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Sigue La Polémica Sobre El Supuesto Vampirismo Sionista

 

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El forense olvidado por Aftonbladet

¿El eslabón perdido en el robo israelí de órganos?

Jonathan Cook

Traducción de Germán Leyens. Seguido de la correspondencia del autor con la editora del periódico británico The Guardian. Traducción de Atenea Acevedo.


NAZARET – La hiperventilación de los dirigentes israelíes [1] por una historia publicada en un periódico sueco el pasado mes [2] que sugirió que el ejército israelí colaboró en el robo de órganos de palestinos ha distraído la atención de las inquietantes afirmaciones hechas por familias palestinas que constituían la base para la reclamación principal del artículo.

Los temores de las familias de que autopsias no autorizadas realizadas en Israel hayan extraído partes de los cuerpos de sus parientes muertos por el ejército israelí, han sido eclipsados por acusaciones de “calumnia de crimen ritual” dirigidas contra el periodista, Donald Boström, y el periódico Aftonbladet, así como contra el gobierno y el pueblo de Suecia.

No tengo la menor idea de si la historia es verídica. Como la mayoría de los periodistas que trabajan en Israel y en Palestina, no oigo esos rumores por primera vez. Que yo sepa, ningún periodista occidental los había investigado, hasta que Boström escribió su artículo. Después de tantos años, la suposición de los periodistas era que había pocas esperanzas de encontrar pruebas, aparte de la exhumación de los cuerpos. Sin duda, la acusación inevitable de antisemitismo que atraen semejantes informaciones también actuó como un poderoso disuasorio.

Lo que es impactante en este episodio es que nunca se ofreció a las familias que formulan las reclamaciones la oportunidad de una audiencia a fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, durante la primera Intifada, cuando apareceron la mayoría de los informes, y que todavía se les niegue el derecho a expresar su preocupacón.

La sensibilidad de Israel a la afirmación del robo de órganos – o “cosecha”, como muchos observadores llaman la práctica – parece triunfar sobre la genuina preocupacón de las familias por el posible abuso de sus seres queridos.

Boström ha sido muy criticado por la frágil evidencia que presentó en apoyo de su incendiaria historia. Ciertamente hay mucho que criticar en la presentación que hizo, y también su periódico, de la noticia.

Más significativamente, Boström y Aftonbladet se expusieron a la acusación de antisemitismo – por lo menos de funcionarios israelíes ansiosos de causar daño – mediante un importante desacierto.

Enmarañaron las cosas al tratar de hacer una tenue conexión entre las afirmaciones de las familias palestinas sobre el robo de órganos mediante autopsias no autorizadas, y las revelaciones enteramente separadas de este mes de que un grupo de judíos estadounidenses había sido arrestado por lavado de dinero y comercio de órganos. [3]

Al hacer esa conexión, Boström y Aftonbladet sugirieron que el problema del robo de órganos era actual, en circunstancias que han presentado sólo ejemplos de un problema semejante de comienzos de los años noventa. También implicaron, intencionalmente o no, que los abusos supuestamente cometidos por el ejército israelí podían ser extrapolados de alguna manera para aplicarlos de modo más general a los judíos.

En lugar de hacerlo, el periodista sueco debería haberse concentrado en la cuestión válida presentada por las familias de por qué el ejército israelí, por su propia admisión, se llevó los cuerpos de docenas de palestinos muertos por sus soldados, permitió que se les hicieran autopsias sin permiso de las familias y luego devolvió los cuerpos para enterrarlos en ceremonias realizadas bajo estrictas medidas de seguridad.

El artículo de Boström destacó el caso de un palestino, Bilal Ahmed Ghanan, de 19 años, de la aldea Imatin en el norte de Cisjordania, que fue muerto en 1992. Una fotografía impresionante del cuerpo suturado de Bilal acompañó el informe. [4]

Boström ha dicho a los medios israelíes que sabe de por lo menos 20 casos de familias que afirman que los cuerpos de sus seres queridos fueron devueltos con partes de sus cuerpos faltantes, [5] aunque no dijo si alguno de esos supuestos incidentes ocurrió más recientemente.

Boström dice que en 1992, el año en cuestión, el ejército israelí le admitió que se llevó para realizar autopsias a 69 de los 133 palestinos que murieron por causas no naturales. El ejército no ha negado esta parte de su informe.

