícilmente imaginables. Por otra parte, la Última Cena de Jesús está tan estrechamente vinculada a la tradición de la Pascua que negar su carácter pascual resulta problemático.

Por eso, siempre se han dado intentos de conciliar entre sí ambas cronologías. El más importante de ellos —y fascinante en numerosos detalles particulares— para lograr una compatibilidad entre las dos tradiciones proviene de la estudiosa francesa Annie Jaubert, que desde 1953 ha desarrollado su tesis en una serie de publicaciones. Sin entrar aquí en los detalles de esta propuesta, nos limitaremos a lo esencial.

La señora Jaubert se basa principalmente en dos textos antiguos que parecen llevar a una solución del problema. El primero es un antiguo calendario sacerdotal transmitido por el Libro de los Jubileos, redactado en hebreo en la segunda mitad del siglo II antes de Cristo. Este
calendario no tiene en cuenta la revolución de la Luna, y prevé un año de 364 días, dividido en cuatro estaciones de tres meses, dos de los cuales tienen 30 días y uno 31. Cada trimestre, siempre con 91 días, tiene exactamente 13 semanas y, por tanto, hay sólo 52 semanas por
año. En consecuencia, las celebraciones litúrgicas caen cada año el mismo día de la semana.

Esto significa, por lo que se refiere a la Pascua, que el 15 de Nisán es siempre un miércoles, y que la cena de Pascua tiene lugar tras la puesta del sol en la tarde del martes. Jaubert sostiene que Jesús habría celebrado la Pascua de acuerdo con este calendario, es decir, la noche del
martes, y habría sido arrestado la noche del miércoles.

La investigadora ve resueltos con esto dos problemas: en primer lugar, Jesús habría celebrado una verdadera cena pascual, como dicen los Sinópticos; por otro lado, Juan tendría razón en que las autoridades judías, que se atenían a su propio calendario, habrían celebrado la Pascua
sólo después del proceso de Jesús, quien, por tanto, habría sido ejecutado la víspera de la verdadera Pascua y no en la fiesta misma. De este modo, la tradición sinóptica y la joánica aparecen igualmente correctas, basadas en la diferencia entre dos calendarios diferentes.

La segunda ventaja destacada por Annie Jaubert muestra al mismo tiempo el punto débil de este intento de encontrar una solución. La estudiosa francesa hace notar que las cronologías transmitidas (en los Sinópticos y en Juan) deben concentrar una serie de acontecimientos en el
estrecho espacio de pocas horas: el interrogatorio ante el Sanedrín, el traslado ante Pilato, el sueño de la mujer de PiIato, el envío a Herodes, el retorno a Pilato, la flagelación, la condena a muerte, el via crucis y la crucifixión. Encajar todo esto en unas pocas horas parece —según
Jaubert— casi imposible. A este respecto, su solución ofrece un espacio de tiempo que va desde la noche entre martes y miércoles hasta el viernes por la mañana.

En este contexto, la investigadora hace notar que en Marcos hay una precisa secuencia de acontecimientos por lo que se refiere a los días del «Domingo de Ramos», lunes y martes, pero que después salta directamente a la cena pascual. Por tanto, según la datación transmitida, quedarían dos días de los que no relata nada. Finalmente, Jaubert recuerda que, de este
modo, el proyecto de las autoridades judías de matar a Jesús precisamente antes de la fiesta habría podido funcionar. Sin embargo, Pilato, con sus titubeos, habría pospuesto la crucifixión hasta el viernes.

A este cambio de la fecha de la Última Cena del jueves al martes se opone sin embargo la antigua tradición del jueves, que, en todo caso, encontramos claramente ya en el siglo II. Pero la señora Jaubert aduce un segundo texto sobre el que basa su tesis: la llamada Didascalia de
los Apóstoles, un escrito de comienzos del siglo III donde se establece el martes como fecha de la Cena de Jesús. La estudiosa trata de demostrar que este libro habría recogido una antigua tradición cuyas huellas podrían detectarse también en otras fuentes.

Sin embargo, a todo esto se debe responder que las huellas de la tradición que se manifiestan en este sentido son demasiado débiles como para resultar convincentes. Otra dificultad es que el uso por parte de Jesús de un calendario difundido principalmente en Qumrán es poco verosímil. Jesús acudía al templo para las grandes fiestas. Aunque predijo su fin, y lo confirmó con un dramático gesto simbólico, Él observó el calendario judío de las festividades, como lo demuestra sobre todo el Evangelio de Juan. Ciertamente se podrá estar de acuerdo con la estudiosa francesa sobre el hecho de que el Calendario de los Jubileos no se limitaba estrictamente a Qumrán y los esenios. Pero esto no es razón suficiente como para poder aplicarlo a la Pascua de Jesús. Esto explica por qué la tesis de Annie Jaubert, fascinante a primera vista, es rechazada por la mayoría de los exegetas.

He presentado de manera tan detallada dicha tesis porque nos da una idea de lo variado y complejo que era el mundo judío en tiempos de Jesús; un mundo que, a pesar de nuestro creciente conocimiento de las fuentes, sólo podemos reconstruir de manera precaria. Por tanto, no negaría a esta tesis una cierta probabilidad, aunque, considerando sus problemas, no se la pueda aceptar sin más. Entonces, ¿qué diremos? La evaluación más precisa detodas las soluciones ideadas hasta ahora la he encontrado en el libro sobre Jesús de John P. Meier, quien, al final de su primer volumen, ha presentado un amplio estudio sobre la cronología de la vida de Jesús. Él llega a la conclusión que hemos de elegir entre la cronología de los Sinópticos y la de Juan, demostrando que, ateniéndonos al conjunto de las fuentes, la decisión debe ser en favor de Juan.

Juan tiene razón: en el momento del proceso de Jesús ante Pilato las autoridades judías aún no habían comido la Pascua, y por eso debían mantenerse todavía cultualmente puras. Él tiene razón: la crucifixión no tuvo lugar el día de la fiesta, sino la víspera. Esto significa que Jesús
murió a la hora en que se sacrificaban en el templo los corderos pascuales. Que los cristianos vieran después en esto algo más que una mera casualidad, que reconocieran a Jesús como el verdadero Cordero y que precisamente por eso consideraran que el rito de los corderos había
llegado a su verdadero significado, todo esto es simplemente normal. Pero queda en pie la pregunta: ¿Por qué entonces los Sinópticos han hablado de una cena de Pascua? ¿Sobre qué se basa esta línea de la tradición? Una respuesta realmente convincente a esta pregunta ni siquiera Meier la puede dar. No obstante, lo intenta —al igual que otros muchos exegetas— por medio de la crítica redaccional y literaria. Trata de demostrar que los pasajes de Mc 14,1 y 14,12-16 —los únicos en los que Marcos habla de la Pascua— habrían sido añadidos más tarde. En el propio y verdadero relato de la Última Cena no se habría mencionado la Pascua.

Esta propuesta —por más que la sostengan muchos nombres importantes— es artificial. Pero sigue siendo justa la indicación de Meier de que en la narración de la Última Cena como tal el rito pascual aparece en los Sinópticos tan poco como en Juan. Así, aunque sea con alguna reserva, se puede aceptar esta afirmación: «El conjunto de la tradición joánica... está totalmente de acuerdo con la que proviene de los Sinópticos por lo que se refiere al carácter de la Cena, que no corresponde a la Pascua» (A Marginal Jew, I, p. 398).

Pero, entonces, ¿qué fue realmente la Última Cenade Jesús? Y, ¿cómo se ha llegado a la idea, sin duda muy antigua, de su carácter pascual? La respuesta de Meier es sorprendentemente simple y en muchos aspectos convincente. Jesús era consciente de su muerte inminente. Sabía que ya no podría comer la Pascua. En esta clara toma de conciencia invita a los suyos a una Última Cena particular, una cena que no obedecía a ningún determinado rito judío, sino que era su despedida, en la cual daba algo nuevo, se entregaba a sí mismo como el verdadero Cordero, instituyendo así su Pascua.

En todos los Evangelios sinópticos la profecía de Jesús de su muerte y resurrección forma parte de esta cena. En Lucas adopta un tono particularmente solemne y misterioso: «He deseado ardientemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios» (22,15s). Estas palabras siguen siendo equívocas: pueden significar que Jesús, por una última vez, come la Pascua acostumbrada con sus discípulos. Pero pueden significar también que ya no la come más, sino que se encamina hacia la nueva Pascua.

Una cosa resulta evidente en toda la tradición: la esencia de esta cena de despedida no era la antigua Pascua, sino la novedad que Jesús ha realizado en este contexto. Aunque este convite de Jesús con los Doce no haya sido una cena de Pascua según las prescripciones rituales del judaísmo, se ha puesto de relieve claramente en retrospectiva su conexión interna con la muerte y resurrección de Jesús: era la Pascua de Jesús. Y, en este sentido, É1 ha celebrado la Pascua y no la ha celebrado: no se podían practicar los ritos antiguos; cuando llegó el momento para ello Jesús ya había muerto. Pero Él se había entregado a sí mismo, y así había celebrado verdaderamente la Pascua con aquellos ritos. De esta manera no se negaba lo antiguo, sino que lo antiguo adquiría su sentido pleno.

El primer testimonio de esta visión unificadora de lo nuevo y lo antiguo, que da la nueva interpretación de la Ultima Cena de Jesús en relación con la Pascua en el contexto de su muerte y resurrección, se encuentra en Pablo, en 1 Corintios 5,7:«Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo» (cf. Meier, A Marginal Jew, I, p. 429s). Como en Marcos 14,1, la Pascua sigue aquí al primer día de los Ácimos, pero el sentido del rito de entonces se transforma en un sentido cristológico y existencial. Ahora, los «ácimos» han de ser los cristianos mismos, liberados de la levadura del pecado. El cordero inmolado, sin embargo, es Cristo. En este sentido, Pablo concuerda perfectamente con la descripción joánica de los acontecimientos. Para él, la muerte y resurrección de Cristo se han convertido así en la Pascua que perdura. Podemos entender con todo esto cómo la Última Cena de Jesús, que no sólo era un anuncio, sino que incluía en los dones eucarísticos también una anticipación de la cruz y la resurrección, fuera considerada muy pronto como Pascua, su Pascua. Y lo era verdaderamente.

 

La Última Cena fue el Martes, no el Jueves Santo (Ariel Álvarez 1)

 

Blog de Xabier Pikaza, 19.04.11

 

El último post, con la discusión del Papa sobre la fecha y carácter de la Última Cena, ha tenido muchísimos lectores, lo que significa que el tema importa. El Papa había dicho (Jesús de Nazaret I, 18) que, más allá de la investigación histórica, siempre falible, el Jesús “real” es el Jesús de los evangelios. Pues bien, en su nuevo volumen (Jesús de Nazaret II), el mismo Papa ha tenido que acudir a la investigación exegética para determinar dónde está y quién es el Jesús real, porque los evangelios tienen opiniones diferentes (y se oponen o complementan).

