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Eduardo Galeano

Mensaje de Eduardo Galeano A La Cumbre de la Tierra

El mensaje se emitió varios días atrás, pero su relevancia obliga publicarlo igualmente en este espacio:

 

 

 

El 19 de abril dio comienzo en Cochabamba, Bolivia, la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, convocada por el presidente boliviano Evo Morales. Este es el mensaje que envió a esa Conferencia el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

“Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad”

Lamentablemente, no podré estar con ustedes.

Se me atravesó un palo en la rueda, que me impide viajar.

Pero quiero acompañar de alguna manera esta reunión de ustedes, esta reunión de los míos, ya que no tengo más remedio que hacer lo poquito que puedo y no lo muchito que quiero.

Y por estar sin estar estando, al menos les envío estas palabras.

Quiero decirles que ojalá se pueda hacer todo lo posible, y lo imposible también, para que la Cumbre de la Madre Tierra sea la primera etapa hacia la expresión colectiva de los pueblos que no dirigen la política mundial, pero la padecen.

Ojalá seamos capaces de llevar adelante estas dos iniciativas del compañero Evo, el Tribunal de la Justicia Climática y el Referéndum Mundial contra un sistema de poder fundado en la guerra y el derroche, que desprecia la vida humana y pone bandera de remate a nuestros bienes terrenales.

Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraria, que en América latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.

Hay quienes dicen que la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud. Otros dicen que la hipocresía es la única prueba de la existencia del infinito. Y el discurserío de la llamada “comunidad internacional”, ese club de banqueros y guerreros, prueba que las dos definiciones son correctas.

Yo quiero celebrar, en cambio, la fuerza de verdad que irradian las palabras y los silencios que nacen de la comunión humana con la naturaleza. Y no es por casualidad que esta Cumbre de la Madre Tierra se realiza en Bolivia, esta nación de naciones que se está redescubriendo a sí misma al cabo de dos siglos de vida mentida.

Bolivia acaba de celebrar los diez años de la victoria popular en la guerra del agua, cuando el pueblo de Cochabamba fue capaz de derrotar a una todopoderosa empresa de California, dueña del agua por obra y gracia de un gobierno que decía ser boliviano y era muy generoso con lo ajeno.

Esa guerra del agua fue una de las batallas que esta tierra sigue librando en defensa de sus recursos naturales, o sea: en defensa de su identidad con la naturaleza.

Hay voces del pasado que hablan al futuro.

Bolivia es una de las naciones americanas donde las culturas indígenas han sabido sobrevivir, y esas voces resuenan ahora con más fuerza que nunca, a pesar del largo tiempo de la persecución y del desprecio.

El mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo, tendría que escuchar esas voces. Ellas nos enseñan que nosotros, los humanitos, somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen piernas, patas, alas o raíces. La conquista europea condenó por idolatría a los indígenas que vivían esa comunión, y por creer en ella fueron azotados, degollados o quemados vivos.

Desde aquellos tiempos del Renacimiento europeo, la naturaleza se convirtió en mercancía o en obstáculo al progreso humano. Y hasta hoy, ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve por la pobre naturaleza, tan maltratada, tan lastimada, pero viéndola desde afuera.

Las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda.

Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

Vuelan abrazos, desde Montevideo.

Eduardo Galeano, escritor y periodista, alma crítica de América Latina y figura señera del movimiento antiimperialista internacional. Entre sus escritos más conocidos internacionalmente: la trilogía Memoria del fuego (1986), El fútbol a sol y sombra (1995), Las venas abiertas de América latina (1971),  Patas arriba. La historia del mundo al revés (1999).


Página 12, 19 abril 2010

Galeano: "Aún tenemos capacidad de locura"

Webislam

 

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Eduardo Galeano.

Para Eduardo Galeano, la vida es una caja de sorpresas. Y aunque esté acostumbrado a ellas, quizás le hayan sorprendido la cantidad y variedad de interrogantes que los lectores de BBC Mundo le plantearon.

Con qué sueña, para quién escribe, si es optimista o pesimista, si toma mate o fuma, qué piensa de la izquierda actual, qué opina del Premio Nobel a Barack Obama y si habrá una segunda parte de “Las venas abiertas de América Latina”. Con franqueza, Galeano respondió a estas y otras muchas preguntas personales e íntimas.

En sus respuestas es posible conocer un poco más al hombre y al escritor que durante más de 40 años ha hecho reflexionar a millones de personas sobre el estado del mundo.

“Escribo para quienes no pueden leerme, porque los libros están tan caros que de aquí a poco se venderán en las joyerías”, dijo con su habitual tono crítico.

El autor uruguayo se disculpó por no haber podido responder a más preguntas por motivos de tiempo. Sin embargo, hay mucho para leer y para descubrir sobre su pensamiento y su forma de ver la vida.

Del buen fútbol

¿Cuáles son los ingredientes que usa en su vida para mantener el entusiasmo y la felicidad? Deberíamos embotellarlos y distribuirlos, eso sí, sin patente. Esther, Zaragoza, España

Embotellarlos, no puedo, porque se evaporan fácil. Lo que tienen de bueno es que regresan siempre, aunque a veces parece que se fueron para siempre. Regresan no sé por qué. Supongo que por gentileza de Dios o del Diablo.

Escribo para quienes no pueden leerme, porque los libros están tan caros que de aquí a poco se venderán en las joyerías.

¿Para quién escribe? ¿Es posible pensar- al decir de Umberto Eco- en un lector modelo? Bettina Casale Cervini, Buenos Aires, Argentina

Escribo para los amigos que todavía no conozco. Los que conozco ya están hartos de escucharme.

