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Noam Chomsky

La Mayoría de los Árabes Temen a EE.UU. e Israel

 

Entrevista con Noam Chomsky a preguntas de diversos artistas, activistas y periodistas
"La inmensa mayoría de los ciudadanos árabes piensa que la mayor amenaza viene de EEUU e Israel"
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Redpepper.org
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Para su segunda entrevista en menos de un año con el profesor Noam Chomsky (la
primera tuvo lugar en Cambridge en septiembre de 2010), Frank Barat le pidió a renombrados artistas y periodistas que le enviaran cada uno la pregunta que les gustaría formularle a Noam.

John Berger

La práctica política sorprende a menudo por su vocabulario político. Por ejemplo, se dice que la reciente revolución en Oriente Medio se produce para pedir democracia. ¿Podemos encontrar palabras más adecuadas? ¿No es acaso la utilización de las viejas y tan a menudo traicionadas palabras una manera de absorber el impacto en lugar de recogerlo y seguir transmitiéndolo?

Para empezar, creo que la palabra revolución es un poco exagerada. Quizá pueda convertirse en una revolución pero, por el momento, es un llamamiento a una reforma moderada. Hay varios elementos, como el movimiento obrero, que ha intentado seguir más allá, pero aún está por ver hasta dónde llega. La cuestión es correcta pero no es fácil salir de ahí. No sólo sucede con el término democracia, también con cada palabra que tenga que ver con la discusión de asuntos políticos. Tiene dos significados. Tiene un significado literal y tiene el significado que se le asigna respecto al bienestar político, a la ideología, a la doctrina. Por tanto, o dejamos de hablar o intentamos utilizar las palabras de forma consciente. Como le digo, no solo ocurre eso con la palabra democracia.

Coja una palabra sencilla, como “persona”. Parece sencilla. Échele un vistazo. Es muy interesante ver lo que ocurre con esa palabra en EEUU. EEUU garantiza derechos personales que quizá lleguen más lejos que en cualquier otro país. Pero profundice en ellos. Las enmiendas de la constitución afirman muy explícitamente que no podrá privarse a ninguna persona de sus derechos sin el debido proceso legal. Eso vuelve a aparecer en la 14ª enmienda, pero fue la 5ª enmienda la que trató de aplicarlos a los esclavos liberados sin conseguirlo. Los tribunales han venido reduciendo y ampliando su significado de forma crucial. Ampliaron el significado para incluir a las corporaciones: entidades legales ficticias establecidas por un poder estatal. Por tanto, les concedieron los derechos de las personas, incluso derechos que iban más allá de los de las personas. Por otra parte, también redujeron su alcance porque lo lógico era pensar que el término “persona” iba a aplicarse asimismo a esas criaturas que caminan a nuestro alrededor haciendo los trabajos sucios de la sociedad y que no disponen de documentación. Pero no fue así, porque había que privarles de sus derechos. Por tanto, los tribunales, en su infinita sabiduría, decidieron que no son personas. Las únicas personas son la gente que tiene la ciudadanía. Por tanto, las entidades corporativas no humanas como el Barclays Bank, son personas, con derechos de gran alcance. Pero los seres humanos, la gente que barre las calles, no son personas, no tienen derechos y lo mismo ocurre con cada término que examines.

Cojamos ahora la expresión “acuerdos de libre comercio”. Por ejemplo: hay un Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano: Canadá, Estados Unidos y México. El único término exacto que hay ahí es “norteamericano”. No es realmente un “acuerdo”, si es que se considera que los seres humanos forman parte de sus sociedades, porque la población de los tres países estaba en contra del mismo. Por tanto, no es un acuerdo. Tampoco va de “libre comercio”, es proteccionista en sumo grado, establece tremendas protecciones a los derechos de monopolio en los precios de las corporaciones farmacéuticas, etc. Una gran parte de todo eso no va de comercio en absoluto. En realidad, lo que llamamos “comercio” es una especie de burla.

Por ejemplo, en la antigua Unión Soviética, si se fabricaban ciertas partes en Leningrado y se enviaban a Varsovia para que las montaran y después venderlas en Moscu, yo no llamaría a eso comercio, aunque cruzara fronteras nacionales. Eran interacciones dentro de una economía de mando único. Y ocurre exactamente lo mismo si General Motors fabrica unas partes en Indiana, las envía a México para que las ensamblen y las vende en Los Ángeles. Eso sería comercio en ambos sentidos. En realidad, si se busca la parte comercial, solo representa el 50%. Eso es bastante poco. Y gran parte del acuerdo tiene que ver sólo con derechos de inversión: garantizarle a General Motors, por ejemplo, los derechos de las compañías nacionales en México, cosa que los mexicanos no consiguen en EEUU. Cojan el término que quieran. Se van a encontrar siempre con exactamente lo mismo. Por tanto, sí, eso es un problema y tenemos que afrontarlo intentando clarificar de qué modo utilizamos una terminología equivocada.

Chris Hedges

Julien Benda, en “The Treason of Intellectuals” defiende que solo cuando los intelectuales no persiguen objetivos prácticos o ventajas materiales es cuando pueden servir como conciencia y correctivo. ¿Puede abordar el tema de la pérdida de filósofos, líderes religiosos, escritores, periodistas, artistas y académicos que en algún momento vivieron sus vidas en oposición directa al realismo de las multitudes y lo que esto ha implicado para nuestra vida moral e intelectual?

Puedo comprender sus sentimientos y compartirlos, pero no sé qué pérdida fue esa. ¿Alguna vez fue eso cierto? Que yo recuerde no hubo ninguna época, el término intelectual llegó a ser de uso común en su sentido moderno general en la época de los partidarios de Dreyfus. Eran una pequeña minoría. Una minoría pequeña y vilipendiada. La masa de intelectuales apoyaba al poder estatal. Durante la primera guerra mundial y poco después, en cada uno de los países, los intelectuales apoyaban apasionadamente a su propio estado y su propia violencia. Hubo un puñado de excepciones, como Bertrand Russell en Inglaterra o Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania o Eugene Debs en Estados Unidos, pero todos ellos fueron a la cárcel. Se les marginaba y metía en prisión. En el círculo de John Dewey, los intelectuales liberales de EEUU, que eran fervientes partidarios de la guerra, hubo uno de sus miembros, Randolph Warren, que se mantuvo aparte. No le metieron en la cárcel, EEUU es un país bastante libre, pero le echaron de las revistas, se quedó intelectualmente exiliado, etc. Así es como siempre ha ocurrido.

Eche una mirada cuidadosa a los años sesenta, un período de gran activismo: los intelectuales apoyaban mucho a Martin Luther King y al movimiento por los derechos civiles siempre y cuando se limitara a atacar a alguien. Mientras el movimiento por los derechos civiles persiguiera a sheriffs racistas en Alabama, era estupendo. Todo el mundo lo alababa. En cuanto se ocupó de cuestiones de clase, se le marginó y suprimió. La gente suele olvidar que le asesinaron cuando tomaba parte en una huelga de los trabajadores del sector sanitario y que iba de camino a Washington para ayudar a organizar el movimiento popular de los pobres. Bien, eso suponía cruzar un límite, eso hacía sentir que iba a por nosotros. Iba contra los privilegios y el norte, etc. Por eso los intelectuales desparecieron.

Con respecto a la guerra de Vietnam, ocurre exactamente lo mismo. Casi no hubo nadie entre los intelectuales conocidos –hubo desde luego gente al margen de la sociedad, jóvenes y demás-, pero entre los intelectuales con prestigio, prácticamente nada. Ya al final, tras la ofensiva de Tet en 1968, cuando la comunidad empresarial se volvió contra la guerra, entonces podías ver aparecer a gente diciendo “Sí, siempre estuve en contra de la guerra”… pero no queda ni el menor indicio de eso, nada en absoluto.

En realidad hay que acudir a la historia más antigua. Vayamos a la Grecia clásica, ¿quién se bebió la cicuta? Al tipo se le acusó de corromper a los jóvenes de Atenas con falsos dioses. Cojan los registros bíblicos. No aparece el término “intelectual” sino que hay un término que significa lo que ellos entendían por intelectual, el de “profeta”. Es una mala traducción de una oscura palabra hebrea. Había los llamados profetas, intelectuales, que formulaban la crítica política, condenaban al rey por provocar desastres, condenaban los crímenes del rey, pedían misericordia para los viudas y los huérfanos, etc. Bien, a esa gente podríamos llamarla intelectuales. ¿Cómo se les trataba? Se les denunciaba como gente que odiaba a Israel. Esa es la frase exacta que se utilizaba. Ese es el origen de la frase “auto-odio judío” en el período moderno. Y se les encarcelaba, se les dejaba en el desierto, etc. Ahora bien, había intelectuales a los que se elogiaba: los aduladores de la corte. Siglos después, se les llamó “falsos profetas”. Pero no en ese preciso momento. Desde entonces ocurre casi siempre la misma historia.

Hay unas cuantas excepciones. En el período actual, la principal excepción que conozco es Turquía. Es el único país donde yo sé que importantes artistas, académicos, periodistas y editores –una gama muy amplia de intelectuales- no sólo condenan los crímenes del estado, sino que se implican en constantes desobediencias civiles contra él. Enfrentándose, soportando a menudo castigos muy duros. Me entran ganas de reír cuando llego a Europa y oigo a la gente quejarse de que los turcos no son lo suficientemente civilizados como para incorporarse a su avanzada sociedad. Podrían aprender bastantes lecciones de Turquía. Y eso es bastante inusual. En realidad es tan inusual que apenas se conoce, no puedes ni plantearlo. Pero, aparte de la palabra “pérdida”, creo que los comentarios de Chris Hedges son exactos, pero yo no puedo percibir ninguna pérdida.

Creo que casi siempre ha pasado lo mismo. Desde luego, lo que varía es la forma en que se trata a esos intelectuales. Digamos que puede que en EEUU se les vilipendie o algo así, en la antigua Unión Soviética, en Checoslovaquia en los sesenta y en los setenta, podían encarcelarles, como encarcelaron a Havel. Si en esa época te encontrabas en los dominios americanos, como El Salvador, el batallón de elite entrenado en la escuela especial de guerra de EEUU podía reventarte el cerebro. Por tanto, sí, dependiendo del país, se trata a la gente de forma diferente.

Amira Hass

Los levantamientos de los países árabes, ¿le han hecho cambiar o revisar sus antiguas evaluaciones? ¿Han afectado, y cómo, a sus ideas sobre, por ejemplo, masas, esperanza, Facebook, pobreza, intervención occidental, sorpresa?

Amira y yo nos reunimos en Turquía hace un par de meses, tuvimos un par de horas para hablar y ninguno de nosotros previó nada, quizá ella sí, pero si lo previó, no dijo nada, ciertamente yo no preví nada, no estaba sucediendo nada en el mundo árabe, por tanto, sí, cambié de opinión a ese respecto porque fue algo inesperado. Por otra parte, cuando miras atrás, no hay diferencia con lo que ocurría antes, excepto que en el pasado los levantamientos eran violentamente suprimidos, y eso fue lo que ocurrió en noviembre, al principio de los levantamientos, en el Sahara Occidental que Marruecos invadió hace 25 años, violando las resoluciones de las Naciones Unidas y ocupándolo brutalmente.

En noviembre se produjo esa primera protesta no violenta que las tropas marroquíes aplastaron violentamente, que es algo que llevan 25 años haciendo; fue lo bastante grave como para que se presentara una petición de investigación en las Naciones Unidas, pero entonces Francia fue e intervino. Francia es el principal protector de atrocidades y crímenes en África Occidental, son las viejas posesiones francesas, por eso bloquearon la investigación de las Naciones Unidas, de lo que fue la primera protesta. La siguiente fue en Túnez, de nuevo más o menos una zona francesa, pero tuvo éxito, derrocaron al dictador. Y después vino Egipto, que es la más importante debido a su relevancia en el mundo árabe, que fue inmensamente notable, un inmenso despliegue de valor, dedicación y compromiso. Tuvieron éxito al deshacerse del dictador, aunque el régimen no ha cambiado aún. Quizá cambie pero todavía sigue ahí, diferentes nombres pero nada nuevo; ese levantamiento, el del 25 de enero, fue dirigido por los jóvenes que se llamaron a sí mismos el Movimiento del 6 de abril.

Bien, el 6 de abril se llama así por una razón, eligieron ese nombre porque fue la fecha de una acción importante de lucha un par de años antes en el complejo industrial textil de Mahalla, y que se suponía iba a ser una huelga importante, se llevaron a cabo actividades de apoyo y demás. Bien, fueron aplastados violentamente, eso fue el 6 de abril y esa fue una de la serie de huelgas. Por cierto, poco después del aplastamiento del levantamiento del 6 de abril, el presidente Obama fue a Egipto a dar su famoso discurso sobre el acercamiento al mundo musulmán y demás. Se le pidió en una conferencia de prensa que dijera algo sobre el gobierno autoritario del presidente Mubarak y dijo que no, que Mubarak era un buen hombre, que estaba haciendo cosas buenas manteniendo la estabilidad y aplastando la huelga del 6 de abril y que eso estaba bien.

Lo más llamativo es Bahrein. Lo que ahí sucede está alarmando a Occidente, en primer lugar porque Bahrein alberga la quinta flota estadounidense, una fuerza militar importante en la región. Segundo, porque es de mayoría chií y se llega hasta allí justo a través de una carretera elevada desde el este de Arabia Saudí, que tiene también una población de mayoría chií, y sucede que es donde se encuentra la mayor parte del petróleo. Durante años, los planificadores occidentales se han preocupado por los incidentes históricos y geográficos de allí porque la mayor parte del petróleo mundial se halla en zonas chiíes, justo alrededor de esa parte del Golfo, Irán, sur de Iraq, este de Arabia Saudí. Bien, si el levantamiento de Bahrein se extiende a Arabia Saudí, las potencias occidentales se van a ver realmente en dificultades y de hecho Obama ha cambiado la retórica que utilizaba oficialmente para hablar de los levantamientos. Durante un tiempo habló de cambio de régimen, ahora habla de alteración del régimen. No queremos que haya cambios, es estupendo contar con un dictador que nos haga el trabajo sucio.

En la actualidad, un hecho bastante sorprendente sobre todo esto es que…, eche un vistazo a las filtraciones de WikiLeaks, es muy interesante. Las más conocidas en Occidente, los grandes titulares, los filtros de los embajadores que decían que el mundo árabe nos apoya contra Irán… Pero había algo que faltaba en esas reacciones en los periódicos, en los columnistas y otros, a saber: la opinión pública árabe, ¿qué querían decir con eso de que los dictadores árabes nos apoyan? ¿Qué pasaba con la opinión pública árabe? No había nada, no se informaba de nada. En EEUU: cero, creo que hay un informe en Inglaterra, de Jonathan Steele, y probablemente nada en Francia, no sé. Pero se conoce bien, y muy prestigiosas agencias lo han publicado, que los árabes que piensan que Irán es una amenaza representan el 10%.

La mayoría, la inmensa mayoría, piensa que la mayor amenaza viene de EEUU e Israel. En Egipto, el 90% dicen que EEUU es la mayor amenaza, en realidad la política de EEUU es tan dura que yo creo que en Egipto casi el 80% piensan que el régimen sería mejor si Irán tuviera armas nucleares. Por toda la región la mayoría piensa así. Volviendo a John Berger y al término democracia, la valoración de los intelectuales occidentales de la democracia es tan profunda y está tan profundamente arraigada que ni siquiera a alguien se le ocurre preguntar qué piensan los árabes; cuando nos sentimos eufóricos de que los árabes nos apoyen, la respuesta es que no nos importan, mientras se estén quietos y sometidos y controlados, mientras haya eso que llamamos estabilidad, no importa lo que piensen. Los dictadores nos apoyan y punto, nos sentimos eufóricos ante ese tipo de vínculos, junto a un buen montón de cuestiones… Pero, volviendo al comentario de Amira Hass, lo sucedido debería llevarnos a pensar en lo que ha estado acaeciendo no solo en el mundo árabe sino en más lugares y muy a menudo está motivado por una razón esencial: la de haber sido sometidos con violencia y así ha ocurrido a lo largo de todo un siglo.

Quiero decir que los británicos estuvieron suprimiendo el movimiento democrático en Irán hace más de un siglo. En Iraq hubo un alzamiento chií y, tan pronto como los británicos improvisaron el país tras la primera guerra mundial, suprimieron violentamente los grandes levantamientos; uno de los primeros usos de la aviación fue atacar a los civiles. Lloyd George escribió en su diario que eso fue algo grandioso porque teníamos que reservarnos el derecho a bombardear a los “negros”. Continuó en 1953 cuando EEUU y Gran Bretaña se unieron para derrocar en Irán al gobierno parlamentario. De 1936 a 1939, hubo un levantamiento árabe en Palestina contra los británicos que fue violentamente aplastado.

La primera Intifada fue de nuevo un levantamiento popular muy importante. No fue violento en absoluto pero sí un verdadero movimiento popular, con grupos de mujeres protestando contra la estructura feudal, intentando desmantelarla. Fue aplastado sin piedad. Tan pronto sucedían cosas como esas, se las aplastaba. Lo que es inusual en esta ocasión es que en la mayoría de los países son lo suficientemente fuertes como para poder sostenerse. No sabemos qué sucederá en Bahrein y Arabia Saudí. En realidad, no sabemos qué va a suceder en Egipto. El ejército, que ha conservado hasta ahora al menos el control y el alto mando militar, está profundamente empotrado en el viejo régimen opresor. Se habían apoderado de gran parte de la economía, eran los beneficiarios de la dictadura de Mubarak, no van a ceder fácilmente, por eso nos queda por ver qué va a suceder allí.

Ken Loach

¿Cómo superar el sectarismo en la izquierda?

No creo que lo consigamos nunca. Hay una forma de sectarismo que es bien recibida, a saber: la discrepancia. Hay muchas cosas poco claras, deberíamos discutir, buscar diferentes opciones y demás, ver qué quiere expresar Ken con sectarismo y qué significa en general; son una serie de iniciativas que algunas veces intentan, y a menudo consiguen, romper los movimientos populares. Las personas individuales o los grupos políticos que tienen su propia agenda y quieren hacerse con el control se convierten en pequeños Lenin. No creo que vaya a eliminarse nunca ese tipo de sectarismo. Se le puede marginar, como por ejemplo, durante los levantamientos del mundo árabe, es decir, Egipto, la Plaza de Tahrir, fueron sorprendentemente muy poco sectarios y había muchos puntos de vista diferentes, pero había unidad y un objetivo común. Lamentablemente, eso está empezando a desbaratarse.

Justo ayer hubo una manifestación de mujeres para exigir sus derechos. Las atacaron. Es una sociedad muy sexista y atacaron a las mujeres. OK, eso es sectarismo. Hay también ahora un sectarismo religioso en desarrollo, quiero decir que cuando un objetivo común ya no sirve para unir a la gente en una lucha, entonces te encuentras con el sectarismo. Esa es la forma de unir a la gente. Por ejemplo, en el movimiento obrero en EEUU. La fuerza obrera ha sido extremadamente racista y no necesariamente sólo contra los negros; por ejemplo, a finales del siglo XIX se trataba igual a los irlandeses que a los negros. Quiero decir que podías pasear por Boston y ver carteles que decían “Ni perros ni irlandeses”, etc.

Se nos llamaba hunos, eso significa alguien que viene de la Europa Oriental, un amargo racismo contra los hunos, contra los italianos, se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Pero cuando empiezan las oleadas de huelgas a finales del siglo XIX y van adquiriendo importancia, hay lugares como los centros mineros del carbón y del acero en el oeste de Pensilvania donde la gente tomó las ciudades y las gobernó. En ese punto el sectarismo desapareció, el racismo desapareció y se unieron para tratar de conseguir algo. Lo mismo ocurrió con la organización CIO en la década de 1930, superó el racismo contra los negros y trabajaron juntos. Esa es la única forma que yo conozco de conseguir las cosas. Lo mismo sucedió en el movimiento por los derechos civiles. Si tienes un objetivo común y puedes coordinarte para intentar conseguirlo, entonces se dejan a un lado los esfuerzos sectarios, no es que desaparezcan, hay gente que sigue maniobrando en la periferia y quizá si los motivos y los compromisos se suavizan pueden empezar a intentar hacerse con todo, como empezamos a ver en Egipto, pero no conozco otra forma de conseguirlo.

Paul Laverty

Probablemente no ha habido nunca una época en la que haya habido tanta concentración de la riqueza y del poder en tan pocas manos. Los poderosos utilizan sistemas sofisticados para mantener este estado de cosas, pero quizá nosotros, en la izquierda, utilizamos esto también como excusa para ocultar nuestras deficiencias. ¿Qué piensa que ha fallado en nuestro esfuerzo imaginativo para construir una campaña de masas internacional que democratice los recursos y desafíe el poder corporativo? ¿Puede imaginar una época en la que podamos organizar con éxito nuestras vidas y economías sobre una base de cooperación en vez de sobre una base competitiva?

Claro que puedo imaginarlo y en realidad ha habido diversos experimentos con éxito, algunos de ellos justo ahora. Ninguno de ellos utópico, ninguno de ellos de esos a los que yo o Vd. u otros aspirarían, pero no han sido insignificantes. Tomemos, por ejemplo, el sistema de Mondragón, en España, gestionado por los trabajadores. Es una forma de cooperativa que ha tenido mucho éxito, con un éxito muy amplio.