El caso más visible de esa oposición es la fecha y carácter de la Última Cena, que se ha dicho siempre que fue en Jueves, y que fue Cena de Pascua. Después de una larga discusión con la señora A. Jaubert (quien sostenía hace tiempo que la Cena fue el Martes Santo), el Papa se inclina a pensar que fue el Jueves, aunque no tuvo carácter de Pascua. Muchos me han rogado que precise el tema, y le he pedido a A. Álvarez que tenga la amabilidad de hacerlo, y así lo ha hecho, en el trabajo que sigue, que he dividido en dos partes: Hoy la fecha de la Cena (que fue el martes); mañana el “iter” del juicio y pasión de Jesús.

 

Sigue introducción de X. Pikaza

 

Lo anterior significa que, al menos en algún sentido, el Papa ha tenido que dar marcha atrás, aceptando la opinión de gran parte de la exégesis protestante y católica desde hace varios decenios y afirmando que al Jesús real de los evangelios se llega a través de la investigación histórica, que es siempre (o, al menos en muchos casos) bastante hipotética. En esa línea, basándose en la diferencia entre los evangelios, y acudiendo a la crítica histórica, el Papa afirma, con Juan (en contra de Mt y Mc) que la Última Cena de Jesús no fue pascual, con lo que ha levantado la protesta de los ultra-católico (ultra-montanos, más papistas que él mismo).

En su estudio de la fecha de la Última Cena, el Papa expone, de un modo minucioso y muy cercano la hipótesis de A. Jaubert (La Date de la Cène: Calendrier Biblique et Liturgie Chrétienne, Études Bibliques, J. Gabalda, Paris 1957), y lo hace de tal forma que el lector tiene la impresión de que también él la defenderá, diciendo que su Cena se celebró el Martes Santo, como parecían hacer algunos esenios… Pero, al fin de su discurso, dando quizá una pirueta, con la ayuda de J. Meier, el Papa se decanta por la hipótesis de Juan, diciendo que la Cena fue el Jueves, pero sin ser Cena Pascual. De esa forma ha mostrado que el Jesús Real es el de los evangelios...., pero es un Jesús que ha de ser estudiado con la lupa de la crítica histórica, que ofrece pistas y caminos (pero no respuestas dogmáticas).

Así lo han seguido, en mi último post, miles de lectores, de los cuales, unos cuantos me han preguntado y pedido precisiones. Pues bien, como éste es un campo que exige un estudiado especializado, aunque tengo algunas ideas (y estudié en su tiempo con pasión el tema), le he pedido a mi amigo A. Álvarez Valdés que nos lo explique, pues él quien más sabe de esto entre nosotros.

Amablemente, Ariel me ha respondido con un precioso trabajo que voy a publicar hoy (en su primera mitad) y mañana en la siguiente. Ariel A. Valdés afirma dos cosas.

 

(a) Que la Última Cena fue pascual, pero se celebró el Martes Santo (en la línea de la hipótesis de A. Jaubert, que el Papa expone con detalle, para luego no aceptarla).

 

(b) Que el juicio de Jesús fue más largo de lo que suponen los evangelios actuales, durando tres días, como indicaré mañana.

 

Ariel publicó su trabajo el año 1994, cuando casi nadie entre nosotros se ocupaba del problema… Tiene la ventaja de la claridad y expone una hipótesis que es, al menos, tan verosímil como la del Papa, con la ventaja de que defiende el carácter pascual de la Última Cena de Jesús.

Gracias, Ariel, por permitirme publicar tu trabajo. Mis lectores (que son los tuyos, y los del libro del Papa) te lo agradecerán, viendo que en este campo eres más “ortodoxo” que el mismo Papa (pues defiendes el carácter pascual de la Cena de Jesús). Quiero añadir que el trabajo de Ariel, notable por su claridad, va en la línea del de A. Jaubert, pero aporta precisiones y aclaraciones que son muy importantes

 

La Fecha de la Última Cena I (Ariel Álvarez Valdés)

 

La postura de san Juan

 

El jueves santo, todos los católicos del mundo celebran la última cena de Jesús, durante la cual instituyó la eucaristía, lavó los pies a sus discípulos, y nos dejó el mandamiento del amor al prójimo. Al día siguiente, a las 3 de la tarde, moría clavado en una cruz.

¿Pero esa cena realmente tuvo lugar un jueves? Para poder plantear el problema, conviene tener presente una característica de la cultura judía. Mientras para nosotros, el día comienza a la medianoche, es decir, a la hora cero, para los judíos el día comienza la tarde anterior, alrededor de las 5. Es decir, el lunes comienza el domingo a la tarde, el martes comienza el lunes a la tarde, y así sucesivamente.

Ahora bien, según el Evangelio de Juan, el año en que murió Jesús la Pascua cayó en sábado (Jn 19,31); por lo tanto, había que comer el cordero pascual la tarde anterior, es decir, el viernes. Pero como Jesús iba a estar muerto ese viernes a las 3 de la tarde, y no llegaría a cenar con sus discípulos, la adelantó para el jueves. Por eso san Juan dice que Jesús celebró la última cena “antes de la fiesta de la Pascua” (Jn 13,1), es decir, el jueves por la noche. De ahí que también los cristianos celebremos el jueves como día de la última cena.

 

El disenso de los otros tres

 

Pero el problema se plantea cuando vemos que los otros tres Evangelios, aunque coinciden con Juan en que Jesús murió un viernes a las 3 de la tarde (Mt 27,62; Mc 15,42; Lc 23,54), afirman que Jesús no adelantó la cena, sino que cenó el mismo día de Pascua.

Así, Mateo y Marcos dicen que cenaron “el primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual” (Mt 26,17; Mc 14,12). Los “ázimos” era el primero de los siete días que duraba la pascua, y por lo tanto, el viernes a la noche. Lucas, más explícito, aclara que Jesús se sentó a cenar en “la fiesta de los ázimos, llamada Pascua” (Lc 22,1.7.14).

O sea que mientras para Juan, la última cena fue antes de la Pascua (el jueves), para los sinópticos fue el mismo día de Pascua (el viernes). ¿Cuál de las dos versiones sería la verdadera?

 

La solución: Qumrán

 

A lo largo de los siglos se han propuesto distintas soluciones, sin que llegara a convencer ninguna. Pero en 1947 fueron descubiertos los manuscritos del Mar Muerto, en Qumrán, y con ellos apareció una nueva solución, que parece arrojar nuevas luces a este acertijo.

¿Qué son los manuscritos del Mar Muerto? Formaban parte de una vieja biblioteca del s.I a. C, perteneciente a una secta judía llamada de los esenios. Entre los numerosos libros allí encontrados, se hallaron dos (el Libro de los Jubileos, y el Libro de Henoc), que revelaron que en tiempos de Jesús no había uno sino dos calendarios distintos en uso. El primero, llamado “solar” (porque se basaba en el curso del sol), estaba dividido en 12 meses, 8 de 30 días y 4 de 31, con un total de 364 días. Como este calendario tenía 52 semanas justas, todos los años eran iguales, es decir, siempre comenzaba el mismo día de la semana (el miércoles), y todas las fiestas importantes también caían el mismo día (miércoles).

¿Por qué el calendario solar daba tanta importancia al miércoles? Porque según el Génesis cuando Dios creó el mundo, fue el cuarto día, es decir, el miércoles, cuando hizo al sol, la luna y las estrellas, que son los astros que rigen el calendario. Por ello, es a partir del miércoles que se debe comenzar a contar el curso del tiempo.

Este calendario parece haber sido utilizado por los judíos en los primeros tiempos. En efecto, algunos libros del Antiguo Testamento, como el Pentateuco o Ezequiel, muestran que ciertas fechas, ciertos datos cronológicos, la fiesta de Pascua (que siempre caía en miércoles), y otras celebraciones, se regían según este calendario solar.

 

El cambio de calendario

 

En el siglo II a.C., se produjo un cambio en el calendario. Por influencia de la cultura griega, los dirigentes israelitas adoptaron el llamado calendario “lunar”, basado justamente en las fases de la luna. Éste tenía la ventaja de que todos los meses comenzaban con la luna nueva, lo cual permitía que las fiestas religiosas pudieran celebrarse según las fases de la luna. Así, por ejemplo, la Pascua coincidía con la luna llena. Pero tenía una desventaja: las fiestas ya no caían siempre en miércoles, sino que podían caer en cualquier día de la semana.

Debido a la practicidad de esta nueva manera de contar el tiempo, y a que era el calendario que estaba en uso internacionalmente, poco a poco se fue imponiendo en Palestina. Pero no todos lo aceptaron. Los círculos sacerdotales (que escribieron las tradiciones antiguas de los Patriarcas en el Pentateuco) prefirieron seguir con el solar, sobre todo en la liturgia. También algunos grupos judíos más conservadores, y los estratos más populares, mantuvieron el antiguo calendario.

Sabemos por ejemplo que un sector de los judíos (los esenios de Qumrán) se negó a aceptar el nuevo cómputo, considerándolo una alteración a la Ley de Moisés. Por eso los libros mencionados (el Libro de los Jubileos y el Libro de Henoc) ordenaban preservar el calendario primitivo. Lo mismo se lee en otra obra, llamada el Manual de Disciplina, también hallada en Qumrán, que dice: “Que no se salga ni un paso fuera de lo que la Palabra de Dios dice de sus tiempos. Que no se avancen sus fechas ni se retrase ninguna de sus fiestas”.

 

Los dos tenían razón

 

Al parecer, pues, en tiempos de Jesús estaban en vigencia los dos calendarios. El solar (más antiguo) en los estratos más populares, y en el que la fiesta de Pascua caía siempre en miércoles (es decir, el martes a la noche). Y el lunar, utilizado por el sacerdocio oficial y las clases más elevadas, en el que la fiesta de Pascua podía caer cualquier día de la semana. El año de la muerte de Jesús cayó en sábado, no en miércoles.

Ahora bien, si suponemos que Jesús con sus discípulos celebró la última cena según el calendario más antiguo (es decir, el martes por la noche), día en que lo hacía también el pueblo más simple, entonces desaparecen las contradicciones de los Evangelios. En efecto, cuando los sinópticos afirman que Jesús celebró la cena “el mismo día de Pascua”, se refieren al calendario antiguo, mientras que cuando san Juan dice que cenó “antes de la Pascua”, alude el calendario oficial.