Le cuento que no tengo dinero para comprar libros y tampoco hay librerías en donde los vendan. Por eso no sé que preguntarle. Sólo se me ocurre: ¿qué siente de tanto escribir y escribir, cuando al final el mundo sigue más o menos igual o peor? Jesús, Huancayo, Perú

La verdad, ni yo me entiendo. Escribo para quienes no pueden leerme, porque los libros están tan caros que de aquí a poco se venderán en las joyerías. Pero eso sí, créame, las palabras viajan caminos misteriosos, y andan por donde ellas quieren, sin pedir permiso.

¿De qué equipo(s) de fútbol es hincha? (En Uruguay y en el mundo) Camilo Rueda, Bogotá, Colombia

Todavía soy hincha de Nacional, aquí en el Uruguay, el club de mis amores desde mi más tierna infancia, pero sobre todo soy hincha del buen fútbol, y cuando ese milagro ocurre, lo agradezco sin mirar el color de la camiseta. Y si el buen fútbol proviene de un club chiquito, casi desconocido, pues mucho mejor todavía.

La vida según Galeano

En alguna parte dijiste que te caes y te levantas varias veces al día. Yo, en cambio, no sé como levantarme cuando tropiezo. ¿Cómo lo haces? Alejandro, Quito, Ecuador

Te parecerá una tontería, pero de veras te juro que pienso: Si me caí, es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas. Yo soy caminante, a la orilla del río que llamamos mar, aquí en Montevideo, camino horas de horas, y las palabras caminan dentro mio y conmigo. A veces se van, y me cuesta seguir solo, sin ellas.

"Somos todos gotitas de algún río, brisas de un viento que no acaba cuando la propia vida acaba...".

¿Qué es la vida para usted, en una sola palabra? Rene Ramos, Lima, Perú

En cuatro palabras, no en una: Una caja de sorpresas.

¿Con que sueña? ¿Tiene un sueño recurrente? Rita Corbo, Montevideo, Uruguay

Mis sueños son de una mediocridad inconfesable. Los que más se repiten son los más estúpidos, pierdo un avión, discuto con un burócrata, cosas así. ¿Qué feo, no? Me consuelo recordando aquellos versos de Pedro Salinas que dicen que “los sueños son verdaderos sueños cuando se desensueñan, y en materia mortal encarnan”.

¿Escribís tomando mate? Camilo Melgar, Ciudad de Guatemala, Guatemala y Viena, Austria

No, ya no tomo mate. Tuve que dejar, hace años, como he dejado también el cigarrillo, que tanto me acompañó durante tanto tiempo. Ahora escribo con cerveza, o algún otro trago. Y mientras escribo, hablo solo, en voz alta. Quien me ve de lejos cree que soy un borracho perdido. Perdido soy, quizá, no sé; pero borracho no. Me gusta beber y por eso no me emborracho: el trago exige que no le falten el respeto.

¿Por qué la gente sigue creyendo aún en Dios? ¿Consideras que esta creencia retrasa al ser humano? Pedro Freire Alvarado, Guayaquil, Ecuador

Dios es el nombre que damos a la fe, y por eso es múltiple, aunque muchos crean que la diversidad de la fe es una herejía digna de castigo.

Política, globalización y América Latina

¿Qué opina del Premio Nobel recibido por Barack Obama? ¿Cómo se justifica recibir ese Premio? Martín, Gálvez, Argentina

Me pareció un chiste de mal gusto. Pero nada tiene de raro, teniendo en cuenta que hace un siglo el Premio Nóbel de la Paz fue concedido a Teddy Roosevelt, un enamorado de la guerra, que hasta escribió un libro proponiendo la guerra como remedio de la cobardía y la debilidad de los machos en el mundo.

Yo no creo en los optimistas full-time. Esos son farsantes o ciegos.

Nací en Estados Unidos de un padre uruguayo y una madre americana quien nació en Turquía. Entonces, sin duda, soy un producto de globalismo. ¿Qué piensas de nacionalismo y patriotismo? ¿Son buenos o crean más problemas? ¿Son partes inseparables de la identidad? Raúl Guizzo, Ft. Lauderdale, EE.UU.

Antes de que se inventara esa horrible palabra, globalización, que designa a la dictadura universal del dinero, existía otra, linda, generosa, la palabra internacionalismo. Yo la sigo prefiriendo. Para mí, sigue significando algo así como que podemos ser compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.

Nuestra América toda, ¿tiene posibilidades de sanar? María Gloria González Sánchez, Venezuela

Claro que sí. Tan enferma no está, si se compara. Todavía tenemos, por ejemplo, capacidad de locura, que es el síntoma infalible de la buena salud.

El mundo ¿al revés?

Me gustaría saber como ve usted este siglo veintiuno ¿con pesimismo? ¿Con optimismo? Javier, Brisbane, Australia

Yo no creo en los optimistas full-time. Esos son farsantes o ciegos. Yo soy optimista y pesimista también, según la hora y el día, creo y descreo, celebro y lamento este tiempo nuestro y este mundo que nos ha tocado. Cada tiempo tiene su contratiempo, es verdad, pero también es verdad que cada cara contiene su contracara. La contradicción es el motor de la vida: de la vida humana y de todas las otras vidas.

Asumir eso me ayuda a no arrepentirme de mis tristezas, de mis bajones, de mis malas músicas: ellas son partes inseparables de mí.

No tengo más talento que el que proviene de la experiencia: el mucho trabajo que cada día me tomo persiguiendo palabras que huyen.

¿Cómo ve el mundo y el estado de la sociedad actual? ¿Cree usted que puede llegar a ponerse de pie el mundo al revés? ¿Qué cree que hace falta para que se produzca un cambio trascendental en cada uno de los habitantes de este planeta? David Duarte, Bogotá, Colombia

No sé, no creo en las fórmulas mágicas. Simplemente sé, por experiencia, que vale la pena que la gente se una para pelear juntos por las cosas en las que vale la pena creer. De a uno, solitos, poco o nada podemos hacer. Y más, te digo: no hay que desalentarse tan fácilmente. Si las cosas no salen como uno quisiera, bueno, hay que aprender el arte de la paciencia, hay que aceptar que la realidad cambia al ritmo que ella quiere, y no al que uno decide que ella debe cambiar. “Si la realidad no me obedece, no me merece”, dicen, o al menos creen, algunos intelectuales. Yo no.

