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Pequeña Radiografía de la Oligarquía Imperial en EE.UU.

Los estadounidenses son siervos gobernados por oligarcas

 

 

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

 

“Dentro de poco no habrá clase media. Tendremos unos pocos, y sólo unos pocos lores, y todos los demás, mendigos.” R.L. Bushman

“Nos estáis dividiendo rápidamente en dos clases – los extremadamente ricos y los extremadamente pobres.” “Bruto”

Los estadounidenses piensan que tienen “libertad y democracia” y que los políticos tienen que rendir cuentas en las elecciones. La realidad es que EE.UU. es gobernado por poderosos grupos de interés que controlan a los políticos con donaciones a sus campañas electorales. Nuestros verdaderos gobernantes son una oligarquía de intereses financieros y militares y de seguridad, y AIPAC [lobby israelí, N. del T.] que influencia la política exterior de EE.UU. en bien de Israel.

Echemos un vistazo a la política económica. Es dirigida en beneficio de grandes firmas financieras, como Goldman Sachs.

Los que recibieron 700.000 millones de dólares en fondos del TARP [Programa de Alivio para Activos en Problemas] fueron los bancos, no los millones de estadounidenses que han perdido sus casas, puestos de trabajo, seguro de salud, y pensiones. Los bancos utilizaron ese obsequio de capital para hacer más utilidades. En medio de la peor caída económica desde la Gran Depresión, Goldman Sachs anunció beneficios récord en el segundo trimestre y grandes bonificaciones de seis dígitos para cada empleado.

La política de bajos tipos de interés de la Reserva Federal es otro regalo a los bancos. Baja su coste de fondos y aumenta sus beneficios. Con la derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999, los bancos se convirtieron en casas de inversión de alto riesgo que comercian con instrumentos financieros como ser derivados de tasas de interés y valores respaldados con hipotecas. Con abundantes fondos suministrados casi gratis por la Reserva Federal, los bancos no pagan prácticamente nada a los depositantes por sus ahorros.

A pesar de la política de bajas tasas de interés de la Reserva Federal, los bancos comenzarán a partir del 1 de octubre a aumentar la tasa porcentual anual (APR) para compras con tarjetas de crédito y adelantos de dinero y estados de cuenta que tienen una tasa disuasoria por pago atrasado. Los bancos también están aumentando las tasas por pagos atrasados. En medio de la peor situación económica desde los años treinta, estadounidenses fuertemente endeudados, que están perdiendo sus puestos de trabajo y sus casas, son desangrados hasta la bancarrota por los mismos bancos que están siendo subvencionados con fondos del TARP y bajas tasas de interés.

Además, es el público estadounidense el que está metido en apuros por el dinero del TARP y las bajas tasas de interés. Como el presupuesto del gobierno de EE.UU. está en números rojos en más de un 50%, hay que prestarse el dinero del TARP en el extranjero o tiene que ser monetizado por la Reserva Federal. Esto significa más presión sobre el valor de cambio del dólar de EE.UU. y un aumento en los precios de importación y también inflación en el interior.

Por lo tanto los estadounidenses pagarán por el TARP y los subsidios a las bajas tasas de interés a sus gobernantes financieros a través de la erosión del poder adquisitivo del dólar. Lo que estamos experimentando es una masiva redistribución de los ingresos del público estadounidense al sector financiero.

Y esto sucede bajo un gobierno demócrata encabezado por el primer presidente negro de EE.UU., con una mayoría demócrata en la Cámara y en el Senado.

¿Existe un gobierno en alguna parte que represente menos a sus ciudadanos que el de EE.UU.?

Consideremos las guerras de EE.UU. Al escribir estas notas, el coste pagado en efectivo de las guerras de EE.UU. en Iraq y Afganistán es de 900.000.000.000 dólares. Si se suman los costes futuros ya incurridos de las prestaciones a veteranos, interés sobre la deuda, el uso no aprovechado de los recursos para propósitos productivos, y otros costes similares tal como han sido calculados por el economista del Nobel Joseph Stiglitz y la experta presupuestaria de la Universidad Harvard Linda Bilmes, “nuestro” gobierno ha derrochado.

3.000.000.000.000 de dólares –3 billones de dólares – en dos guerras que no traen beneficio alguno para algún estadounidense cuyos ingresos no dependan del complejo militar/industrial, ante el que nos advirtió un general de cinco estrellas, el presidente Eisenhower.

