Dos Artículos Racionalistas Antirreligiosos
OBSERVACIÓN: Respetamos los puntos de vista de los autores, aunque no los compartimos.
Posmodernismo, pseudociencias, religión e izquierda política
¿Hay alguna relación entre posmodernismo y pseudociencia? Bien, quizás para poder responder con mayor conocimiento de causa sea necesario definir ambos términos. El posmodernismo es una corriente intelectual que tiene en mayor o menor grado estas características: el rechazo de la tradición racionalista de la Ilustración, el desprecio hacia cualquier tipo de comprobación empírica de sus discursos teóricos, y un relativismo cognitivo y cultural que considera a la ciencia como una "narración" o una construcción social entre muchas otras.
Por pseudociencia la definición que puede valer es: conjuntos de pensamientos, afirmaciones o relaciones sobre realidades o imaginaciones de todo punto inaceptables por la ciencia; habitualmente quien la practica apoya estos pensamientos mediante razonamientos o informes que distan de satisfacer los requisitos habituales en ciencia.
Ya puestos, también se especificará qué se entiende por ciencia: un intento crecientemente exitoso ("crecimiento exitoso" porque para decirlo con las palabras de uno de los mayores especialistas mundiales en especiación, Jerry A. Coyne: "los problemas difíciles a menudo ceden ante la ciencia") de obtener una comprensión objetiva, si bien siempre incompleta y aproximada, del mundo.
Si en una línea horizontal que intentase reflejar el continuo que va, de izquierda a derecha, desde la ciencia probada hasta la pseudociencia más "pura", basado en la fuerza de los datos empíricos a favor de las distintas teorías que pudiéramos poner, nos encontraríamos en el extremo izquierdo con teorías, por ejemplo, como la atómica o la evolución. En realidad, son muchos los que coinciden en que la evolución es un hecho. Uno de ellos, Richard Dawkins, lo dice de forma elocuente: "Más allá de una duda razonable, más allá de una duda seria, más allá de una duda sana, informada, inteligente, más allá de cualquier duda, la evolución es un hecho." (1). Pero no nos detengamos en este punto; en el extremo izquierdo de este hipotético continuo, repito, están la teoría atómica y la evolución, entre otras. En el extremo derecho existen, ¡ay!, muchos ejemplos para poner: astrología, creacionismo, judaísmo, cristianismo, tarot… Cerca del extremo derecho también estaría situada la homeopatía, por ejemplo.
La relación entre postmodernismo y pseudociencias es una de las investigaciones que nos propone, entre otras muchas, Alan Sokal en su nuevo libro Más allá de las imposturas intelectuales (Paidós, 2009), excelentemente traducido por Miguel Candel.
Como se recordará, Alan Sokal fue el responsable de un episodio muy divertido y muy ilustrativo. En el año 1996, la revista postmoderna que académicamente gozaba de mucha importancia, Social Text, publicó en el número 46/47 un artículo de título largo y voluntariamente incomprensible (la traducción del inglés sería algo así como "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad quántica") escrito por este físico de izquierdas estadounidense. Poco después de publicarse, el mismo Alan Sokal envió un artículo a la misma revista en el que confesaba que todo lo que había escrito allá era un sinsentido de lo más estúpido. Social Text no quiso publicar este nuevo artículo de Sokal en donde se desmontaba el engaño, aunque sí lo hizo Dissent en el mismo año 1996. Entre otras cosas, Sokal afirmaba en este nuevo artículo: "… mi artículo [el anterior publicado en Social Text] es una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, saltos ilógicos y frases sintácticamente correctas que carecen por completo de sentido." Y también: "Confieso que soy un viejo izquierdista impenitente que nunca ha entendido cómo se supone que la deconstrucción va a ayudar a la clase obrera. Y soy también un viejo científico pesado que cree, ingenuamente, que existe un mundo externo, que existen verdades objetivas sobre el mundo y que mi misión es descubrir algunas de ellas." Se armó un buen escándalo que hasta recibió nombre propio: "el asunto Sokal". El escándalo tuvo por supuesto también un amplio seguimiento en la prensa de gran tirada, tanto en la francesa como en la estadounidense. Poco después y cuando las repercusiones de la bulla no se habían extinguido ni mucho menos, Alan Sokal, junto al físico teórico belga Jean Bricmont, coescribió un libro titulado Imposturas intelectuales que, originalmente en francés, se publicó en muchos idiomas, entre ellos el catalán