¿Qué hacer ante la desazón y la impotencia después de leer sus escritos? ¿Qué soluciones usted plantea a la dominación y explotación que hemos sufrido desde siempre? Alexandra, Colombia

Yo no vendo recetas de la felicidad, y te recomiendo que no creas en los bandidos que las venden. Tampoco creo en los dogmáticos religiosos o políticos que venden certezas. Para mí, las únicas certezas dignas de fe son las que desayunan dudas cada mañana.

Si hoy entrara en una máquina del tiempo, y ésta lo llevara cien años hacia el futuro, ¿qué cree que encontraría al salir de ella? Manuel Burgos, Albuquerque, EE.UU.

No tengo la menor idea, ni quiero tenerla. Cada vez que una gitana se me acerca, y me atrapa la mano para leerme el futuro, le pido que por favor no cometa esa crueldad. Lo mejor que tiene el futuro es que tiene mucho misterio.

La izquierda de Galeano

¿Qué es para usted la izquierda? Acaso esa dicotomía de izquierda versus derecha no caducó en la década del 70? ¿Hasta cuándo el mal de muchos será culpa de unos pocos “malvados”? ¿Hasta cuándo seguirá vendiendo la victimización cómo táctica para la transformación social? Jairo Zabala, Caracas

La culpa es de todos, nos dicen los culpables de que las relaciones humanas se hayan envenenado y los culpables de que nos estemos quedando sin planeta. Razón tenía doña Concepción Arenal, mujer luminosa, que se recibió de abogada disfrazada de hombre, con doble corsé, y tuvo el coraje de decir lo que los hombres decían, allá por los mediados del siglo XIX: “Si la culpa es de todos, es de nadie. Quien generaliza, absuelve”.

Uno sobrevive en los demás: en la memoria y en los actos de los demás.

Estoy de acuerdo con todos los males del capitalismo que el distinguido escritor desvela, pero, ¿qué hay de los males del socialismo? ¿Cuál sería la mejor vía para un desarrollo más humano? Liliana Lainfiesta, Guatemala

El siglo XX divorció la justicia y la libertad. La mitad del mundo sacrificó la justicia en nombre de la libertad, y la otra mitad sacrificó la libertad en nombre de la justicia. Esa fue la tragedia del siglo pasado. El desafío del siglo presente consiste, creo, en unir a esas hermanas siamesas que han sido obligadas a vivir separadas. La justicia y la libertad quieren vivir bien pegaditas.

¿Como hacer que el mundo entienda la diferencia entre la verdadera izquierda identificada con el pueblo, de la demagoga, como la burocracia soviética o cubana? Hugo Sosa Ferreyra, Playa del Carmen, México

Cada cual lo entiende a su modo y manera, y a su modo y manera actúa. Yo soy muy respetuoso de las ideas y de las vidas de los demás.

¿No cree usted que las palabras “pobre” y “gratis” han creado una mentalidad resignada en las gentes deprimidas puesto que, por esperar todo gratis de “papá gobierno” hacen muy poco o nada por superar sus condiciones de vida y prefieren seguir viviendo en la pobreza? Ricardo Miranda, Montreal, Canadá

La caridad puede producir, a veces, algo de eso. La caridad es vertical, da limosnas, siembra malas costumbres, como la holgazanería. Además, es humillante. Como dice un proverbio africano, la mano que da está siempre arriba de la mano que recibe. Pero las relaciones de solidaridad, que son horizontales, generan respuestas completamente diferentes.

Galeano, el escritor

Siempre me pregunté cómo hace para encontrar combinaciones tan felices de palabras, palabras que uno escuchó (y escribió) cientos de veces, y que cuando usted las junta parecen un idioma nuevo. Alejandra, Rosario, Argentina
Gracias mil por el piropo. Sólo puedo decirte que ninguna hada visitó mi cuna. No tengo más talento que el que proviene de la experiencia: el mucho trabajo que cada día me tomo persiguiendo palabras que huyen.

A casi 40 años de “Las Venas Abiertas de América Latina”, ¿ha pensado en escribir una segunda parte? Oscar González, Campeche, México

En realidad, todos escribimos un solo libro, que va cambiando y se va multiplicando a medida que la vida vive y el escritor escribe. Para mí, “Las venas” fue un puerto de partida, no un puerto de llegada. Desde ahí, creo, multipliqué mi visión del mundo.

¿Qué opinión le merece el libro “Manual del perfecto idiota latinoamericano” y su intento por refutar lo expuesto por usted en “Las venas abiertas de Ámerica Latina”? Juan Francisco De León, Tepoztlán, México

No tengo opinión, pero sólo puedo desear lo mejor a los autores de ese libro: que dentro de cuarenta años, su obra esté tan viva que otros autores escriban un libro para atacarla.

A lo largo de estos últimos años, ¿ha visto usted alguien (o un colectivo) que le siga la posta, que de algún modo continúe una obra como la suya? Ray Edson Hurtado Romero, Cochabamba, Bolivia

Somos todos gotitas de algún río, brisas de un viento que no acaba cuando la propia vida acaba, pedacitos nomás, momentitos apenas, y no más que eso: no creo en otra inmortalidad más que en esa. Uno sobrevive en los demás: en la memoria y en los actos de los demás. Y uno no conoce a esos anónimos autores de la continuidad más allá de la muerte.

Los Pecados de Haití

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Eduardo Galeano

 

Publicado el 15 Enero 2010 en Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto

Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.

Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole:

-Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica

A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema:
-Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede.
Y se rió. Los diputados callaron.. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.

En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado… de artistas.

En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista

Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: “Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses”.

Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”.

En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: “Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas”. Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro “puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras”.

La humillación imperdonable

En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.
La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad

Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.

Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

Latinoamérica Exorcizada

"América Latina está exorcizando la cultura de la impotencia." Entrevista
Entrevista a Eduardo Galeano

 

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Ana Delicado entrevistó en Buenos Aires para el diario español Público al escritor uruguayo Eduardo Galeano.  

El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano se consagró hace casi 40 años con el libro Las venas abiertas de América Latina, la obra que el presidente venezolano, Hugo Chávez, escogió para regalarle a su homólogo estadounidense, Barack Obama. Pero la fascinación que Galeano despierta perdura hasta hoy. Un testimonio cotidiano de esa admiración: durante la entrevista, que se realiza en un café de Buenos Aires, un hombre se acercó con discreción con su hija y se sentó en una mesa cercana para poder escucharle. Su último libro, Espejos, habla de un mundo contradictorio que tiene miedo de mirarse, y de reconocerse.

«El descubrimiento de América fue un encubrimiento de una realidad diversa»

¿Cómo define América Latina?

Es una tierra de encuentros de muchas diversidades: de cultura, religiones, tradiciones, y también de miedos e impotencia. Somos diversos en la esperanza y en la desesperación.

¿Cómo incide esa variedad en el presente?

«Una triste herencia del estalinismo es el criterio de que la unidad es la unanimidad»

En estos últimos años hay un proceso de renacimiento latinoamericano en el que estas tierras del mundo comienzan a descubrirse a sí mismas en toda su diversidad. El llamado descubrimiento de América fue, en realidad, un encubrimiento de la realidad diversa. Este es el arcoiris terrestre, que ha sido mutilado por unos cuantos siglos de racismo, de machismo y de militarismo. Nos han dejado ciegos de nosotros mismos. Es necesario recuperar la diversidad para celebrar el hecho de que somos más que lo que nos dijeron que somos.

¿Esa diversidad puede ser un impedimento para la integración?

Creo que no. Toda unidad fundada en la unanimidad es una falsa unidad que no tiene destino. La única unidad digna de fe es la unidad que existe en la diversidad y en la contradicción de sus partes. Hay una triste herencia del estalinismo y eso que llamaron socialismo real a lo largo del siglo XX que ha traicionado la esperanza de millones de personas justamente porque impuso ese criterio, el de que la unidad es la unanimidad. Se confundió así la política con la religión. Se aplicaron criterios que eran habituales en los tiempos de la Santa Inquisición, cuando toda divergencia era una herejía digna de castigo. Eso es una negación de la vida. Es una suerte de ceguera que te impide moverte porque el motor de la historia humana es la contradicción.

«Obama está pecando contra la esperanza que él mismo despertó, en su país y en el mundo»

¿La diversidad puede establecer caminos de vida irreconciliables?

No siempre. En cualquier caso, no hay que tenerle miedo a la verdad de la vida. Hay que celebrarla, porque lo mejor que tiene la vida es su diversidad. El sistema que domina el planeta nos propone una opción muy clara. Hay que elegir, a ver si querés morirte de hambre o de aburrimiento. Yo no me quiero morir de ninguna de las dos. El sistema dominante de hoy nos impone una verdad única, una única voz, la dictadura del pensamiento único que niega la diversidad de la vida y que por lo tanto la encoge, la reduce a la casi nada. Lo mejor que el mundo tiene está en la cantidad de mundos que él alberga, y eso vale a su vez para América Latina. Lo mejor de ella es la cantidad de Américas que contiene.

Hablaba de un redescubrimiento latinomericano. ¿Un ejemplo?

«Los países dominantes tienen un complejo de superioridad y dan lecciones de democracia»

Bolivia, con Evo Morales, ha redescubierto su diversidad con mucha dignidad y con el orgullo de decir: "Somos diversos, y somos indígenas. Pero no sólo indígenas. Somos diversos". Claro que Bolivia es un país como Paraguay, y hasta cierto punto Uruguay, sometido en cierta medida al peso avasallante de los vecinos grandes, y sobre todo de Brasil, que hoy por hoy se opone a que en el Banco del Sur cada país tenga un voto.

¿Cuál es la fuerza de ese proyecto?

El Banco del Sur es la base financiera de la unidad latinoamericana, un proyecto de Chávez, por cierto. Nace como una respuesta a la dictadura financiera del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en donde no rige el sistema de "un país, un voto". Los votos dependen del capital invertido: tanto dinero, tantos votos, de modo que el Fondo está dirigido por cinco países, y el Banco por ocho, aunque uno se llame Mundial y el otro Internacional.

«Venezuela, Ecuador y Bolivia buscan dejar de mirarse con los ojos de los que los desprecian»

¿Se puede recuperar un funcionamiento democrático?

Es muy difícil, por la sencilla razón de que la democracia ha sido más formal que real en los procesos históricos latinoamericanos; y en las democracias, para que lo sean de verdad, no tienen que regir relaciones verticales o jerárquicas, donde hay un mandón y un mandado. Tienen que ser horizontales, solidarias, entre iguales capaces de respetarse y reconocerse, porque la verdad es que no nos conocemos. Tenemos que conocernos para empezar a reconocernos, para saber todo lo que podemos aprender del otro. Desde la conquista española hemos sido entrenados por imperios sucesivos para la ignorancia mutua, para el divorcio y el odio mutuo. La especialidad latinoamericana es la guerra de vecinos.

Brasil puede argumentar que, puesto que es más grande, debe tener más voz.