Si mira alrededor en los EEUU, hay probablemente cientos de empresas autogestionadas, no son inmensas, aunque algunas sí son bastante grandes, pero están teniendo éxito. Cojamos justo ahora Egipto, una de las cosas más interesantes que están sucediendo en Egipto es que el movimiento obrero, que se ha mantenido militante durante años (como mencioné antes, este levantamiento no ha salido de la nada), en algunos de los centros industriales, como el caso de Mahalla, al parecer los trabajadores han tomado la empresa y la están dirigiendo ellos mismos. Bien, si eso es verdad, ese podría ser el comienzo de una revolución, por volver a las palabras de Berger. Por tanto, sí, es perfectamente factible.

El comentario sobre la desigualdad es muy real. No conozco las estadísticas detalladas de otros países, pero en EEUU la desigualdad está justo ahora en el nivel más alto de su historia desde la década de 1920. Pero eso es engañoso porque la desigualdad en EEUU está muy concentrada, en lo alto tenemos justo el 1% de la población. Eche un vistazo a la distribución de los ingresos, va de forma muy aguda hacia el extremo superior y es, literalmente, la décima parte del 1% de la población. Ahí se da una riqueza extraordinaria. De hecho eso está impulsando la desigualdad, si coges esa parte, ves que es desigual pero no puede ocultarse totalmente. ¿Quiénes son? Son los gestores de fondos de cobertura, los directores ejecutivos, los banqueros, etc. Bien, algo muy grave ha estado sucediendo.

Desde los años setenta, la economía ha cambiado de forma significativa, se ha financiarizado. Volviendo a los setenta, las instituciones financieras, los bancos, las firmas de inversión representaban un pequeño porcentaje de los beneficios corporativos. Ahora, en 2007, por ejemplo, alcanzaron el 40%. No benefician a la economía, en realidad probablemente la perjudican, no tienen utilidad social pero son poderosas. Con poder económico se controla el poder político. Por razones bastante obvias. Por eso han conseguido un extenso poder político, por ejemplo, las instituciones financieras que han puesto a Obama en el poder, de ellas es donde procede la mayor parte de su financiación.

Con poder político tienes la oportunidad de modificar el sistema legislativo y eso es lo que han estado haciendo. Por tanto, sobre todo desde los años ochenta, se han cambiado las políticas fiscales, las políticas tributarias, para asegurar una muy alta concentración de la riqueza. Se han cambiado las normas de la gobernanza corporativa. Permiten, por ejemplo, que el director ejecutivo de una corporación seleccione a la junta que va a determinar su salario. Bien, puede imaginar cuáles son las consecuencias de todo eso. En la actualidad las leemos todos los días en las portadas de los periódicos, leemos los inmensos bonos que se les dan a los encargados de la gestión, de ahí es de donde sale.

Toda la regulación se ha venido abajo, con efectos muy destacables. Esto se generaliza al resto del mundo. Estoy hablando de EEUU porque es lo que mejor conozco. Realmente, la regulación del New Deal impidió hasta los años ochenta que surgiera una crisis financiera. Desde la década de 1980, crisis tras crisis, varias durante los años de Reagan, bastante graves, de hecho Reagan dejó el poder con la peor crisis financiera desde la depresión. El escándalo de Savings & Loans, luego llegó Clinton, después esta crisis de la vivienda, ocho malditos billones de dinero desaparecido, la economía devastada. Bien, todo eso es fruto de decisiones políticas.

Mientras tanto el coste de las campañas electorales sigue incrementándose y eso obliga a las partes a meterse muy profundamente en los bolsillos de los sectores corporativos donde está el dinero. Se espera que las próximas elecciones, en 2012, cuesten alrededor de 2.000 millones de dólares. Eche un vistazo a la administración Obama y se dará cuenta que ha estado incorporando a ejecutivos a su gobierno. Son quienes tienen acceso a la financiación de las corporaciones que van a comprar las elecciones. Las elecciones están convirtiéndose en una mera farsa dirigida por la industria de las relaciones públicas. Es un esfuerzo de marketing, lo están diciendo abiertamente. En realidad, Obama ganó el premio de la industria de la publicidad a la mejor campaña de marketing en 2008, saben exactamente de qué va exactamente el asunto. Bien, todo eso es una especie de círculo vicioso. Aumenta la concentración de la riqueza, incrementa el poder político, que actúa para aumentar aún más la riqueza.

¿Por qué no hay reacción? Ahora sí está habiendo reacción, por vez primera, lo que está sucediendo en Wisconsin es una reacción muy importante. Hay decenas de miles de personas en las calles, día tras día, con mucho apoyo popular, quizá les apoyen las dos terceras partes de la población. Están intentando defender los derechos de los trabajadores, el derecho a la negociación colectiva, que está bajo ataque. Me refiero a que el mundo de los negocios comprende muy bien que la única barrera ante su total tiranía corporativa es el movimiento organizado de trabajadores. Por eso hay que destruirlo. La historia del movimiento obrero en EEUU ha sido extremadamente violenta, más que en Europa y allí se han hecho esfuerzos tras esfuerzos para acabar con los sindicatos, pero siguen renaciendo. Ahora hay un esfuerzo importante en su contra, pero se está resistiendo. Los grandes movimientos populares resisten.

¿Pero dónde está la izquierda? Es interesante lo que está sucediendo ahora con la izquierda. Después de la década de 1960 en que hubo un gran renacimiento, no ha habido gran activismo en la izquierda. Hay ahora muchos más jóvenes activistas que en los sesenta. Pero los problemas han cambiado. Algunas veces se les denomina post-materialistas. Son temas importantes, no los desprecio. Los derechos de los homosexuales, los derechos medioambientales, los derechos de las mujeres, son todos importantes pero no llegan a preocupar a la gente que está sufriendo un desempleo al nivel de la depresión. No le llegan al 20% de la población que necesita bonos de ayuda alimentaria. No ha habido ese tipo de difusión y organización. Por eso cuando empezaron hace unas dos semanas las protestas en Wisconsin, no hubo prácticamente ninguna iniciativa de la izquierda. Bueno, un par de personalidades bien conocidas llegaron para dar alguna charla, pero poco más, no estaba organizada por grupos de izquierdas, que deberían estar en el mismo corazón de todo. Pero están por ahí y es mejor que se presenten o vamos a tener problemas.

Aunque el activismo de izquierdas es importante, muy importante, está bastante divorciado de la lucha diaria por la supervivencia y una vida decente de la mayoría de la población y esa es una brecha que hay que superar de algún modo.

Alice Walker

Creo que es inevitable la solución de un único estado al impasse Palestina/Israel, y que es más justa de lo que podría ser la solución de los dos estados. Esto se debe a que no creo que Israel deje nunca de intentar tener bajo control a los palestinos, ya sean ciudadanos de Israel o vivan en los territorios ocupados. Con la solución de los dos estados habría un estado israelí y un bantustán palestino.

Me ha sorprendido mucho su rechazo de la idea de un estado como algo casi absurdo y me gustaría entender por qué piensa así. ¿No hay ninguna esperanza de que israelíes y palestinos puedan vivir juntos como los blancos y los negros tras la caída del apartheid, en Sudáfrica?

Es una pregunta interesante. Es una mujer maravillosa, hace un buen trabajo, está realmente comprometida con la causa palestina pero la pregunta dice algo sobre el reciente movimiento de solidaridad palestino. Quiero decir, si yo le hubiera preguntado a ella, pongamos, ¿por qué piensas que es absurdo intentar defender derechos civiles para los negros en EEUU? Se habría sentido desconcertada, ha dedicado gran parte de su vida a eso. De hecho, la única respuesta posible sería: ¿De qué planeta sales? Eso es lo que he estado haciendo toda mi vida.

Es exactamente lo mismo aquí. Hace ya setenta años que hemos estado defendiendo lo que en la reciente reencarnación recibe el nombre de un acuerdo para Un Estado. Un acuerdo para Un Estado, que no solución. Ese Acuerdo de Un Estado solía llamarse acuerdo binacional y si se piensa en ello, sí, tendrá que ser un acuerdo binacional. Eso fue lo que estuve haciendo cuando era un joven activista en los años cuarenta, en oposición a un estado judío. Y así he continuado siempre. Y es duro perder eso. Desde los últimos años de la década de 1960 he escrito toda una serie de libros, un número inmenso de artículos, charlas constantemente, miles de ellas, entrevistas, siempre alrededor de lo mismo. Intentando trabajar por un acuerdo binacional, en oposición a un estado judío.

He hecho una tonelada de trabajo acerca de ese tema, trabajo activista, escribiendo, etc. Pero no es sólo un eslogan y creo que es por eso por lo que alguien como Alice Walker lo desconoce. No es sólo un eslogan, “vivamos juntos y felices”. Se trata de enfrentar seriamente el problema. Si eres serio sobre eso, te preguntas “¿cómo podemos conseguirlo?”. Te preguntas qué pasos hay que dar que nos lleven ahí, no sólo piensas en lo bonito que sería si tuviéramos paz. Eso es fácil, pero, ¿cómo lo conseguimos? Bien, depende de las circunstancias, como todas las opciones tácticas. En el período anterior a 1948, era sencillo, no queremos un estado judío, tengamos un estado binacional. De 1948 a 1967, te decías a ti mismo que no era sensato elegir esa posición. En 1967 se abrió de nuevo la posibilidad. Hubo una oportunidad en 1967 de avanzar hacia algún tipo de sistema federal para después llegar a una integración más estrecha, quizá un auténtico estado laico binacional.

En 1975 cristalizó el nacionalismo palestino y se introdujo en la agenda, y la OLP se decantó por el acuerdo de dos estados, con el inmensamente abrumador consenso internacional de esa época para un acuerdo de dos estados en la forma que todo el mundo conoce. De 1967 a 1975 era imposible defenderlo directamente y era un anatema, algo odiado, denunciado porque era amenazante. Era amenazador porque podía cumplirse y eso dañaría la formación política. Por tanto, en cuanto se daban cuenta, se denunciaba y difamaba. Desde 1975 podías aún mantener esta posición pero tenías que enfrentar la realidad, que tendría que conseguirse por etapas. Sólo hay una propuesta que nunca he escuchado, que vivamos todos juntos en paz; la única propuesta que conozco, empezando con el consenso internacional, es la del acuerdo de dos estados. Reducirá el nivel de violencia, el ciclo de violencia, abrirá posibilidades para una interacción más estrecha que ya se produce a algún nivel, incluso en las circunstancias actuales, comercial, cultural y otras formas de interacción. Eso podría llevar a erosionar las fronteras. Eso podría mover a una mayor interacción y quizá a algo como el viejo concepto de estado binacional.

Lo llamo acuerdo ahora porque no creo que este sea el final del camino. No veo razón particular alguna para rendir culto a las fronteras imperialistas. Así que cuando mi esposa y yo volvemos a cuando éramos estudiantes e íbamos con la mochila por el norte de Israel y sucedía que cruzabas al Líbano, porque no hay una frontera marcada, ya sabe, aparecía alguien gritándonos y diciéndonos que nos volviéramos. ¿Por qué debería haber una frontera allí? Se impuso mediante la violencia francesa y británica. Tendríamos que avanzar hacia una mayor integración de toda la región, no hacia un acuerdo de un estado si es que hablamos de palabra. En cualquier caso, hay un montón de cosas equivocadas respecto a los estados, ¿por qué deberíamos rendir culto a las estructuras estatales? Tendríamos que socavarlas. Ahora bien, en una serie de pasos. Si alguien puede pensar en otra vía para llegar hasta ahí, entonces debería contárnoslo. Podemos escucharle y hablar sobre ello. Pero no sé de otra vía. Por tanto, todo lo que he estado escribiendo y hablando es demasiado complejo para ponerlo en un mensaje de twitter. En esta época, eso significa que no existe. Tienes que apoyar tanto el acuerdo para dos estados como el acuerdo para un estado. Tienes que apoyar ambas cosas, porque una de ellas es la senda para conseguir la otra. Si no haces el primer movimiento, no vas a parte alguna. Ahora Alice Walker dice que Israel no aceptará un acuerdo de dos estados. Tiene razón. Tampoco va a aceptar el acuerdo de un estado. Por tanto, si ese argumento tiene alguna fuerza, su propuesta está fuera de lugar, la mía también.

Por ese mismo argumento, podías ponerte a tratar de demostrar que el apartheid nunca iba a tener fin. Que los nacionalistas blancos nunca aceptarían poner fin al apartheid, lo cual es verdad, entonces, OK, renunciemos a la lucha contra el apartheid. Indonesia nunca iba a renunciar a Timor Este, los generales decían eso alto: “es una provincia nuestra y vamos a mantenerla”. Eso habría sido verdad si las acciones se hubieran producido en el vacío. Pero no había tal vacío, había otros factores implicados. Uno de los factores, que es importante, y de hecho en estos casos es decisivo, es la política estadounidense. Bien, eso no está gravado en piedra. Cuando la política de EEUU cambió acerca de Indonesia y Timor Este, se tomó literalmente una frase del presidente Clinton para conseguir que los generales indonesios se fueran. En un determinado momento él dijo: “Se acabó”. Y se retiraron.

En el caso del apartheid, fue un poco más complicado. Cuba jugó un gran papel. Por ejemplo, Cuba expulsó a los sudafricanos de Namibia y protegió a Angola. Eso tuvo un gran impacto. Pero fue cuando cambió la política de EEUU, hacia 1990, cuando en ese momento el apartheid se vino abajo. Ahora, en el caso de Israel, EEUU es decisivo. Israel no puede hacer nada sin contar con el apoyo de EEUU. Le proporciona apoyo diplomático, militar, económico e ideológico. Cuando ese apoyo se retira, hacen lo que EEUU dice. Y así ha sucedido en realidad una vez y otra.

Por tanto, si fuera verdad que se estuviera actuando en un vacío nunca hubieran aceptado nada sino lo que están haciendo ahora. Apoderándose de la prisión que es Gaza, apoderándose de todo el territorio que les da la gana, ya sabe, y así van a seguir. Pero no están actuando en un vacío. Hay cosas que podemos hacer, como en otros casos, para cambiar eso. Y en este caos, pienso que puede considerarse e incluso trazarse un plan para poder avanzar hacia el acuerdo de un estado como un paso hacia algo incluso mejor, hay que seguir. Por lo que puede verse, el único camino para conseguir eso es apoyando el consenso internacional como primer paso. Un paso, un preludio para más pasos. Eso significa acciones muy concretas. No tenemos que organizar un seminario para discutir sobre posibilidades abstractas. Hay pasos muy concretos que podemos dar.

Por ejemplo, retirar al ejército israelí de Cisjordania. Esa es una propuesta concreta y hay toda una serie de medidas a adoptar para llevarla a cabo. Por ejemplo, Amnistía Internacional, que no es precisamente una organización revolucionaria, ha pedido un embargo de armas sobre Israel. Bien, si EEUU, Gran Bretaña, Francia, otros, si los pueblos pueden presionar a sus gobiernos para que acepten esa propuesta y decir, habrá un embargo de armas a menos que saques a tu ejército de Cisjordania, eso tendría efecto. Hay otras acciones que podrían hacerse. Si el ejército sale de Cisjordania, los colonos se irán también con ellos. Se subirán a los camiones que les faciliten y se trasladarán desde sus casas subvencionadas en Cisjordania a sus casas subvencionadas en Israel. Al igual que hicieron en Gaza cuando se les dio la orden. Es probable que algunos se queden, pero eso no importa, si quieren seguir en un estado palestino, eso es asunto suyo. Por tanto, hay cosas muy concretas que pueden hacerse. Sé que no es cuestión de chascar los dedos y ya está, pero no es pedir mucho más que el tipo de cosas que han sucedido en otras partes cuando la política de las grandes potencias cambió, sobre todo la de EEUU.

Puede disponerse del video con esta entrevista en YouTube.

Frank Barat es coordinador del Tribunal Russel sobre Palestina y acaba de editar el libro de Noam Chomsky e Ilan Pappé “Gaza in Crisis: Reflections on Israel’s War Against the Palestinians”.

Fuente:

http://www.redpepper.org.uk/interview-with-noam-chomsky/

La Farsa de La Amenaza Iraní

LA AMENAZA IRANI

 

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La grave amenaza del Irán es ampliamente reconocida como la crisis de política extranjera más seria que la administración Obama tiene que afrontar. El Congreso acaba de reforzar las sanciones contra Irán, con penas aún más severas contra las sociedades extranjeras. La administración Obama ha ampliado rápidamente su propia capacidad ofensiva en la isla africana de Diego García, territorio de ultramar de Gran Bretaña, que había expulsado a la población para que los Estados Unidos pudiesen construir la imponente base que utiliza para atacar al Oriente Medio y al Asia Central. La marina ha referido que ha enviado a la isla una nave de apoyo para dotar a los submarinos nucleares con mísiles Tomahawk, que pueden transportar cabezas nucleares. Cada submarino tendría la capacidad ofensiva de un típico grupo de batalla de un portaviones. Según un informe de la carga de la marina de EEUU obtenido por el Sunday Herald (Glsgow), la notable cantidad de armas que Obama ha enviado comprende 387 “bunker busters” (“destructores de bunker”, artefactos nucleares a penetración profunda) usados para hacer saltar en el aire estructuras subterraneas más resistentes.

La programación de estas superbombas o “massive ordnance penetrators”, los artefactos más potentes del arsenal después de las armas nucleares ha empezado durante la administración de Bush, pero se ha debilitado.

Cuando Obama ha tomado posesión de su cargo ha acelerado inmediatamente los programas y serán aplicados varios años antes de lo previsto, mirando específicadamente a Irán.

“Se están preparando totalmente para la destrucción de Irán”, según Dan Plesch, director del Centre for International Studies and Diplomacy de la University of London “los bombarderos de EEUU y los mísiles de largo alcance están listos hoy para destruir 10.000 blancos en Irán en unas horas”, ha dicho.

“La potencia de fuego de las fuerzas estadounidenses se ha cuadruplicado desde el 2003” y se ha acelerado con Obama.

La prensa árabe refiere que una flota americana (con una nave israelita) ha atraversado el Canal de Suez en dirección del Golfo Persa, con el cometido de “implementar las sanciones contra Irán y controlar las naves en tránsito desde Irán y hacia Irán”. Los medios de comunicación británicos e israelíes refieren que Arabia Saudita estaría proveyendo un corredor para bombardear Irán por parte de Israel (lo cual Arabia Saudita ha negado). A su regreso de Afganistán, para tranquilizar a los aliados de la OTAN, -donde los EEUU mantendrán su curso después de la sustitución del general McChrystal por su superior, el general Petraeus-, el presidente de los “Joint Chiefs of Staff” o Estados Mayores Reunidos, Almirante Michael Mullenh ha ido a Israel para encontrarse con el jefe de estado mayor de la defensa israelita Gaby Ashkenazi y con influyentes militares israelíes, además de unidades de inteligencia y de programación, continuando el estratégico diálogo anual entre Israel y los EEUU en Tel Aviv. El encuentro versaba “sobre la preparación tanto de Israel como de los EEUU ante la posibilidad de un Irán con capacidades nucleares”, según Haaretz, que refiere además que Mullen habría enfatizado que “(yo) intento siempre de ver los desafíos desde el punto de vista israelí”. Mullen y Ashkenazi permanecen en contacto regular manteniendo una línea segura.

Las crecientes amenazas de una acción militar contra Irán violan ciertamente el Documento de las Naciones Unidas y especificadamente la resolución 1887 de septiembre 2009 del Consejo de Seguridad, que ha ratificado la invitación a todos los estados de resolver pacíficamente las disputas en mérito a cuestiones relativas a lo nuclear, de acuerdo con el Estatuto, que prohibe el uso, o la amenaza de la fuerza.

Algunos respetables analistas describen la amenaza iraní con términos apocalípticos. Amitai Etzioni advierte que “los EEUU deberán medirse con Irán o renunciar al Medio Oriente”, nada menos. Si el programa nuclear de Irán procede, afirma, Turquía, Arabia Saudita y otros estados se “moverán hacia” el nuevo “súper-poder” iraní; con una retórica menos encendida, se podría crear una alianza regional independiente de los EEUU. En el periódico del ejército americano Military Review, Etzioni promueve un ataque de los EEUU que tenga como blanco no solo las instalaciones nucleares de Irán, sino también sus complejos militares no nucleares, incluida infraestructura - es decir, la sociedad civil. “Este tipo de acción militar es similar a las sanciones- en el provocar “dolor” al fin de cambiar el comportamiento, aunque sea con medios más potentes”.

Dejando de lado estas desconcertantes declaraciones, ¿cual es exactamente la amenaza iraní?

Una respuesta competente la encontramos en el estudio de abril del 2010 del International Institute of Strategic Studies, Military Balance 2010. El régimen brutal clerical es sin duda una amenaza para su misma gente, pero en este sentido no lo es más que el de otros aliados de América en la región. Pero no es ésto lo que preocupa al Instituto, que más que nada se preocupa por la amenaza que Irán representa para la región y para el mundo.