Una pregunta justificable de las familias transmitida por Boström es: ¿Por qué quería realizar el ejército las autopsias? A menos que se pueda demostrar que el ejército se proponía realizar investigaciones por las muertes – y al parecer no hay sugerencias de que lo haya querido – las autopsias eran innecesarias.

De hecho, eran más que innecesarias. Eran contraproducentes si asumimos que el ejército no tiene interés en reunir pruebas que puedn ser utilizads en futuros procesamientos por crímenes de guerra contra sus soldados. Israel tiene un largo historial de obstaculización de muertes de palestinos a manos de sus soldados, y continuó esa innoble tradición después de su reciente ataque contra Gaza.

Mayor preocupación causa todavía a las familias palestinas el hecho de que aproximadamente cuando el ejército se llevó los cuerpos de sus seres queridos para realizar las autopsias, existía casi la absoluta certeza de que el único instituto que realiza esas autopsias en Israel, Abu Kabir, cerca de Tel Aviv, estaba en el centro de un comercio de órganos que después se convirtió en un escándalo dentro de Israel.

De un modo igualmente desconcertante, el forense responsable del saqueo de órganos, el profesor Yehuda Hiss, nombrado director del instituto Abu Kabir a fines de los años ochenta, nunca ha sido encarcelado a pesar de admitir el robo de órganos y sigue siendo patólogo jefe del Estado en el instituto.

Hiss estaba a cargo de las autopsias de palestinos cuando Boström escuchó las quejas de las familias en 1992. Hiss fue subsiguientemente investigado dos veces, en 2002 y 2005, por el robo de partes corporales en gran escala.

Afirmaciones sobre el comercio ilegal de órganos de Hiss fueron reveladas por primera vez en el año 2000 por periodistas investigativos del periódico Yediot Aharonot, que informó que Hiss tenía “listas de precios” para partes corporales que vendía sobre todo a universidades y escuelas de medicina israelíes. [6]

Sin inmutarse al parecer ante esas revelaciones, Hiss todavía tenía una serie de partes corporales en su posesión en Abu Kabir cuando los tribunales israelíes ordenaron un allanamiento en 2002. Israel National News informó entonces: “Durante los últimos años, parece que jefes del instituto han entregado miles de órganos para investigación sin permiso, mientras mantenían un ‘almacén’ de órganos en Abu Kabir.” [7]

Hiss no negó el saqueo de órganos, y admitió que las partes corporales pertenecían a soldados muertos en acción y habían sido entregadas a institutos médicos y hospitales con el fin de hacer progresar la investigación. Comprensiblemente, sin embargo, es poco probable que las familias palestinas queden satisfechas con la explicación de Hiss. Si Hiss no respetó los deseos de la familia de un soldado, ¿por qué no iba a hacer también caso omiso de los deseos de familias palestinas?

Se permitió que Hiss continuara como directos de Abu Kabir hasta 2005 cuando las afirmaciones sobre un comercio de órganos volvieron a aparecer. En esa ocasión, Hiss admitió que sacó partes de 125 cuerpos sin autorización. Después de una negociación con el Estado, el procurador general decidió no seguir adelante con acusaciones criminales e Hiss sólo recibió una reprimenda. [8] Continuó como patólogo jefe en Abu Kabir.

También habría que destacar, como señala Boström, que a comienzos de los años noventa Israel sufría de una aguda escasez de donantes de órganos, hasta tal punto que Ehud Olmert, ministro de salud de entonces, lanzó una campaña pública para alentar a los israelíes a donar.

Esto ofrece una posible explicación para las acciones de Hiss. Puede haber actuado para ayudar a subsanar la escasez.

Ante los hechos conocidos, tiene que haber por lo menos una fortísima sospecha de que Hiss removió órganos sin autorización de algunos palestinos a los que hizo autopsias. Tanto este tema, como el posible rol del ejército en el suministro de cadáveres, requiere investigación.

Hiss también está implicado en otro antiguo escándalo no resuelto de los primeros años de Israel, en los años cincuenta, cuando niños de inmigrantes judíos recientes de Israel provenientes de Yemen fueron adoptados por parejas askenazíes después que los padres yemenitas habían sido informados del fallecimiento de su hijo, [9] usualmente después de su admisión a un hospital.