«El miedo de vivir de recordar, de ser, de cambiar es peor que el miedo de morir»

Eso parte de la base de que la grandeza coincide con lo grandote. Mi experiencia me enseñado que la grandeza no habita lo grandote. Está escondida en la gente anónima, en el día a día que parece insignificante e indigno de atención. Lo grandote suele ser muy mezquino y de alma chiquita. No quiero decir que Brasil tenga alma chiquita, pero no hay que confundir dónde está la grandeza brasileña, que reside en alguna de sus gentes peor tratadas.

¿Héroes anónimos?

En una charla me preguntaron cuál era mi héroe preferido. Yo dije: "El día que me iba al aeropuerto para iniciar este viaje tomé un taxi, y estuve conversando con el conductor. El taxista trabajaba en el taxi entre 10 y 12 horas, pero después tenía otro empleo. Dormía entre tres y cuatro horas por día para dar de comer a sus hijos. Para él no existían los domingos, ni se acordaba de qué eran". Ese es mi héroe preferido.

Decía antes que el motor de la historia humana es la contradicción. ¿Cree que hay contradicciones dañinas?

No tiene por qué ser así. Toda contradicción es una señal de movimiento. Lo que sí hay son injusticias objetivamente dañinas. En América Latina, el abismo que separa a los que tienen de los que necesitan, a la minoría dominante de la mayoría dominada, es cada vez mayor. Esta es una región desigual en un mundo cada vez más injusto, donde los hambrientos superan los 1.000 millones de personas.

¿Observa hoy día un cambio significativo en América Latina?

Sí. Está ocurriendo algo muy lindo, que es una suerte de exorcismo colectivo de los viejos demonios. Y de algunos nuevos también. Uno de los que dejó la herencia colonial fue la cultura de la impotencia, que te mete la idea en la cabeza de que "no se puede". Y eso vale para los países pobres y para los ricos. Porque Venezuela es un país objetivamente rico, tiene petróleo, pero tiene metido adentro ese concepto de la impotencia contra el que ahora se intenta luchar. Es difícil, porque la cultura del petróleo te entrena para comprar y no para crear.

¿Qué quiere decir?

Te entrenan con la idea de que no hay que tomarse el trabajo de crear las cosas si se las puede consumir comprando. Es la cultura de consumo, no de creación. Nace de la cultura de la impotencia, que es la peor de las herencias coloniales. Te enseña a no pensar con tu cabeza, a no sentir con tu propio corazón, y a no moverte con tus propias piernas. Te entrena para andar en silla de ruedas, para repetir ideas ajenas y para experimentar emociones que no son las tuyas.

¿Son diferentes las izquierdas de América Latina?

Hay de todo, por suerte, justamente porque somos diversos. Por eso es muy injusto generalizar, sobre todo cuando la generalización proviene de miradas ajenas, que miran juzgándote, y juzgándote te condenan. Hay un complejo de superioridad que tienen los países dominantes en el mundo, que se sienten en condiciones de obligar a los demás a rendir exámenes de la democracia, que son los grandes maestros para decidir quién es demócrata y quién no, qué procesos están bien y cuáles están mal. Y cuando esos profesores de democracia vienen a juzgarnos, a mirarnos desde afuera y a condenarnos de antemano, están ejerciendo un derecho de propiedad que es uno de los derechos más repugnantes de todos.

¿Qué diferencia hay entre los presidentes de Venezuela, Ecuador y Bolivia?

Muchas, porque son expresiones de tres países diferentes. La lista de diferencias es interminable. Pero no es tan interminable la lista de las coincidencias de países que están buscando caminos de liberación después de siglos de opresión y de negación de sí mismos. Son experiencias diferentes de tres países que deciden dejar de escupirse al espejo, dejar de odiar su propia imagen, dejarse de mirar con los ojos de los que los desprecian.

¿Qué papel cumple Brasil en esto?

Uno muy importante, pero el problema es la tentación de una palabra abominable: el liderazgo. Todos los países se atribuyen la intención de ejercerlo y esto genera relaciones contaminadas por el orden jerárquico que niega la igualdad de derechos. Yo no quiero que nadie sea mi líder. No quiero mandar ni ser mandado. No nací para obedecer. Nací para ejercer mi libertad de conciencia. No puedo aceptar la idea de que entre las personas o entre los países haya conductores o conducidos. Hay que ir hacia una sociedad de veras libre.

¿Qué opina de la reelección presidencial?

No me gusta mucho, porque implica cierto apego al poder y eso no es aconsejable en ningún ámbito. El poder en sí, aunque sea un poderito, envenena bastante el alma. Sé que hay que ejercerlo, pero sabiendo que es peligroso. El poder genera monarquías, poderes absolutos, voces que sólo escuchan sus propios ecos incapaces de escuchar otras voces.

¿De dónde procede ese intento de perpetuarse en el liderazgo?

En Europa esto lo atribuyen a la herencia del caudillismo en América Latina, al subdesarrollo, a la ignorancia, a nuestra tendencia al populismo y a la demagogia. Pero hay que asomarse a la historia de los países dominantes para ver hasta qué punto ellos han estado sometidos a la voluntad, por ejemplo, de un tipo complemente loco como Hitler. Es inverosímil: en el país más culto de Europa, millones de personas lo aclamaban. Y los líderes de ahora, ¿qué tienen que venir a enseñarnos? Uruguay tiene una democracia más antigua que la mayoría de los países europeos. Y en materia de derechos humanos, conquistó antes que Estados Unidos y que muchos países europeos la jornada laboral de ocho horas, el derecho al divorcio, y la educación gratuita y obligatoria.

¿Por qué no hay apenas relación entre América Latina y África?

Es un escándalo. Eso proviene del sistema educativo y de los medios de la comunicación. En la mayoría de países de América Latina hay una influencia africana enorme: en la cocina, el deporte, el lenguaje, el arte. Y sin embargo nosotros, de África, no sabemos nada.

¿Por qué?