El estudio deja claro que la amenaza iraní no es militar. El gasto militar de Irán es “relativamente bajo si se compara con el del resto de la región”, es menos del 2% del de Estados Unidos. La doctrina militar iraní es estríctamente “defensiva”... que mira a frenar una invasión y a imponer una solución diplomática a las hostilidades”. Irán tiene sólo “una capacidad limitada de proyectar la fuerza más allá de sus fronteras”. Con referencia a la opción nuclear “el programa nuclear de Irán y su intención de tener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares son una parte central de su estrategia de disuasión”.

Si bien la amenaza iraní no sea militar, ésto no quiere decir que pueda ser tolerable para Washington. La capacidad de disuasión iraní es una práctica ilegítima de soberanía que interfiere con los proyectos globales de América. Pare ser específicos, amenaza el control por parte de los Estados Unidos de los recursos energéticos de Oriente Medio, una prioridad de los programadores desde la segunda guerra mundial, que provee “un notable control del mundo”, como ha afirmado un influyente personaje (A.A. Berle).

Pero la amenaza de Irán va más allá de la disuasión. Intenta también ampliar su influencia. Según como dicha amenaza ha sido formulada por el mismo Instituto, Irán estaría “desestabilizando” la región. La invasión por parte de los EEUU y la ocupación militar de los estados cercanos a Irán es “estabilización”. Los esfuerzos de Irán de ampliar su influencia en los países cercanos es “desestabilización”, es decir, del todo ilegítima. Cabe notar que este modelo de detector es habitual. Por lo tanto el prominente analista de política extranjera James Chase, ex editor del principal periódico del establishment Foreign Affairs, usaba a propósito el término “estabilidad” en el sentido técnico, cuando explicó que para llegar a la “estabilidad” en Chile era necesario “desestabilizar” el país (derrocando el gobierno elegido de Allende e instaurando la dictadura de Pinochet).

Además de estos crímenes, Irán sostiene también el terrorismo, sigue diciendo el estudio: apoyando a Hezbollah y Hamas, las mayores fuerzas políticas en Líbano y en Palestina –si las elecciones cuentan algo. La coalición Hezbollah ha ganado con facilidad el voto popular en las últimas elecciones (2009) en el Líbano. Hamas ha ganado las elecciones del 2006 en Palestina, obligando a los EEUU y a Israel a optar por el asedio duro y brutal de Gaza para castigar a los malvados que habían votado mal en una elección libre. Estas han sido las únicas elecciones libres en el mundo árabe. Es normal para la opinión de las élites temer la amenaza de la democracia y actuar en consecuencia para obstaculizarla, pero éste es un caso más bien extraordinario, en particular al lado del fuerte apoyo de los Estados Unidos a las dictaduras regionales, particularmente extraordinario para el gran elogio de Obama hacia el brutal dictador egipcio Mubarak durante su famoso discurso al mundo musulmán en El Cairo.

Las acciones terroristas atribuidas a Hamas y Hezbollah no son nada comparadas con el terrorismo americano e israelí en esa misma región, pero vale la pena de todas formas hacer un repaso.

El 25 de mayo en el Líbano se ha celebrado el día de la fiesta nacional, el Dia de la Liberación, que conmemora el retiro de Israel del sur del Líbano después de 22 años, como resultado de la resistencia de Hezbollah –descrita por las autoridades israelitas como “agresión iraní” contra Israel en el Líbano bajo la ocupación de Israel (Ephraim Sneh). También ésto es una práctica normal imperialista.

Así como el presidente John F. Kennedy condenó “el asalto desde el interior y que está manipulado desde el norte”.

El asalto de la resistencia survietnamita contra los bombarderos de Kennedy, la guerra química, la reclusión de los campesinos en verdaderos campos de concentración y otras medidas benévolas parecidas, fue denunciado como una ’agresión interna” por el embajador de las Naciones Unidas de Kennedy, el héroe liberal Adlai Stevenson. El apoyo de los Norvietnamitas hacia sus compatriotas en el sur ocupado por los Estados Unidos se considera una agresión, una intolerable interferencia en la legítima misión de Washington. También los consejeros de Kennedy, Arthur Schlesinger y Theodore Sorenson, considerados como “palomas”, alabaron la intervención de Washington para hacer frente a la “agresión” en el sur de Vietnam –por parte de la resistencia indígena (...). En 1955 los Estados Mayores Reunidos americanos definieron varios tipos de “agresión”, entre los cuales estaba “la agresión no armada, es decir la guerra política, o la subversión”.

Por ejemplo, una revolución interna contra un estado de policía impuesto por los Estados Unidos, o elecciones que tengan un resultado equivocado. Dicho uso es común también entre los estudiosos y en ámbito político y tiene sentido solo si se parte del presupuesto de que Nosotros Somos los Patrones del Mundo.

Hamas opone resistencia a la ocupación militar de Israel y a sus acciones ilegales y violentas en los territorios ocupados. Está acusado de rehusarse a reconocer a Israel (los partidos políticos no reconocen los estados). En contraste, los Estados Unidos e Israel no solo no reconocen a Palestina, sino que han actuado por décadas de manera de asegurarse de que nunca lleguen a existir de forma significativa; el partido que gobierna Israel, en su plataforma de la campaña de 1999, prohíbe la existencia de cualquier estado palestino.

Hamas está acusado de haber atacado con cohetes los asentamientos israelíes de frontera, sin duda acciones criminales, pero (que son) sólo una mínima parte de la violencia perpetrada por Israel en Gaza, por no hablar de otros lados. Es importante tener en la mente, a este propósito, que los Estados Unidos e Israel saben exactamente como poner fin al terror que deploran con tanto ardor. Israel admite oficialmente que no ha habido cohetes de Hamas mientras Israel ha respetado parcialmente una tregua con Hamas en el 2008. Israel ha rechazado el ofrecimiento de Hamas de renovar la tregua, prefiriendo lanzar la sangrienta y destructiva Operation Cast Lead contra Gaza en diciembre 2008, con el completo apoyo de los USA, una empresa de agresión homicida sin el más mínimo pretexto creíble, ni desde el punto de vista legal, ni desde el moral.

El modelo de democracia en el mundo musulmán, a pesar de sus graves carencias, es Turquía, que cuenta con elecciones relativamente libres y que ha sido también objeto de duras críticas en los Estados Unidos. El caso más extremo ha sido cuando el gobierno siguió la postura del 95% de la población rehusándose a unirse a la invasión de Iraq, suscitando duras condenas de Washington por no haber comprendido como se debe comportar un gobierno democrático: según nuestro concepto de democracia, es la voz del patrón la que determina la política, no la voz casi unánime de la población.

La administración Obama se ha acalorado cuando Turquía se ha unido con Brasil en el acuerdo de un pacto con Irán para limitar su enriquecimiento de uranio. Obama había lodado la iniciativa en una carta al presidente de Brasil Lula da Silva, aparentemente presuponiendo que no habría tenido éxito y que hubiera proveído un instrumento de propaganda contra Irán. Cuando se ha logró el pacto, los Estados Unidos se han irritado y han reaccionado rápidamente presionando por una resolución del Consejo de Seguridad con nuevas sanciones contra Irán, tan sin sentido que China ha aprobado inmediatamente, de buena voluntad –reconociendo que las sanciones a lo más habrían obstaculizado los intereses del Occidente en la competición con la China por los recursos de Irán. Una vez más Washington ha actuado con prontitud para asegurarse que los demás no interfiriesen con el control de la región por parte de los Estados Unidos. No sorprende que Turquía (al lado de Brasil) haya votado contra la moción de las sanciones de EEUU en el Consejo de Seguridad. El otro miembro regional, el Líbano, se ha abstenido. Estas acciones han suscitado aún más consternación en Washington. Philip Gordon, el primer diplomático de asuntos europeos de la administracción de Obama, ha advertido a Turquía que sus acciones no son comprendidas en los Estados Unidos y que debe “demostrar su empeño para formar parte del Occidente” ha referido la agencia de información AP, “una rara amonestación a un crucial aliado de la OTAN”. También la clase política entiende. Steven A. Cook, un estudioso del Council on Foreign Relations, ha observado que la cuestión crítica, ahora, es “¿cómo hacemos para que los turcos mantengan su carril?” –obedeciendo a las órdenes como buenos democráticos. Un título de portada del New York Times ha captado la esencia del humor general: “Pacto con Irán visto como ofensa en la herencia del líder brasileño”. En pocas palabras, haz lo que decimos.

No hay indicaciones de que otros países en la región estén a favor de las sanciones americanas más de cuanto no lo esté Turquía. En la frontera opuesta del Irán, por ejemplo, Pakistán e Irán, que se encontraron en Turquía, recientemente han firmado un acuerdo para un nuevo oleoducto.

Aún más preocupante para los Estados Unidos es que el oleoducto pudiera extenderse a la India. El tratado del 2008 de los Estados Unidos con la India que apoyaba sus programas nucleares –e indirectamente sus programas de armas nucleares- tenía como fin detener la adhesión de la India al oleoducto, según Moeed Yusuf, un consejero del Asia Meridional para los United States Institute of Peace, que ha expresado una interpretación común. India y Pakistán son dos de los tres poderes nucleares que se han rehusado a firmar el tratado de no proliferación (NPT), el tercero es Israel. Todos han desarrollado armas nucleares con el apoyo de los Estados Unidos y siguen haciéndolo.

Ningún individuo con la cabeza en su sitio quiere que Irán desarrolle armas nucleares; ni ningún otro país. Un modo obvio de mitigar o eliminar esta amenaza es establecer una zona libre de armas nucleares (NWFZ) en Medio Oriente. La cuestión ha sido planteada (de nuevo) en ocasión de la conferencia del NPT en la sede de las Naciones Unidas a principios de mayo 2010. Egipto, como presidente de las 118 naciones del Movimiento de los No-Alineados, ha propuesto que la conferencia apoyase un programa que invite a emprender negociaciones en el 2011 para una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente, como había sido concordado por el Occidente, incluídos los Estados Unidos, en la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación de 1995.

Washington está todavía de acuerdo formalmente, pero insiste en que Israel sea exento, y no ha mostrado ninguna intención de permitir que dichas medidas sean aplicadas también a si mismo (Washington). Los tiempos todavía no están maduros para la creación de la zona, ha afirmado la secretaria de estado Hillary Clinton en la conferncia del NPT, mientras Washington ha insistido que no puede ser aceptada alguna propuesta que prevea que el programa nuclear israelí pase bajo el patrocinio de la IAEA (International Atomic Energy Agency), o que requiera a los firmantes del NPT, específicamente a Washington, que revele informaciones sobre las “instalaciones y sobre actividades nucleares de Israel, incluidas las informaciones pertinentes a los precedentes traslados nucleares a Israel”. La técnica de evasión de Obama es de adoptar la posición de Israel, es decir, que cualquier propuesta del género debe ser a condición de un completo acuerdo de paz, que los Estados Unidos pueden atrasar indefinitamente, como ha hecho durante 35 años, con excepciones raras y temporales.

Al mismo tiempo, Yukiya Amano, jefe del International Atomic Energy Agency, el ente internacional para la energía atómica, ha pedido a los ministros de asuntos exteriores de sus 151 estados miembros que expresen sus propias consideraciones sobre como actuar una resolución que prevea que Israel “acceda” al NPT y que abra sus estructuras nucleares a la supervisión de la IAEA, ha referido la agencia de información AP.

Raramente se destaca que los Estados Unidos y el Reino Unido tengan una responsabilidad especial para prodigarse en la creación de una NWFZ en Oriente Medio. En la tentativa de dotarse de una débil cobertura legal para su invasión del Iraq en el 2003, apelaron a la resolución 687 (de 1991) del Consejo de Seguridad, que invitaba a Iraq a dejar de desarrollar armas de destrucción masiva. Los Estados Unidos y el Reino Unido han sostenido que no lo hicieron. No es necesario quedarse en la excusa, pero dicha resolución vincula a sus firmantes a prodigarse para establecer una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio.

Entre paréntesis, podríamos añadir que la insistencia de los Estados Unidos de mantener las instalaciones nucleares en Diego García amenaza la zona (NWFZ) creada por la Unión Africana, precisamente como Washington sigue bloqueando una zona NWFZ en el Pacífico excluyendo sus territorios del Pacífico.

El compromiso retórico de Obama a favor de la no proliferación ha recibido muchas alabanzas, incluso un premio nobel de la paz. Una movida práctica en esta dirección sería la creación de zonas libres de armas nucleares. Otra sería el retiro del apoyo a los programas nucleares de los tres que no han firmado el tratado de no proliferación. Como sucede a menudo, la retórica y las acciones están apenas alineadas, de hecho, en este caso están en directo contraste, son hechos que llaman poco la atención.

Más que emprender acciones prácticas para reducir la verdadera terrible amenaza de la proliferación de las armas atómicas, los EEUU deben dar importantes pasos para reforzar el control de América en regiones de Medio Oriente que producen petróleo, incluso con la violencia, si no lo logran de otro modo. Todo es comprensible e incluso razonable, según la prevalente doctrina imperialista.

 

Noam Chomsky

Fuente: www.zcommunications.org

Link: http://www.zcommunications.org/the-iranian-threat-by-noam-chomsky

28.06.2010

 

6 de julio 2010

EE.UU. Y El Fantasma de la República de Alemania de la 1ra. Posguerra

El centro no puede gobernar, o el pavoroso paralelo entre los EEUU de hoy y los últimos años de la República de Weimar. Entrevista

 

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Chomsky Y sus Cavilaciones Políticas e Históricas

 

 

 

Patricia Lombroso entrevistó para el cotidiano comunista italiano  Il Manifesto a Noam Chomsky en Nueva York.

Nos encontramos con Noam Chomsky, que ha estado dando una serie de conferencias en el Left Forum con el significativo título de “El centro no puede gobernar” y con ocasión de la aparición en los EEUU de su último libro (Hopes&Prospects), publicado por la editorial Haymarket. En el ensayo analiza, junto a “las esperanzas y las perspectivas”, los peligros y las posibilidades todavía abiertas de nuestro siglo XXI, el hiato creciente entre Norte y Sur, los mitos y las ilusiones del excepcionalismo norteamericano, incluida la presidencia de Obama, los fiascos de las guerras en Irak y Afganistán, el asalto israelita-norteamericano a Gaza, la nueva división internacional del terror nuclear y la naturaleza de los recientes rescates bancarios. “La situación que vivimos en los EEUU de hoy da miedo. El nivel de rabia, frustración y disgusto contra las instituciones ha alcanzado cota impresionantes, sin que se vea posibilidad de organizar esa rabia de manera constructiva. Los parecidos con la República de Weimar después de 1925 son asombrosas y extremadamente peligrosas”. Con esas graves consideraciones de Chomsky abrimos la entrevista.

¿Qué paralelos económicos y sociales se dan entre la realidad norteamericana actual y el período de la República de Weimar luego de 1925, que despejó el camino a Hitler?

El apoyo de base de la parte de la población alemana que abrazó la subida al poder de Hitler estaba constituida esencialmente por la pequeña burguesía y la gran industria que se sirvió del nazismo como arma política para la destrucción de la clase obrera en Alemania. La coalición de gobierno se formó mucho antes de la Gran Depresión de 1929. Con las elecciones de 1925, la Alemania de Hindenburg –y la coalición gubernamental formada— era sociológicamente y casi demográficamente muy semejante a la que apoyó el ascenso al poder en 1933 de un personaje tan oscuro como Hitler. Pero ya a fines de los años veinte se extendía por Alemania ese malestar original compuesto de desilusiones y de resentimiento contra el sistema parlamentario. Se presta menos atención a un factor de gran importancia, y es que el nazismo, además de la destrucción de comunistas y socialdemócratas, triunfó también en su propósito de destruir a los partidos de poder tradicionales, conservadores y liberales, que se hallaban ya en franco declive durante la República de Weimar de los años veinte. Esa es la impresionante analogía histórica con lo que ahora mismo está madurando en los EEUU. Los últimos sondeos de la opinión pública muestran que el asentimiento de la población a la forma de ser gobernada por demócratas y republicanos ha descendido al 20%. El odio al Congreso y a la dirección seguida por el gobierno de la nación supera el 85%. Como en el período weimariano de Alemania, la población norteamericana está disgustada por el pasteleo entre los dos grandes partidos para salvaguardar sus propios intereses. La difusa mentalidad que cada vez gana más adeptos entre la clase media norteamericana es la de que los miembros Congreso deben ser combatidos como “gánsteres” y eliminados. La composición demográfica de quienes abrazan esas ideas está formada por blancos de la América profunda, personas sin una particular identidad y, sobre todo, sin otras perspectivas políticas que las expresables en clave antigubernamental. Esos grupos, como famoso Tea party, y otras franjas nacidas del vacío de dirección política, han sido movilizadas e instrumentalizadas por la extrema derecha, con riesgos muy serios. Las clases industriales norteamericanas se sirven de lo que constituyen inquietudes económicas y sociales legítimas de la pequeña burguesía, a fin de criminalizar a la inmigración, y eso al tiempo que utiliza el excedente de población predominantemente afroamericana que llena las cárceles como un nuevo recuso de mano de obra de ínfimo precio en las cárceles de los estados o en las privatizadas.

¿Por qué utiliza usted el paralelo con la Alemania de Weimar, en particular, para lo que está ocurriendo en los EEUU, y no en otros sitios, como Europa, en donde los principios del neoliberalismo conservador se han visto también ampliamente realizados?

Porque Europa ha conseguido mantener todavía con vida una estructura socialdemócrata. Subrayo también que sólo América Latina, y ya desde hace una década, ha rechazado el modelo ideado en Washington. Aquí, en los EEUU, las consecuencias de los principios del neoliberalismo salvaje están experimentando  –insisto en ello— una visible quiebra. El capitalismo ha fracasado, pero el desastre irreparable lo paga esencialmente la mayoría de la población. Aquí, los proyectos granempresariales en colusión con el gobierno han logrado marginar socialmente a comunidades enteras que se hallan ahora en desbandada, con el único propósito de llevar a cabo la financiarización social y económica de los “ejecutivos” de los sistemas bancarios. Al propio tiempo, la clase emprendedora norteamericana utiliza la rabia y el disgusto de la mayoría de la población para fomentar el odio antigubernamental, aun a sabiendas del riesgo que eso trae consigo de un triunfo electoral de la extrema derecha del partido republicano. La situación es preocupante. Porque el daño irreparable provocado por el liberalismo conservador ha provocado el resultado de un déficit público absorbido por China y Japón. Ahora mismo, la mitad del déficit público norteamericano se debe al presupuesto de Defensa. En el contexto global, equivale al total de todos los presupuestos de Defensa del mundo entero. La otra mitad del déficit público ha sido originada por la explosión de los gastos sanitarios dimanantes de las ineficiencias de un sistema de salud absolutamente privatizado.

Pero ahora se acaba de aprobar la reforma sanitaria promovida por Obama...

La reforma sanitaria de Obama aprobada por los demócratas no es un cambio profundo del sistema sanitario norteamericano; la industria privada de la sanidad la vive, al fin y al cabo, como una victoria política. Y en el fondo del escenario, la realidad sigue siendo harto dramática, porque la desocupación sigue avanzando y la recuperación económica no termina de llegar.

 

 

 

 

Noam Chomsky, que acaba de cumplir 81 años, es el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. Es profesor emérito de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge y autor del libro Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World.

La Participación Directa Según Noam Chomsky

www.kaosenlared.net/noticia/entrevista-chomsky-participacion-directa-creatividad
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Crear algo nuevo en medio de tanto ruido. Eso es lo que nos proponemos en Amauta: imaginar una revista que de el espacio para debatir seriamente sobre el sufrimiento, las opresiones, las dudas y esperanzas de cualquiera que quiera participar. Nos bombarden con información constante, pero no nos sentimos bien informados, y supuestamente el conocimiento trae poder, pero nunca nos hemos sentido más impotentes. Estas frustraciones que sentimos son reales. ¿Pero de dónde vienen y por qué no podemos enfrentarnos a ellas adecuadamente?

Hay demasiado ruido. Nos lanzan bombas de información por todas partes que nos atacan el cuerpo hasta paralizarnos. Antes creíamos en todo lo que se nos decía, y ahora no creemos en nada. Al final, es el mismo efecto. No queremos participar ni controlar nuestros destinos, entonces le damos el poder sobre nuestras vidas a políticos y a corporaciones por medio del voto o de la compra de sus productos. Ahora ellos toman las decisiones y crean las estructuras que forman nuestra vida diaria. Si deciden mal, les podemos echar la culpa y sentirnos contentos y superiores de que lo hubieramos hecho mejor.

Son culpables, porque la responsabilidad y la capacidad de destrucción de sus actos crece con la cantidad de poder que les demos, pero nosotros lo somos también. Preferimos refugiarnos en espacios de información cada vez más cerrados y pequeños donde encontremos gente que piensa como nosotros, donde nos sintamos cómodos y no tengamos que enfrentar crítica alguna. Nos convertimos en burbujas andantes donde nada más podemos escucharnos a nosotros mismos.

Preservamos nuestro individualismo y variedad de opiniones, pero al final llegamos a ser lo mismo: gente que no puede escuchar al resto y darse cuenta que comparten realidades similares, gente que sigue dividida porque sólo pueden oír el ruido de su propia voz, gente que sigue dominada porque no puede formar la acción colectiva necesaria para recuperar el poder que hemos regalado. Los que tienen control sobre nuestras vidas quieren que nos mantengamos aislados para que no haya posibilidad de un cambio radical.