 

Una Pasión de tres días (miércoles-jueves-viernes), no de uno solo (con A. Álvarez II)

 

Blog de Xabier Pikaza, 20.04.11

 

Conforme a la visión tradicional (fundada en Mc 14-15), la Pasión de Jesús duró sólo un día exacto, que se dividía, según los judíos, en tres vigilias/velas nocturnas (de cuatro horas actuales cada una) y en cuatro horas diurnas (de tres horas cada una):

A la puesta del sol (empezado el viernes judío) se reunieron para la Cena.
– Primera vigilia de la noche (de seis a diez), cena pascual (o no pascual, como dice el Papa Benedicto XVI)
– Segunda vigilia (de diez a dos de la madrugada), Oración del huerto, con traición de Judas
– Tercera vigilia (de dos a seis), juicio informal en casa de Caifás, con negación de Pedro
– Hora prima (de seis a nueve), juicio rápido ante el Sanedrín y condena de Pilato
– Hora tercia (en torno a las nueve), crucifixión
– Hora sexta (en torno a las doce), oscuridad de muerte
– Hora nona (en torno a las tres de la tarde) gran grito de Jesús y muerte
– Opsías (Mc 15,42)… Entre la hora nona y la puesta de sol (de tres a seis de la tarde): bajaron a Jesús de la cruz, le envolvieron en el lienzo y le enterraron, según ley, de forma que cuando el sol se metía volvieron los sepultureros con José de A. a su labores pascuales, las mujeres amigas de Jesús a su llanto.

Ésta es la interpretación tradicional, siguiendo el calendario litúrgico de Mc 15-16; pero han sido muchos los lectores e investigadores que han pensado que se trata de un horario simbólico, muy apretado. Que no pueden meterse en ese horario tantas cosas como pasaron, especialmente si se piensa que es histórico el juicio de Herodes (según Lucas): de Pilato a Herodes, de Herodes a Pilato… Por eso han buscado otras posibilidades, como veremos con la ayuda de Ariel Álvarez en lo que sigue.

 

Tema actual, un profesor de física de Cambridge cuenta las horas.

 

Ha salido ayer en la presa de varios países, como amablemente nos indicaba Burbu, y como me ha comunicado A. Ropero (¡Gracias, Alfonso):

«Tu post sobre la Última Cena no ha podido ser más oportuno, ese mismo lunes The Times reseñaba un libro sobre el mismo tema y con las mismas conclusiones. El enfoque es distinto al de Ariel Álvarez y de menos enjundia teológica e histórica, pero parece interesante. En cualquier caso, te envío la noticia de su publicación y celebro tu aguda visión para los temas actuales del cristianismo».

La nota, publicada en la edición impresa de El Mundo (19, IV, 11), era más extensa, según creo recordar, pues apenas tuve tiempo de leerla con cuidado. La edición virtual la recoge así:

La Última Cena fue un miércoles y no un jueves, según un experto británico

La Última Cena que compartió Jesucristo con sus 12 apóstoles en la noche del Jueves Santo tuvo lugar en realidad un miércoles, según afirma un experto británico en un libro publicado por la Universidad de Cambridge.
"He descubierto que la 'Última Cena" tuvo lugar el miércoles 1 de abril del año 33", declaró al diario The Times de este lunes el profesor Colin Humphreys, de la Universidad de Cambridge.
En un libro titulado "The Mystery of the Last Supper" ("El misterio de la última cena"), el universitario trata de aportar su granito de arena a un tema que divide a teólogos e historiadores.
"Ese es el problema: los expertos en la Biblia y los cristianos creen que la Última Cena comenzó tras la puesta de sol del jueves y la crucifixión se llevó a cabo al día siguiente hacia las 09h00. Los juicios de Jesús se produjeron en varias zonas de Jerusalén. Los expertos recorrieron la ciudad con un cronómetro para ver cómo se podían producir todos los acontecimientos entre el jueves por la noche y el viernes por la mañana: la mayoría concluyó que era imposible", subrayó el profesor, según extractos de su libro.
Los discípulos Mateo, Marcos y Lucas dicen que la Última Cena fue una comida pascual, mientras que Juan afirma que tuvo lugar antes de la Pascua judía. "La solución que he encontrado es que tienen todos razón pero que se refieren a dos calendarios diferentes", explica el universitario. Reconciliando los dos calendarios, el profesor concluye que la Última Cena se celebró en realidad la víspera del "Jueves Santo".

El libro está publicado en la Cambridge Univ. Press (Marzo 2011), una de las más prestigiosas del mundo científico. El autor es profesor de Física Experimental, uno de los más importantes del mundo, pero no es exegeta, y quizá sus datos (igual que le pasaba a los datos bíblicos de su genial colega Newton) deben ser revisados (y confirmados, si fuere preciso) desde la exégesis, y eso lo haré ofreciendo a mis lectores la segunda parte del trabajo de Ariel Álvarez, que ayer publiqué.

Sólo quiero recordar una vez más que el “martes tarde/noche” es ya bíblicamente miércoles… que, sea como fuere, en la opinión tradicional, la Última Cena tuvo ya lugar el Viernes Santo (y no el Jueves), como solemos decir hoy.

 

Lo que sigue es tuyo, Ariel. Gracias por todo. Imposible que entrara todo

 

Si suponemos, pues, que Jesús celebró la última cena el martes por la noche, y que esa misma noche fue apresado por las autoridades, se solucionan también otras dificultades, admitidas por los estudiosos. Una de ellas es la cantidad de episodios vividos por Jesús en tan pocas horas. Porque si, como tradicionalmente pensamos, la última cena fue el jueves y la crucifixión el viernes, tenemos apenas 15 horas para colocar todos los acontecimientos de la pasión de Jesús, que son muchos.

En efecto, después de su arresto en el huerto de Getsemaní, Jesús fue llevado a casa de Anás, el ex sumo Sacerdote, donde tuvo lugar el primer interrogatorio (Jn 18,12).

Luego lo condujeron a la casa de Caifás, sumo sacerdote de turno (Jn 18,14). Allí esperaron a que reuniera el Sanedrín, tribunal supremo de justicia de los judíos, integrado por los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas (Mc 14,53).

Durante la sesión intentaron conseguir testigos falsos para acusar a Jesús, lo cual les resultó trabajoso porque los que encontraban no se ponían de acuerdo (Mc 14,55-59).

A continuación lo humillaron con golpes, escupitajos y burlas (Mc 14,65). Al amanecer se reunió por segunda vez el Sanedrín con sus 71 miembros (Mc 15,1) y decidieron condenarlo a muerte.

 

El largo proceso romano

 

Pero las cosas no terminaron ahí. Después del proceso religioso llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador civil (Lc 23,1). La sesión debió de durar bastante. Hubo primero una reunión de los judíos con el Prefecto romano, donde le presentaron las acusaciones. Siguió un interrogatorio privado a Jesús, con la posterior declaración de inocencia de Pilato, y nuevas y repetidas acusaciones por parte de los judíos.

Pilato, para desentenderse del acusado, al que juzgaba inocente, decidió remitirlo a Herodes Antipas, gobernante de la Galilea, ya que Jesús por ser galileo pertenecía a su jurisdicción (Lc 23,7). También este encuentro debió de llevar tiempo, pues el Evangelio afirma que Herodes le hizo muchas preguntas (Lc 23,9). Finalmente lo devolvió otra vez a Pilato (Lc 23,11).

El gobernador, entonces, volvió a reunir a los sumos sacerdotes, magistrados y todo el pueblo. Luego de conversar otra vez con Jesús, decide someter a la opinión popular la liberación de Barrabás o de Jesús. Ante la insistencia de la gente, Pilato acepta soltar a Barrabás (Mt 27,11-25). Siguió el rito de la flagelación, la coronación de espinas, los últimos intentos de Pilato de liberar a Jesús, y finalmente la sentencia y la lenta caminata hasta el calvario (Mt 27,27-31).

Y todo ello, entre la noche del jueves y el mediodía del viernes.

 

La nueva distribución

 

Resulta imposible colocar en tan breve tiempo todos estos sucesos. En cambio con la nueva fecha de la última cena todo se distribuye mucho mejor, de la siguiente manera:

Martes: por la noche Jesús celebra la Pascua. Luego va al monte de los Olivos a orar, donde es apresado y llevado ante el sumo sacerdote.

Miércoles: por la mañana, tiene lugar la primera sesión del Sanedrín, que escucha a los testigos. Por la noche, Jesús la pasa en la cárcel de los judíos.

Jueves: por la mañana, delibera por segunda vez el Sanedrín y condena a muerte a Jesús. Inmediatamente es llevado ante Pilato, quien lo interroga y lo envía a Herodes. Esa noche, Jesús la pasa en la cárcel de los romanos.

Viernes: por la mañana Pilato recibe por segunda vez a Jesús. Lo hace flagelar, lo corona de espinas, pronuncia la sentencia, y lo manda a crucificar. A las 3 de la tarde, muere en la cruz.

 

Un juicio según la Ley

 

Hay una tercera ventaja que favorece la nueva hipótesis de la última cena de Jesús en martes. Basándonos en la Mishná, (el libro sagrado de los judíos, que recoge la legislación complementaria del Antiguo Testamento), se habría violado una serie de leyes durante el juicio a Jesús, si es que nos atenemos a la fecha tradicional de la cena.

Efectivamente, la legislación judía ordenaba que todo juicio debía llevarse a cabo durante el día. Si la cena de Jesús fue el jueves, debemos suponer que el Sanedrín sesionó inmediatamente después, y por lo tanto durante la noche, lo cual habría sido ilegal. Por otra parte, resulta improbable que los sanedritas y los testigos estuvieran reunidos a esa hora para deliberar, sin tener la certeza de que Jesús sería apresado. En cambio si la cena fue el martes por la noche, podemos suponer que las sesiones tuvieron lugar en la mañana del miércoles y jueves.

Sabemos además por la Mishná que estaba prohibido condenar a muerte a un reo en víspera del sábado o de fiesta. Si seguimos el cómputo tradicional, Jesús habría sido condenado a muerte por el Sanedrín el viernes por la mañana, víspera de sábado y de fiesta de Pascua. En cambio con la nueva teoría, Jesús sería condenado a muerte el jueves por la mañana, cuando aún faltaba un día y medio para la Pascua y el sábado.

También ordenaba la Ley judía que no se condenara a muerte a nadie dentro de las 24 horas de su arresto, para evitar que en la decisión pesaran aún los ánimos caldeados. Según la cronología breve, Jesús fue condenado a muerte a las pocas horas de ser apresado. En cambio con la cronología larga, sería arrestado el martes por la noche y condenado el jueves por la mañana, en el plazo estipulado por la ley.

Dado el respeto reverencial que los judíos tenían por sus normas, es improbable que, en el juicio a Jesús, se transgrediera de un modo tan grosero las leyes, que por otra parte ellos mismos procuraban defender.

 

El silencio de los días

 

Otros detalles menores también quedan más claros si sostenemos que la última cena tuvo lugar el martes, y que Jesús murió el viernes.