Por racismo. Sabemos lo que nuestros amos de siglo en siglo han querido que supiéramos, y de nosotros ignoramos casi todo porque a ellos les convenía. Por ejemplo, no les convenía que supiéramos que aquellos esclavos que llegaron de África cargados como cosas traían sus dioses, sus culturas. De todos modos, el desvínculo con África que nació del racismo y la explotación esclava no es latinoamericano, sino de todas las Américas. Por eso me pareció digna de celebración la elección de Obama, aunque luego lo que ha hecho no me convence demasiado.

¿Qué representa Obama?

Uno de mis maestros, don Carlos Quijano, solía decir: "Todos los pecados tienen redención. Todos menos uno. Es imperdonable pecar contra la esperanza". Con el tiempo aprendí cuánta razón tenía. Lamentablemente, Obama está pecando contra la esperanza que él mismo supo despertar, en su país y en el mundo. Aumentó los gastos de guerra, que ahora devoran la mitad de su presupuesto. ¿Defensa contra quién, en un país invadido por nadie, que ha invadido y sigue invadiendo a casi todos los demás? Y, para colmo, ese chiste de mal gusto de recibir el Nobel de la Paz pronunciando un elogio de la guerra.

¿Cuáles son, en su opinión, los miedos del siglo XXI?

El arte de narrar nació del miedo de morir. Está en Las mil y una noches. Cada noche, Sherezade iba cambiando un cuento por un nuevo día de vida. Pero también creo que el miedo de vivir es peor que el miedo de morir. Y me parece que el asunto, en este mundo y en este tiempo, es ese: el miedo de recordar, el miedo de ser, el miedo de cambiar. O sea: el miedo de vivir.

¿Ve un ejemplo de ese miedo en la Cumbre de Copenhague?

Los asesinos del planeta derraman de vez en cuando alguna lágrima, para que la platea sepa que también tienen su corazoncito. Pero es puro teatro. Bien saben que los modelos de vida de hoy, que ellos imponen, son modelos de muerte. Me pregunto a qué planeta se mudarán estos elegidos del Señor cuando terminen de exprimir la Tierra hasta la última gota.

Eduardo Galeano, escritor y periodista. Alma crítica de América Latina y figura señera del movimiento antiimperialista internacional. Entre sus escritos más conocidos internacionalmente: la trilogía Memoria del fuego (1986), El fútbol a sol y sombra (1995), Las venas abiertas de América latina (1971),  Patas arriba. La historia del mundo al revés (1999).

Vivir Apasionadamente es Vivir

"Vivir de verdad implica vivir apasionadamente"

 

 

Eduardo Galeano
Eduardo Galeano

 

Galeano confiesa que “Gracias a la vida” es su canción favorita... ¿A qué le das gracias tú, hoy?, le pregunto. Sonriendo, mirando al fondo de sí mismo, me responde: “a todo lo que dice la canción”

 

Un país con el nombre de un río

 

Tres buses, una cacciola, taxis, micros, colectivos: 36 horas. Santiago y su calor demente. Luego la cordillera, largas nocturnas pampas y mi amada Buenos Aires. La luz del primer tren hasta el Delta del Tigre. Río de la Plata, el río-mar adormeciéndonos. Llegar a Colonia y cruzar praderas hasta alcanzar, de noche, al Montevideo que Galeano tan bien dibujó en “La Canción de Nosotros”. Era febrero y era carnaval, las calles en donde el día parecía ser sólo una excusa para la siesta en espera de la noche y su juego de disfraces. Yo soñaba con esta ciudad, la intuía en las canciones de Fernando Cabrera, la olía en el mate amargo de todos los días, la pintaba azulosa como nos cantó Drexler.

 

La Galeano

 

Llegábamos al Uruguay en busca del hombre a quien le robáramos el nombre. Un nombre con el que bautizamos una experiencia que en Chile, durante diez años, jugó a sembrar afanes utópicos en territorios de la Academia. La Galeano, alguna vez intento de Universidad Social, siempre escuela de adultos y jóvenes no para cambiar el mundo sino para crearlo de nuevo. Esta Galeano estaba de cumple-década en 2009 y quería invitar a su fiesta a la víctima del robo. Era justo.

 

El día de los abrazos

 

Un par de mails bastaron para concretar el encuentro. Galeano ya sabía de nosotros por esos recovecos del azar o quizás por esa edición de la revista galeana “Las Palabras Andantes” que le entregué a Daniel Viglietti en Caracas. Nunca lo supimos. Estábamos a punto de vernos las caras y los corazones por un ratito para burlar los años que demoró esta cita. El Café Brasilero era el punto de convergencia, un añoso rincón bohemio anclado junto al puerto, donde Eduardo nos espera desde hace unos minutos. Lo vimos por el ventanal, pidiéndose un café, vestido -como siempre- de azul oscuro. Van conmigo Ignacia Moraga y Vania González. Entramos.

 

Embarazadas dudas a la intemperie

 

Nosotros trazamos borradores de cómo cambiar algo (en) el mundo. Sin guía ni certeza alguna. A la intemperie. ¿Qué son las dudas embarazadas, Eduardo? “Yo hablo siempre que hay que dudar, que dudar es bueno, contra una tradición -a mi juicio nefasta- de la izquierda tradicional que elogiaba siempre a la certeza y desconfiaba de la duda. Creo que la duda es muy buena, porque la duda genera certezas más dignas de confianza que las certezas heredadas desde la verdad dogmática. Yo tengo algunas certezas pero que cada mañana desayunan dudas, ¡por suerte!, porque esas dudas que desafían las certezas las alimentan. Yo creo que el barbudo este don Carlitos Marx no se equivocó cuando creyó que la contradicción es el motor de la historia humana. En efecto, es la duda la que hace posible que las contradicciones que toda certeza encierra puedan expresarse de una manera fecunda y libre. Eso implica una negación del pasado dogmático, la idea de que el buen militante es un buen papagayo, un mono de buena conducta, que sabe copiar pero no sabe crear: una idea ajena a lo que el mundo necesita hoy por hoy para salir de este callejón sin salida”.