Y por eso Amauta quiere abrir el espacio, conversar con los demás, formar una comunidad en donde todos podamos participar como iguales, llegar a encontrar información que nos lleve a cuestionar nuestras ideas y creencias hasta tener las ganas de actuar juntos para poder, en algún momento, reestablecer el control de nuestra vida. Aquí en este instante, hablándonos, creamos el primer acto de nuestra resistencia.

Pero para la creación de tal espacio, se ocupa conocer y entender cómo y por qué los medios de comunicación presentes contribuyen a nuestro dominio. De ellos obtenemos nuestra información, la cual influye nuestras ideas de la realidad y basamos nuestra relación al mundo y la forma determinada de como vamos a actuar en él. Si las noticias que recibimos de los medios pronuncian, por ejemplo, que la única forma de salvar la economía, y de esta manera a nosotros mismos, es comprando más, entonces vamos a seguir esta recomendación.

Es algo tan fundamental para nuestro tipo de vida que nuestra posición social, y nuestra felicidad, solo se puede garantizar por medio de la capacidad que tenemos de poder comprar. Y como creemos completamente en esta doctrina del consumismo, hemos explotado y abusado nuestros recursos a tal punto de destrucción que se nos hace difícil poder detenerla.

Hemos menospreciado las necesidades del medio ambiente, al igual que las del resto de la humanidad, para en vez buscar la ilusión de la seguridad personal que trae nuestro bienestar material. Los medios de comunicación han difundido esta idea a todos los rincones del planeta porque es la “verdad” que fue permitida atravesar los diferentes filtros de poder para que resonara a través de la sociedad, de esta forma convirtiédose en la única opción realista para nuestras vidas.

Ésta es, en la mayoría de casos, nuestra realidad. Pero no tiene que serla. Sencillamente es lo que nos han dicho, y por eso vemos el mundo de tal forma. Para desenmascarar las influencias que dominan la estructura de nuestros medios de comunicación actuales (y de esta forma las verdades que son permitidas en nuestra sociedad) y poder enfrentarnos a ellas para cambiarlas, decidimos (y tuvimos la gran oportunidad de) hablar con uno de los intelectuales públicos y lingüistas que ha estudiado el tema a profundidad: Noam Chomsky.

El coautor con Edward S. Herman de Los Guardianes de la Libertad (en inglés,Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media) y autor de obras como Ilusiones Necesarias y Propaganda y la Opinión Pública (a través de las entrevistas de David Barsamian), Chomsky demuestra como los medios de comunicación han sido herramientas de propaganda que filtran los pensamientos “inadecuados” y así propagan las ideas dominantes de aquellos, que por circumstancias económicas o (y) políticas, tienen los recursos para ocupar puestos sociales que les den acceso a ampliar sus voces, mientras el resto tiene derecho (o deber) de escucharles.

Él no cree que estas ideas dominantes sean iguales entre sí (puede haber diferencia entre intereses estatales y corporativos, por ejemplo), o que los periodistas no estén ejerciendo su profesión con honestidad y cierta independencia, o que hayan pequeños grupos de poder que planean conspiraciones y están decididos a engañar y manipular en gran escala por su propio beneficio. Piensa que los parámetros de control que limitan la discusión se imponen a través de un sistema basado en la acumulación de recursos: el que tiene más dinero y más poder va a tener mejor accesso a los medios de comunicación para expresar sus preferencias e ideologías.

Lo logra porque, sencillamente, puede comprar ese espacio y restringir la competencia solo a aquellos que piensan dedicar esta información a fines comerciales o valores “aceptables” como mantener el orden social, la conformidad y el consumismo incuestionable como el rol en nuestra vida. Así lo explica Chomsky en nuestra reciente conversación:

“Muchas personas en los medios de comunicación son gente muy seria, y honesta, y te dirán, y creo que tienen razón, que no los fuerzan a escribir nada [...] Lo que no te dirán, y tal vez no estén concientes de ello, es que los dejan escribir con libertad porque se ajustan a las normas, sus creencias se ajustan … a la doctrina del sistema, y entonces sí, los dejan escribir con libertad y sin presión. Las personas que no aceptan la doctrina del sistema intentarán sobrevivir dentro de los medios de comunicación, pero es muy poco probable que lo hagan…

Toda la cultura intelectual tiene un sistema que filtra, empieza cuando uno es niño en la escuela. Se espera que aceptes ciertas creencias, estilos, patrones de conducta, y así. Si no los aceptas, puede que te llamen un problema, que tienes un comportamiento problemático, y te eliminan. Esto ocurre en las universidades. Hay un sistema implícito que filtra y crea una fuerte tendencia a imponer conformidad. Sin embargo, es una tendencia, entonces van a haber excepciones, y a veces las excepciones son bien asombrosas. Por ejemplo, esta universidad [Massachusetts Institute of Technology], en la década de los 60s, en el periodo de activismo de los 60s, la universidad fue financiada casi un cien por ciento por el Pentágono. También fue uno de los principales centros académicos de resistencia en contra de la guerra [Vietnam]…

Las tendencias son bien fuertes, y las recompensas para la conformidad son bastantes altas, mientras los castigos por no conformarse pueden tener serias consecuencias. No es como si te fueramos a mandar a una camara de tortura [...], pero podría afectar tu ascenso en la sociedad, te podría afectar hasta tu empleo, te podria afectar la forma en la que eres tratado, sabes, como el desprecio, el rechazo, la difamación y denuncia.”

Pero Chomsky insiste que esto ha ocurrido en toda sociedad a traves de la historia. La persecusión de aquellos que han cuestionado las creencias opresivas que las autoridades dictan se observa desde la Grecia antigua y la era bíblica porque “los sectores de poder no van a querer que prospere la disidencia por la misma razón que las empresas no van a poner anuncios en periódicos como La Jornada.”

A mediados de septiembre, Chomsky fue uno de los invitados de honor para el aniversario de 25 años de La Jornada, el cual considera “el único periódico independiente en todo el hemisferio.” Sin embargo, dice que le sorprende el éxito de este diario mexicano no solo porque sobrevive sin muchos anuncios, pero también porque toca temas de suma importancia que están fuera de los límites de lo considerado “aceptable” y continúa siendo una de las principales y más populares fuentes de información en el país.

Normalmente, como en su propio país de los Estados Unidos, los medios de comunicación como el New York Times y CBS News cumplen una función fundamental apoyando los sectores de poder porque su “liberalismo” los convierte en “guardianes de las compuertas” que marcan que se puede publicar y que no. “Creo que son moderadamente críticos dentro de los márgenes. No están totalmente sometidos al poder, pero son bien estrictos en que tan lejos se puede ir,” declara Chomsky. Cita el ejemplo de la guerra contra Vietnam, donde los medios de comunicación no cuestionabanlas intenciones del gobierno, ya que creen que siempre esta intentando de “hacer el bien”, pero sí llegan a criticar sus planes, sus estrategias y, quizas, los abusos cometidos cuando fracasan en su misión o se esta muriendo tanta gente que no se puede ocultar más al descaro.

A Obama también se le llama “liberal”, dice Chomsky, porque criticó el gobierno anterior por sus errores estratégicos y no tanto porque haya pensado que la guerra de Irak o Afganistán en sí sean malas. En estos momentos, después de la escalada de tropas en Afganistán, Chomsky demostró tener razón: Obama es “liberal” no porque cuestiona las intenciones bélicas del estado, sino porque piensa poder hacerlo mejor.

Se les llaman “liberales” no porque lo sean, pero porque es lo más extremo a la izquierda que se pueda llegar donde los sectores de poder aún sigan cómodos que no vaya a haber algo que afecte la jerarquía establecida.Según un estudio del Pew Research Center, solo “29 por ciento de los estadounidenses dicen que las organizaciones de noticia por lo general reportan los hechos correctamente” mientras que “más del doble [de los encuestados] dicen que la prensa es más liberal que los que dicen que es conservadora.”

Como mucho del pueblo estadunidense ve a los medios de comunicación como entidades liberales, hay un empuje hacia la derecha de parte de muchos como respuesta. Los locutores de radio y televisión de la derecha en Estados Unidos tienen “un mensaje uniforme” que atrae una “audiencia enorme” porque se dirigen a las “quejas auténticas” de sus oyentes, afirma Chomsky.

“Ponte en la posición de una persona, dizque el estadounidense común: ‘Soy un buen trabajador y cristiano devoto. Cuido a mi familia, voy a misa, sabes, hago todo “bien”. Y estoy siendo timado! En los últimos treinta años, mis ingresos siguen estancados, mis horas de trabajo suben y mis prestaciones sociales bajan. Mi esposa tiene que trabajar dos empleos para poder traer comida al hogar. Los niños, Dios, no hay quien cuide a los niños, las escuelas son terribles y así. ¿Qué hice mal? Hice todo lo que se debe hacer, pero algo injusto me esta ocurriendo.’ Y entonces los locutores derechistas tienen una respuesta para ellos…”

Estos locutores se aprovechan y explotan el descontento legítimo de los afectados por las falsas promesas de los gobernantes, las mentiras de los medios de comunicación y las estafas de las corporaciones. Desconfían porque les han pintado una vida que no existe en su horizonte, porque su realidad es otra, más severapero desinfectada para que los que sí tienen poder para cambiar sus circumstancias puedan tragarse la historia de que el sistema actual funciona perfectamente.

Para los sectores de poder, el capitalismo ha funcionado y ha sido maravilloso, y como esa es su realidad, eso es lo que creen y van a predicar. Y como tienen el control de los aparatos para hacerse escuchar de forma extensa, ese es el único ruido que en verdad sobresale de los demás. Para muchos, como él mismo, reconoce Chomsky, “nos está yendo bien. Por ejemplo, hay muchas quejas sobre el sistema médico, pero yo recibo asistencia médica estupenda. Nuestra asistencia médica se distribuye en base a la riqueza, y para [cierto tipo de gente] todo está bien. Pero no para aquellas personas que escuchan estos programas, y esa es una gran parte de la población.” Entonces estos locutores logran, por el simple hecho de al menos admitir de que existen problemas, convertirse en una voz potente en defensa de aquellos que fueron relegados al margen de la sociedad, y así, irónicamente, acumulan su propio poder y mucho dinero comercializando el apoyo y confianza de los oyentes.

Mientrás se hacen ricos, ofrecen falsas soluciones populistas que enfoca la rabia digna del pueblo en contra de “inmigrantes” o “socialistas” o “feministas” que supuestamente tienen el control total del gobierno, y así crean pleitos entre personas con problemas similares y los distraen del hecho de que estos supuestos líderes también se enriquecen con el sistema actual y promueven, más bien, un mundo donde sus ideas, la de los hombres blancos y ricos, sea ley suprema. O sea, lo que están haciendo es reforzar el sistema existente y excluir a mucho más gente que antes de los pocos beneficios que provee. Pero estas contradicciones se pierden en los gritos que pegan, ahogándonos en el ruido del miedo y de la ira.

¿Cómo podemos entonces enfrentarnos y resistir ideas fáciles que tienden a engañarnos y obstaculizar un cambio aútentico? ¿Se podrá? ¿Se ha logrado?

“[Estos patrones] se han roto hasta cierto punto. Es por eso que ya no vivimos en tiranía, sabes, el rey ya no decide lo que es permitido, y hay mucho mas libertad de lo que hubo en el pasado. Entonces sí, estos patrones se pueden alterar. Pero mientras exista la concentración del poder de una u otra forma, sea de armas, capital o de otra cosa, mientras haya concentración de poder, estas consecuencias [las tendencias para conformarse dentro del marco social] son de esperarse.”

Chomsky menciona encontrarse con cierta frustración dentro de los círculos de intelectuales izquierdistas en su reciente viaje a México porque sienten “que hay cierta inquietud y activismo popular, pero muy fragmentado. Que estos grupos tienen agendas muy limitadas y específicas a ciertas luchas y no se relacionan ni colaboran entre sí. Bueno, eso es algo que hay superar si se quiere construir un movimiento popular amplio. Y los medios de comunicación pueden ayudar…” pero “[s]e ocupa organización. La organización y la educación, cuando interactuan una con la otra se fortalecen entre sí, se apoyan mutuamente.”

Amauta entonces quiere intentar crear el espacio donde diferentes personas y grupos puedan debatir, sea cual sea la ideología, en torno a los problemas sinceros de nuestras comunidades y no como una herramienta de propaganda o de interés propio. Donde, quizá, podamos ser los dueños de nuestras propias voces, y nuestra palabra valga mas que la palabra del político en la televisión, y nuestra conversación nos informe más de lo que pueda informarnos los medios de comunicación actuales. Pero más que todo, queremos expandir la conversación a todo rincón posible para colaborar y participar juntos en un movimiento o varios movimientos que perturben y cambian el estado actual de nuestro mundo.

Como lo escribió Chomsky en su libro Democracia y Educación, “un movimiento izquierdista no tiene oportunidad de éxito, y no la merece, sino obtiene un entendimiento de la sociedad contemporánea y una visión para un orden social futuro que sea convincente para la gran mayoría de la población. Sus metas y estructuras organizativas deben formarse a través de la participación activa del pueblo dentro las luchas populares y la reconstrucción social. Una cultura radical auténtica solo se puede crear a través de la transformación espiritual de un enorme número de personas, en el cual el rasgo esencial de cualquier revolución social es la de extender las posibilidades de creatividad humana y de la libertad.”

Para retomar nuestra voz y convertirnos en artistas, periodistas, creadores de nuestra verdad e impulsores del cambio, Chomsky nos dió un ejemplo práctico de lo que considera “una participación directa en la creatividad.”

Comenta que hace alrededor quince años en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en aquel entonces un sindicalista que aún no era presidente, lo llevó a un barrio en las afueras de Río de Janeiro en donde había un espacio abierto, una plaza. “Es un país semi-tropical, todo el mundo esta afuera, es de noche. Un pequeño grupo de periodistas de Río, profesionales, salieron esa noche con un camión que parquearon en el medio de esa plaza. El camión tenía una pantalla encima de él, y un equipo de transmisión televisiva. Y lo que estaban transmitiendo eran obras, escritas por la gente de la comunidad, actuadas y dirigidas por las personas en la comunidad. Entonces las personas del barrio están presentando estas obras, y una de las actrices, una muchacha, tal vez de diecisiete, estaba caminando en medio de la multitud con un micrófono, preguntándole a la gente que comentara- hay muchas personas ahí, y están interesadas, mirando, hay gente sentada en los bares, gente andando por la plaza – entonces comentaron sobre lo que vieron.

Y como había un pantalla, se transmitían en vivo lo que decía la gente sobre la obra, y después otros respondían a lo que se dijo, y así. Y estas obras eran substanciales… Trataban [temas] serios. Algunas de las obras eran comedias, sabes, pero trataban temas como la crisis de la deuda pública, o del sida. … Fue una participación directa en la creatividad. Y creo que fue algo bastante ingenioso.”

Ahora nos toca a nosotros. Queremos ser esa plaza, ese espacio público donde la comunidad se una para crear algo primordial. Buscar activamente que más y más gente participe directamente para incitar una transformación comunal, y quiza algún día, una revolución auténtica. Si quieres unirte, bienvenido.



Versión original en inglés

“Direct participation in creativity”

The creation of something innovative and powerful in the midst of so much white noise. That is what we are proposing for Amauta. Imagine a magazine that gives space to the serious debate of the suffering, oppressions, doubts and hopes of whomever wants to participate. In today’s media driven world, we are bombarded with constant information, and yet we still feel uninformed. Knowledge is power, but we continue to feel powerless in our own lives. These frustrations and impotence that we feel are real. But where are they coming from and why can’t we confront them properly?

There is too much noise. They throw bombs of information at us from all sides that attack our bodies until we are paralyzed and unable to gain a deeper understanding from what is being said. Before, we believed everything they told us, and now, we don’t believe in anything. In the end, it has the same effect. We neither want to participate nor control our destinies, so we give power over our lives to politicians and corporations by means of voting (in the booth or the checkout line) Now, these people we have elected make the decisions and create the framework that structures our daily lives. If they make a bad decision, we can blame them and feel content and superior that we could have done it better. These powerful men and women are to blame, as the responsibility and capacity to destroy grows with the amount of power we give them, but we are at fault as well. We prefer to seek refuge in information spaces that are progressively smaller and increasingly closed off from any opinions which we do not share. Here in these comfortable spaces, we do not have to face any criticism because we find people who think like us. We preserve our individuality and variety in thinking, but at the end we become the same: people who cannot listen to each other and are incapable of realizing that they share similar realities; people who continue to drift away from each other because they can o­nly listen to the noise of their own voice; people that keep being held back because we cannot take the necessary collective action to regain the power we have given away. Those who have control over our lives want us to stay isolated from each other so there is no possibility of radical change. That is why Amauta wants to open up a space where we can talk to each other and form a community where everyone can participate as equals. As we discover information that leads us to question our ideas and beliefs, we will develop a drive to act together so we can, at some moment, re-establish control over our lives. Here, at this moment, in the simple act of talking with each other and opening ourselves up to understanding, we create our first act of resistance.

But to create such a space, we need to understand how and why current communication media contribute to contain and manipulate us. We obtain most of our information from these outlets. This influences our perceptions of reality, and thus our relationship to this world and the particular way we decide to act in it. For example, if the news we receive through mainstream media sources establishes that the o­nly way we can save our economy, and thus ourselves, is to buy more, then we will tend to do just that. This is such a central part of our way of life that our social status, and our happiness, is determined by this ability to buy. Yet since we wholeheartedly believe in this doctrine of consumerism, we have exploited and abused our resources to a point of destruction that it is hard to go back from. We have undermined the needs of the environment, as well as our fellow human beings, for the sake of our personal quest for self-satisfaction. Media has perpetuated this idea far and wide because it is the “truth” that was allowed to go through the different filters of power to reverberate throughout society–thus becoming the o­nly option that is realistic for our lives.

This is, in the majority of cases, our reality. But it doesn’t have to be. It is simply what they have told us it is, and that is why we see the world in that way. To unmask the influences that dominate the infrastructure of our current media (and thus the truths that are allowed in our society) so we can confront and change them, we had the amazing opportunity to talk to a well-respected public intellectual and linguist who has studied the subject in depth: Noam Chomsky. Coauthor with Edward S. Herman of Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media, and author of works such as Necessary Illusions and Propaganda and the Public Mind (through interviews by David Barsamian), Chomsky demonstrates how mass media have been propaganda tools that filter “inadequate” thoughts, and therefore spread the prevailing ideas of those who, by economic and/or political circumstances, have the resources to hold social positions that give them access to amplify their voices, while the rest has the right (or duty) to listen to them. He does not believe that these dominant ideas are o­ne and the same (there can be differences between state and corporate interests, for example), or that journalists are not trying to do their job honestly and with some independence, or that small powerful groups conspire to deceive and manipulate in large scales for their own benefit. He considers that these parameters of control that limit debate become established through a system based o­n the accumulation of goods and influence: those who have more money and more power are going to have better access to media to express their priorities and ideologies. They manage to do this simply because they have the resources to buy this space and restrict competition to those who consider dedicating information to commercial ends or who share “acceptable” values such as social order, conformance and unquestionable consumerism as our roles in life. This is how Chomsky explains it in our recent conversation:

“A lot of the people involved in the media are very serious, honest people, and they will tell you, and I think they are right, that they are not being forced to write anything… What they don’t tell you, and are maybe unaware of, is that they are allowed to write freely because their beliefs conform to the … standard doctrinal system, and then, yes, they are allowed to write freely and are not coerced. People who don’t accept that doctrinal system, they may try to survive in the media, but they are unlikely to…

The whole intellectual culture has a filtering system, start[ing] as a child in school. You’re expected to accept certain beliefs, styles, behavioral patterns and so o­n. If you don’t accept them, you are called maybe a behavioral problem, or something, and you’re weeded out. Something like that goes o­n all the way through universities and graduate schools. There is an implicit system of filtering…which creates a strong tendency to impose conformism. Now, it’s a tendency, so you do have exceptions, and sometimes the exceptions are quite striking. Take, say, this university [Massachusetts Institute of Technology], in the 1960s, in the period of 60s activism, the university was about a hundred percent funded by the Pentagon. It was also, probably the main academic center of antiwar resistance [during the war in Vietnam]….

The tendencies are quite strong, and the rewards for conformity are quite high, and the punishments for nonconformity can be significant. It’s not like we send you to a torture chamber,…[but] it can affect advancement, it can affect even employment, it can affect the way you’re treated, you know, disparegeament, dismissal, slander, denunciations.”

But he insists that this filtering system has existed in all societies throughout history. The persecution of those who have questioned oppressive beliefs dictated by the authorities can be observed since ancient Greece and biblical times. This persecution continues because “sectors of power are not going to favor the flourishing of dissidence; the same reason why businesses won’t advertise in La Jornada.”