Por ejemplo, los Evangelios narran paso a paso los últimos días de Jesús hasta el martes por la noche. Pero del miércoles y jueves no dicen una palabra. Este misterioso silencio llevó a pensar que Jesús habría pasado esos días en privado con sus discípulos. Ahora sabemos que estuvo en la cárcel, como parte de su larga pasión.

 

 

 

Lo apoya la tradición

 

Finalmente, una buena confirmación de esta hipótesis de la última cena la encontramos en el testimonio de la Iglesia primitiva. Así, una obra antigua del siglo III, llamado Didascalia de los Apóstoles, nos informa: “Después de haber comido la Pascua el martes por la tarde, nosotros (los apóstoles) fuimos al monte de los Olivos, y por la noche apresaron al Señor. Al día siguiente, que es el miércoles, permaneció El custodiado en la casa del sumo sacerdote” (5,14).

También Victorino de Pettau, Obispo de Estiria, fallecido hacia el 304, dejó un escrito donde dice: “Cristo fue apresado el cuarto día (martes por la tarde, miércoles para los judíos). Por su cautividad ayunamos el miércoles. Por su Pasión ayunamos el viernes”

Otro Obispo, Epifanio de Salamina, en Chipre, que murió en el 403, escribió: “Cuando comenzaba el miércoles (martes por la noche) el Señor fue apresado, y el viernes crucificado”.

Ya la Didajé, un libro del siglo I, conocía esta tradición, y recomendaba: “Vosotros ayunad el miércoles y el viernes” (VIII 1).

Hay, pues una antiquísima costumbre, desde el siglo I, que parece apoyar la hipótesis de la Cena pascual el martes por la tarde.

 

Fiel hasta el final

 

La Iglesia, siguiendo al Evangelio de san Juan, siempre recordó como día de la última cena el Jueves Santo. Con la nueva hipótesis del martes, ¿habrá que cambiar la liturgia de la Semana Santa? Claro que no. La liturgia, en la Iglesia, tiene una finalidad pedagógica, no histórica. Y así como celebramos el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, aún cuando sabemos que esa fecha no es históricamente cierta, podemos seguir celebrando la última cena el jueves, pues de lo que se trata es de obtener un provecho espiritual.

Pero lo que si conviene tener en cuenta, es que la pasión de Cristo fue mucho más larga de lo que comúnmente pensamos. No duró unas pocas horas sino varios días, lo cual confirma que su muerte no fue el desenlace abrupto de una turba exaltada e irracional que en un breve lapso decidió su fin, sino la resolución premeditada y consentida de las autoridades judías, romanas y el pueblo todo.

Aparece, así, la pasión de Cristo con contornos mucho más dramáticos y pavorosos de lo que estábamos habituados a meditar. Pero aparece también con mayor claridad su inexorable voluntad de seguir hasta el fin, no obstante los penosos cuatro días de tormento en los que buscaron quebrantar su resistencia. Jesús no fue fiel por unas pocas horas, sino todo el tiempo que duró su pasión. Nosotros, sus discípulos, no debemos contentarnos con ser fieles un corto tiempo. Debemos serlo todo el tiempo que dure la lucha que la vida nos impone.

 

Padre Zé

Tiradentes y José Comblin “o padre Zé”

Padre SJ José Comblin

 

En Pará, Brasil fue sepultado el padre Joseph Comblin. En medio de las tormentas cuyos rayos y relámpagos alcanzan los cimientos milenarios de la Iglesia Católica, al “padre Zé” se le ocurre partir. Y esto de que se le “ocurre” no es una blasfemia sino la íntima convicción que el espíritu nos lleva más allá de estas dimensiones cuando él quiere y no cuando la razón lo indica.

Vuelvo de una sesión de clases en la Universidad y justamente allí pude bromear con mi compinche: “¡muy buena tu clase!” le dije al Tiradentes, cuyo apodo se lo impuse años atrás cuando sus encendidos escritos circulaban entre el cucarachero político chileno.

Tiradentes tiene un gran peso específico en mi vida brasileña. Eso, porque tengo varias vidas paralelas y distintas nacionalidades, todas ellas centradas en estas Américas de las cuales me quedan poco lugares por conocer y mucho por admirar.

Joaquín José da Silva Xavier, o Tiradentes, fue un leonino como yo, nacido en Minas Gerais, en 1746  y murió en Río de Janeiro el 21 de abril de 1792. Fue un odontólogo, militar, minero, precursor de la Independencia brasileña y supuestamente, el único responsable de la Conspiración Minera, alimentada con unas extrañas y deprimentes Cartas Chilenas que hablan de un “reyno” gobernado por un gaznápiro.

Lo anterior me valía para adjudicarle a mi “pana”, amigo, confidente, cómplice, el apodo de Tiradentes. Reconozco que se deprime un poco cuando le digo que los restos del héroe minero fueron esparcidos – a groso modo – entre Río de Janeiro y Sao Paulo. Pero es una depresión tan leve que jamás le quita el entusiasmo por escribir sus injundios y sustentar con vehemencia sus decires preclaros y bien fundamentados.

Repito, volvía de esos conciertos al espíritu y a la razón que son los cursos de Tiradentes – aunque creo que suenan a una sinfonía demasiado exquisita a los palurdos oídos de los juveniles oyentes – cuando encuentro un texto enviado desde Brasil y que relata los últimos días del sacerdote belga en el estado de Pará.

Desde Barra, Mónica María Muggler escribe a sus miles de seguidores en varios puntos del planeta que aquel domingo, Comblin  se levantó en la  mañana del día 27, se afeitó, se bañó, se vistió, se tomó el remedio, se colocó el reloj y, en este día, un abrigo… Diariamente el mismo ritual. Hospedado en un departamento en la sacristía de la capilla del Rincón de la Transfiguración, – (comunidad querida de apoyo en Salvador, donde vive Gisa y una comunidad de laicas consagradas ) – abrió las dos puertas cerradas con llave de paso para la capilla y  el jardín. Luego retornó… ¿Sería un malestar?

Quien lo vio, del otro lado del jardín, luego fue a verlo con un paraguas, pues lloviznaba finamente.  Llamó… otra vez… silencio. Se adentró hasta el cuarto y ahí estaba nuestro amigo sentado en la cama inerte. Su cardiólogo vino a constatar: fibrilación auricular (que provocó una embolia cerebral), muerte instantánea.

Más allá de la gracia de una muerte rápida, quería también morir en actividad… así quedó, sentado… y quería morir en casa…  – partió de ese rincón tan acogedor.

Hace muchos años, oí por casualidad la versión chilena de un extraño sacerdote belga afincado algunos meses por año en Talca, donde se encerraba a escribir varios tomos de lo que llamaba la Teología de la Liberación, Para muchos, se trataba simplemente de otro cura más que había caído en el delirio de intentar inclinar a la Iglesia hacia la defensa de los pobres y – como era corriente en esos años – sólo podría ser marxista.

Pasaron otros tantos años hasta que, de paso por Chile, me invitan a una reunión en un departamento del entonces conspicuo Providencia. Allí éramos una veintena de oyentes que queríamos oír de los labios de aquel septuagenario sacerdote, sonriente y rubicundo, los caminos potenciales de aquella milenaria organización afincada en el Vaticano.

Cada uno hizo sus preguntas y finalmente encontré el momento para hacer la mía:

-       Padre, ¿es verdad que usted denomina a su obra Teología de la Liberación en contraposición a lo que se podía llamar en aquellos años, la teología de la revolución?

Sonrió con picardía y entabló un diálogo que a ambos nos marginó temporalmente del auditorio hasta que me puse impaciente:

-       Respóndame… llevo muchos años elaborando una bandera que creo, es suya… ¿Es verdad que usted no cree en revoluciones del siglo XX y que la última fue la Revolución Francesa?

Ahí, Comblain no aguantó la carcajada mientras yo expectante, aguardaba la frase clave (tenía que decirla sino, había fundamentado mi vida en una ilusión intelectual)

Tuve que ir directo al grano y le recordé: “¿acaso usted no dijo que revolución es aquello que amplía nuestros techos de libertad?”

Con un suspiro de alivio – creo que de ambas partes – concordamos alegremente y nos sentimos absolutamente cómplices, hasta en las reuniones siguientes, antes de regresar a su pobre Pará.

Cuando el asombro se convierte en ira y repulsión hacia algunos miembros de la curia alrededor del mundo, parece que basta como colofón de esta historia las palabras de Mónica María:

 

“Ud. Tuvo el don maravilloso de reunir en una gran familia a todos los que sueñan con una Iglesia más humana, más presente, más amante y fiel a Jesús, fiel a su Evangelio”.

 

 

 

Una carta sentida en homenaje al Padre Comblin:

 



Mis queridos amigos,

Mis queridas amigas

 

Desde el dia 27/3, yo me permiti ser María. María a los pies del maestro JESUS que me habló intensamente.

Habló a través de los misterios dolorosos y gloriosos vividos.

Habló a través de la presencia de tantos que vinieron de los cuatro rincones a celebrar la ressurrección de nuestro amigo José Comblin.

Habló a través del abrazo, del apretón de mano, de las lágrimas silenciosas, de la solidariedad entre todos los que nos sentimos hermanados en la orfandad.

Habló a través de los mensajes y testimonios tan diversos y genuinos retratando la grandiosidad de nuestro profeta.

Habló en fin a través de la vida tan completa de nuestro amigo que pude acompañar por tantos años.

 

El Maestro fue revelando los hechos, como lo había hecho pacientemente con los discípulos en el camino de Emaús, hasta que reconocieran al Ressuscitado! De ahí voy sacando las fuerzas para proseguir en el camino de Jesús.

 

Es con el corazón repleto de GRATITUD que hago estas líneas. Gratitud por nuestro querido José Comblin - el padre Zé - por todo lo que él fue y significa para nosotros.

 

Gratitud también por cada uno, por todos ustedes que tan cariñosamente se expresaron de muchas formas, de todos los rincones, presentes en las más diversas fases de nuestras historias. Tantos mensajes tan bellos, tan lindos, que se derramaron del corazón. Rayos de Luz para suavizar la noche y para apuntar el rumbo, como la estrella de Belén. Ciertamente él quiere hacer nos ver el camino. Por eso envía su luz!

 

Él partió para a su Gran Viaje, como él acostumbraba a decir. Tres dias antes comentaba conmigo: - Creo que Dios se olvidó de mí... por la primera vez sentí que deseaba partir. Le pregunté, a lo que él respondió: no me siento más de este mundo. En los últimos dias tenía prisa para hacer todo, organizar, responder. Pero el libro... el libro era el gran desafio. Deseaba hacer lo mejor. Trabajó intensamente en la 4ª versión en enero. Ya iba adelantado, cuando el computador escondió y no devolvió más sus escritos. Al principio él se conformó, dijo que era para poder recomenzar mejor... Mas un mes después, el esfuerzo lo desafiaba, se notaba. Su más bella obra quedó inacabada. Será, sí, publicada en el momento oportuno.