Después de un encubrimiento inicial, los padres yemenitas siguieron presionando para obtener respuestas del Estado, y obligaron a los funcionarios a reabrir los expedientes. [8] Las familias palestinas tienen derecho a lo mismo.

Sin embargo, a diferencias de los padres yemenitas, sus probabilidades de obtener algún tipo de investigación, transparente o no, parecen prácticamente inexistentes.

Cuando los pedidos palestinos para obtener justicia no son respaldados por investigaciones de periodistas o protestas de la comunidad internacional, Israel puede ignorarlas con seguridad.

Vale la pena recordar en este contexto la repetición constante por parte del campo por la paz de Israel en el sentido de que las brutales cuatro décadas de ocupación de los palestinos han corrompido profundamente la sociedad israelí.

Cuando el ejército goza de poder sin tener que rendir cuentas, ¿cómo sabrán los palestinos, o cómo sabremos nosotros, qué cosas se permite que hagan los soldados bajo la capa de la ocupación? ¿Qué límites se han establecido para impedir abusos? ¿Y quién les lee la cartilla cuando cometen crímenes?

Del mismo modo, si políticos israelís pueden gritar “calumnia de crimen ritual” o “antisemitismo” al ser criticados, dañando las reputaciones de las personas a las que acusan, ¿qué incentivo tienen para iniciar investigaciones que puedan dañarlos a ellos o a las instituciones que supervisan? ¿Qué motivo tienen para ser honestos si pueden silenciar a golpes a un crítico, sin tener que pagar el precio?

Es el significado de la frase “el poder corrompe”, y los políticos y soldados israelíes, así como por lo menos un patólogo, tienen evidentemente demasiado poder, - especialmente sobre los palestinos bajo la ocupación.

……….

Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret, Israel. Sus libros más recientes son: “ Israel and the Clash of Civilisations: Iraq , Iran and the Plan to Remake the Middle East ” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine : Israel ’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su página web es: www.jkcook.net

Enlaces

[1] http://www.haaretz.com/hasen/spages/1109437.html

[2] http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=8390&lg=en

[3] http://www.slate.com/id/2223559/

[4] http://www.aftonbladet.se/kultur/article5652583.ab

[5] http://www.ynetnews.com/articles/0,7340,L-3766093,00.html

[6] http://www.pubmedcentral.nih.gov/articlerender.fcgi?artid=1173179

[7] http://www.israelfaxx.com/webarchive/2002/01/2fax0104.html

[8] http://www.israelnationalnews.com/News/News.aspx/90518

[9] http://www.independent.co.uk/news/world/israel-seeks-lost-children-of-yemen-exodus-1318037.html

 

Fuente: http://www.counterpunch.org/cook09042009.html

* * * *


Breve correspondencia con la editora de la sección Comment is Free

The Guardian muestra de qué está hecho

Jonathan Cook

4 de septiembre de 2009

Traducción de Atenea Acevedo

Los periodistas liberales en los medios dominantes siempre se indignan ante la más mínima insinuación de que sus reportajes o artículos estén de alguna manera influidos por la amenaza de represalias por parte de quienes tienen intereses y poder. En las facultades de periodismo se enseña que en las democracias occidentales los periodistas de diarios serios trabajan en pos de la verdad y, excepto por una que otra manzana podrida, rechazan ceder a intimidaciones. En este sentido, Israel ofrece un caso de particular interés que sienta precedentes.

En la realidad, el temor a cargar con el sambenito de “antisemita” constituye, para la mayoría de los periodistas, un poderoso elemento de disuasión cuando se trata de elaborar una crítica contundente contra Israel. Tanto Israel como sus partidarios son demasiado concientes de su poder, razón por la cual, cuando las publicaciones convencionales se pasan de la raya y plantean temas cuyo análisis Israel preferiría evitar, se abalanzan sobre ellas y prodigan irresponsablemente la consabida acusación. La furia orquestada que respondió al artículo que publicó el diario sueco Aftonbladet en agosto de 2009 acerca de la posible participación del ejército israelí en el robo de órganos tenía precisamente el objetivo de recordar a otros medios que lo mejor es no cometer este tipo de equivocación.