In the middle of September, Chomsky was o­ne of the guests of honor for La Jornada’s twenty-fifth anniversary, which he considers to be “the o­ne independent newspaper in the whole hemisphere.” He says that this Mexican daily’s success surprises him not o­nly because it survives without much advertising, but also because it deals with important subjects that are outside the limits of what is considered “acceptable” and yet continues to be o­ne of the most popular mainstream news sources in the whole country. Normally, Chomsky thinks that the larger and more established media sources like the New York Times and CBS News “serve an extremely important function in supporting power” because their “liberalism” turns them into “the guardians of the gate” as they draw a line o­n what can be published and what cannot. “I think they’re moderately critical at the fringes. They’re not totally subordinate to power, but they are very strict in how far you can go,” he said. He gives the example of the war against Vietnam: people in the mainstream media would not really question the government’s intentions, since they mostly believed that the government was always trying “to do good.” They might have criticized its plans, strategies and, just sometimes, denounced the abuses committed after its forces failed a mission or after the amount of people who had died couldn’t be hidden anymore from the public, but not the underlying intent. They also called Obama a “liberal”, Chomsky says, because he criticized the previous government for its “strategic blunder” and not so much because he thought that the wars in Iraq and Afghanistan themselves are bad. At this time, after the announcement of a troop surge in Afghanistan, Chomsky showed he was right: Obama is a “liberal” not because he questions the war-driven intentions of this nation, but because he believes he can do it better.

Most media are labeled as “liberal” not because they really are, but because they are as far left as they can go in the political spectrum without making the people in power uncomfortable.According to a recent Pew Research Center survey, o­nly “29 percent of Americans say that news organizations generally get the facts straight”, while twice as many of those surveyed said the press was liberal compared to those who said it was conservative. If the general public perception of mainstream media is of a deceptive liberal entity, then it follows that there would be a push to the right by many people. Right-wing talk show hosts have a “uniform” message that “reach a huge audience” because they address people’s “real grievances”, Chomsky asserts.

“Put yourself in the position of a person, sort of an ordinary American, ‘I’m a hard-working, god-fearing Christian. I take care of my family, I go to church, I…do everything ‘right’. And I’m getting shafted. For the last thirty years, my income has stagnated, my working hours are going up, my benefits are going down. My wife has to work two [jobs] to…put food o­n the table. The children, God, there’s no care for the children, the schools are rotten, and so o­n. What did I do wrong? I did everything you’re supposed to do, but something’s going wrong to me.’ Now the talk show hosts have an answer…”

An atmosphere of mistrust towards so called ‘liberal’ media allows for extreme right outlets to exploit the genuine grief of those affected by politicians’ fake promises, medias’ lies and corporations’ frauds. These people mistrust media because they have been painted a life that does not exist in their horizon since their reality is something else: much harsher but sanitized so those who actually do have power to change these circumstances can swallow the story that this current system works perfectly. For those in sectors of power, capitalism has worked and has been wonderful, and since that is their reality, that is what they are going to believe and preach. And because they have control of the devices to make themselves be heard far and wide, this is the o­nly noise that really stands out from the rest. For many, including himself, Chomsky acknowledges, “people at our income level are doing fine. Like, there’s complaints about health care, yeah. I get terrific health care… Our health care is rationed by wealth, and [for certain people] it is fine. But not for the people who are listening to the talk shows, and that’s a large part of the population.” So these outlets manage, from the simple act of admitting that problems exist, to turn into a powerful voice that defends those who have been pushed into the sidelines of society. In this way, ironically, they then accumulate their own power and money by marketing their listeners’ support and trust. While they become rich, they offer false populist solutions that direct the people’s rightful rage against “immigrants” or “socialists” or “feminists” that supposedly have the government under control. By creating fights between groups with similar problems, right wing media manages to distract people from the fact that they themselves (these so-called advocates) also profit from the current system. They are able to continue to promote a world where their ideas, those of rich white men, is supreme law. In other words, what this actually accomplishes is to reinforce the existing system and exclude more people than before from the little benefits the system provides. But these contradictions easily get lost in their shouts, drowning everything in the noise of fear and rage.

How can we face and resist easy ideas that end up misleading us and obstruct genuine change? Can it be done? Has it been done?

“[These patterns have] been broken to an extent. So we don’t live in tyrannies– the king doesn’t decide what’s legitimate, and there’s much more freedom than there was in the past. So yes, these patterns can be modified. But as long as you have concentration of power in o­ne form or another, whether it’s arms, or capital or something else, when you have concentration of power, these are consequences that you almost automatically expect.”

Chomsky notes he found some frustration within leftist intellectuals in his recent visit to Mexico because they feel “there’s a lot of popular… concern and activism, but it is very fragmented. That the groups have very specific, narrow agendas and they don’t interact and cooperate with o­ne another. Ok, that’s something you have to overcome to build a mass popular movement. And… media can help, but they also benefit from it, so… unless that happens, unless you get kind of an integration of activists’ concerns and movements… each o­ne will be ‘preaching to the choir’… It takes organization. Organization and education, when they interact with each other, they strengthen each other, they are mutually supportive.”

Amauta would like to facilitate the creation of this coordinated popular movement. We will create a space where different people and groups could discuss, no matter what ideology, our communities’ troubles with sincerity. At the same time, we would remain conscious of the importance of not allowing Amauta to become an instrument for propaganda or self-interest. Here, perhaps, we could become masters of our own voices, and our word would be worth more than that of the politician o­n television, and our conversation would reveal more than any information we obtain from current mass media. Most importantly, we would like to expand our conversation until it reaches every possible corner so that we can all collaborate to form a movement or many movements that disrupt and transform the current state of affairs in our world. As Chomsky wrote in his book, Chomsky o­n Democracy and Education, “a movement of the left has no chance of success, and deserves none, unless it can develop an understanding of contemporary society and a vision of a future social order that is persuasive to a large majority of the population. Its goals and organizational forms must take shape through their active participation in popular struggle and social reconstruction. A genuine radical culture can be created o­nly through the spiritual transformation of great masses of people, the essential feature of any social revolution that is to extend the possibilities for human creativity and freedom.”

To reclaim our voice and become artists, journalists, creators of our own truths and instigators of change, Chomsky gave us a practical example of what he considers “direct participation in creativity.” He describes how more or less fifteen years ago in Brazil, Luiz Inácio Lula da Silva, in those times a labor unionist not yet president, took him to a poor neighborhood outside Rio de Janeiro where there was an open space: a town square. “It’s a semi-tropical country, everybody’s outside, it’s in the evening. A small group of journalists from Rio, professionals, come out in the evening with a truck, park it in the middle of the plaza. It has a screen above it. And broadcasting equipment. And what they’re braodcasting [are] skits, written by people in the community, acted and directed by people in the community. So local people are presenting the skits. o­ne of the actresses, girl, maybe seventeen, was walking around the crowd with a microphone, asking people to comment – a lot of people were there, and they were interested, they were watching, you know, people sitting in the bars, people milling around in the space – so they commented o­n what they saw, and what they said was broadcasted, you know, there was a television screen behind, so they displayed what the person said, and then other people commented o­n that. And the skits were significant [...], there were about serious… some of them were comedy, you know. But some of it was [...] about the debt crisis, or about AIDS [...] It’s direct participation in creativity. And it was a pretty imaginative thing to do, I think.”

Now it is our turn. We want to be that town square, that public space where communities can gather to create something of paramount importance. We want to actively seek out more and more people to directly participate to incite a communal transformation, and perhaps o­ne day, an authentic revolution. If you want to join us, welcome.

Interview transcript

Amauta: So I wanted to start the conversation with your recent trip to Latin America. I just heard you were in Latin America and you were in Mexico this Monday and this weekend. How was it? Just a general statement.

Chomsky: I was in Mexico City. It’s a very pleasant city in many ways. It’s vibrant, lively, pretty exciting society, but also depressing in other ways, and sometimes almost hopeless, you know. So it’s a combination of vibrancy and, I wouldn’t say despair, but hopelessness, you know. Doesn’t have to be, but it is. I mean, there is almost no economy.

Amauta: And you went there specifically for the anniversary of La Jornada?

Chomsky: La Jornada, which is, in my opinion, the o­ne independent newspaper in the whole hemisphere.

Amauta: Yeah.

Chomsky: And amazingly succesful. So it is now the second largest newspaper in Mexico, and very close to the first. It is completely boicotted by advertisers, so when you read it, I have a copy of it here, but if you just thumb through it, there is no ads. Not because they refuse them, but because business won’t advertise. Though they have notices, you know, so announcements of a meeting, they have government notices. But that is o­nly because the constitution requires it. But they are essentially boicotted. But nevertheless they survive and flourish.

Amauta: Why do you think there is success, why do you think its succesful?

Chomsky: I couldn’t figure that out, and I am not sure they know. (Laugh). But it is amazingly succesful, and of course, it is extremely unusual because all media depend o­n advertisement to survive. And it is also independent, I mean, I was o­nly there four days, but I must have picked up half a dozen articles that don’t appear in the international press, that are important.

Amauta: I’m going to make a general summary of some of your work. You say, Because media is a business, which has to create profits, it answers to the market demands and its investors more than to the integrity of the news. It constrains its contents to what is acceptable within the limits of capitalist ideology, promoting the capitalist agenda and values throughout society. It maintains social order, conformance and unquestionable consumerism as our roles in life. And as the corporations that control media conglomerate and have larger access to the market, they further limit information and debate to what is within the interests of even fewer powerful people.

Do you see media engaging in some sort of soft mind control, or would this be too strong of a statement?

Chomsky: Well, first of all, I think that is a bit too narrow because they also conform very stupendously to state interests, and that state system and the corporate system are close, but they are not identical. And also we have to recognize that there is a range of interests, like there isn’t a single corporate interest and a single state interest, so there’s a range. In addition to that, there is the fact of professional integrity. A lot of the people involved in the media are very serious, honest people, and they will tell you, and I think they are right, that they are not being forced to write anything…

Amauta: That they are objective.

Chomsky: …not that they believe in. What they don’t tell you, and are maybe unaware of, is that they are allowed to write freely because they conform, their beliefs conform to the generally, you know, to the standard doctrinal system, and then, yes, they are allowed to write freely and are not coerced. People who don’t accept that doctrinal system, they may try to survive in the media, but they are unlikely to. So there’s a range. But there is kind of a fundamental conformity, which is a virtual requirement to enter into the media. Now, you know, it’s not a totalitarian society, so there’s exceptions. You can find exceptions. Furthermore, the media are not very different from universities in this respect. So it’s really, there’s an effect of advertising, corporate ownership, the state, there’s an effect. But this are really to a large extent current events now of an intelectual culture. You don’t…

Amauta: So you think it’s more like the values people hold influence this.

Chomsky: The whole intelectual culture has a filtering system, starts as a child in school. You’re expected to accept certain beliefs, styles, behavioral patterns and so o­n. If you don’t accept them, you are called maybe a behavioral problem, or something, and you’re weeded out. Something like that goes o­n all the way through universities and graduate schools. There is an implicit system of filtering, which has the, it creates a strong tendency to impose conformism. Now, it’s a tendency, so you do have exceptions, and sometimes the exceptions are quite striking. Take, say, this university [MIT], in the 1960s, in the period of 60s activism, the university was about a hundred percent funded by the Pentagon. It was also, probably the main academic center of antiwar resistance.

Amauta: Yeah, I saw a Lockheed Martin office downstairs.

Chomsky: Yeah, now there is a Lockheed Martin office. There wasn’t at that time, it has become more corporate since. That’s the military industry, but at that time it was straight Pentagon funding. In fact, I was in a lab that was a hundred percent funded by the Pentagon, and it was o­ne of the centers of the organized antiwar resistance movement.

Amauta: So you do say there is a window of opportunity for resistance?

Chomsky: There’s a range of possibilities. It has limits, you know, and the tendencies are quite strong, and the rewards for conformity are quite high, and the punishments for nonconformity can be significant. It’s not like we send you to a torture chamber.

Amauta: (Laugh)More like lifestyle and how things limit you to certain…

Chomsky: It can be, it can affect advancement, it can affect even employment, it can affect the way you’re treated, you know, disparegeament, dismissal, slander, denunciations. There’s a range of, it’s true of every society.

Amauta: So you think it’s like engrained in our culture, kind of.

Chomsky: No, it’s every society. I don’t know of any society throughout history that’s been unlike it.

Go back to classical times, say classical Greece. Who drank the hemlock? Was it someone who was conforming, obeying the gods? Or was it someone who was disrupting the youth and questioning the faith and belief? Socrates, in other words. It was Socrates. Or go back to the Bible, the Old Testament. I mean there were people who we would call intelectuals, there, they were called prophets, but they were basically intelectuals: they were people who were doing critical, geopolitical analysis, talking about the decisions of the king were going to lead to destruction; condemning inmorality, calling for justice for widows and orphans. What we would call dissident intelectuals. Were they nicely treated? No, they were driven into the desert, they were imprisoned, they were denounced. They were intelectuals who conformed. Centuries later, let’s say in the Gospels, they were called false prophets, but not at the time. They were the o­nes who were welcomed and well-treated at the time: the flaggers of the court. And I don’t know, I know of no society since that is different from that. There is variation of course, but that basic pattern persists, and it is completely understandable. I mean, sectors of power are not going to favor the flourishing of dissidence; the same reason why businesses won’t advertise in La Jornada.

Amauta: Do you think we could break that pattern?

Chomsky: It’s been broken to an extent. So we don’t live in tyrannies, you know, the king doesn’t decide what’s legitimate, and there’s much more freedom than there was in the past. So yes, these patterns can be modified. But as long as you have concentration of power in o­ne form or another, whether it’s arms, or capital or something else, when you have concentration of power, these are consequences that you almost automatically expect.

As I say, there are exceptions. It’s interesting to see the exceptions. So take your, or the West altogether. I know of o­nly o­ne country, at least to my knowledge, which has a dissident culture where leading figures, I mean, the most famous writers, journalists, academics and so o­n, are not o­nly critical of state policy,but are constantly carrying out civil disobedience and risking imprisonment and often being imprisoned, standing up for people’s rights. That’s Turkey.

In Western Europe, Turkey is regarded as uncivilized, so they can’t come in into the European Union until they’re civilized. I think it’s the other way around. If you could achieve the level of civilization of, say, Turkish intelectuals, it would be quite an achievement.

Amauta: You have written that if the public have their “own independent sources of information, the official line of the government and the corporate class would be doubted”. According to a Pew Research Center study, o­nly “29% of Americans say that news organizations generally get the facts straight”, Yet “twice as many saying the press was liberal than conservative”, which has lead to more divisions among people and distrust of each other…

Chomsky: Yeah, I would say the same thing. That I think the press, by and large, is what we call “liberal”. But of course what we call “liberal” means well to the right. “Liberal” means the “guardians of the gates”. So the New York Times is “liberal” by, what’s called, the standards of political discourse, New York Times is liberal, CBS is liberal. I don’t disagree. I think they’re moderately critical at the fringes. They’re not totally subordinate to power, but they are very strict in how far you can go. And in fact, their liberalism serves an extremely important function in supporting power. It’s saying: “I’m guardian of the gates, you can go this far, but not further.”

Obama y América Latina

Pacificación presidencial en América Latina

 

 

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Noam Chomsky

Barack Obama es el cuarto presidente estadunidense en ganar el Premio Nobel de la Paz y se une a otros dentro de una larga tradición de pacificación que desde siempre ha servido a los intereses estadunidenses.

Los cuatro presidentes dejaron su huella en nuestra pequeña región de allá, que nunca ha molestado a nadie como caracterizó al hemisferio el secretario de Guerra, Henry L. Stimson, en 1945.

Dada la postura del gobierno de Obama hacia las elecciones en Honduras de noviembre último, vale la pena examinar el historial.

Theodore Roosevelt

En su segundo mandato como presidente, Theodore Roosevelt dijo que la expansión de pueblos de sangre blanca o europea durante los pasados cuatro siglos se ha visto amenazada por beneficios duraderos para los pueblos que ya existían en las tierras en que ocurrió dicha expansión (pese a lo que puedan pensar los africanos nativos americanos, filipinos y otros beneficiados puedan creer).

Por lo tanto, era inevitable y en gran medida deseable para la humanidad en general, que el pueblo estadunidense terminara por ser mayoría sobre los mexicanos al conquistar la mitad de México”, además de que estaba fuera de toda discusión esperar que los (texanos) se sometieran a la supremacía de una raza inferior.

Utilizar la diplomacia de los barcos artillados para robarle Panamá a Colombia y construir un canal también fue un regalo para la humanidad.

Woodrow Wilson

Woodrow Wilson es el más honrado de los presidentes galardonados con el Nobel y posiblemente, el peor para América Latina. Su invasión a Haití en 1915 mató a miles, prácticamente reinstauró la esclavitud y dejó a gran parte del país en ruinas.

Para demostrar su amor a la democracia, Wilson ordenó a sus marines desintegrar el Parlamento haitiano a punta de pistola en represalia por no aprobar una legislación progresista que permitía a corporaciones estadunidenses comprar el país caribeño. El problema se remedió cuando los haitianos adoptaron una Constitución dictada por Estados Unidos, redactada bajo las armas de los marines. Se trataba de un esfuerzo que resultaría benéfico para Haití, aseguró el Departamento de Estado a sus cautivos.

Wilson también invadió República Dominicana para garantizar su bienestar. Esta nación y Haití quedaron bajo el mando de violentos guardias civiles. Décadas de tortura, violencia y miseria en ambos países fueron el legado del idealismo wilsoniano, que se convirtió en un principio de la política exterior estadunidense.

Jimmy Carter

Para el presidente Jimmy Carter, los derechos humanos eran el alma de nuestra política exterior. Robert Pastor, asesor de seguridad nacional para temas de América Latina, explicó que había importantes distinciones entre derechos y política: lamentablemente la administración tuvo que respaldar el régimen del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, y cuando esto resultó imposible, se mantuvo en el país a una Guardia Nacional entrenada en Estados Unidos, aun después de que se habían perpetrado matanzas contra la población de una brutalidad que las naciones reservan para sus enemigos, según señaló el mismo funcionario, y en que murieron unas 40 mil personas.

Para Pastor, la razón es elemental: Estados Unidos no quería controlar Nicaragua ni ningún otro país de la región, pero tampoco que los acontecimientos se salieran de control. Quería que los nicaragüenses actuaran de forma independiente, excepto cuando esto podía afectar los intereses de Estados Unidos.

Barack Obama

El presidente Barack Obama distanció a Estados Unidos de casi toda América Latina y Europa al aceptar el golpe militar que derrocó a la democracia hondureña en junio pasado.

La asonada reflejó abismales y crecientes divisiones políticas y socioeconómicas, según el New York Times. Para la reducida clase social alta, el presidente hondureño Manuel Zelaya se había convertido en una amenaza para lo que esa clase llama democracia, pero que en realidad es el gobierno de las fuerzas empresariales y políticas más fuertes del país.

Zelaya adoptó medidas tan peligrosas como el incremento del salario mínimo en un país en que 60 por ciento de la población vive en la pobreza. Tenía que irse.

Prácticamente solo, Estados Unidos reconoció las elecciones de noviembre (en las que resultó victorioso Pepe Lobo); las que se celebraron bajo un gobierno militar y que fueron una gran celebración de la democracia, según el embajador de Obama en Honduras, Hugo Llorens.

El apoyo a los comicios también garantiza para Estados Unidos el uso de la base aérea de Palmerola, en territorio hondureño, cuyo valor para el ejército estadunidense se incrementa medida de que está siendo expulsado de la mayor parte de América Latina.

Después de las elecciones, Lewis Anselem, representante de Obama ante la Organización de Estados Americanos, aconsejó a los atrasados latinoamericanos que aceptaran el golpe militar y secundaran a Estados Unidos en el mundo real, no el el mundo del realismo mágico.

Obama abrió brecha al apoyar un golpe militar. El gobierno estadunidense financia al Instituto Internacional Republicano (IRI, por sus siglas en inglés) y al Instituto Nacional Democrático (NDI, por sus siglas en inglés) que, se supone, promueven la democracia.

El IRI regularmente apoya golpes militares para derrocar a gobiernos electos como ocurrió en Venezuela, en 2002, y en Haití, en 2004. El NDI se ha contenido. En Honduras, por primera vez, éste instituto acordó observar las elecciones celebradas bajo un gobierno militar de facto, a diferencia de la OEA y la ONU, que seguían paseándose por el mundo del realismo mágico.

Debido a la estrecha relación entre el Pentágono y el ejército de Honduras, así como la enorme influencia económica estadunidense en el país centroamericano, hubiera sido muy sencillo para Obama unirse a los esfuerzos de latinoamericanos y europeos para defender la democracia en Honduras.

Pero Barack Obama optó por la política tradicional.

En su historia de las relaciones hemisféricas, el académico británico Gordon Connell-Smith escribe: Mientras se habla de dientes para afuera en favor de una democracia representativa para América Latina, Estados Unidos tiene importantes intereses que van justo en la dirección contraria, y que requieren de la democracia como un mero procedimiento, especialmente cuando se celebran elecciones que, con mucha frecuencia, han resultado una farsa.

Una democracia funcional puede responder a las preocupaciones del pueblo, mientras Estados Unidos está más preocupado en coadyuvar las condiciones más favorables para sus inversiones privadas en el extranjero.

Se requiere una gran dosis de lo que a veces se conoce como ignorancia intencional para no ver estos hechos.

Una ceguera así debe ser celosamente guardada si es que se desea que la violencia de Estado siga su curso y cumpla su función. Siempre en favor de la humanidad, como nos recordó Obama otra vez en su discurso al recibir el Premio Nobel.