 

Él se preparó cuidadosamente para el Gran Viaje. Todos se recordan cuando optó por la diócesis de Barra, tierra de desafíos, sertão (lugar muy alejado de la costa y de los terrenos cultivados) remoto y olvidado, iglesia de los pobres, de los pequeños, de los sin voz, sin oportunidades, sin nada... mas llenos de Dios! Él se justificaba: necesito convertirme, prepararme para el gran viaje. Acogido por el pastor, místico y profeta, que mucho admiró y amó , cada dia José se veía más feliz. "À la sombra de un santo como dom Cappio, yo sólo puedo estar muy bien!"

 

Nuestro amigo vivió su Pascua de modo sereno y rápido como había pedido a Dios.

 

Todos queríamos tanto que él se quedara un poquito más... sólo un poquito...

 

Se levantó en la mañana del dia 27, se afeitó, se bañó, se vistió, se tomó el remedio, se colocó el reloj y, en este dia, un abrigo... Diariamente el mismo ritual. Hospedado en un departamento en la sacristia de la capilla del Rincón de la Transfiguración, - (comunidade querida de apoyo en Salvador, donde vive Gisa y una comunidad de laicas consagradas ) – abrió las dos puertas cerradas con llave de paso para la capilla y el jardín. Luego retornó... Seria un malestar? Quien lo vio, del otro lado del jardín, luego vino con un paraguas, pues lloviznaba finamente. Llamó... otra vez... silencio. Se adentró hasta el cuarto y ahí estaba nuestro amigo sentado en la cama inerte. Su cardiologista vino a constatar: fibrilación auricular (que provocó una embolia cerebral), muerte instantánea. Más allá de la gracia de una muerte rápida, quería también morir en actividad... así quedó, sentado... y quería morir en casa... - partió de ese rincón tan acogedor.

 

No hubo ni tiempo, amigo, para colocar la música que pediste para esta hora definitiva: o coro final de la Pasión según Mateo, de J.S. Bach.

 

El Padre amorosamente lo ACOGIO... oyendo sus deseos. Era domingo, el dia del Señor. El Señor vino, y en el jardín de la vida, cogió la flor más delicada. Nosotros, tomados por sorpresa... no tuvimos prisa, necesitábamos contemplar el mistério que en su elocuencia sólo nos pedia silencio profundo y obediencia. En la hora del crepúsculo Fray Luiz Cáppio nos convidó a celebrar la Eucaristía en la intimidad del cuerpo presente. Él todavía en el estado natural, tan sereno, irradiaba tanta paz y hasta incluso una sonrisa velada en los labios. Parecia oír nuestros testimonios y los cantos de las comunidades.

 

El lunes hicimos el último viaje por tierra – en automóvil como a él tanto le gustaba viajar. Salimos de Salvador rumbo al Santuario de Santa Fé, en el municipio de Solanea, Paraíba, Era ahí que él deseaba fecundar la tierra, junto al modelo de misionero que él tanto difundió, el P. Ibiapina. Él decía: no quiero quedar abandonado, ahí hay siempre gente visitando al padre Ibiapina, así también aprovecharé del movimiento...

 

Movimiento fue toda su vida, incansable.

 

Llegamos en la madrugada del martes: noche oscura, cielo estrellado. En breve la aurora se anunciaría y el dia llegaría. Qué lindo dia! Cuántos reencuentros! El Santuario se preparó para recibirlo. Alimentó y hospedó a tantos peregrinos que vinieron de todas partes para el último adiós. Gracias padre José Floren, gracias Hna. Leticia - cuánta dedicación. También sus hijos e hijas más próximos que llegaron antes para preparar las ceremonias. Ciertamente él se regocijaba de ver a su inmensa familia reuniéndose...

 

Los funerales comenzaron con la lectura de mensajes - durante una hora entera... y no fue suficiente. A las 15.00 la celebración eucarística, presidida por el obispo de Guarabira, Dom Lucena, otros cinco obispos, cerca de 60 padres. Cuando la noche ya nos envolvía, los funerales. Bien al lado del padre maestro Ibiapina.

 

Sí, Ud ya nos contemplaba desde la morada eterna.

 

Vea, José, la multitud de hijos e hijas!. Cuántos acudieron a Sante Fe de todos los lugares, hasta de fuera del Brasil! Obispos, sacerdotes, religiosas, pero, sobre todo el pueblo de los pobres, tantos misioneros y misioneras, los pequeñitos, los preferidos de Jesús -estos mismos que Ud. amó de modo tan tierno.

 

Cuántos se hermanaron en esa hora de todas partes del mundo: de la América Latina amada, de su tierra de origen Bélgica, de los vecinos países europeos, de la América del Norte, hasta de Jerusalén ...Probablemente, de Japón, de las Filipinas y tantos lugares donde sus escritos también llegaron...

 

 

Ud. Tuvo el don maravilloso de REUNIR en una gran familia a todos los que sueñan con una Iglesia más humana, más presente, más amante y fiel a Jesús, fiel a su Evangelio. Como a Ud. le gustaba enseñar, mostrar, develar horizontes ...apuntar al Camino de Jesús. Su aguda mirada penetraba la realidad y nos despertaba del adormecimiento, de la ceguera y de la inercia. Gracias, padre Zé.

 

Sufrimos, sí y mucho! Somos de carne y hueso todavía, y su presencia física, con sus manifestaciones: la sonrisa, la ternura, el abrazo, sus manos tan tiernas y servidoras, su mirada tan trasparente y verdadera, la suavidad y la claridad...y sobre todo, sus palabras -sabias, sinceras, penetrantes, contundentes- nos faltan inmensamente, amigo! Cuánto privilegio tuvimos ! Cultivaremos sí su memoria, no para guardar, sino para repartir.

 

Su ¨PRESENCIA perdura a través de sus gestos que marcaron tantos corazones. Su voz sigue dando eco a través de sus escritos! Sus ejemplos del cotidiano son películas permanentes en la memoria del corazón.

 

Con Ud aprendimos que tener Fe en Jesús no es rendirle un culto. Tener fe en Jesús es entrar en su Camino y perseverar! Aprendemos la lección del amor –única realidad humana que nunca desaparece! Dirigida sobre todo a los pequeñitos y olvidados de la sociedad. El don del Espíritu es el don de AMAR! Ud. lo escribió.

 

* * * *

 

Volví para la diocésis de Barra –nuestra casa- que nos acogió con tanta alegría hace casi dos años. Aquí fui llamada a trillar el camino de Jesús. Quien coloca la mano en el arado y mira para atrás no es digno de mí.

 

Llegué a la Misa del 7° día, celebrada en la Catedral. Una Eucaristía fervorosa y participada, una homilía tan expresiva sobre su vida y presencia, en el ofertorio los símbolos de su sacerdocio y de su misión, al final los mensajes sencillos.

 

Poco a poco voy retomando a la vida como Marta. Ciertamente no faltarán los momentos de ser María. Santa Fé del padre Ibiapina será local de peregrinación. Organizar su legado, su memoria será uno de nuestros trabajos. Dedicarme a las Escuelas Misioneras, principalmente a la más joven en la diócesis de Barra. Contribuir a la animación misionera en el llano Nordestino, vivir entre los pobres y los pequeñitos ... Será la misión!

 

 

GRACIAS hermana mía, GRACIAS hermano mío!

Sigamos hermanados y APRENDICES del Camino de Jesús inspirados por nuestro amigo para siempre José Comblin!

 

Barra, 05 de abril de 2011

M

 

ónica María Muggler

La Vejez y la Juventud Para Jesucristo Según Comblin (Póstumo)

LA VEJEZ A LA ESPERA DEL REINO DE DIOS 1

 

 

José Comblin

 

 

Jesús no fue viejo. No conoció la vejez. Ese hecho fue, incluso, una objeción que le hicieron los judíos: ¿Ni siquiera tienes cincuenta años y viste a Abraham? (Ju 8, 57). En realidad, Jesús suprimió los privilegios de los viejos. En las civilizaciones antiguas, los viejos tenían el privilegio de la sabiduría, que les concedía un gran poder.. En el propio pueblo de Jesús los Ancianos ocupaban un lugar de privilegio, y Jesús muchas veces entró en conflicto con ellos (Mc 11,27; Lc 9,22). En muchas sociedades la dirección correspondía a un Consejo de Ancianos. Con Jesús esta situación privilegiada desaparece. Pues, en la mente de Jesús la prioridad no debe ser dada a los viejos, sino a los niños.

 

El privilegio de los niños

 

“Llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no cambiáis y no os volvéis como los niños, no entrareis en el Reino de los cielos. Aquel, pues, que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los cielos. El que acoge en mi nombre un niño, me acoge a mí mismo” (Mt 18, 2-5)

 

“Dejad a los niños, no impidáis que vengan a mí, pues el Reino de los cielos es para aquellos que son como ellos” (Mt 19,14). Lucas agrega. “En verdad, yo les digo, quien no reciba el Reino de Dios como un niño en él no entrará” (Lc 18,17)

 

“Viendo las cosas prodigiosas que él acababa de hacer y a aquellos niños que gritaban en el templo ¡Viva el hijo de David!, los sumos sacerdotes y los escribas quedaron indignados y le dijeron: Oyes lo que ellos dicen? “ Pero Jesús les dijo: “Si, nunca leyeron este texto: “De la boca de los pequeñitos y de los niños de pecho preparaste tu alabanza?” (Mt 21, 15-16)

 

A Nicodemos, que ya era viejo, Jesús dice: “A menos que nazca de nuevo, nadie puede ver el Reino de Dios”. Nicodemos le dice: “Como un hombre podría nacer siendo viejo? Podría él entrar una segunda vez en el seno de su madre?” (Ju 3,3-4)

 

La razón del privilegio de los niños queda muy clara en los textos citados. Los niños no son privilegiados y colocados como ejemplo en virtud de las cualidades que tendrían. El tema de la inocencia o de la pureza de los niños es un tema moderno que, por otra parte, fue desmentido por todos los estudios científicos objetivos.

 

El privilegio de los niños está en su pequeñez, en su carencia total de poder. Lo que constituye el modelo de los niños es su pequeñez. Para entrar al Reino de Dios como los niños es preciso ser pequeño o tornarse pequeño. Es preciso esperar el Reino de Dios como los niños, esto es, sin poder alguno, de modo puramente receptivo. Nadie puede entrar en el Reino si viene armado de poder. Solamente quien se haya sin poder, podrá entrar.