La lección para el periodismo a partir del jaleo por la nota del diario sueco es que al adoptar una postura crítica sobre Israel más vale investigar el tema a fondo, aprehender las pruebas y no llevar el argumento más allá de los límites de lo que puede inferirse razonablemente. Se trata de principios que bien vale la pena seguir por cualquier periodista (y, en este caso, principios que Aftonbladet no acató), aun cuando constituyen requisitos mucho más rigurosos que cuando se escribe de cualquier otro país. Pensemos, por ejemplo, si los periodistas occidentales desistirían de cubrir una noticia que implicara al Estado venezolano en el tráfico de órganos de campesinos, incluso si Hugo Chávez se mostrara furibundo ante semejante insinuación.

No obstante, por desgracia, la verdadera lección del caso Aftonbladet, la única lección aparentemente deliberada y digerida por nuestros medios, es bajar la voz y no tocar los temas que podrían importunar a Israel.

Una semana después envié un artículo de opinión sobre el caso Aftonbladet a la sección virtual Comment is Free del diario The Guardian (puede consultarse aquí), el cual fue rechazado por Georgina Henry, editora ejecutiva de la sección. Su explicación, al menos a un servidor, ex periodista de The Guardian que dedicó muchos años a la sección de noticias internacionales de ese diario, resultaba más que extraña y no coincidía con los criterios usuales del periódico para evaluar una nota periodística o un artículo de opinión. Brian Whitaker, la primera persona que recibió mi texto y es ex editor de la sección de Oriente Próximo del diario, dejó claro que le gustaba y respondió “nos interesa publicarlo”, pero también dejó ver ciertas dudas acerca de la posibilidad de que su criterio contara con el respaldo del personal ejecutivo del sitio, mencionó que se trataba de “un asunto espinoso” y que la decisión tendría que esperar porque “tenemos a un par de personas de vacaciones”.

Desconcertado por las explicaciones de Georgina Henry en su mensaje de rechazo, inicié un intercambio epistolar electrónico. Su voluntad inicial de responder parece generosa, pero sospecho que, en realidad, la motivaba la necesidad de persuadirme, en tanto ex periodista de The Guardian, y convencerse a sí misma de que rechazar mi artículo era algo razonable. Cuando insinué de manera cortés pero irritante que sus propias palabras implicaban que no rechazaba el artículo por falta de mérito, sino por miedo a la reacción violenta que era de esperarse, y le pedí que explicara cuáles eran los hechos en la nota que necesitaban de “una verificación absolutamente independiente” (algo que no suele exigirse a quien escribe un artículo de opinión), se apresuró a poner fin al debate.

Me parece que el intercambio ofrece una mirada interesante al autoengaño en el que caen muchos de nuestros periodistas liberales más destacados, periodistas que necesitan desesperadamente creer que son, tal como lo pregonan, audaces paladines en busca de la verdad.

La correspondencia tomó un total de 90 minutos durante la tarde del 3 de septiembre.

Georgina Henry: “Perdón por [el] retraso de mi respuesta. Lo lamento, pero no voy a publicarlo en Comment is free, me resisto a publicar algo que tal vez quedaría mejor como mera noticia y no como artículo de opinión, y que nuestro propio corresponsal en Oriente Próximo no ha verificado, sobre un tema tan delicado y polémico como este. Además, como sabes, publicamos el comentario de Seth Freedman sobre el reportaje original del diario sueco, así que ya hubo todo un debate en el sitio. Lamento no poder ayudarte”.

Cabe destacar que desde el primer momento (y también después, a lo largo del intercambio) la editora hace referencia a que Comment is Freeaquí). La referencia tiene la intención de convertirse en prueba perentoria y decisiva de que no “teme” al lobby israelí ni a las posibles amenazas de ser etiquetada como antisemita. Implica que tanto ella como Comment is Free tomaron la valiente decisión de publicar el artículo de Freedman (que para el caso podría haber sido cualquier artículo sobre el tema). Sin embargo, objetivamente, fue la opción menos arriesgada: difícilmente puede considerarse osado o audaz publicar el artículo de un judío, que vive en Israel y suele señalar que sirvió en el ejército israelí, donde afirma que el reportaje sueco era un disparate y carecía de calidad periodística, pero que las acusaciones de los dirigentes israelíes de antisemitismo fueron juzgadas mal y contraproducentes.
incluyó una nota de Seth Freedman sobre el jaleo en torno al robo de órganos (puede leerse