y el castellano, a partir de 1997. En este libro, Sokal y Bricmont, tomando algunos textos de Jacques Lacan − el que, según el veterano filósofo Mario Bunge, dio lugar al poco recomendable género del "charlacanismo" (2)−, Julia Kristeva, Bruno Latour, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, entre otros, mostraban la tendencia de estos autores postmodernos al abuso de algunos términos científicos sin poseer la más remota idea acerca de lo que estaban hablando o escribiendo. También confesaban los autores de Imposturas intelectuales su preocupación porque la moda postmoderna suponía un debilitamiento de la izquierda política que se dejaba influir por ella. Sokal y Bricmont, que siempre han tenido a Noam Chomsky en alta estima científica y política (3), citaban en Imposturas intelectuales al actualmente octogenario estadounidense en su apoyo:
"Los intelectuales de izquierdas participaron activamente en la vida animada de la cultura obrera. Algunos buscaron compensar el carácter de clase de las instituciones culturales con programas de educación obreros o mediante obras de divulgación —que conocieron un éxito muy grande— sobre matemáticas, ciencias y otros temas. Es hiriente constatar que hoy en día sus herederos de izquierdas a menudo privan a los trabajadores de estos instrumentos de emancipación, y nos informan que el ’proyecto de los Enciclopedistas’ está muerto, que hemos de abandonar las ’ilusiones’ de la ciencia y de la racionalidad. Será un mensaje que hará felices a los poderosos, satisfechos de monopolizar estos instrumentos para su propio uso." (4)
Han pasado aproximadamente 13 años desde la edición de Imposturas intelectuales. Ahora, con la publicación de Más allá de las imposturas intelectuales, Sokal, que también ha contado en algunas partes del libro con la colaboración de Jean Bricmont, aborda aspectos más amplios y ambiciosos que en la obra anterior. Más allá de las imposturas intelectuales es un libro mucho más largo que el primero (en la edición de Paidós tiene 576 páginas) y se adentra en campos como −además de los mencionados anteriormente: pseudociencias y postmodernismo− la religión y la ética. El resultado en mi opinión es, aunque en conjunto muy bueno, algo desigual. Creo, por ejemplo, que no era necesario en este libro volver a incluir el artículo de Social Text, si bien ahora está editado con nuevos comentarios. En cambio, el largo capítulo sobre "religión, política y supervivencia" me parece especialmente brillante. Y demoledor. Incluye una discusión con la idea defendida por el ya difunto Stephen Jay Gould sobre los "magisterios no superpuestos". Gould había querido defender con estas palabras la idea de que la ciencia trata cuestiones de hecho, y la religión, cuestiones de ética y significado. Sokal defiende de forma muy convincente que esta posición es insostenible.
Un libro que no abundará a buen seguro en las bibliotecas de postmodernos y partidarios de cualquier pseudociencia.
Notas: (1) Richard Dawkins, Evolución, Espasa, 2009, p. 22. (2) Hay una divertida discusión en Imposturas intelectuales acerca de la equiparación (metafórica, se supone) que hace Lacan entre ¡el pene y la √-1! Sí, raíz cuadrada de menos uno. Increíble, pero cierto. (3) Bricmont editó, junto con Julie Franck, un monumental libro de textos de y sobre Chomsky en 2007 que resulta imprescindible para toda aquella persona que quiera conocer con cierto detalle el pensamiento científico, social y político del veterano luchador: Chomsky, París, Éditions de l’Herne. (4) Para la impecable opinión de Chomsky sobre el postmodernismo, véase además del citado libro editado por Bricmont y Franck, Daniel Raventós, "Noam Chomsky sobre la revolución cognitiva, el postmodernismo, la libertad de expresión, la democracia y las guerras", Sin Permiso núm. 5.
Cherie Blair: una juez religiosa, pero injusta
Es significativo apuntar que cuando Cherie Blair adjudicó una sentencia intencionalmente benévola al Sr. Shamso Miah (dejando en suspenso por dos años una pena de cárcel de 6 meses) a pesar de que hubiera asaltado a un hombre y le rompiera la mandíbula, expresó no una, sino dos veces- otorgándole énfasis- su razón para ello: el hecho de que era una “persona religiosa”. Estas son sus palabras exactas: “Voy a suspender su sentencia por dos años puesto que es usted una persona religiosa y que nunca había causado problemas. Usted ocasionó una fractura leve a un miembro de la ciudadanía que esperaba en la cola del Lloyds Bank. Siendo como es un hombre religioso, usted sabe que este no es un comportamiento adecuado”.