El legado de 1989 en los dos hemisferios

 

El legado de 1989 en los dos hemisferios

Noam Chomsky


En noviembre se cumplió el aniversario de los grandes acontecimientos de 1989: "el más importante año en la historia mundial desde 1945", como el historiador británico Timothy Garton Ash lo describió.

Este año "todo cambió", escribe Garton Ash. Las reformas en Rusia de Mikhail Gorbachov y su "renuncia impresionante del uso de la violencia" condujeron a la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre y a la liberación de la Europa del Este de la tiranía rusa.

Los elogios son merecidos, los sucesos son memorables. Pero perspectivas alternativas pueden ser reveladoras.

La canciller alemana Angela Merkel proporcionó  tal perspectiva –no intencionadamente− cuando nos instó  a todos a "usar el inestimable don de la libertad para acabar con los muros de nuestro tiempo".

Una forma de seguir su buen consejo sería desmantelar el muro enorme, que empequeñece en escala y longitud el de Berlín, que ahora serpentea en territorio palestino violando la ley internacional.

El "muro de anexión", como debería ser llamado, está supuestamente justificado en términos de "seguridad", la racionalización por defecto para tantas acciones de estado. Si la seguridad fuese la cuestión, el muro habría sido construido a lo largo de la frontera y hecho inexpugnable.

El propósito de esta monstruosidad, construida con el apoyo de EEUU y la complicidad de Europa, es permitir a Israel apropiarse de valiosa tierra palestina y de los principales recursos acuíferos de la región, impidiendo así cualquier existencia nacional viable para la población indígena de la antigua Palestina.

Otra perspectiva sobre 1989 proviene de Thomas Carothers, un erudito que sirvió en los programas de "fortalecimiento de la democracia" en la administración del expresidente Ronald Reagan.

Después de revisar el expediente, Carothers concluye que todos los líderes de EEUU han sido "esquizofrénicos": apoyan a la democracia si se ajusta a los objetivos económicos y estratégicos de EEUU, como es el caso de los países satélite soviéticos, pero no de los estados que son clientes de EEUU.

Esta perspectiva está confirmada dramáticamente por la reciente conmemoración de los acontecimientos de noviembre de 1989. La caída del muro de Berlín fue celebrada con razón, pero hubo poquísima atención a lo que sucedió una semana después: el 16 de noviembre, en El Salvador, aconteció el asesinato de seis líderes intelectuales de América Latina, sacerdotes jesuitas, junto con su cocinera y su hija, por el batallón de elite Atlacatl,  armado por  EEUU, que acababa de renovar la formación en la Escuela de Guerra Especial JFK en Fort Bragg, Carolina del Norte.

El batallón y sus esbirros habían ya acumulado antecedentes sangrientos en El Salvador a lo largo de la truculenta década que empezó en 1980 con el asesinato, a manos de muchos de los mismos implicados [de 1989], del arzobispo Oscar Romero, conocido como "la voz de los sin voz".

Durante la década de la "guerra contra el terrorismo" declarada por la administración Reagan, el horror fue similar en toda América Central. El reino de la tortura, del asesinato y de la destrucción en la región dejó cientos de miles de muertos.

El contraste entre la liberación de los países satélite soviéticos y el aplastamiento de la esperanza en los estados cliente de EEUU es llamativo e instructivo, incluso más cuando disponemos de mayor perspectiva.

El asesinato de los intelectuales jesuitas puso fin virtualmente a la "teología de la liberación", el renacimiento del cristianismo cuyas modernas raíces se encuentran en las iniciativas del Papa Juan XXIII y del Concilio Vaticano II que abrió en 1962.

El Concilio Vaticano II "marcó el comienzo de una nueva era en la historia de la Iglesia Católica", escribió el teólogo Hans Kung. Los obispos latinoamericanos adoptaron "la opción preferente por los pobres".

Así, los obispos renovaron el pacifismo radical de los Evangelios que había sido silenciado cuando el emperador Constantino estableció el cristianismo como religión del Imperio Romano: "una revolución" que en menos de un siglo convirtió a "la iglesia perseguida" en una "iglesia perseguidora", según Kung.

En el renacimiento post Vaticano II, los sacerdotes, monjas y laicos de América Latina llevaron el mensaje de los evangelios a los pobres y perseguidos, reuniéndolos en comunidades, y los alentaron a tomar su destino en sus propias manos.

La reacción a esta herejía fue una represión violenta. En el avance del terror y la carnicería, los practicantes de la teología de la liberación fueron un objetivo prioritario.

Entre ellos estaban los seis mártires de la iglesia cuya ejecución hace 20 años es ahora conmemorada con un silencio rotundo apenas roto.

El pasado mes en Berlín, los tres presidentes más implicados en la caída del muro − George H. W. Bush, Mikhail Gorbachov y Helmut Kohl− discutieron quién merecía más reconocimiento.

"Sé ahora cómo el cielo nos ayudó", dijo Kohl. George H. W. Bush elogió al pueblo de Alemania del Este que "fue privado por demasiado tiempo de sus derechos concedidos por Dios". Gorbachov sugirió que los Estados Unidos necesitan su propia perestroika.

No existe ninguna duda acerca de la responsabilidad de arrasar el intento de revivir la iglesia de los evangelios en América Latina durante la década de los 80.

La Escuela de las Américas (ya rebautizada como el Instituto del Hemisferio Occidental de Cooperación para la Seguridad) en el Fuerte Benning, Georgia, que entrena a los oficiales de América Latina, anuncia orgullosamente que el ejército de EEUU ayudó a "derrotar la teología de la liberación", asistido sin duda por el Vaticano, mediante el guante blanco de la expulsión y la represión.

La campaña lúgubre para invertir la herejía puesta en marcha por el Concilio Vaticano II recibió una incomparable expresión literaria en la parábola del Gran Inquisidor de Dostoievsky de Los hermanos Karamazov.

En este relato, ambientado en Sevilla en "el momento más terrible de la Inquisición", Jesucristo aparece de repente en las calles, "suavemente, desapercibido, y sin embargo, por extraño que parezca, todos lo reconocieron" y fueron  "irresistiblemente atraídos hacia él".

El Gran Inquisidor "hizo que los guardias lo prendieran y lo llevaran" a la prisión. Allí se acusa a Cristo de venir a "obstaculizarnos" en la gran tarea de destruir las ideas subversivas de libertad y comunidad. Nosotros no te seguimos, el Inquisidor regaña a Jesús; seguimos a Roma y "la espada de Cesar". Buscamos ser los únicos gobernantes de la tierra para poder enseñar a las multitudes "débiles y viles" que "solamente serán libres cuando renuncien a su libertad por nosotros y se nos sometan". Entonces serán tímidos y asustadizos y felices. Así que mañana, dice el Inquisidor, "debo quemarte".

Finalmente, sin embargo, el Inquisidor cede y lo libera "en las callejuelas oscuras de la ciudad".

Los discípulos de la Escuela de las Américas regida por EEUU no ejercieron tal misericordia.

Noam Chomsky, que acaba de cumplir 81 años, es el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. Es profesor emérito de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge y autor del libro Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World.

Elementos de Un Mundo Bipolar

Guerra, drogas y política, elementos del mundo bipolar

 

 

 

La Humanidad ha progresado mucho tecnológicamente, científicamente, industrialmente, pero esta evolución material sorprendente difiere mucho de la otra evolución, aquella que alimenta el ideal del espíritu humano: paz, justicia, bienestar... Hoy más que nunca vivimos en un mundo darwiniano, donde impera la ley del más fuerte, una jungla, donde los intereses de un pocos poderosos pasa primero que el bien y salud común de todos, esto sin hablar de querer salvar el planeta y su desafío ecológico. Chomsky repertoria estos aspectos.

 

_ El profesor Noam Chomsky hablando a los estudiantes mexicanos.
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¿Qué lecciones nos han dejado dos décadas de una realidad mundial unipolar?

Noam Chomsky disertó el pasado lunes largamente sobre esta pregunta y dejó en oídos del auditorio ideas sorprendentes, en una conferencia magistral en la Sala Nezahualcóyotl, transmitida en vivo por TV Unam y 12 televisoras públicas y universitarias que se enlazaron para enviar la señal a Aguascalientes, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tlaxcala, Yucatán, Durango y Nuevo León, además de por La Jornada on line.

Ideas sorprendentes como la de Barack Obama, presidente de Estados Unidos, descrito como una mercancía con una mercadotecnia tan exitosa, que el año pasado mereció el primer lugar en campañas promocionales por parte de la industria de la publicidad. Más famoso que las computadoras Apple. Tan vendible como una pasta de dientes o un fármaco.

O la idea de que la invasión estadunidense a Panamá, en 1989, hoy apenas una nota a pie de página para muchos, fue en realidad la señal de que Wa-shington iniciaba, a través de la ficción de la guerra contra las drogas, una nueva etapa de dominación, cuando apenas habían pasado algunas semanas de la caída del Muro de Berlín.

O bien, un dato puntual, asombroso: la preocupación manifestada en 1990, en un taller de desarrollo de estrategias para América Latina en el Pentágono, de que una eventual apertura democrática en México osara desafiar a Estados Unidos. La solución propuesta fue imponer a nuestro país un tratado que lo atara de manos con las reformas neoliberales. La propuesta se materializó en el Tratado de Libre Comercio (TLC), que entró en vigor en 1994.

Así, la reseña de Chomsky de las dos últimas dos décadas llegó al momento actual, al proceso de remilitarización de América Latina con siete nuevas bases en Colombia y la reactivación de la Cuarta Flota de su armada.

Todo, para aterrizar en la visión de un continente, el nuestro, que pese a todo comienza a liberarse por sí solo de este yugo, con gobiernos que desafían las directrices de Washington, pero sobre todo con movimientos populares de masas de gran significación.

Congruente con esta importancia que Chomsky da a los procesos sociales y a su constante llamado a visibilizar a sus protagonistas, al concluir su conferencia magistral y una entrevista con TV Unam, el académico todavía tuvo fuerzas para encontrarse brevemente con Trinidad Ramírez, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de San Salvador Atenco, esposa del preso político Ignacio del Valle, la cual agradeció al conferencista que fuera firmante de la segunda campaña por la libertad de 11 presos, le regaló su paliacate rojo y, por supuesto, también su machete. Blanche Petrich.

A continuación se reproducen las palabras de Noam Chomsky en la sala Nezahualcóyotl:

Al pensar en cuestiones internacionales, es útil tener presentes varios principios de generalidad e importancia considerables. El primero es la máxima de Tucídides: Los fuertes hacen lo que quieren, y los débiles sufren como es menester. Esto tiene un importante corolario: todo Estado poderoso descansa en especialistas en apologética, cuya tarea es mostrar que lo que hacen los fuertes es noble y justo y lo que sufren los débiles es su culpa. En el Occidente contemporáneo a estos especialistas se les llama intelectuales y, con excepciones marginales, cumplen su tarea asignada con habilidad y sentimientos de superioridad moral, pese a lo disparatado de sus alegatos. Su práctica se remonta a los orígenes de la historia de la que tenemos registro.

Los principales arquitectos

Un segundo punto, que no hay que olvidar, lo expresó Adam Smith. Él se refería a Inglaterra, la potencia más grande de su tiempo, pero sus observaciones son generalizables. Smith observaba que los principales arquitectos de políticas públicas en Inglaterra eran los comerciantes y los fabricantes, quienes se aseguraban de que sus intereses fueran bien servidos por tales políticas, por gravoso que fuera el efecto en otros –incluido el pueblo de Inglaterra– y pese a la severidad que tuvieran para quienes sufren la salvaje injusticia de los europeos en otras partes.

Smith fue una de esas raras figuras que se apartaron de la práctica normal de retratar a Inglaterra como una potencia angelical, única en la historia del mundo, dedicada sin egoísmo al bienestar de los bárbaros. Un ejemplo revelador, en estos términos exactos, es un ensayo clásico de John Stuart Mill, uno de los más decentes e inteligentes intelectuales occidentales, en el que explicaba por qué Inglaterra tenía que culminar su conquista de la India en aras de los más puros fines humanitarios. Lo escribió justo en el momento de mayores atrocidades de Inglaterra en la India, cuando el verdadero fin de una mayor conquista era permitir a Inglaterra apoderarse del monopolio del opio y establecer la más extraordinaria empresa de narcotráfico en la historia mundial, y así obligar a China, con lanchas cañoneras y venenos, a aceptar las mercancías de fabricación británicas, que China no quería.

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La plegaria de Mill es la norma cultural. La máxima de Smith es la norma histórica.

Hoy, los principales arquitectos de las políticas públicas no son los comerciantes y los fabricantes, sino las instituciones financieras y las corporaciones trasnacionales.

Una refinada versión actual de la máxima de Smith es la teoría de la inversión en política, desarrollada por el economista político Thomas Ferguson, la cual considera que las elecciones son la ocasión para que grupos de inversionistas se unan con el fin de controlar el Estado, en esencia comprando las elecciones.

Como muestra Ferguson, esta teoría es un mecanismo muy bueno para predecir políticas públicas durante un periodo largo.

Entonces, para lo ocurrido en 2008 debimos haber anticipado que los intereses de las industrias financieras tendrían prioridad para el gobierno de Obama. Fueron sus principales provedoras de fondos y se inclinaron mucho más por Obama que por McCain. Y así resultó ser.

El semanario de negocios Business Week se ufana ahora de que la industria de las aseguradoras ganó la batalla por la atención a la salud, y de que las instituciones financieras que crearon la crisis actual emergen incólumes y aun fortalecidas, tras un enorme rescate público –lo que acomoda el escenario para la siguiente crisis–, apuntan los editores. Y añaden que otras corporaciones aprendieron valiosas lecciones de estos triunfos y ahora organizan grandes campañas para frenar la aprobación de cualquier medida relacionada con energía y conservación (por suave que sea), con pleno conocimiento de que frenar esas medidas negará a sus nietos cualquier posibilidad de supervivencia decente. Por supuesto, no es que sean malas personas, ni son ignorantes. Ocurre que las decisiones son imperativos institucionales. Quienes deciden no seguir las reglas son excluidos, a veces en formas muy notables.

Las elecciones en Estados Unidos son montajes espectaculares (extravaganzas), conducidos por la enorme industria de las relaciones públicas que floreció hace un siglo en los países más libres del mundo, Inglaterra y Estados Unidos, donde las luchas populares habían ganado la suficiente libertad para que el público ya no tan fácilmente fuera controlado por la fuerza. Entonces, los arquitectos de las políticas públicas se dieron cuenta de que iba a ser necesario controlar las actitudes y las opiniones. Uno de los elementos de la tarea era controlar las elecciones.

Estados Unidos no es una democracia guiada como Irán, donde los candidatos requieren la aprobación de los clérigos imperantes. En sociedades libres, como Estados Unidos, son las concentraciones de capital las que aprueban candidatos y, entre quienes pasan por el filtro, los resultados terminan casi siempre determinados por los gastos de campaña. Los operadores políticos están siempre muy conscientes de que con frecuencia el público disiente profundamente, en algunos puntos, de los arquitectos de las políticas públicas. Entonces, las campañas electorales evitan ahondar en cualquier punto y favorecen las consignas, las florituras de oratoria, las personalidades y el chismorreo. Cada año la industria de la publicidad otorga un premio a la mejor campaña promocional del año.

En 2008 el premio se lo llevó la campaña de Obama, derrotando incluso a las computadoras Apple. Los ejecutivos estaban eufóricos. Se ufanaban abiertamente de que éste era su éxito más grande desde que comenzaron a promocionar candidatos cual si fueran pasta de dientes o fármacos que asocian con estilos de vida, técnicas que cobraron fuerza durante el periodo neoliberal, primero que nada con Reagan.

En los cursos de economía, uno aprende que los mercados se basan en consumidores informados que eligen racionalmente sus opciones. Pero quien mire un anuncio de televisión sabe que las empresas destinan enormes recursos a crear consumidores uniformados que eligen irracionalmente sus opciones. Los mismos dispositivos utilizados para derruir mercados se adaptan al objetivo de socavar la democracia, creando votantes desinformados que tomarán decisiones irracionales a partir de una limitada serie de opciones compatibles con los intereses de los dos partidos, que a lo sumo son facciones competidoras de un solo partido empresarial.

Tanto en el mundo de los negocios como en el político, los arquitectos de las políticas públicas son constantemente hostiles con los mercados y con la democracia, excepto cuando buscan ventajas temporales. Por supuesto, la retórica puede decir otra cosa, pero los hechos son bastante claros.

La máxima de Adam Smith tiene algunas excepciones, que son muy instructivas. Un ejemplo contemporáneo importante son las políticas de Washington hacia Cuba desde que ésta obtuvo su independencia, hace 50 años. Estados Unidos es una sociedad que goza de una libertad poco común, así que contamos con buen acceso a los registros internos que revelan el pensamiento y los planes de los arquitectos de las políticas públicas.

A los pocos meses de la independencia de Cuba, el gobierno de Eisenhower formuló planes secretos para derrocar al régimen e inició programas de guerra económica y de terrorismo, cuya escala fue aumentada bruscamente por Kennedy, y que continúan en varias formas hasta nuestros días. Desde el inicio, la intención explícita fue castigar lo suficiente al pueblo cubano para que derrocara al régimen criminal. Su crimen era haber logrado desafiar políticas estadunidenses que databan de la década de 1820, cuando la doctrina Monroe declaró la intención estadunidense de dominar el hemisferio occidental sin tolerar interferencia alguna de fuera ni de dentro.

Aunque las políticas bipartidistas hacia Cuba concuerdan con la máxima de Tucídides, entran en conflicto con el principio de Adam Smith, y como tales nos brindan una mirada especial sobre cómo se configuran las políticas. Durante décadas, el pueblo estadunidense ha favorecido la normalización de relaciones con Cuba.

Desatender la voluntad de la población es normal, pero en este caso es más interesante que sectores poderosos del mundo de los negocios favorezcan también la normalización: las agroempresas, las corporaciones farmacéuticas y de energía, y otros que comúnmente fijan los marcos de trabajo básicos para la construcción de políticas. En este caso sus intereses son atropellados por un principio de los asuntos internacionales que no recibe el reconocimiento apropiado en los tratados académicos en la materia: podríamos llamarlo el principio de la Mafia.

El Padrino no tolera que nadie lo desafíe y se salga con la suya, ni siquiera el pequeño tendero que no puede pagarle protección. Es muy peligroso. Debe, por tanto, erradicarse brutalmente, de tal modo que otros entiendan que desobedecer no es opción. Que alguien logre desafiar al Amo puede volverse un virus que disemine el contagio, por tomar prestado el término usado por Kissinger cuando se preparaba a derrocar el gobierno de Allende. Ésa ha sido una doctrina principal en la política exterior estadunidense durante el periodo de su dominio global y, por supuesto, tiene muchos precedentes. Otro ejemplo, que no tengo tiempo de revisar aquí, es la política estadunidense hacia Irán a partir de 1979.

Tomó su tiempo cumplir los objetivos plasmados en la doctrina Monroe, y algunos de éstos siguen topándose con muchos impedimentos. El fin último perdura y es incuestionable. Adquirió mucho mayor significación cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en una potencia global dominante y desplazó a su rival británico. La justificación se ha analizado con lucidez.

Por ejemplo, cuando Wa-shington se preparaba para derrocar al gobierno de Allende, el Consejo de Seguridad Nacional puntualizó que si Estados Unidos no lograba controlar América Latina, no podría esperar consolidar un orden en ninguna parte del mundo, es decir, imponer con eficacia su dominio sobre el planeta. La credibilidad de la Casa Blanca se vería socavada, como lo expresó Henry Kissinger. Otros también podrían intentar salirse con la suya en el desafío si el virus chileno no era destruido antes de que diseminara el contagio. Por tanto, la democracia parlamentaria en Chile tuvo que irse, y así ocurrió el primer 11 de septiembre, en 1973, que está borrado de la historia en Occidente, aunque en términos de consecuencias para Chile y más allá sobrepase, por mucho, los terribles crímenes del 11 de septiembre de 2001.

Aunque las máximas de Tucídides y Smith, y el principio de la Mafia, no dan cuenta de todas las decisiones de política exterior, cubren una gama bastante amplia, como también lo hace el corolario referente al papel de los intelectuales. No son el final de la sabiduría, pero se encaminan a él.

Con el contexto proporcionado hasta el momento, miremos el momento unipolar, que es el tópico de gran cantidad de discusiones académicas y populares desde que se colapsó la Unión Soviética, hace 20 años, dejando a Estados Unidos como la única superpotencia global en vez de ser sólo la primera superpotencia, como antes. Aprendemos mucho acerca de la naturaleza de la guerra fría, y del desarrollo de los acontecimientos desde entonces, mirando cómo reacciona Washington a la desaparición de su enemigo global, esa conspiración monolítica y despiadada para apoderarse del mundo, como la describía Kennedy.

Unas semanas después de la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos invadió Panamá. El propósito era secuestrar a un delincuente menor, que fue llevado a Florida y sentenciado por crímenes que había cometido, en gran medida, mientras cobraba en la CIA. De valioso amigo se convirtió en demonio malvado por intentar adoptar una actitud desafiante y salirse con la suya, al andarse con pies de plomo en el apoyo a las guerras terroristas de Reagan en Nicaragua.