Ahora es un hecho probado que la invasión estadounidense de Iraq se basó en mentiras y engaño del público estadounidense. Los únicos beneficiados fueron las industrias de armamentos, Blackwater, Halliburton, oficiales militares que logran ascensos más rápidos durante la guerra, y los extremistas musulmanes cuya argumentación fue confirmada por el gobierno de EE.UU. mediante su agresión no provocada contra los musulmanes. Nadie más se benefició. Iraq no amenazaba a nadie, y la captura de Sadam Hussein y su ejecución después de un juicio irregular y arbitrario no tuvo efecto alguno sobre el fin de la guerra o para impedir el comienzo de otras.

El coste de las guerras de EE.UU. es un inmenso lastre sobre un país en bancarrota, pero el coste incurrido por los veteranos podría ser aún mayor. La falta de vivienda es una condición corriente de los veteranos, así como el estrés postraumático. Los soldados estadounidense, que combatieron ingenuamente por las guerras de la industria de la munición, por los altos pagos a los directores de la munición, y por los dividendos y las ganancias de capital de los accionistas de la munición, pagaron no sólo con vidas y extremidades perdidas, sino también con matrimonios rotos, carreras arruinadas, desórdenes psiquiátricos, y sentencias de prisión por no cumplir con pagos de manutención de menores.

¿Qué ganaron los estadounidenses gracias a una guerra incosteable en Iraq que dura mucho más que la Segunda Guerra Mundial y que llevó al poder a chiíes aliados con Irán?

La respuesta es obvia: absolutamente nada.

Que ganó la industria de armamentos: Miles de millones de dólares en beneficios.

Obama es el candidato presidencial que prometió terminar la guerra en Iraq. No lo ha hecho. Pero ha escalado la guerra en Afganistán, comenzado una nueva guerra en Pakistán, se propone repetir el escenario yugoslavo en el Cáucaso, y parece determinado a iniciar una guerra en Sudamérica. Como reacción a la aceptación por el presidente de Colombia títere de EE.UU., Álvaro Uribe, de siete bases militares de EE.UU. en Colombia, Venezuela advirtió a los países sudamericanos que “comienzan a soplar vientos de guerra.”

Tenemos un gobierno de EE.UU., totalmente dependiente de la generosidad de extranjeros para financiar la tinta roja, que se extiende en grandes cantidades hasta donde llega la vista, totalmente dominado por el complejo militar/seguridad, que nos destruirá a todos a fin de satisfacer las expectativas bursátiles de Wall Street.

¿Por qué le importa a algún estadounidense quién gobierna Afganistán? El país no tiene nada que ver con nosotros.

¿Calcularon los comités de servicios armados de la Cámara y del Senado el riesgo de desestabilizar a Pakistán armado con armas nucleares cuando aceptaron la nueva guerra de Obama en ese país, una guerra que ya ha desplazado a dos millones de paquistaníes?

No, claro que no. Los corruptos recibieron sus órdenes de la misma oligarquía militar/seguridad que mandó a Obama.

La gran superpotencia estadounidense y sus 300 millones de habitantes están siendo destruidos por los estrechos intereses de los grandes bancos y por la industria de armamentos. La gente, y no sólo los estadounidenses, está perdiendo a sus hijos, esposos, hermanos y padres sin otro motivo que los beneficios de las corporaciones de armamentos de EE.UU. y los crédulos estadounidenses parecen enorgullecerse de que así sea. Esas pegatinas en sus coches, todo terrenos y monstruosas camionetas proclaman su ingenua lealtad a la industria de armamentos y a los corruptos en Washington que promueven guerras.

¿Llegarán a comprender los estadounidenses, aplastados y destruidos por la política de “su” gobierno, que siempre pone a los estadounidenses en el último lugar, quiénes son sus verdaderos enemigos?

¿Se darán cuenta los estadounidenses de que no los gobiernan sus representantes elegidos sino una oligarquía que es dueña del prostíbulo Washington?

¿Llegarán algún día a comprender los estadounidenses que son siervos impotentes?

http://www.counterpunch.org/roberts08192009.html

Paul Craig Roberts fue secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Reagan. Es co-autor de “The Tyranny of Good Intentions.” Para contactos, escriba a: PaulCraigRoberts@yahoo.com

 

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