Lo que desde luego no es un comportamiento nada adecuado es que una juez dicte sentencia según sus ideas personales sobre religión, ya sean positivas o negativas. Las opiniones de la Señora Blair, es conocido públicamente, son positivas; es bien sabido de todos que es católica, como lo es también ahora su esposo, el anterior primer ministro, recién convertido del anglicanismo; sus hijos fueron educados en la escuela católica London Oratory School de Brompton; y el recientemente católico Mr. Blair ha fundado una organización religiosa que tiene por objeto promover el ecumenismo entre los credos.
Como abogada, la Sra. Blair debería darse cuenta de las improcedentes e inadmisibles derivaciones provocadas al dictaminar sentencias indulgentes a creyentes por el mero hecho de serlo; esto es: que los no creyentes deberían recibir sentencias menos benévolas. Si hubiera dicho- y repetido dos veces- al aprobar el veredicto de una persona que supiese no creyente: “voy a aplicar toda la fuerza de la ley basándome en que usted no es creyente”, no hubiera creado ni una sola causa más de las que ya ha originado para que se desatara un escándalo, por la sencilla razón de que ese sería su lógico anverso, y resultaría por ello igualmente inaceptable.
Es correcto tener en cuenta la buena conducta y la inexistencia de antecedentes penales al aprobar una sentencia en un proceso penal. Mrs. Blair basó la buena conducta del culpable en que era una persona religiosa. Así que obviamente, la Sra. Blair mantiene de forma manifiesta que existe una relación entre “ser una persona religiosa” y “tener buena conducta”. Debe saber, sin embargo, que estos no siempre van ligados entre sí; tendría que haber estado viviendo encerrada dentro de un frigorífico durante estas dos últimas décadas para atreverse a pensar que fueran una misma cosa, ya que cómo muestran un buen número de ejemplos- y entre ellos las atrocidades cometidas en los Estados Unidos el 11/09- ser una persona religiosa es totalmente consistente con, y a veces incluso causa, de ser una malísima persona. Así pues, debe suponer- dejando la historia y el mundo contemporáneo a un lado por mostrar demasiados contraejemplos poco adecuados a su causa- que existe una tendencia de la gente religiosa hacia la buena conducta por el hecho de ser religiosos (y no, por ejemplo, que tengan tendencia a la buena conducta porque sean personas).
Permítaseme que examine cuidadosamente la lógica de la Sra. Blair. Ella no puede pensar sistemáticamente que las personas no religiosas tengan tendencia a la buena conducta porque no son religiosos. De serlo, estaría pensando que todas la personas, creyentes o no, se inclinan hacia una buena conducta. Pero este generoso pensamiento no es precisamente lo que se deriva de su exposición. Al contrario, sus comentarios al “devoto musulmán” rompe-mandíbulas (tal como lo describe la prensa) Shamso Miah, implican que lo que ella piensa es que las personas religiosas tienen una mayor tendencia a la buena conducta que la gente no-religiosa. ¿Qué es lo que justifica esta suposición? ¿Es acaso el hecho de que esos autoproclamados no-religiosos cometan atrocidades hacia todas las demás personas, sean religiosas o no, explícitamente en el nombre de su no-religión, y arrastrados a tales acciones en el servicio de esta no-religión? Por supuesto que no. Así pues, ¿sobre qué base que no sean sino sus prejuicios y sus propias creencias, puede la Sra. Blair decir, en una sentencia de una sala de justicia Británica, que una persona debiera ser tratada con más indulgencia por el hecho de ser religiosa?
El daño ocasionado a las personas no-religiosas de buen comportamiento con este comentario, y lo perverso del juicio en sí mismo, hace comprensible la demanda que la Sociedad Secular Nacional (NSS) ha interpuesto contra la Sra. Blair. Las reacciones de algunos medios eran previsibles. Andrew Brown, que escribe un blog habitual en la página del Guardian en el que airea sus opiniones sobre asuntos religiosos, cita el comunicado de la NSS: “¿Y qué hubiera pasado de ser ateo?, ¿Habría renunciado la Sra. Blair/Booth a la suspensión de sentencia basándose en que los no creyentes carecen de principios guía que les indiquen que no es correcto golpear a la gente en la cara? Este es un caso de discriminación bastante preocupante que parece probar que en los juzgados de Cherie Blair las personas religiosas reciben un trato diferente”.