 

Lo pequeño es hermoso

 

Y para salir de ese callejón están los movimientos sociales, utopías hechas a mano y sin permiso, a pulso, en la calle y el barrio: “Y unidos por esta especie de esperanza común, esperanza de que la realidad no sea un destino, que la realidad sea un desafío, donde todo pueda cambiar. No estamos condenados a repetir la Historia, podemos imaginarla, podemos hacerla”. Galeano es siempre una de las voces más queridas en instancias como los Foros Sociales Mundiales, “donde uno llegaba sintiendo que ésta es una familia más familia que la familia que tengo, porque es una familia sin fronteras, donde el único parentesco no es biológico sino la certeza de que otro mundo es posible”.


Contra los dolores evitables

 

“Lo que yo he aprendido, más bien a los golpes, a los porrazos, es a distinguir los dolores evitables de los dolores inevitables. O sea que los dolores que nacen de la pasión humana: el amor que pasa, la vida que pesa, la muerte que pisa, son dolores que nada, joderse, contra eso nada, pero que hay muchos otros dolores evitables que el sistema de poder multiplica. Yo siempre digo que no solamente te cobran el impuesto al valor agregado sino también el impuesto al dolor agregado: por si fueran pocos los dolores inevitables de la condición humana, el sistema te agrega otros, y entonces surgen los dolores evitables. Cada minuto mueren de hambre o de enfermedad curable 10 niños: ése es un dolor evitable, si será evitable que cada minuto este mismo mundo gasta tres millones de dólares en gastos militares, en la industria de la muerte, entonces bueno, a ver, ¿es evitable o no es evitable? ¿estamos condenados a trabajar para el exterminio del prójimo? ¿o es un sistema el que nos prepara para eso? Porque si eso es una fatalidad del destino, bueno, apagá y vamos, como han hecho varios viejos compañeros que han decidido más vale pasarla bien y olvidarse…”

 

Los otros nos salvan...

 

“Y nos pierden”, comenta entre risas cuando le cito a Rulfo, en esa idea que al final siempre son los demás, los otros, los que nos salvan: “en la medida en que la existencia es social -eso lo dijo Marx y es una cosa de sentido común- no hay existencia solitaria, ni siquiera un náufrago en una isla perdida en el océano como puede haber sido Robinson Crusoe, tuvo una inexistencia solitaria, no sólo porque se acercó ahí ese tal Viernes, sino también porque uno está habitado por la memoria de la vida vivida”.

 

Ser, cada uno, una multitud

 

Recuerdo un fragmento que quiero mucho de “Días y Noches de Amor y de Guerra”:

 

Yo tenía treinta años, pero entre la memoria y las ganas de seguir se había amontonado mucho dolor y mucho miedo. Había sido muchas personas, yo. ¿Cuántas cédulas de identidad tenía?

 

“Y sí, cada persona está llena de otras, hay una multitud dentro de mí y dentro ti y dentro ti y dentro ti (apuntándonos con el índice), cada uno es muchísimos, nadie está de veras solo. En todo caso, si te toca estar solo, no hay que vivirlo como ninguna tragedia, con la cantidad de gente que tenés adentro no te vas a aburrir, más bien tenés que pedirles que por favor no jodan, que te dejen en paz. Estamos todos habitados por las vidas que vivimos y las experiencias que tuvimos, nuestras desdichas, nuestros amores, nuestros desamores, amigos, las esperanzas, las desesperanzas, las traiciones, ¡uf! ¡si habrá cosas dentro de uno! Estamos llenos de gente”.

 

¿Y si eran ellas?

 

“Yo soy muy preguntón, muy curioso. Tuve la suerte de ver las pinturas de las cuevas de Altamira, en Santander, cuando todavía el acceso era libre, o sea antes de que las encerraran y las metieran en cristales. Entonces me tumbaron en una cama de piedra, (ahí supe que estaban en el techo y no en las paredes), y en aquel momento yo me pregunté: ¿cómo podían esos brutos pintar tan delicadamente? Si eran unos bestias que tenían que pelear a brazo partido contra los osos, contra los tigres, unos bestias totales, más bestias que los animales salvajes contra los que disputaban el derecho de existir, ¿cómo podían pintar así, tan delicadamente? ¿ellos? La pregunta era ¿o eran ellas?”

 

Cuando niños somos todos paganos

 

Al momento del encuentro Galeano estaba de luto: hacía ya dos días que había enterrado a Morgan, ese enorme y tierno perro que lo acompañaba en sus paseos por la Rambla. En uno de ellos, como siempre le ocurre a Eduardo, la vida le tendió un abrazo: ” veníamos los dos ahí caminando, con mala música, y en eso viene en dirección inversa una nenita chiquita, yo calculo que no tenía ni dos años, muy chiquita, brincaba y saludaba, ¡Hola pastito! ¡Hola pastito! … esas cosas a mí me devuelven las ganas de vivir porque a esa edad somos todos paganos. Después nos divorciamos de la naturaleza, nos divorciamos unos de otros, por culpa de una cultura que yo creo que ha hecho un daño enorme al género humano, que es la cultura dominante, ¿no? Pero a esa edad somos todos paganos, todos creemos. Esa misma niña vive unos pocos metros de mi casa, ahora tiene dos años y medio, saluda a la luna y conversa con ella con toda naturalidad. Imagina la cantidad de indios que fueron quemados en América por tener esas costumbres, de hablar con la lluvia, de hablar con la luna, de creer que la Tierra es sagrada, la cantidad que fueron asados por creer eso…”.