La invasión mató a varios miles de personas pobres en Panamá, según fuentes panameñas, y reinstauró el dominio de los banqueros y narcotraficantes ligados a Estados Unidos. Fue apenas algo más que una nota de pie de página en la historia, pero en algunos aspectos rompió la tendencia. Uno de ellos fue que se hizo necesario contar con un nuevo pretexto, y éste llegó rápido: la amenaza de narcotraficantes de origen latino que buscan destruir a Estados Unidos. Richard Nixon ya había declarado la guerra contra las drogas, pero ésta asumió un nuevo y significativo papel durante el momento unipolar.

Sofisticación tecnológica en el tercer mundo

La necesidad de un nuevo pretexto guió también la reacción oficial en Washington ante el colapso de la superpotencia enemiga. El gobierno de Bush padre trazó el nuevo rumbo a los pocos meses: en resumidas cuentas, todo se mantendrá bastante igual, pero tendremos nuevos pretextos. Todavía requerimos de un enorme sistema militar, pero ahora hay un nuevo justificante: la sofisticación tecnológica de las potencias del tercer mundo. Tenemos que mantener la base industrial de defensa, eufemismo para describir la industria de alta tecnología apoyada por el Estado. Debemos mantener fuerzas de intervención dirigidas a las regiones ricas en energéticos de Medio Oriente, donde no haríamos responsable al Kremlin de las amenazas significativas a nuestros intereses, a diferencia de las décadas de engaño cuando eso ocurría.

Todo lo anterior pasó muy en silencio, apenas si se notó. Pero para quienes confían en entender el mundo, es bastante ilustrativo. Como pretexto para una intervención, fue útil invocar una guerra a las drogas, pero como pretexto es muy estrecho. Se necesitaba uno de más arrastre. Rápidamente las elites se volcaron a la tarea y cumplieron su misión. Declararon una revolución normativa que confería a Estados Unidos el derecho a una intervención por razones humanitarias escogida por definición, por la más noble de las razones.

Para expresarlo con sutileza, ni las víctimas tradicionales se inmutaron. Las conferencias de alto nivel en el Sur global condenaron con amargura “el así llamado ‘derecho’ a una intervención humanitaria”. Era necesario un refinamiento adicional, por lo que se diseñó el concepto de responsabilidad de proteger. Quienes prestan atención a la historia no se sorprenderán al descubrir que las potencias occidentales ejercen su responsabilidad de proteger de modo muy selectivo, en adherencia estricta a las tres máximas descritas. Los hechos perturban de tan obvios, y requieren considerable agilidad de las clases intelectuales: otra reveladora historia que debo dejar de lado.

Conforme el momento unipolar se iluminó, otra cuestión que se puso al frente fue el destino de la OTAN. La justificación tradicional para la organización era la defensa contra las agresiones soviéticas. Al desaparecer la Unión Soviética se evaporó el pretexto. Las almas ingenuas, que tienen fe en las doctrinas del momento, habrían esperado que la OTAN desapareciera también; por el contrario, se expandió con rapidez. Los detalles revelan mucho acerca de la guerra fría y de lo que siguió. A nivel más general revelan cómo se forman y ejecutan las políticas de los estados.

A medida que se colapsó la Unión Soviética, Mijail Gorbachov hizo una pasmosa concesión: permitió que una Alemania unificada se uniera a una alianza militar hostil encabezada por la superpotencia global, pese a que Alemania por sí sola casi había destruido Rusia en dos ocasiones durante el siglo XX. Sin embargo, fue un quid pro quo, un esto por aquello, una reciprocidad. El gobierno de Bush prometió a Gorbachov que la OTAN no se extendería a Alemania oriental, y que desde luego no llegaría más al oriente.

También le aseguró al mandatario soviético que la organización se transformaría en un ente más político. Gorbachov propuso también una zona libre de armas nucleares desde el Ártico al Mar Negro, un paso hacia una zona de paz que eliminara cualquier amenaza a Europa occidental u oriental. Tal propuesta se pasó por alto sin consideración alguna. Poco después llegó Bill Clinton al cargo. Muy pronto se desvanecieron los compromisos de Washington. No es necesario abundar sobre la promesa de que la OTAN se convertiría en un ente más político. Clinton expandió la organización hacia el este, y Bush fue más allá. En apariencia Barack Obama intenta continuar la expansión.

Un día antes del primer viaje de Barack Obama a Rusia, su asistente especial en Seguridad Nacional y Asuntos Eurasiáticos informó a la prensa: No vamos a dar seguridades a los rusos, ni a darles ni intercambiar nada con ellos respecto de la expansión de la OTAN o la defensa con misiles. Se refería a los programas de defensa con misiles estadunidenses en Europa oriental y a la posibilidad de convertir en miembros de la OTAN a dos vecinos de Rusia, Ucrania y Georgia. Ambos pasos eran vistos por los analistas occidentales como serias amenazas a la seguridad rusa, por lo que, de igual modo, podían inflamar las tensiones internacionales.

Ahora, la jurisdicción de la OTAN es todavía más amplia. El asesor de Seguridad Nacional de Obama, el comandante de Marina James Jones, hace llamados a que la organización se amplíe al sur y también al este, de modo que se refuerce el control estadunidense sobre las reservas energéticas de Medio Oriente. El general Jones también aboga por una fuerza de respuesta de OTAN, que confiera a la alianza militar encabezada por Estados Unidos mucho mayor capacidad y flexibilidad para efectuar acciones con rapidez y en distancias muy largas, objetivo que ahora Washington se empeña en lograr en Afganistán.

El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, informó a la conferencia de la organización que las tropas de la alianza tienen que custodiar los ductos de crudo y gas que van directamente a Occidente y, de modo más general, proteger las rutas marinas utilizadas por los buques cisternas y otras cruciales infraestructuras del sistema energético. Dicha decisión expresa de forma más explícita las políticas posteriores a la guerra fría: remodelar la OTAN para volverla una fuerza de intervención global encabezada por Estados Unidos, cuya preocupación especial sea el control de los energéticos.

Supuestamente, la tarea incluye la protección de un ducto de 7 mil 600 millones de dólares que conduciría gas natural de Turkmenistán a Pakistán e India, pasando por la provincia de Kandahar, en Afganistán, donde están desplegadas las tropas canadienses. La meta es bloquear la posibilidad de que un ducto alterno brinde a Pakistán e India gas procedente de Irán, y disminuir la dominación rusa de las exportaciones energéticas de Asia central, según informó la prensa canadiense, bosquejando con realismo algunos de los contornos del nuevo gran juego en el que la fuerza de intervención internacional encabezada por Estados Unidos va a ser un jugador principal.

Desde los primeros días posteriores a la guerra fría, se entendía que Europa occidental podría optar por un curso independiente, tal vez con una visión gaullista de Europa, del Atlántico a los Urales. En este caso el problema no es un virus que pueda diseminar el contagio, sino una pandemia que podría desmantelar todo el sistema de control global. Se supone que, al menos en parte, la OTAN intenta contrarrestar esa seria amenaza. La expansión actual de la alianza, y los ambiciosos objetivos de la nueva organización, dan nuevo empuje a esos fines.

Los acontecimientos continúan atravesando el momento unipolar, adhiriéndose bien a los principios que rigen los asuntos internacionales. Más en específico, las políticas se conforman muy cerca de las doctrinas del orden mundial formuladas por los planificadores estadunidenses de alto nivel durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1939, reconocieron que, fuera cual fuese el resultado de la guerra, Estados Unidos se convertiría en una potencia global y desplazaría a Gran Bretaña.

En concordancia, desarrollaron planes para que Estados Unidos ejerciera control sobre una porción sustancial del planeta. Esta gran área, como le llaman, habría de comprender por lo menos el hemisferio occidental, el antiguo imperio británico, el Lejano Oriente y los recursos energéticos de Asia occidental. En esta gran área, Estados Unidos habría de mantener un poder incuestionable, una supremacía militar y económica, y actuaría para garantizar los límites de cualquier ejercicio de soberanía por parte de estados que pudieran interferir con sus designios globales.

Al principio los planificadores pensaron que Alemania predominaría en Europa, pero conforme Rusia comenzó a demoler la Wermacht (las fuerzas armadas nazis), la visión se hizo más y más expansiva, y se buscó que la gran área incorporara la mayor extensión de Eurasia que fuera posible, por lo menos Europa occidental, el corazón económico de Eurasia.

Se desarrollaron planes detallados y racionales para la organización global, y a cada región se le asignó lo que se le llamó su función. Al Sur en general se le asignó un papel de servicio: proporcionar recursos, mano de obra barata, mercados, oportunidades de inversión y más tarde otros servicios, tales como recibir la exportación de desperdicios y contaminación. En ese entonces, Estados Unidos no estaba tan interesado en África, así que la pasó a Europa para que explotara su reconstrucción a partir de la destrucción de la guerra. Uno podría imaginar relaciones diferentes entre África y Europa a la luz de la historia, pero no se tuvieron en cuenta.

En contraste, se reconoció que las reservas de petróleo de Medio Oriente eran una estupenda fuente de poder estratégico y uno de los premios materiales más grandes en la historia del mundo: la más importante de las áreas estratégicas del mundo, para ponerlo en palabras de Eisenhower. Y los planificadores se daban cuenta de que el control del crudo de Medio Oriente proporcionaría a Estados Unidos el control sustancial del mundo.

Quienes consideran significativas las continuidades de la historia tal vez recuerden que los planificadores de Truman hacían eco de las doctrinas de los demócratas jacksonianos al momento de la anexión de Texas y de la conquista de medio México, un siglo antes. Tales predecesores anticiparon que las conquistas proporcionarían a Estados Unidos un virtual monopolio del algodón, el combustible de la primera revolución industrial: Ese monopolio, ahora asegurado, pone a todas las naciones a nuestros pies, declaró el presidente Tyler. En esa forma, Estados Unidos podría esquivar el disuasivo británico, el mayor problema de esa época, y ganar influencia internacional sin precedente.

Concepciones semejantes guiaron a Washington en su política petrolera. De acuerdo con ella –explicaba el Consejo de Seguridad Nacional de Eisenhower–, Estados Unidos debe respaldar regímenes rudos y brutales y bloquear la democracia y el desarrollo, aunque eso provoque una campaña de odio contra nosotros, como observó el presidente Eisenhower 50 años antes de que George W. Bush preguntara en tono plañidero por qué nos odian y concluyera que debía ser porque odiaban nuestra libertad.

Con respecto a América Latina, los planificadores posteriores a la Segunda Guerra Mundial concluyeron que la primera amenaza a los intereses estadunidenses la representan los regímenes radicales y nacionalistas que apelan a las masas de población y buscan satisfacer la demanda popular de mejoramiento inmediato de los bajos estándares de vida de las masas y el desarrollo a favor de las necesidades internas del país. Estas tendencias entran en conflicto con las demanda de un clima económico y político que propicie la inversión privada, con la adecuada repatriación de las ganancias y la protección de nuestras materias primas. Gran parte de la historia subsiguiente fluye de estas concepciones que nadie cuestiona.

TLC, cura recomendada

En el caso especial de México, el taller de desarrollo de estrategias para América Latina, celebrado en el Pentágono en 1990, halló que las relaciones Estados Unidos-México eran extraordinariamente positivas, y que no las perturbaba ni el robo de elecciones, ni la violencia de Estado, ni la tortura o el escandaloso trato dado o obreros y campesinos, ni otros detalles menores. Los participantes en el taller sí vieron una nube en el horizonte: la amenaza de “una ‘apertura a la democracia’ en México”, la cual, temían, podría poner en el cargo a un gobierno más interesado en desafiar a Estados Unidos sobre bases económicas y nacionalistas.

La cura recomendada fue un tratado Estados Unidos-México que encerrara al vecino en su interior y proponerle las reformas neoliberales de la década de 1980, que ataran de manos a los actuales y futuros gobiernos mexicanos en materia de políticas económicas.

En resumen, el TLCAN, impuesto puntualmente por el Poder Ejecutivo en oposición a la voluntad popular.

Y al momento en que el TLCAN entraba en vigor, en 1994, el presidente Clinton instituía también la Operación Guardián, que militarizó la frontera mexicana. Él la explicó así: no entregaremos nuestras fronteras a quienes desean explotar nuestra historia de compasión y justicia. No mencionó nada acerca de la compasión y la justicia que inspiraron la imposición de tales fronteras, ni explicó cómo el gran sacerdote de la globalización neoliberal entendía la observación de Adam Smith de que la libre circulación de mano de obra es la piedra fundacional del libre comercio.

La elección del tiempo para implantar la Operación Guardián no fue para nada accidental. Los analistas racionales anticiparon que abrir México a una avalancha de exportaciones agroindustriales altamente subsidiadas tarde o temprano socavaría la agricultura mexicana, y que las empresas mexicanas no aguantarían la competencia con las enormes corporaciones apoyadas por el Estado que, conforme al tratado, deberían operar libremente en México. Una consecuencia probable sería la huída de muchas personas a Estados Unidos junto con quienes huyen de los países de Centroamérica, arrasados por el terrorismo reaganita. La militarización de la frontera fue un remedio natural.

Las actitudes populares hacia quienes huyen de sus países –conocidos como extranjeros ilegales– son complejas. Prestan servicios valiosos en su calidad de mano de obra superbarata y fácilmente explotable. En Estados Unidos las agroempresas, la construcción y otras industrias descansan sustancialmente en ellos, y ellos contribuyen a la riqueza de las comunidades en que residen. Por otra parte, despiertan tradicionales sentimientos antimigrantes, persistente y extraño rasgo en esta sociedad de migrantes que arrastra una historia de vergonzoso trato hacia ellos.

Hace pocas semanas, los hermanos Kennedy fueron vitoreados como héroes estadunidenses. Pero a fines del siglo XIX los letreros de ni perros ni irlandeses no los habrían dejado entrar a los restaurantes de Boston. Hoy los emprendedores asiáticos son una fulgurante innovación en el sector de alta tecnología. Hace un siglo, acciones racistas de exclusión impedían el acceso de asiáticos, porque se les consideraba amenazas a la pureza de la sociedad estadunidense.

Sean cuales fueren la historia y las realidades económicas, los inmigrantes han sido siempre percibidos por los pobres y los trabajadores como una amenaza a sus empleos, sus modos de vida y su subsistencia. Es importante tener en cuenta que la gente que hoy protesta con furia ha recibido agravios reales. Es víctima de los programas de manejo financiero de la economía y de globalización neoliberal, diseñados para transferir la producción hacia fuera y poner a los trabajadores a competir unos con otros a escala mundial, bajando los salarios y las prestaciones, mientras se protege de las fuerzas del mercado a los profesionales con estudios.

Los efectos han sido severos desde los años de Reagan, y con frecuencia se manifiestan de modos feos y extremos, como muestran las primeras planas de los diarios en los días que corren. Los dos partidos políticos compiten por ver cuál de ellos puede proclamar en forma más ferviente su dedicación a la sádica doctrina de que se debe negar la atención a la salud a los extranjeros ilegales. Su postura es consistente con el principio, establecido por la Suprema Corte, de que, de acuerdo con la ley, esas criaturas no son personas, y por tanto no son sujetos de los derechos concedidos a las personas.

En este mismo momento la Suprema Corte considera la cuestión de si las corporaciones deben poder comprar elecciones abiertamente en lugar de hacerlo de modos más indirectos: asunto constitucional complejo, porque las cortes han determinado que, a diferencia de los inmigrantes indocumentados, las corporaciones son personas reales, de acuerdo con la ley, y así, de hecho, tienen derechos que rebasan los de las personas de carne y hueso, incluidos los derechos consagrados por los tan mal nombrados acuerdos de libre comercio. Estas reveladoras coincidencias no me provocan comentario alguno. La ley es en verdad un asunto solemne y majestuoso.

El espectro de la planificación es estrecho, pero permite alguna variación. El gobierno de Bush II fue tan lejos, que llegó al extremo del militarismo agresivo y ejerció un arrogante desprecio, inclusive hacia sus aliados. Fue condenado duramente por estas prácticas, aun dentro de las corrientes principales de opinión. El segundo periodo de Bush fue más moderado. Algunas de sus figuras más extremistas fueron expulsadas: Rumsfeld, Wolfowitz, Douglas Feith y otros. A Cheney no lo pudieron quitar porque él era la administración.

Las políticas comenzaron a retornar más hacia la norma. Al llegar Obama al cargo, Condoleeza Rice predecía que seguiría las políticas del segundo periodo de Bush, y eso es en gran medida lo que ha ocurrido, más allá del estilo retórico diferente, que parece haber encantado a buena parte del mundo… tal vez por el descanso que significa que Bush se haya ido.

En el punto más candente de la crisis de los misiles cubanos, un asesor de alto rango del gobierno de Kennedy expresó muy bien algo que hoy es una diferencia básica entre George Bush y Barack Obama. Los planificadores de Kennedy tomaban decisiones que literalmente amenazaban a Gran Bretaña con la aniquilación, pero sin informar a los británicos.

En ese punto, el asesor definió la relación especial con el Reino Unido. “Gran Bretaña –dijo– es nuestro teniente”; el término más de moda hoy sería socio. Gran Bretaña, por supuesto, prefiere el término en boga. Bush y sus cohortes se dirigían al mundo tratando a todos como nuestros tenientes. Así, al anunciar la invasión de Irak, informaron a Naciones Unidas que podía obedecer las órdenes estadunidenses, o volverse irrelevante. Es natural que una desvergonzada arrogancia así levante hostilidades.

Obama adopta un curso de acción diferente. Con afabilidad saluda a los líderes y pueblos del mundo como socios y únicamente en privado continúa tratándolos como tenientes, como subordinados. Los líderes extranjeros prefieren con mucho esta postura, y el público en ocasiones queda hipnotizado por ella. Pero es sabio atender a los hechos, y no a la retórica o a las conductas agradables. Porque es común que los hechos cuenten una historia diferente. En este caso también.

Tecnología de la destrucción

El actual sistema mundial permanece unipolar en una sola dimensión: el ámbito de la fuerza. Estados Unidos gasta casi lo mismo que el resto del mundo junto en fuerza militar, y está mucho más avanzado en la tecnología de la destrucción. Está solo también en la posesión de cientos de bases militares por todo el mundo, y en la ocupación de dos países situados en cruciales regiones productoras de energéticos.

En estas regiones está estableciendo, además, enormes megaembajadas; cada una de ellas es en realidad es una ciudad dentro de otra: clara indicación de futuras intenciones. En Bagdad se calcula que los costos de la megaembajada asciendan de mil 500 millones de dólares este año a mil 800 millones en los años venideros. Se desconocen los costos de sus contrapartes en Pakistán y Afganistán, como también se desconoce el destino de las enormes bases militares que Estados Unidos instaló en Irak.

El sistema global de bases se comienza a extender ahora por América Latina. Estados Unidos ha sido expulsado de sus bases en Sudamérica; el caso más reciente es el de la base de Manta, en Ecuador, pero recientemente logró arreglos para utilizar siete nuevas bases militares en Colombia, y se supone que intenta mantener la base de Palmerola, en Honduras, que jugó un papel central en las guerras terroristas de Reagan. La Cuarta Flota estadunidense, desbandada en los años 50 del siglo XX, fue reactivada en 2008, poco después de la invasión colombiana a Ecuador.

Su responsabilidad cubre el Caribe, Centro y Sudamérica, y las aguas circundantes. La Marina incluye, entre sus variadas operaciones, acciones contra el tráfico ilícito, maniobras simuladas de cooperación en seguridad, interacciones ejército-ejército y entrenamiento bilateral y multilateral. Es entendible que la reactivación de la flota provoque protestas y preocupación de gobiernos como el de Brasil, el de Venezuela y otros.

La preocupación de los sudamericanos se ha incrementado por un documento de abril de 2009, producido por el comando de movilidad aérea estadunidense (US Air Mobility Command), que propone que la base de Palanquero, en Colombia, pueda convertirse en el sitio de seguridad cooperativa desde el cual puedan ejecutarse operaciones de movilidad. El informe anota que, desde Palanquero, casi medio continente puede ser cubierto con un C-17 (un aerotransporte militar) sin recargar combustible. Esto podría formar parte de una estrategia global en ruta, que ayude a lograr una estrategia regional de combate y con la movilidad de los trayectos hacia África. Por ahora, la estrategia para situar la base en Palanquero debe ser suficiente para fijar el alcance de la movilidad aérea en el continente sudamericano, concluye el documento, pero prosigue explorando opciones para extender el sistema a África con bases adicionales, todo como parte de un sistema global de vigilancia, control e intervención.

Estos planes forman parte de una política más general de militarización de América Latina. El entrenamiento de oficiales latinoamericanos se ha incrementado abruptamente en los últimos 10 años, mucho más allá de los niveles de la guerra fría.

La policía es entrenada en tácticas de infantería ligera. Su misión es combatir pandillas de jóvenes y populismo radical, término este último que debe de entenderse muy bien en América Latina.

El pretexto es la guerra contra las drogas, pero es difícil tomar eso muy en serio, aun si aceptáramos la extraordinaria suposición de que Estados Unidos tiene derecho a encabezar una guerra en tierras extranjeras. Las razones son bien conocidas, y fueron expresadas una vez más a fines de febrero por la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, encabezada por los ex presidentes Cardoso, Zedillo y Gaviria. Su informe concluye que la guerra al narcotráfico ha sido un fracaso total y demanda un drástico cambio de política, que se aleje de las medidas de fuerza en los ámbitos interno y externo e intente medidas menos costosas y más efectivas.