 

 

El Reino de Dios no es la recompensa de la sabiduría o de los méritos de los viejos: no existe ningún mérito ante el Reino de Dios. Todo es gracia, don gratuito. Los niños esperan sin pretensión como un niño que espera todo porque no saben hacer nada.

 

Semejante a los niños

 

Los viejos deben recibir con particular atención ese mensaje de Jesús. Cuándo comienza la vejez? Cuando la persona comienza a sentir que está perdiendo sus capacidades. Poco a poco los viejos sienten que su salud se hace frágil, que aparecen enfermedades, que la memoria baja y la sensibilidad también. La imaginación se apaga poco a poco, el cuerpo queda debilitado,: la vista disminuye, los oídos se tornaba más sordos, las manos ya no aseguran como antes. El viejo descubre que ya no puede trabajar como antes. Queda cansado, cualquier esfuerzo exige un reposo más largo. Después de un problema de salud, aparece otro. Cuando mejora por un lado se manifiesta otro problema en otro órgano. El anciano ya no es capaz de actuar como antes.

 

Como consecuencia, él pierde prestigio de autoridad en la sociedad y dentro de la propia familia. Las civilizaciones antiguas reservaban la mayor parte del poder a los ancianos, pero esta situación era el resultado de una educación rígida, represiva, que sometía mentalmente los hijos a los padres y estos a los abuelos. Era el resultado de una domesticación mental y física. Esto está desapareciendo y podemos pensar que esta evolución es el resultado de la fermentación de los temas cristianos.

 

Los viejos deben reconocer que están perdiendo sus capacidades. Deben reconocer que no pueden ejercer una autoridad. Por vía de consecuencia ellos pierden la legitimidad del poder. No tiene más el derecho de imponer su voluntad a las generaciones siguientes. Ellos deben retirarse y entregar el poder a las generaciones siguientes, reconociendo su incapacidad.

 

No pueden mentirse a sí mismos procurando convencerse que todavía tienen todas sus capacidades o mentales. Deben reconocer que se debilitaron. No pueden mentir a sus subordinados, obligándolos a afirmar que ellos todavía tienen plena fuerza. Los más jóvenes tampoco pueden mentirles haciéndolos creer que todavía están con pleno vigor, cuando no lo están.

 

Todo sucede como si los viejos volvieran al estado de infancia. Se vuelven cada vez más dependientes de los otros, poco a poco, hasta para las cosas más simples de la vida, necesitan de ayuda. Para muchos esta dependencia constituye una humillación. Algunos se vuelven amargados porque no aceptan lo que está aconteciendo. Otros se revelan, y su rebelión se trasforma en mal humor, se vuelven desagradables para las mismas personas que les prestan ayuda. Sin embargo Jesús muestra el camino.

 

Para los adultos parece difícil aceptar la palabra de Jesús sobre los niños. Ellos sienten orgullo de su fuerza, hacen la experiencia de sus capacidades. Para ellos la palabra de Jesús resulta incomprensible. La condición de los viejos ayuda. Los ancianos pueden sentir en su propio cuerpo y en la mente el regreso a un estado de creciente impotencia. Esta edad depende mucho de las personas y de su estado de salud. Algunos pocos todavía son jóvenes y activos a los 90 años. Un poco más numerosos son los octogenarios todavía en la vida activa. A los 70 años muchos tuvieron que abandonar toda actividad. Otros comienzan a sentir la declinación ya antes.

 

Salvo los casos de muerte repentina, todos pasan por una etapa de disminución de las capacidades, de vuelta a una condición humilde, un verdadero regreso a la condición de niño. Esta situación no debe crear desesperación. Muy por el contrario.

 

Pues ella es una señal de los tiempos, una oportunidad ofrecida para entrar en el espíritu de Jesús y aceptar voluntariamente un regreso al estado de la infancia. Este no puede ser un motivo de tristeza y si de alegría porque es volver al estado privilegiado de Dios, al estado en que el ser humano se torna frágil, humilde, pequeño, sin poder. Muchos lamentan la pérdida del poder, pero es justamente esa pérdida de poder que permite el acceso a la condición de los niños.

 

Es verdad que los niños soportan más fácilmente su estado de dependencia porque saben que ellos van a crecer y adquirir todas las capacidades que admiran en los adultos que cuidan de ellos. Pero los ancianos saben también que al final de la vejez se abre una vida nueva de juventud perpetua. La vejez no es definitiva, es una etapa en el camino al pueblo de Dios. Ella es un paso privilegiado porque une más íntimamente a Jesús.

 

La espera del reino

Jesús dice que es necesario esperar el reino de Dios con la condición de los niños. Los niños esperan recibir. No pueden salvarse por sí mismos. Esperan que la madre o el padre o cualquier otra persona vengan a resolver su problema y a darles la satisfacción que desean. Esta es la disposición necesaria para el reino de Dios. Estamos en la espera. Dios marca los tiempos. Tanto para la etapa final, como para las etapas en la vida presente. No somos los dueños del Reino de Dios. No hacemos lo que queremos, sino aquello que Dios realiza en cada época de la historia.


El viejo también no hace lo que quiere, debe esperar la ayuda de los otros. Aprende a esperar. Esta espera vivida en la vida y cada día constituye la escuela y el aprendizaje de la verdadera y profunda espera, la espera del Reino de Dios. El viejo está cada vez más llamado a vivir de esperanza, en la medida en que hace la experiencia de sus limitaciones.


Así son los viejos que aparecen en el Nuevo Testamento. Es el caso de Simeón. "Era justo y piadoso: esperaba la consolación de Israel" (Lc 2:25). Su justicia y su piedad estaba en esto: - esperaba el Reino de Dios. No se le atribuyen obras admirables. Simplemente espera. Era la mejor cosa que podía hacer. Era lo que lo tornaba modelo digno de ser citado en el Evangelio. En la misma condición estaba la profetisa Ana, muy avanzada en edad.


Hubo un viejo que no buscaba más el Reino de Dios. Era sacerdote y se dedicaba con celo a oficio sacerdotal. Estaba tan compenetrado en su oficio que no esperaba otra cosa. Su nombre era Zacarías. El evangelio dice de él y de su mujer que: “ambos eran justos delante de Dios y seguían todos los mandamientos y observancias del Señor de una manera irreprensible " (Lc 1,6).


Zacarías era irreprensible en las observancias. Sin embargo, cuando vino el ángel Gabriel a anunciarle los caminos del Reino de Dios, no creyó, "no creíste en mis palabras, que se realizarán a su tiempo" (Lc 1,20). El servicio del sacrificio en el templo le ocultó la palabra del Señor. Estaba absorbido por su tarea sagrada y no tenía oídos para la palabra del ángel. Por eso fue castigado. Era un viejo todavía apegado a su oficio, pero cerrado al anuncio del Reino. Zacarías es el anti-modelo de los viejos.


Zacarías se convirtió y recuperó el habla. Peor fue el caso de los ancianos que condenaron a Jesús a la muerte y nunca se arrepintieron. Estos no quisieron creer porque no vivían en la espera del Reino de Dios. Estaban apegados al poder que hallaban en la observancia de las leyes y de los mandamientos.


"Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron a la casa de Caifás, el Sumo sacerdote, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos" (Mateo 26,57). He aquí a Jesús joven frente a esa asamblea de viejos. Todos los viejos denunciando y atacando al joven. Su ira, su celo, su rencor los dominan. "Y todos lo condenaron a muerte" (Marcos 14,64). Encerrados en su tradición religiosa, en su sistema institucional esclerosado, no pudieron reconocer en Jesús la novedad del Reino de Dios y resolvieron deshacerse de él.


Con certeza, todos esos viejos estaban imbuidos de su gran sabiduría, invocaban su experiencia para justificar sus pasiones, pero eran la caricatura de la vejez auténtica. Ellos vivían lo contrario de lo que Jesús vino a anunciar. Su vejez venia a coronar el aprendizaje de la incredulidad, y todas sus obras religiosas eran hipocresía. La experiencia de la vida solamente les sirvió para cerrarles el corazón y la inteligencia.


Jesús no escogió un consejo de ancianos, pero escogió jóvenes para hacer de ellos sus apóstoles y colocarlos al frente de las doce tribus de Israel. Para comenzar una obra nueva, se necesita gente nueva. Jesús rompía con las instituciones de su pueblo.


Es cierto que, después de Jesús, probablemente ya en la segunda generación de los discípulos, muchos volvieron a la tradición judaica y colocaron a viejos al frente de las comunidades. Les dieron el nombre griego de presbíteros. Eran la reproducción de los consejos de ancianos que había en Israel y en diversas asociaciones religiosas del mundo antiguo. La institucionalización de ancianos correspondía a una fase de estabilización de la Iglesia. En este momento, la administración de las comunidades establecidas ya era más importante que la misión en medio del mundo. Más importante que el anuncio del Reino de Dios ya era la administración de los gestos y símbolos religiosos, de los preceptos de las buenas costumbres.


Sin embargo, es interesante recordar que ya en medio de esta instalación de consejos de ancianos, la primera carta a Timoteo insiste en la tradición anterior, fundada por Jesús: "Que nadie desprecie tu joven edad" (1 Tm 4,12). El autor exhorta a Timoteo a evitar todo lo que podría provocar o justificar el desprecio de los presbíteros. Pues, el poder de Timoteo, que es joven, es mayor. Timoteo es el misionero itinerante que anuncia el Reino de Dios. Él tiene autoridad sobre los presbíteros que él mismo debe instituir y no ser instituido por ellos. Él conserva el poder sobre ellos.

Si los obispos son los sucesores de los apóstoles, podríamos esperar que fuesen escogidos bien jóvenes. Pues, los viejos tienden a administrar el pasado y tienen menos osadía, menos creatividad, menos impulso para lanzar a la Iglesia en rumbos nuevos. A pesar de eso, en los últimos tiempos prevaleció la costumbre de elegir a los obispos entre los presbíteros ya viejos. Esto provocó una inercia muy grande. Esos obispos ya no asumen riesgos, tienen miedo a la novedad y prefieren no mirar los signos de los tiempos. Es notable que los obispos de Medellín eran jóvenes y, por eso, abiertos al mundo a ser evangelizado.


La Iglesia católica se transformó en una gerontocracia, lo que se manifiesta por una pasividad muy grande delante de los desafíos del mundo a ser evangelizado, por un miedo a las innovaciones y a las personas que van al encuentro de los pueblos con más osadía.

 

Pablo VI estableció que los obispos presentaran su renuncia a los 75 años. En cualquier otra profesión este limite ya parecería exagera. Los profesores de Universidad ya pueden jubilarse antes de los 50 años, aunque que esto sea un abuso flagrante. Del mismo modo, en el caso de los obispos, hay una tendencia para retrasar este límite hasta los 78 años e incluso 80 años. Pero está claro que a los 75 años una persona ya no tiene el dinamismo necesario para conducir una porción del pueblo de Dios. Tiende a dejar los problemas sin solución. Los párrocos siguen el modelo de los obispos y retrasar indefinidamente la edad de la entrega del poder.