 

La realidad, una mierda, una maravilla

 

“La verdad es que cada día yo me desespero y cada día me desesperanzo. Me preguntan a mí ¿usted es optimista? Depende de la hora, a la hora que me agarrás. Yo no creo en los optimistas full time, esas sonrisas de oreja a oreja, que no importa, adelante que todo va a estar bien, no es lo mío. Yo creo que la realidad es una mierda pero también es una maravilla, el mundo es las dos cosas: una mierda y una maravilla. Ahora leí un poema que me gustó mucho, que me dejó acá en el café un poeta joven de Córdoba, Argentina, un chico que tendrá 18 ó 19 años. Él imagina que está conversando con un perro viejo que duerme bajo un puente, muy castigado por la vida, entonces el perro le dice ‘El mundo es una pulga muy, pero muy difícil de rascar’, me pareció estupenda, ¡mirá que linda definición del mundo!, y sí, eso es el mundo. Además me gustó porque no es nada solemne, lo hizo con ternura, no dijo el mundo es este astro del que somos huésped, esta piedra que habitamos, nada de eso, el mundo es una pulga muy difícil de rascar, perfecto, ¡bárbaro!”.

 

Amares de la vida cotidiana para inventar el mundo cada día…

 

Galeano es un hombre enamorado. No sólo de la vida, lo sabemos, también de Helena de los Sueños Mágicos. Habla de ella con una pasión y una ternura que sólo puede tener un amante adolescente. “Soy polígamo pero con una misma mujer”, ha dicho en varias ocasiones. Me imagino sus libros como pequeños atrapasueños en donde a veces, por fortuna o simple casualidad, cae uno de esos pájaros de la imaginación que Helena echa a volar por las noches. Y están por ahí revoloteando, aves caóticas, cocuyos multicolores, en distintos textos y momentos de su vida. “Sueño soñar siempre” escribió Arantxa alguna vez. Por eso, pienso ahora, comparten ellas el mismo hábito: vagar los mundos que nos reinventan cada día. Como hoy.

 

Entra en la noche como quien entra en un cine…

 

“Esta mujer tiene sueños prodigiosos, impresionantes, muy humillantes para mí, se dedica a humillarme cada mañana: hay un sadismo femenino (risas). Son muchísimos sueños así, impresionantes- que ella tiene para sintetizar la vida, para ser capaz de expresar en un lenguaje que es el lenguaje del arte, expresar procesos vitales, las cosas que ocurren en el mundo a través de una pequeña minúscula historia. Ella no escribe pero es como una narradora, entra en la noche como quien entra en un cine, y ahí hace sus películas, narra cinematográficamente la realidad”.

 

Mujeres que dicen chau

 

Galeano estuvo a punto de morir de un infarto. Había pasado su vida diciendo adiós, lo confesó a sus treinta de vivir y soñar. También a esa edad perdió a uno de sus amores más sangrados. Flavia era Mariana para salvarle la vida a Flavia. Y cuando ella no estuvo más, creo que Galeano murió un poco. Le comento sobre dos de sus cuentos que a mí me incendian por dentro: “Garúa” y “La muchacha del tajo en el mentón”. Y sí, son para la misma persona . Son la misma mujer. Y claro, esa clase de mujeres que dice chau y tá, no hay más que hacer, romperse el corazón de tanto usarlo como dice en “Resurrecciones”. Le doy las gracias entonces por poner alguna vez en palabras lo que yo siempre quise decir y no pude, aún no puedo, eso que él le escribió a una mujer que bien pudo llamarse Helena, Mariana o Ignacia:

 

“La confundiré con otras. Le buscaré el nombre y la voz y la cara. Le sentiré el olor en la calle. Me voy emborrachar y no me servirá de nada, pensé, y supe, como no sea con saliva o lágrimas de esa mujer”.

 

Ventana sobre la pasión humana

 

Galeano está acá, con nosotros en este café, bajo el sol y la brisa marina montevideana, y no puedo dejar de pensar que también acá estuvo con tantos otros personajes maravillosos. A las paredes del Brasilero se arriman, por ejemplo, fotos de Zitarrosa y de Benedetti. Recuerdo que este mismo hombre que nos habla de santos y demonios estuvo también -por nombrar a los más queridos- junto al Che y a Cortázar. ¿Qué te dejaron, Eduardo? “En el fondo es quizás es una fe en la pasión humana. Buda decía que la pasión es la fuente del dolor, y que para suprimir el dolor hay que suprimir la pasión, pero a mi no me interesa ser una piedra perdida en el espacio. Yo creo que de eso se trata, del orgullo de la pasión: que venga la pasión con toda su carga de dolor, es el precio de estar vivo. Vivir duele y bueno, al que no le guste que se mate, pero digo vivir para vivir de verdad implica vivir apasionadamente”.

 

Gracias a la vida

 

Al despedirnos, Galeano nos cuenta que un viejo cliente del café, hace unos días, miraba atentamente las fotos en las paredes, en muchas de las cuales aparece Eduardo en solitario o envuelto en cálidos abrazos. “Están casi todos muertos, fíjese”, le decía maliciosamente. Nos reímos. Galeano no le teme a la muerte, se le nota. Hace muy poquito acaba de salir victorioso ante un cáncer. En su vida le ha ido ganando porfiadamente a muchas bestias asesinas. No hay nada que temer. Recordamos a Violeta Parra y esa forma tan dulce de decir adiós. Sin odios ni resentimientos, agradeciendo su intenso andar por este mundo. “Gracias a la vida” es la canción favorita de Eduardo, me lo confiesa. ¿A qué le das gracias tú, hoy?, le pregunto. Sonriendo, mirando al fondo de sí mismo, me responde: “a todo lo que dice la canción”.


Miguel Fauré Polloni. Escritor y educador chileno, creador de la Universidad Social Eduardo Galeano. Activista de movimientos por los Derechos Humanos, la No Violencia y las libertades civiles. Columnista en diversos medios alternativos internacionales.