Jonathan Cook: “Evidentemente tu postura es inamovible, pero tus explicaciones me resultan bastante extrañas. En el artículo de Seth Freedman y en el debate entre quienes leen Comment is Free no se discutió para nada el asunto de las pruebas de posible participación del Profr. Yehuda Hiss [Director de Patología de Israel] en el robo de órganos de cuerpos palestinos, es decir, la aportación más importante de mi artículo al debate. En cuanto a que esto quedaría mejor como un reportaje periodístico, ¿cómo puede ser? La ‘noticia’ que vincula a Hiss con el robo de órganos tiene varios años (aunque fue desoída en su momento) y hoy no despertaría el interés de ningún editor de noticias. Además, vincular a Hiss al caso requiere de especulación, aunque sea especulación informada, algo que es aceptable en un artículo de opinión pero que difícilmente sería materia prima para las páginas de noticias.

“En lo que respecta al tema como algo polémico y delicado, bueno, ese es precisamente el meollo del asunto, ¿o no? Me interesa aclarar lo que está en disputa. Supongo que usas ‘delicado’ para referirte a la sensibilidad de Israel que nos exige mantener el debate cerrado a costa de la sensibilidad de las familias palestinas que llevan casi 20 años esperando saber qué pasó con sus seres queridos. Siempre ha sido así”.

Georgina Henry: “Es un tema delicado porque, de nuestra parte, necesitamos estar absolutamente seguros de que lo dicho resistirá el escrutinio. Serás el primero en aceptar que los partidarios de Israel revisarán cualquier cosa que escribas de la manera más minuciosa en busca de pruebas de parcialidad y/o antisemitismo. Es por eso que todo lo que tiene que ver con esta noticia debe ser verificado de manera independiente por uno de nuestros corresponsales y no tengo los recursos para que Comment is Free haga ese trabajo. Como dije, puedo ponerte en contacto con Rory McCarthy, nuestra corresponsal en Jerusalén, a través de la sección de noticias.

“Por favor no saques conclusiones precipitadas como lo hacen los peores teóricos de la conspiración en los comentarios a los artículos sobre Israel/Palestina que publicamos. Creo que difícilmente puede acusarse a The Guardian o a Comment is free de rehuirle a la controversia”.

De hecho, por supuesto que podría acusarlos de eso, pero prefiero ahorrármelo para otro día y otra discusión. Resulta interesante notar que en esta parte Henry parece insinuar que actúa por mi bien, ya que cualquier cosa que escriba será sometida al escrutinio de los partidarios de Israel. ¿Por qué se preocupa más por mi reputación que yo? Además, sus comentarios vuelven a apuntar a que su razonamiento es resultado del miedo a reacciones violentas que son de esperarse.

Jonathan Cook: “En lo que respecta al escrutinio, es por ello que incluí los enlaces a los artículos publicados en medios israelíes. La implicación de Yehyda Hiss en el robo de órganos es indiscutible, aun cuando se le haya dado escasísima cobertura en su momento. Curiosamente, aunque Haarets y otros medios tocaron el tema, la cobertura más destacada estuvo en manos de Israel National News (el servicio de noticias para colonos) porque considerar que Hiss había violado el carácter sagrado del cuerpo judío conforme a la religión judía al retirar órganos de cadáveres judíos antes de su sepultura.

“El lema de Comment is Free reza “Facts are sacred, comment is free” (Los hechos son sagrados, comentar no cuesta nada), por eso me limité estrictamente a los hechos reportados, fácilmente comprobables mediante la lectura de las fuentes israelíes señaladas en los enlaces correspondientes, y aventuré la especulación más cautelosa posible: hay preguntas razonables acerca de lo que sucedió con los cuerpos durante las autopsias; las familias [palestinas] merecen respuestas, pero no las obtendrán debido a las relaciones de poder en un territorio ocupado. (Por cierto, y no sin un toque de ironía, intenté plantear que, como periodistas, es común que no cumplamos con el deber de investigar las afirmaciones de la población palestina, en este caso y en otros, porque estamos más preocupados por la reacción de Israel que por los derechos de los palestinos).