 

Todo sucede como si el clero tuviese un apego excepcional al poder, negando la condición de la vejez y queriendo mantener la ilusión de capacidad más allá de los plazos normales. El clero parece estar más apegado al poder que las otras categorías sociales, lo que no deja de ser extraño, porque debía dedicarse más a la espera del Reino de Dios, y seguir las exhortaciones de Jesús.

La misión de los viejos


Una vez que los viejos perdieron los poderes, ellos se tornan semejantes a los niños. Si no aceptan esta condición pierden la oportunidad de salvar su vida. Libres de poderes, pueden dedicarse a la esperaba del Reino de Dios. No permanecen confinados en sí mismos. Por el contrario, pueden anunciar ese reino de Dios a otros. Una vez que viven en un estado de esperanza, pueden anunciar esta esperanza a los otros y, en primer lugar, con certeza, a los niños con los cuales se tornaron semejantes

Los viejos serán de esta manera, portadores de la esperanza tanto por el ejemplo de su vida y de su modo de ser, de hablar, de acoger, como por los consejos y por las palabras. Ya no necesitan enseñar a otros cómo hacer las cosas. Los jóvenes saben hacer. Sin embargo, lo que los viejos pueden trasmitir, es la actitud de esperanza que trasfigura la vida. Pueden entrar en el modo de ser de Simeón.

La esperanza del Reino de Dios no se limita a la venida final de Cristo con la llegada de la nueva Jerusalén. Pues, el Reino de Dios ya viene en este mundo y en este tiempo. Los viejos pueden permanecer atentos a los signos, por modestos que sean. Cada señal refuerza la esperanza. Una señal anuncia otra más tarde. De esta manera la esperanza tiene una historia. Lo que hace vivir es la esperanza y, de esta manera, los viejos como los niños pueden ser fuente de vida para todos.

Los viejos pueden deponer toda arrogancia, todo prestigio, toda seguridad. Pueden abandonarse entregarse en las manos de Dios que está realizando su Reino. En un sentido figurado podemos aplicarle las palabras de Jesús a Pedro después de la resurrección: "Cuando eras joven, amarrabas tu cinturón e ibas para donde querías; cuando te hicieres viejo, extenderás las manos y otro atará tu cintura y te llevará a donde no quieres "(Jn 21,18). El viejo es así: ya no puede hacer lo que quiere, perdió el dominio de su vida. Pero será en esta condición, que entrará en el Reino de Dios esperado. Pierde los deseos para acoger lo que viene, con plena esperanza, o sea con la firme confianza de estar caminando rumbo al Reino de Dios y ya dentro del Reino de Dios.
Queda libre de sus deseos, libre de toda ambición, libre de toda adversidad, inclusive libre en medio de la enfermedad y de la debilidad física, porque ya abandonó todo y está viviendo del Reino de Dios.


Reflexionando sobre su vida, el viejo puede decir cómo S. Pablo: "Todas estas cosas que para mí eran ganancias, yo las consideré como pérdida por causa de Cristo. Cómo no, yo considero que todo es pérdida en comparación con este bien supremo que es el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de él perdí todo y considero todo como basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en él, no ya con una justicia que sea mía, que venga de la ley, sino con la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Se trata de conocerlo a él, al poder de su resurrección y a la comunión con sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en su muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos "(Flp 3, 7 - 11).


"Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora" (Mt 25,13). Jesús repite esta advertencia (Marcos 13,33-37). Esta es la tarea de los viejos en primer lugar. Una vez que se hizo la renuncia a todo el pasado, viene el momento de disponerse enteramente para el futuro. En el cristianismo el viejo no mira más para su pasado, sino vive a la espera del futuro que sale más próximo. Todo el pasado es nada en comparación con el futuro que se aproxima. Vacío de su pasado, el ser humano que llega a la final de la caminata, se abre totalmente a la esperanza que se torna a la totalidad de su vida presente. Está vigilando!

 

Editor: Enrique Orellana F.

Traductor: Juan Subercaseaux

 

Boff Homenajea a Comblín

José Comblin: un desafío a la intelectualidad académica

2011-04-15

Leonardo Boff


 

  El día 27 de marzo murió a los 88 años de edad cerca de Salvador (Bahía) el teólogo de la liberación José Comblin. Belga de nacimiento, optó por trabajar en América Latina, pues se daba cuenta de que el cristianismo europeo era crepuscular y veía en nuestro subcontinente espacio para la creatividad y para un nuevo ensayo de la fe cristiana articulada con la cultura popular. Él encarnaba el nuevo modo de hacer teología, inaugurado por la Teología de la Liberación, que es tener un pie en la miseria y otro en la academia. O dicho de otro modo: articular el grito del oprimido con la fe libertadora del mensaje de Jesús, partiendo siempre de la realidad contradictoria y no de doctrinas, y buscar colectivamente una salida liberadora a partir del pueblo.

Vivió pobre y desposeído en el nordeste brasilero. E incluso allí, donde se supone no hay condiciones para una producción intellectual de alto nivel, escribió decenas de libros, muchos de ellos de gran erudición. Lógicamente aprovechaba las temporadas que pasaba en su universidad de origen, la de Lovaina, para reciclarse. Así escribió uno de los mejores libros sobre la Ideología de la Seguridad Nacional, dos volúmenes sobre la Teología de la Revolución, un detallado estudio sobre el Neoliberalismo: la ideología dominante en el cambio de siglo. Y decenas de libros teológicos, exegéticos y de espiritualidad, entre los cuales destaco: Tiempo de Acción, Cristianos rumbo al siglo XXI y Vocación para la Libertad. Fue asesor de Dom Helder Câmara en su lucha por los pobres y de don Leonidas Proaño, obispo de los indios en Riobamba (Ecuador).

Debido a sus ideas, fue expulsado de Brasil por los militares en 1972. Fue a trabajar a Chile de donde también lo expulsaron los militares en 1980. De regreso a Brasil, se dedicó a dar cuerpo a su profunda convicción: que el nuevo cristianismo en Brasil deberá nacer de la fe del pueblo. Creó varias iniciativas de evangelización popular conocidas bajo el nombre de Teología de la Azada. Se inspiró en el Padre Ibiapina y en el Padre Cícero, los grandes misioneros del Nordeste, que más que administrar sacramentos y fortalecer la institución eclesiástica ejercían la pastoral del consejo y de la consolación de los oprimidos, cosas ambas que son las que éstos más buscan.

Es uno de los mejores representantes del nuevo tipo de intellectual que caracteriza a los teólogos da liberación y a los agentes de pastoral que están en esta caminada: realizar el intercambio de saberes, es decir, tomar en serio el saber popular, «hecho de experiencias», empapado de sangre y sudor, pero rico en sabiduría, y articularlo con el saber académico, crítico y comprometido con las transformaciones sociales. Este intercambio enriquece a unos y a otros. El intellectual pasa al pueblo un saber que lo ayuda a avanzar y el pueblo obliga al intellectual a pensar los problemas candentes y a enraizarse en el proceso histórico. La inteligencia académica tiene una deuda social enorme con los pobres y marginados. Las universidades son en gran parte macroaparatos de reproducción de la sociedad que se caracteriza por desigualdades y fábricas formadoras de cuadros para el funcionamiento del sistema imperante. Pero se les debe reconocer, no obstante sus límites, el hecho de que fueron y son laboratorio del pensamiento contestatario y libertario.

Pero todavía no ha habido un encuentro profundo entre la universidad y la sociedad, haciendo una alianza entre la inteligencia académica y la miseria popular. Son mundos que caminan paralelos y no son las extensiones universitarias las que cubrirán el foso que las separa. Tiene que darse un verdadero intercambio de saberes y de experiencias. Ignorante es quien imagina que el pueblo es ignorante. El pueblo sabe mucho y descubrió mil formas de vivir y sobrevivir en una sociedad que le es adversa.

Si hay algún mérito en los teólogos de la liberación (que existen aquí y en todo el mundo, Roma no consiguió exterminarlos) es haber realizado esa unión. Por eso no se puede pensar en un teólogo de la liberación si no es metido en los dos mundos, para desde esa unión intentar gestar una sociedad más igualitaria que, dicho en dialecto cristiano, tenga más bienes del Reino que son justicia, dignidad, derecho, solidaridad, compasión y amor.

El Padre José Comblin nos dejó el ejemplo y el desafío.

Sobre Milagros y Beatificaciones

El artículo tiene una mirada crítica al proceso de beatificaciones y canonizaciones en la Iglesia Católica, se refiere específicamente al caso de Juan Pablo II. Su temática es interesante para reflexionar, aunque no se comparta mucho de los puntos de vista con el autor, se publica igualmente en este blog.

 

Juan Pablo II. Una beatificación y un milagro discutidos
por Xavier Pikaza.

La discusión comenzó el mismo día del entierro (4-5 abril 2005), cuando aparecieron en la Plaza del Vaticano, de forma espontánea o dirigida por instituciones de poder, las pancartas del Santo Súbito (Santo ya, inmediatamente). No fue canonizado “inmediatamente” (súbito), como pedían las pancartas, pero casi. No he dudado de la santidad del papa Wojtyla, de su sacrificio y de su entrega al servicio de la Iglesia. Pero tengo mis dudas sobre la conveniencia “inmediata” de su beatificación, por dos razones básicas:

(a) Porque su figura sigue marcando una escisión en la Iglesia actual. Por eso, presento mis “reparos” sobre la conveniencia de beatificarle en este momento (cuando no se han curado las heridas que él pudo causar).
(b) Porque la forma de ratificar su santidad con un presunto milagro, que los cardenales de la comisión de canonizaciones ya han aprobado (curación de un caso de “Parkinson”), me parece menos “evangélica”.