Los estudios llevados a cabo por el gobierno estadunidense, y otras investigaciones, han mostrado que la forma más efectiva y menos costosa de controlar el uso de drogas es la prevención, el tratamiento y la educación. Han mostrado además que los métodos más costosos y menos eficaces son las operaciones fuera del propio país, tales como las fumigaciones y la persecución violenta.

El hecho de que se privilegien consistentemente los métodos menos eficaces y más costosos sobre los mejores es suficiente para mostrarnos que los objetivos de la guerra contra las drogas no son los que se anuncian. Para determinar los objetivos reales, podemos adoptar el principio jurídico de que las consecuencias previsibles constituyen prueba de la intención. Y las consecuencias no son oscuras: subyace en los programas una contrainsurgencia en el extranjero y una forma de limpieza social en lo interno, enviando enormes números de personas superfluas, casi todas hombres negros, a las penitenciarías, fenómeno que condujo ya a la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, por mucho, desde que se iniciaron los programas, hace 30 años.

Aunque el mundo es unipolar en la dimensión militar, no siempre ha sido así en la dimensión económica. A principios de la década de 1970, el mundo se había vuelto económicamente tripolar, con centros comparables en Norteamérica, Europa y el noreste asiático. Ahora la economía global se ha vuelto aún más diversa, en particular tras el rápido crecimiento de las economías asiáticas que desafiaron las reglas del neoliberal Consenso de Washington.

También América Latina comienza a liberarse por sí sola de este yugo. Los esfuerzos estadunidenses por militarizarla son una respuesta a estos procesos, particularmente en Sudamérica, la cual por vez primera desde las conquistas europeas comienza a enfrentar los problemas fundamentales que han plagado el continente. He ahí el inicio de movimientos encaminados a la integración de países que tradicionalmente se orientaban hacia Occidente, no uno hacia el otro, y también un impulso por diversificar las relaciones económicas y otras relaciones internacionales.

Están también, por último, algunos esfuerzos serios por dar respuesta a la patología latinoamericana de que son los estrechos sectores acaudalados los que gobiernan en medio de un mar de miseria, quedando los ricos libres de responsabilidades, excepto la de enriquecerse a sí mismos. Esto último es muy diferente de Asia oriental, como se puede medir observando la fuga de capitales. En Asia oriental tales fugas se han controlado con mucha fuerza. En Corea del Sur, por ejemplo, durante su periodo de rápido crecimiento, la exportación de capitales podía acarrear la pena de muerte.

Estos procesos en América Latina, en ocasiones encabezados por impresionantes movimientos populares de masas, son de gran significación. No es sorpresivo que provoquen amargas reacciones entre las elites tradicionales, respaldadas por la superpotencia hemisférica. Las barreras son formidables, pero, si logran remontarse, los resultados van a cambiar en forma significativa el curso de la historia latinoamericana, y sus impactos más allá de ella no serán pequeños.

 

Noam Chomsky

Pensador, escritor y activista estadounidense. Profesor de Lingüística en la Universidad de Massachussets. Fundador de la Gramática Generativa Transformacional, que es un sistema original para abordar el análisis lingüístico y que ha revolucionado la lingüística. Autor de La segunda guerra fría (1984), La quinta libertad (1988), El miedo a la democracia (1992), El Nuevo orden mundial (y el viejo) (1996),

 

 

América Latina é hoje o lugar mais estimulante do mundo

Noam Chomsky :"América Latina é hoje o lugar mais estimulante do mundo"




"Pela primeira vez em 500 anos há movimentos rumo a uma verdadeira independência e separação do mundo imperial. Países que historicamente estiveram separados estão começando a se integrar. Esta integração é um pré-requisito para a independência. Historicamente, os EUA derrubaram um governo após outro; agora já não podem fazê-lo", diz Chomsky.


A América Latina é hoje o lugar mais estimulante do mundo, diz Noam Chomsky. Há aqui uma resistência real ao império; não existem muitas regiões das quais se possa dizer o mesmo. Entrevistado pelo La Jornada, um dos intelectuais dissidentes mais relevantes de nossos tempos assinala que a esperança e a mudança anunciada por Barack Obama é uma ilusão, já que são as instituições e não os indivíduos que determinam o rumo da política. Em última instância, o que Obama representa, para Chomsky, é um giro da extrema direita rumo ao centro da política tradicional dos Estados Unidos.

Presente no México para celebrar os 25 anos de La Jornada, o autor de mais de cem livros, lingüista, crítico antiimperialista, analista do papel desempenhado pelos meios de comunicação na fabricação do consenso, explica como a guerra às drogas iniciou nos EUA como parte de uma ofensiva conservadora contra a revolução cultural e a oposição à invasão do Vietnã. Apresentamos a seguir a íntegra das declarações de Chomsky ao La Jornada:

A América Latina é hoje o lugar mais estimulante do mundo. Pela primeira vez em 500 anos há movimentos rumo a uma verdadeira independência e separação do mundo imperial. Países que historicamente estiveram separados estão começando a se integrar. Esta integração é um pré-requisito para a independência. Historicamente, os EUA derrubaram um governo após outro; agora já não podem fazê-lo.

O Brasil é um exemplo interessante. No princípio dos anos 60, os programas de (João) Goulart não eram tão diferentes dos de Lula. Naquele caso, o governo de Kennedy organizou um golpe de Estado militar. Assim, o estado de segurança nacional se propagou por toda a região como uma praga. Hoje em dia, Lula é o cara bom, ao qual procuram tratar bem, em reação aos governos mais militantes na região. Nos EUA, não se publicam os comentários favoráveis de Lula a Chavez ou a Evo Morales. Eles silenciados porque não são o modelo.

Há um movimento em direção à unificação regional. Começam a se formar instituições que, se ainda não funcionam plenamente, começam a existir, como é o caso do Mercosul e da Unasul.

Outro caso notável na região é o da Bolívia. Depois do referendo, houve uma grande vitória e também uma sublevação bastante violenta nas províncias da Meia Lua, o­nde estão os governadores tradicionais, brancos. Dezenas de pessoas morreram. Houve uma reunião regional em Santiago do Chile, o­nde se expressou um grande apoio a Morales e uma firme condenação à violência, o que foi respondido pelo presidente boliviano com uma declaração importante.

Ele disse que era a primeira vez na história da América Latina, desde a conquista européia, que os povos tomaram o destino de seus países em suas próprias mãos sem o controle de um poder estrangeiro, ou seja, Washington. Essa declaração não foi publicada nos EUA.

A América Central está traumatizada pelo terror da era Reagan. Não é muito o que ocorre nesta região. Os EUA seguem tolerando o golpe militar em Honduras, ainda que seja significativo que não possa apoiá-lo abertamente.

Outra mudança, ainda que acidentada, é a superação da patologia na América Latina, provavelmente a região mais desigual do mundo. É uma região muito rica, sempre governada por uma pequena elite europeizada, que não assume nenhuma responsabilidade com o resto de seus respectivos países. Isso pode ser visto em coisas muito simples, como o fluxo internacional de bens e capitais. Na América Latina a fuga de capitais é quase igual à dívida. O contraste com a Ásia oriental é muito impactante. Aquela região, muito mais pobre, teve um desenvolvimento econômico muito mais substantivo e os ricos estão submetidos a mecanismos de controle. Não há fuga de capitais; na Coréia do Sul, por exemplo, ele é castigado com a pena de morte. O desenvolvimento econômico lá é relativamente igualitário.

O enfraquecimento do controle dos EUA

Havia duas formas tradicionais pelas quais os EUA controlavam a América Latina. Uma era o uso da violência; a outra, o estrangulamento econômico. Ambas foram debilitadas.

Os controles econômicos são agora mais fracos. Vários países se liberaram do Fundo Monetário Internacional através da colaboração. Também foram diversificadas as ações entre os países do Sul, processo no qual a relação do Brasil com a África do Sul e a China desempenhou um fator importante. Esses países passaram a enfrentar alguns problemas internos sem a poderosa intervenção dos Estados Unidos.

A violência não terminou. Ocorreram três golpes de Estado neste início de século XXI. O venezuelano, abertamente apoiado pelos EUA, foi revertido, e agora Washington tem que recorrer a outros meios para subverter o governo, entre eles, ataques midiáticos e apoio a grupos dissidentes. O segundo foi no Haiti, o­nde a França e os EUA depuseram o governo e enviaram o presidente para a África do Sul. O terceiro, em Honduras, foi de um tipo misto. A Organização dos Estados Americanos (OEA) assumiu uma postura firme e a Casa Branca teve que segui-la e proceder com muita cautela e lentidão. O FMI acaba de aprovar um enorme empréstimo a Honduras, que substitui a redução da ajuda do governo dos EUA. No passado, estes eram assuntos rotineiros. Agora, essas medidas (a violência e o estrangulamento econômico) ficaram debilitadas.

Os Estados Unidos estão reagindo e dando passos para remilitarizar a região. A Quarta Frota, dedicada à América Latina, que tinha sido desmantelada nos anos 1950, foi retomada, e as bases militares na Colômbia são um tema importante.

A ilusão de Obama

A eleição de Barack Obama gerou grandes expectativas de mudança para a América Latina. Mas são ilusões. Sim, há uma mudança, mas o giro é porque o governo de Bush foi tão ao extremo do espectro político estadunidense que qualquer coisa que se movesse iria para o centro. De fato, o próprio Bush, em seu segundo período, foi menos extremista. Desfez-se de alguns de seus colaboradores mais arrogantes e suas políticas foram mais moderadamente centristas. E Obama, de maneira previsível, continua com esta tendência.

Tivemos um giro rumo à posição tradicional. Mas qual é essa tradição? Kennedy, por exemplo, foi um dos presidentes mais violentos do pós-guerra. Woodrow Wilson foi o maior intervencionista do século XX. O centro não é pacifista nem tolerante. De fato, Wilson foi quem se apoderou da Venezuela, tirando os ingleses de lá, em função da descoberta de petróleo. Apoiou um ditador brutal. E dali seguiu rumo ao Haiti e à República Dominicana. Enviou os “marines” e praticamente destruiu o Haiti. Deixou nestes países guardas nacionais e ditadores brutais. Kennedy fez o mesmo. Obama é um regresso ao centro.

A história se repete com o tema de Cuba, o­nde, por mais de meio século, os EUA se envolveram em uma guerra, desde que a ilha ganhou sua independência. No princípio, esta guerra foi bastante violenta, especialmente com Kennedy, quando houve terrorismo e estrangulamento econômico, ao qual a maioria da população estadunidense se opõe. Durante décadas, quase dois terços da população tem estado a favor da normalização das relações, mas isso não está na agenda política.

As manobras de Obama rumaram em direção ao centro; suspendeu algumas das medidas mais extremas do modelo de Bush, o que até foi apoiado por boa parte da comunidade cubano-estadunidense. Moveu-se um pouco em direção ao centro, mas deixou muito claro que não haverá maiores mudanças.

As “reformas” de Obama

O mesmo ocorre na política interna. Os assessores de Obama durante a campanha foram muito cuidadosos em não deixá-lo comprometer-se com nada. As consignas foram “a esperança” e “a mudança, uma mudança na qual acreditar”. Qualquer agência de publicidade teria feito com que essas fossem as consignas, pois 80% do país pensavam que este andava por trilhos equivocados. McCain dizia coisas parecidas, mas Obama era mais agradável, mais fácil de vender como produto. As campanhas são só assuntos de técnica de mercado; assim entendem a si mesmas. Estavam vendendo a “marca Obama” em oposição à “marca McCain”. É dramático ver essas ilusões, tanto fora como dentro dos EUA.

Nos Estados Unidos, quase todas as promessas feitas no âmbito de reforma trabalhista, de saúde e energia ficaram quase anuladas. Por exemplo, o sistema de saúde é uma catástrofe. É provavelmente o único país no mundo o­nde não há uma garantia básica de atenção médica. Os custos são astronômicos, quase o dobro de qualquer outro país industrializado. Qualquer pessoa que tenha a cabeça no lugar sabe qual é a consequência de um sistema de saúde privado. As empresas não procuram saúde, mas sim lucro.

É um sistema altamente burocratizado, com muita supervisão, altíssimos custos administrativos, o­nde as companhias de seguros têm formas sofisticadas de evitar o pagamento de apólices, mas não há nada na agenda de Obama para fazer algo a respeito. Houve algumas propostas “light”, como, por exemplo, “a opção pública”, que acabou anulada. Se alguém ler a imprensa de negócios, encontrará que a capa da Business Week reportava que as seguradoras estavam celebrando a sua vitória.

Foram realizadas campanhas muito exitosas contra esta reforma, organizadas pelos meios de comunicação e pela indústria para mobilizar segmentos extremistas da população. É um país o­nde é fácil mobilizar as pessoas com o medo e colocar na cabeça delas todo tipo de idéias loucas, como a de que Obama vai matar as suas avós. Assim, conseguiram reverter propostas legislativas já por si débeis. Se, de fato, tivesse ocorrido um compromisso real no Congresso e na Casa Branca, isso não teria prosperado, mas os políticos estavam mais ou menos de acordo.

Obama acaba de fazer um acordo secreto com as companhias farmacêuticas para assegurar-lhes que não fará esforços governamentais para regular o preço dos medicamentos. Os EUA são o único país no mundo ocidental o­nde não se permite que o governo use seu poder de compra para negociar o preço dos medicamentos. Cerca de 85% da população se opõem, mas isso não significa diferença alguma, até que todos vejam que não são os únicos que se opõem a estas medidas.

A indústria petroleira anunciou que vai utilizar as mesmas táticas para derrotar qualquer projeto legislativo de reforma energética. Se os Estados Unidos não implantarem controles firmes sobre as emissões de dióxido de carbono, o aquecimento global destruirá a civilização moderna.

O jornal Financial Times assinalou com razão que se houvesse uma esperança de que Obama pudesse ter mudado as coisas, agora seria surpreendente que cumprisse minimamente suas promessas. A razão é que ele não queria mudar tanto assim as coisas. É uma criatura daqueles que financiaram sua campanha: as instituições financeiras, instituições de energia, empresas. Tem a aparência do bom moço, seria uma boa companhia para o jantar, mas isso é insuficiente para mudar a política; afeta-a muito pouco, na verdade. Sim, há mudança, mas é de um tipo um pouco mais suave. A política provém das instituições, não é feita por indivíduos. E as instituições são muito estáveis e muito poderosas. Certamente, encontram a melhor maneira de enfrentar os acontecimentos.

Mais do mesmo

Os meios de comunicação estão um pouco surpresos de que esteja regressando para o ponto o­nde sempre esteve. Reportam, é difícil não fazê-lo, mas o fato é que as instituições financeiras se pavoneiam de que tudo está ficando igual a antes. Ganharam. Goldman Sachs nem sequer tenta esconder que depois de ter arruinado a economia está entregando generosos bônus a seus executivos. Creio que no trimestre passado reportou os lucros mais altos de sua história. Se fossem um pouquinho mais inteligentes tentariam esconder isso.

Isso se deve ao fato de que Obama está respondendo aqueles que apoiaram sua campanha: o setor financeiro. Basta olhar quem ele escolheu para sua equipe econômica. Seu primeiro assessor foi Robert Rubin, responsável pela derrogação de uma lei que regulava o setor financeiro, o que beneficiou muito a Goldman Sachs; assim mesmo, ele se converteu em diretor do Citigroup, fez uma fortuna e saiu justo a tempo, antes do desastre. Larry Summers, a principal figura responsável pelo bloqueio de toda regulação dos instrumentos financeiros exóticos, agora é o principal assessor econômico da Casa Branca. E Timothy Geithner, que como presidente do Federal Reserve de Nova York, supervisionava o que ocorre, é o secretário de Tesouro.

Uma reportagem recente examinou alguns dos principais assessores econômicos de Obama. Concluiu-se que grande parte deles não deveria estar na equipe de assessoria do presidente, mas sim enfrentando demandas legais, pois estiveram envolvidos em manejos irregulares de contabilidade e em outros assuntos que detonaram a crise.

Por quanto tempo podem se manter as ilusões? Os bancos estão agora melhor do que antes. Primeiro receberam um enorme resgate do governo e dos contribuintes e utilizaram esses recursos para se fortalecerem. São maiores do que nunca, pois absorveram os mais fracos. Ou seja, está se assentando a base para a próxima crise. Os grandes bancos estão se beneficiando com uma apólice de seguros do governo que se chama “demasiado grande para quebrar”. Caso você seja um banco enorme ou uma grande casa de investimentos, é demasiado importante para fracassar. Se você é o Goldman Sachs ou o Citigroup, não pode fracassar porque isso derrubaria toda a economia. Por isso podem fazer empréstimos de risco, para ganhar muito dinheiro, e se algo dá errado, o governo se encarregará do resgate.

A guerra contra o narcotráfico

A guerra contra a droga, que se espalha por vários países da América Latina, entre eles o México, tem velhos antecedentes. Revitalizada por Nixon, foi um esforço para superar os efeitos da guerra do Vietnã, nos EUA. A guerra foi um fator que levou a uma importante revolução cultural nos anos 60, a qual civilizou o país: direitos da mulher, direitos civis. Ou seja, democratizou o território, aterrorizando as elites. A última coisa que desejavam era a democracia, os direitos da população, etc., razão pela qual lançaram uma enorme contraofensiva. Parte dela foi a guerra contra as drogas.

Ela foi desenhada para transportar a concepção da guerra do Vietnã: do que nós estávamos fazendo aos vietnamitas ao que eles não estavam fazendo a nós. O grande tema no final dos anos 60 nos meios de comunicação, inclusive os liberais, foi que a guerra do Vietnã foi uma guerra contra os EUA. Os vietnamitas estavam destruindo nosso país com drogas. Foi um mito fabricado pelos meios de comunicação nos filmes e na imprensa. Inventou-se a história de um exército cheio de soldados viciados em drogas que, ao regressar para casa, converteram-se em delinquentes, aterrorizando nossas cidades. Sim, havia uso de drogas entre os militares, mas não era muito diferente do que existia em outros setores da sociedade. Foi um mito fabricado. É disso que se tratava a guerra contra as drogas. Assim se mudou a concepção da guerra do Vietnã, transformando-a em uma guerra na qual nós éramos as vítimas.

Isso se encaixou muito bem com as campanhas em favor da lei e da ordem. Dizia-se que nossas cidades se desgarravam por causa do movimento anti-guerra e dos rebeldes culturais, e que por isso era preciso impor a lei e a ordem. Ali cabia a guerra contra a droga.

Reagan ampliou-a de maneira significativa. Nos primeiros anos de sua administração intensificou-se a campanha, acusando os comunistas de promover o consumo de drogas. No início dos anos 80, os funcionários que levavam a sério a guerra contra as drogas descobriram um incremento significativo e inexplicável de fundos em bancos do sul da Flórida. Lançaram uma campanha para detê-lo. A Casa Branca interveio e suspendeu a campanha. Quem o fez? George Bush pai, neste período o encarregado da guerra contra as drogas. Foi quando a taxa de prisões aumentou de maneira significativa, principalmente a prisão de negros. Agora o número de prisioneiros per capita é o mais alto do mundo. No entanto, a taxa de criminalidade é quase igual a dos outros países. É um controle sobre parte da população. É um assunto de classe.

A guerra contra as drogas, como outras políticas, promovidas tanto por liberais como por conservadores, é uma tentativa para controlar a democratização das forças sociais.

Há alguns dias, o Departamento de Estado emitiu sua certificação de cooperação na luta contra as drogas. Os três países que foram “descertificados” são Myamar, uma ditadura militar – não importa, está apoiada por empresas petroleiras ocidentais -, Venezuela e Bolívia, que são inimigos dos EUA. Nem México, nem Colômbia, nem Estados Unidos, em todos os quais há narcotráfico.

Um lugar interessante

O elemento central do neoliberalismo é a liberalização dos mercados financeiros, que torna vulneráveis os países que têm investimentos estrangeiros. Se um país não pode controlar sua moeda e a fuga de capitais, está sob o controle dos investidores estrangeiros. Eles podem destruir uma economia se não gostarem de algo que esse país faz. Essa é outra forma de controlar povos e forças sociais, como os movimentos operários. São reações naturais de um empresariado muito concentrado, com grande consciência de classe. Claro que há resistência, mas fragmentada e pouco organizada e por isso podem seguir promovendo políticas às quais a maioria da população se opõe. Às vezes isso chega ao extremo.

O setor financeiro está o mesmo que antes; as seguradoras de saúde ganharam com a reforma de saúde, as empresas de energia ganharam com a reforma do setor, os sindicatos perderam com a reforma trabalhista e, certamente, a população dos EUA e do mundo perde porque a destruição da economia é grave por si mesma. Se o meio ambiente é destruído, os que mais sofrerão serão os pobres. Os ricos sobreviverão aos efeitos do aquecimento global.

Por isso a América Latina é um dos lugares no mundo hoje verdadeiramente interessantes. É um dos lugares o­nde há uma verdadeira resistência a tudo isso.

 

Até o­nde chegará?

Não se sabe. Não me surpreenderia com um giro à direita nas próximas eleições na América Latina. Mesmo assim, terá se conseguido um avanço que assenta as bases para algo mais. Não há muitos lugares no mundo dos quais se possa dizer o mesmo.


Tradução: Katarina Peixoto