Y entonces Brown añade que a la pregunta de “si ser un devoto musulmán (o cristiano) supondría en sí mimo una señal de buena conducta... Cherie Booth parece argumentar que así es... Para [los seculares] ser un devoto creyente es justo lo contrario: Es evidencia de una mala conducta”, ¿Cómo puede Brown, pasando por alto las suposiciones de la Sra. Blair, llegar de este comentario de la National Secular Society (Sociedad Secular Nacional) a la conclusión de que ellos o cualquier otro secular piensa que “ser un creyente devoto es prueba evidente de mala conducta”? (Y peor aún, Brown añade a continuación que en el “mundo” del presidente de la NSS, Terry Sanderson, los jueces deberían ir diciendo: “a pesar de no tener cargos previos contra su persona, es usted sin embargo seguidor del Papa Benedicto XVI y, por lo tanto, incapaz de diferenciar lo bueno de lo malo. Es por ello por lo que me encuentro en la obligación de imponerle una sentencia privativa de libertad”. Esta es una parodia pareja que sigue el planteamiento de Brown). Es justamente porque todo tipo de asunciones, en uno u otro sentido, carecen de valor – un mandamiento sobre el que se funda el secularismo- por lo que precisamente la NSS desafía a la Sra. Blair, un razonamiento que parece que Mr. Brown no acaba de entender.
En el Times, un joven licenciado de filosofía convertido al periodismo, el Sr. Hugo Rifkind, que aunque asegura simpatizar con la protesta de la Sociedad Secular Nacional contra la Sra. Blair, argumenta a continuación que sus “estudios de filosofía” le han llegado a enseñar que la Sra. Blair y su iglesia católica tienen razón cuando sostienen que las creencias religiosas “te dotan con un especie de moralidad superior, que supera con creces todo lo demás”. Su razón para decir esto es que, tal como lo explica él mismo, “la moralidad abstracta no existe. Ni tan solo tiene sentido. Si Dios no es la última respuesta, ¿qué podría serlo?”
Esta es un pésimo reclamo para donde quiera que el Sr. Rifkind estudiara filosofía. Eso, o no estaba atendiendo a la “primera semana” cuando (según dice) parece que se impartió el curso de ética. Y desde luego, parece que desde entonces haya dejado de pensar por completo. Permítanme que dirija su atención hacia Sócrates, Aristóteles, los Estoicos, Hume, Kant y alguna otra docena más entre los pensadores con los que debería haberse topado durante sus estudios, y cuyas éticas no se basan en mandatos divinos o la existencia de fuerzas sobrenaturales, sino que se derivan de la reflexión sobre lo que los seres humanos, en esta vida y en este mundo, se deben los unos a otros en el sentido de respeto, interés, confianza, justicia y honestidad. Comparada con la rica tradición de la ética humanística que nos llega desde la antigüedad clásica, la mayoría de lo que se tiene por moralidad en la religión (“regala todas tus posesiones”, “no te ocupes del mañana”, “las mujeres habrán de cubrirse la cabeza en las iglesias”) parece algo estúpido y trivial- al menos lo que es específico de la religión y no cuenta con el apoyo de éticas más amplias, sean religiosas o de otra índole. Desde luego, el Sr. Rifkind deja expuesta aquí a la luz su ignorancia filosófica, por cuanto debería saber que lo que hay de valor práctico en las éticas cristianas ha sido importado de las escuelas helénicas y romanas tardías, especialmente del estoicismo, durante el siglo cuarto de la Iglesia de Inglaterra y en su posterioridad, para suplir la falta de una ética llevadera en una religión que, para empezar, contaba con un inminente fin del mundo y no veía necesidad de dinero, matrimonio, y ningún otro aspecto de la vida ordinaria. Así pues, con el pasar de los siglos, tuvo que buscar a su alrededor en un intento de incorporar algo más práctico, y lo encontraría, por supuesto, en la tradición pre-cristiana clásica. Pero para ir resumiendo: la concepción estoica romana de buena conducta le da mil vueltas, y una buena tunda, a la Sra. Blair (y lo mismo se aplica al Sr. Rifkind).
La cuestión que se deriva de este asunto nada edificante es que la Sra. Blair no está capacitada para ejercer su cargo en el tribunal, y que es totalmente necesaria una confirmación de la imparcialidad y exhaustividad judicial. Debería sucederse como el resultado de una acción disciplinaria contra la Sra. Blair, y el compromiso de buscar mejores razones para permitir que gente violenta se quede en la calle sólo por sus creencias en antiguas supersticiones pre-científicas.
Richard Dawkins ocupa la cátedra Charles Simonyi de divulgación pública de la ciencia en la Universidad de Oxford. Su último libro es Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra.
OBSERVACIÓN: Respetamos las opiniones de Richard Dawkins, pero es que la propia ciencia invalida sus argumentos. Se sabe que las personas creyentes manejan mejor el stress y pueden tener mayor autocontrol, por tanto un creyente tiene más posibilidades de controlar su conducta que un no creyente. Son hechos científicos corroborados abiertamente. Ver más en Cerebro creyente, cerebro no creyente
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