1. Dudas ante la Beatificación de Juan Pablo II

Juan Pablo II ha sido una figura pública, querida y admirada por millones de personas, pero, al mismo tiempo, discutida en amplios círculos de la Iglesia católica. Su beatificación “súbito”, a los seis años de su muerte, me parece, por lo menos, apresurada.

a) Riesgo de endogamia.
Son muchos los que piensan que, con esta beatificación, un tipo de jerarquía de la Iglesia se “ratifica” y aprueba a sí misma, como hizo ya al beatificar a Pío IX. No parece un “fair play”, un ejercicio de “igualdad de oportunidades” y de apertura a otros modelos de Iglesia y de santidad. Muchos piensan que al obrar de esta manera la iglesia tiende a fortalecerse a sí misma como jerarquía: Los que beatifican a este Papa son aquellos mismos que él había colocado en la cumbre de la jerarquía vaticana, de manera que puede pensarse que lo hacen básicamente en un gesto de agradecimiento “endogámico”, para ratificarse a sí mismos (para decir así que ellos tienen razón, que su forma de actuar está bendecida desde el cielo, por el nuevo “santo”). Hay otras figuras y modelos de Iglesia que no han tenido esta “suerte”, por ahora: desde Mons. Romero hasta H. Camara.

b) Un pontificado poco dialogante
Juan Pablo II parece haber sido un santo por dentro, hombre de oración y sacrificio. Pero su pontificado ha sido poco trasparente, poco abierto a la concordia de todos los grupos en la Iglesia. Por todas parte se cuentan las anécdotas sobre su “dureza” en el trato con algunas figuras de la Iglesia, a las que “humilló”, empezando por el Cardenal Tarancón. Sin duda, la santidad puede incluir un tipo de “dureza” al servicio del ideal cristiano. Pero muchos tienen la impresión de que la “dureza” de Juan Pablo II se mostró sólo en una línea, y se dirigió en contra de un tipo de Iglesia que él no aprobaba. Mientras no quede claro lo que está al fondo de esa dureza, resulta poco prudente beatificarle. Es como beatificar a una parte de la Iglesia, a un tipo de pastoral y de misión que está siendo todavía discutida. Puede pensarse que esta beatificación es un intento de ratificar un tipo de política eclesial que resulta, por lo menos, discutible. No es bueno (querer) resolver los problemas de la Iglesia “canonizando” a los que van en una línea. En este momento, la beatificación de Juan Pablo II puede tomarse como triunfo de un tipo de iglesia que posiblemente deberá cambiar muy pronto, cuando cambie la “política” eclesial del Vaticano. Podían haber esperado unos años, cuarenta o cincuenta, para ver lo que queda de poso en la vida y figura de Juan Pablo II, para “beatificarle” a él como persona, no a un tipo de Iglesdia.

c) El tema abierto de la pederastia.
No es quizá el más importante, pero es muy significativo. Tras la muerte de Juan Pablo II se ha destapado en la Iglesia Católica el tema de la pederastia en algunas partes del clero. No es que Juan Pablo II tenga la culpa, pero son muchos los que piensan que no fue transparente en su administración, que se dejó engañar… El tema es demasiado urgente, demasiado doloroso, como para pasarlo así por alto. No todos tienen la misma responsabilidad en ese tema y en otros de la vida de la Iglesia. Debemos suponer que Juan Pablo II no tiene directamente culpa alguna. Pero hay también responsabilidades indirectas, y no está claro que Juan Pablo II esté libre de ellas. Un Papa podría haber actuado de modo distinto.

2. Preguntas ante el valor probativo de los milagros

Al lado de las tres dudas anteriores quiero plantear el tema de la “prueba” de los milagros. Dicen que médicos y cardenales de la comisión para las beatificaciones han aprobado el “milagro” realizado por intercesión de Juan Pablo II, de manera que peude ser beatificado. Éste es un tema sobre el que me he pronunciado ya. El 30.11.09 publiqué un post titulado ¿Qué milagros son necesarios para las canonizaciones? Una reflexión “crítica”. Había asistido días antes a la defensa de una tesis doctoral en Derecho Canónico, defendida por Pierre Kaziri, en la Universidad Pontificia de Salamanca. El tema era: Las virtudes y el martirio como razones o causas para beatificar o canonizar a un venerable, a lo largo de la historia y en el Derecho actual de la Iglesia. Fue una tesis razonada, precisa, profunda, y así lo reconocieron los especialistas del tribunal, representantes de las tres grandes Facultades de Derecho Canónico en España: Navarra, Comillas y Salamanca: ¿Qué pasa con los milagros? ¿Por qué no ha tratado el doctorando de ellos? El doctorando respondió que se trataba de un silencio metódico, pues su tema era sólo las “virtudes” y el “martirio”. Pero todos los asistentes tuvimos la impresión de que no había querido tratar de los “milagros” porque ellos están muy discutidos (como causa de beatificación), tanto en el plano teológico como en el canónico. Exigir milagros, como hoy se hace, para beatificar o canonizar a un santo me parece algo cercano a la magia. Va en contra del estilo “cristiano” de Jesús y de la Iglesia y se sitúa en la línea de la ordalía o de ciertas pruebas “sobrenaturales” que se exigían aún todavía en el Antiguo Testamento (como las aguas amargas). Jesús no iba en esa línea. Ciertamente “creo” en los milagros, es decir, en la presencia de lo sobrenatural, en el poder de la Vida que se expresó en Jesús y que se expresa en muchos hombres y mujeres, pero convertirlos en “prueba” exigida para resolver un tema (un juicio, un proceso de santidad) me parece contrario al evangelio. Esto es lo que pienso, con la mayor parte de los teólogos y canonistas católicos con quienes he dialogado sobre el tema.

Apelar a milagros, una visión medieval (y poco cristiana) del Derecho Canónico.

a. La mayor parte de los teólogos creemos en los “milagros” en el sentido del Evangelio. No sólo pensamos que la vida es un milagro y que, sobre todo, es un milagro la fe y la experiencia de la gracia, sino que estamos convencimos de que hay muchas cosas que no pueden explicarse por la pura ciencia.

b. Pero el milagro no es algo que va “contra las leyes de la naturaleza” (¡pues no conocemos lo que ella, la naturaleza, significa!), sino aquello que nos abre hacia un horizonte más amplio de vida y de esperanza. El milagro auténtico es “Dios”, es decir, la fe en Dios… En ese sentido, los milagros ya concretos son “señales” (signos) de esa presencia de Dios, no pruebas, como sabe el Evangelio: Jesús nunca “ha probado” algo con milagros, más aún, se ha negado a hacerlo, cuando le han pedido y exigido que los haga. (Jesús no probaría con un milagro la santidad de su siervo Wojtyla) Pero su vida está llena de signos de misterio, para aquellos que saben ver.

c. Si un milagro se probara científicamente no sería milagro, sino que caería (de alguna manera) dentro de la lógica de la ciencia. La buena ciencia sabe que en la vida de los hombres hay cosas y cambios que no se explican a través de una ciencia de tipo físico (como la medicina clásica), pero eso no significa que ella los considere milagros (en el sentido de acciones que rompen las leyes de la naturaleza), sino que deberíamos ampliar el concepto de naturaleza y de vida humana.

d. No negábamos, pues los milagros, pero pensábamos que ellos no se pueden probar en un plano “científico”, pues tampoco sabemos lo que es la ciencia y lo que podrá ser mañana. Por otra parte, el despliegue de la salud y de la enfermedad de los hombres y mujeres nos sitúa en las mismas fronteras de la ciencia, abriéndonos a elementos y factores que no podemos dominar con los métodos de contabilidad científica actual.

e. Por otra parte, pedirle a Dios “milagros” para probar que un hombre o mujer es santo nos parecía más cercano a las ordalías medievales (de tipo germano) que al estilo bíblico y cristiano de vida. Pensábamos que en este campo la praxis canónica de la Iglesia tiene que cambiar, adaptando el Derecho Canónico al Evangelio (al estilo de vida de Jesús). Estábamos convencidos de que Jesús nunca pediría un milagro de estos que pide el Derecho Canónico actual para canonizar a alguien… Ni siquiera a él le habrían podido canonizar según el Derecho Canónico (pues los “científicos” de entonces, que no eran malas personas, no creyeron en sus milagros… y la resurrección no se puede probar con métodos científicos).

f. Además, no es más milagro la curación “externa” de un enfermo que el hecho de que ese enfermo muera. Más milagro fue la muerte de Jesús en la Cruz que el posible “descenso” de la cruz, por obra de ángeles o seres sobrenaturales (como el mismo Jesús dijo). Pedir (exigir) milagros de curación cuando Dios no “curó” a Jesús de esa manera en la cruz nos parecía poco cristiano. El tema lo planteó de una forma intensa el gran Dostoievsky, en los Hermanos Karamazov, al hablar de la muerte y de la corrupción de un monje “santo”. ¿Qué es más milagro la incorrupción en el sepulcro que el corromperse en un sentido para renacer en otro, como dice San Pablo en un lugar famoso de 1 Cor 15).

g. Toda la tradición cristiana, desde el tiempo de Jesús, conoce bien el tema de la ambigüedad y manipulación de la “milagrería” que puede darse y se da en ciertas capas de la Iglesia (aunque éste no es el caso en las causas de beatificación y canonización, decíamos). El único “milagro” es la fe, una fe actica que puede mostrarse en el hecho de que muchos hombres y mujeres se hayan puesto en manos de Dios a través del “testimonio” algunos santos… Esa fe que cambia la vida que es el verdadero milagro.

Una conclusión

Conclusión. El milagro de Juan Pablo II

No quiero ya tratar del milagro “concreto” que se ha aprobado para la beatificación de Juan Pablo II (parece tratarse de una persona que se ha curado de una enfermedad fuerte de parkinson). No dudo de que se haya curado, no dudo de que haya invocado a Juan Pablo II. Pero decir que eso ha sido milagro en el sentido que se le da al término y que el “autor” (o intermediario) ha sido Juan Pablo II me parece demasiado. Si se quiere conservar el término “milagro” habría que darle otro sentido, otros matices, en la línea del cambio personal y de la apertura de horizontes humanos, ante el misterio de Dios, ante el don de la vida, tal como descubrimos en el Evangelio de Jesús. Necesitamos y queremos “milagros”, pero en otro sentido, no para “probar algo” (si uno es santo o no), sino para superar el plano de las “pruebas”, penetrando en el ámbito de la gracia, de la felicidad de Dios, del don de la vida.

En esa línea se puede seguir leyendo, con humor y discreción, el libro de José Carlos MARTÍN DE LA HOZ – Ricardo QUINTANA BESCOS , CAUSAS DE CANONIZACIÓN Y MILAGROS (Desclée de Brouwer, Bilbao 2008)

Lo que Jesús pide es “fe” activa, amor intenso al servicio de los demás. Más aún, la fe es capaz de “hacer milagros”, es decir, de transformar la vida de los hombres y mujeres, en un plano de totalidad, incluso de manera “corporal”. Pero “demostrar” que hay milagros concretos, realizados por la intercesión de este “santo” concreto y poner esos milagros como “prueba” de santidad me parece quizá demasiado (es decir, poco evangélico). Quizá sería hora de que cambiara la norma canónica sobre los milagros en los procesos de beatificación y canonización.

El milagro de Juan Pablo II tiene que ser su vida entera al servicio de la unidad y de la misión de la Iglesia. No sé si su recuerdo es ese “milagro” que la Iglesia actual necesita, en su misión de evangelio.

http://www.redescristianas.net/2011/01/15/juan-pablo-ii-una-beatificacion-y-un-milagro-discutidosxavier-pikaza-teologo/