“Por otra parte, la insinuación de que sostengo la existencia de algún tipo de conspiración es infundada y está fuera de lugar. En mi opinión, lo que pasa es que Comment is Free está tomando el camino más fácil para evitar verse presa de un jaleo que ya envolvió a otro diario y prefiere hacer la vista gorda a una problemática de derechos humanos de la población palestina. Sin duda y ante todo, esa fue la razón por la que Netanyahu y Lieberman se lanzaron sobre Aftonbladet”.

Georgina Henry: “La verdad es que te equivocas. Si estuviera tratando de evitar el jaleo no habría publicado el artículo de Seth. Pero eso no importa, al igual que mucha de la gente con la que trato por Comment is Free, ya te formaste una opinión sobre mis motivos y no vale la pena continuar con este intercambio.

“La realidad es que en este caso quiero que un corresponsal de The Guardian verifique de manera independiente lo que escribiste y en Comment is Free no dispongo de los recursos para ello. Sigo pensando que sería mejor pasar el tema a la sección de noticias, así que definitivamente te recomiendo que contactes a noticias internacionales”.

Declina seguir con el debate no sin antes acallar la voz de su conciencia al repetir una sugerencia que yo, con argumentos, ya había calificado de inviable: volver a escribir el artículo como una noticia. Su argumento sobre la verificación de los hechos no es sino un recurso para desviar la atención del tema central.

Jonathan Cook: “No me he formado una opinión: son tus propia palabras. Este artículo será sometido a un minucioso escrutinio (debido al intimidante lobby israelí) y, por ende, necesitas un estándar de prueba, una verificación completamente independiente, como la llamas, antes de publicar mi artículo de opinión fundada sobre el tema. Si ese estándar se aplicara a otros temas en Comment is Free no publicarían absolutamente nada. De tus observaciones solo se desprende una inferencia razonable: piensas que este artículo es demasiado espinoso. Si tienes otra interpretación razonable, me encantaría conocerla.

“Podrías haberme dicho qué hechos necesitan comprobarse a pesar de los enlaces a fuentes israelíes reconocidas que incluí en mi texto. Entonces podría haber revisado si era posible aportar pruebas satisfactorias. Desde luego, yo también estoy esforzándome por entender el problema. En todos los medios israelíes se dice que Hiss reconoció haber cometido robo masivo de órganos y que fue patólogo de Abu Kabir en la década de 1990. El ejército reconoció ante Aftonbladet, y nadie lo ha desmentido a lo largo de todo el jaleo en torno a este asunto, que se realizaron muchas autopsias de cuerpos palestinos a principios de esa misma década. Los medios israelíes divulgan ampliamente que todas esas autopsias se llevan a cabo en Abu Kabir, donde Hiss trabajaba como patólogo (Rory puede confirmar esto último en unos minutos). Lo demás es especulación y opinión fundada e informada que, por definición, no puede verificarse.

“Además hay que señalar que incluso los ‘hechos’ citados en el artículo no necesitan demostrarse hasta que no quepa lugar a dudas. Me baso en informes creíbles de reconocidas fuentes israelíes sobre lo que se afirma que sucedió en una investigación policíaca. (Por cierto, se trata del mismo tipo de pruebas que los periodistas de The Guardian usan todos los días cuando redactan sus notas). En el caso extremadamente improbable de que después de tantos años resultara que alguno de esos informes fuera erróneo, eso no dañaría mi reputación ni la de Comment is Free. De cualquier modo habríamos presentado un argumento razonable: las afirmaciones de las familias son verosímiles y necesitan investigarse, de buena fe y con base en las pruebas creíbles de que se dispone.

“Mi problema con tu respuesta hasta ahora es que exiges un nivel de pruebas poco razonable ante este tema, un nivel que nunca podría alcanzar un artículo de opinión”.

Henry ya no contestó. Paradójicamente, poco después The Forward, periódico del establishment de la comunidad judía estadounidense, publicó un artículo de opinión que confirma todos los hechos que, según Henry, era necesario verificar.

Fuente: Fuente: http://www.jkcook.net/Articles3/0419.htm#Top

Germán Leyens y Atenea Acevedo son miembros de Rebelión. Acevedo pertenece asimismo al colectivo Tlaxcala.
 



 

 

 

 

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